Los temas no han cambiado demasiado. Los malos están peor que nunca, están terribles. Y los que todavía tenemos por buenos, hacen algunas cosas, empujan un poco, dan pelea, pero aún no alcanza: falta todavía domar al toro, tomarlo por las astas, revolcarlo en la arena, dominarlo. O por lo menos intentarlo. Hacerlo como ha hecho el poder real con nosotros.
Las mafias económicas, las mediáticas, las judiciales. Ellos actúan a cara descubierta. También los políticos que les sirven y han eyectado todo lo que se le parezca al pudor, a la vergüenza. Han empeorado la situación, como si se pudiera en tanto lodazal. El sábado, sin ir más lejos, la Cancillería trataba de desmentir a la mafia de Héctor Magnetto, del Grupo Clarín, por la mentira sobre la gestión en Rusia respecto un ciudadano iraní, que en realidad no estaba allí. La pusieron en tapa. Una noticia que no sólo era falsa, sino que además estaba plagