Enero habitualmente nos invita a pensar en la buena vida. En no en tener que afrontar tantas dificultades como se dan para el presente, no sólo para la Argentina sino para el resto del mundo, ya en cualquier situación estacional. Aún en vacaciones es muy difícil encontrar un día completo, en nuestras vidas, totalmente en calma, con felicidad. Es casi imposible. De ahí se entiende que darle calma y felicidad a 44 millones es un poco bastante complejo. Tenemos millones de enfermos curados de Covid, pero también miles de nuevos infectados. Tenemos la pandemia reapareciendo con una fuerza tremenda en todo el mundo. Y debemos padecer la misma Corte Suprema que espanta. Pero, además, al mismo tiempo hay problemas económicos: se siente la presión de las deudas que para pagarlas es necesario trabajar y no se puede, en la medida deseable. Tenemos críticos atroces adentro que juegan en contra de esos intereses, los de todos nosotros, los que llamamos pueblo. Integrantes de la familia que ven con agrado lo que sucede y quieren sacar ventajas y lo hacen el primer día de la pandemia.
Enero habitualmente nos invita a pensar en la buena vida. En no en tener que afrontar tantas dificultades como se dan para el presente.
Pero, fundamentalmente, lo tenemos al FMI manejado por el gobierno de los Estados Unidos, dispuesto a dañar a como dé lugar a gobiernos que son populares y progresistas. Tenemos personajes como Magnetto, los Saguier, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, el propio Mauricio Macri y cuanto espía ande suelto trabajando fieramente en contra nuestro. Y tenemos un gobierno puntilloso, a veces pasado de republicanismo: sabe que todo se trata de atarle las manos y los pies y empujarlo al vacío, de pegarle un golpe blando, pero sigue pasando los días defendiéndose, dando explicaciones, buscando un consenso: no está mal, pero a esta altura, luego de más de dos años de gobierno, convendría ponerle un poco más de énfasis todavía a lo que quiere hacer. Si no, haciendo bien, pensando bien, luchando mucho, terminará muriendo con los ojos abiertos.
Todo es muy complicado. De ahí las ganas por participar en la batalla cultural, de nuestra batalla por nuestra información veraz. Y hay temas que siguen siendo insoslayables.

Por ejemplo, hay que hablar de la Justicia. Lo que significa la Corte Suprema para la vida de los argentinos. No lo digo yo, lo dice Eugenio Raúl Zaffaroni. Afirma que son “los agentes del caos”, que a lo largo de los 160 años de historia judicial federal, nunca pasó algo semejante, que “hubo cúpulas reaccionarias, algunas de facto realmente lamentables y otras más o menos de jure no menos deplorables”, pero que siempre se movieron por razones ideológicas y no se les podía negar coherencia en ese sentido. Y recuerda “la Corte removida en 1947 o en la de la mayoría automática de los ’90”. Claro que insiste que “ahora no sabemos por qué se pelean, por qué se eligen entre tres sin convocar a los otros dos, por qué hacen saltar denuncias penales entre ellos, porque no hay claras cuestiones ideológicas que muevan esos conflictos, sino más bien disputas por espacios de poder”. Para, finalmente, hacer una inigualable enumeración de la contribución al caos: “Deciden cuestiones de epidemiología sin consultar peritos, reponen la vigencia de leyes derogadas por el Congreso, legitiman jueces trasladados por el Poder Ejecutivo, acuerdan el beneficio del doble cómputo a quienes no estuvieron procesados, aplican leyes más gravosas retroactivamente con el pretexto de que son interpretativas, se niegan a revisar condenas cuando hay instrumentos públicos que prueban que mediaron testigos sobornados, manejan la falta de términos del tribunal a su arbitrio para permitir que sobrevengan muertes o incapacidades y para no decidir en causas con detenidos cuando median artificiales clonaciones de procesos, nada hacen frente a la minoría judicial que se presta a la persecución política de unos y al encubrimiento de otros, ni tampoco ante el agujero negro de engulle causas hacia el fuero federal porteño y, para colmo, ahora, demoraron 15 años para descubrir el desequilibrio y lanzarse a resolver cuestiones no judiciables para apoderarse del Consejo de la Magistratura y del nombramiento de los jueces”.
Tenemos un gobierno puntilloso, a veces pasado de republicanismo: sabe que todo se trata de pegarle un golpe blando, pero sigue buscando un consenso: no está mal, pero a esta altura, convendría ponerle un poco más de énfasis.
Decididamente, la gente programó las vacaciones con la infinita ilusión de que había terminado el vía crucis del Covid-19 pero ahora miles se pasan horas haciendo colas en los lugares de testeo. Todos esperábamos que a esta altura del año, las noticias fueran mucho más livianas. Pero siempre regresamos al tema de Fondo. El punto de partida para el año, el primero del año real será entonces, cuando pueda acordar con el FMI. Será cuando la Argentina pueda llegar a un punto de equilibrio entre las partes. Pero no cualquier acuerdo. Me parece que está bastante claro que el gobierno se ha puesto firme cuando uno ve al periodismo mafioso, cipayo, de la Argentina, jugar desesperadamente a favor del Fondo. Será cuando podamos entender que se trata una banda de delincuentes que además de haber comprometido años y años de la vida de los argentinos, ahora quiere cobrar a como dé lugar, como en los viejos tiempos, como en todos los tiempos. Cuando en una etapa se pensaba que el FMI había cambiado, va quedando demasiado claro que sigue siendo lo mismo. O que todavía peor. Porque las circunstancias hacen que lo veamos aún peor, con mucho menos moral, con mucho menos corazón.
El punto de partida para el año, el primero del año real será entonces, cuando pueda acordar con el FMI.
El mundo ya dice que la Argentina tiene razón en cuento a lo del FMI, pero Estados Unidos lo juega todo. Que Rusia o China ayuden con sus vacunas está mal, produce las más salvajes críticas desde todos los sectores de la oposición. Pero que Estados Unidos vuelva a someternos al hambre sí está bien, en ese mundo de cipayos que tienen buena parte del poder. Decididamente hay que confrontarlos.

Ahí está el Papa nuevamente, apareciendo con un pedido a favor de los países emergentes, de los que tienen problemas económicos. Es una especie de guiño para la situación de la Argentina ese pedido del Santo Padre. Pero alguien tiene que mandarle un telegrama urgente al Papa, para decirle: Usted, señor Francisco, tiene que hablar directamente con Joe Biden, hágalo directamente con él, con la confianza que le tiene. Dígale que no puede ser que el gobierno de los Estados Unidos, que prohijó esta situación atroz que tiene que afrontar este gobierno argentino, totalmente distinto al que recibió la enorme cantidad de dólares, al gobierno que ellos auparon y cobijaron con ese dinero para que ganara las elecciones del 2019. Que es algo que se corrige directa y solamente si Estados Unidos quiere. Mire usted, Francisco, lo que es el mundo, lo que es el poder verdadero. Porque ahí están todos los países, pero el que manda es los Estados Unidos. Diganlé, por favor que mandó cuando Donald Trump fue el que le dijo al Fondo que le dieran la plata a Mauricio Macri para que ganara las elecciones. Y que manda ahora cuando el FMI dice tiene que hacer tal o cual ajuste, de este tipo de este otro tipo… ¿Para qué? Para que con el ajuste el pueblo se muera de hambre. Y muerto de hambre, vote cualquier cosa, y que en el 2023 puedan recuperar el gobierno para completar el círculo del poder. Van por todo, señor Francisco. Son el poder real.
Mire usted, Francisco, lo que es el mundo, lo que es el poder verdadero. Porque ahí están todos los países, pero el que manda es los Estados Unidos.
Ahora, usted, ciudadano, sea de derecha o de izquierda, que no quiere mucho Estado o que sí lo avala, con sus diferencias perfectamente comprensibles en la vida política, de todas maneras debe saber que hay una intencionalidad vil que le provoca el Fondo Monetario en este momento a la Argentina. Es bueno, sino imprescindible que esté informado de cómo son estos hechos.
Porque en esta discusión van años y años de la vida de los Argentinos. Por eso esperamos el acuerdo, día a día. Pero lo esperamos soberano, lo esperamos digno. Confiamos además en que así sea. Si no se arregla de manera más o menos decorosa con el Fondo Monetario Internacional, no sólo no habrá futuro, no habrá presente.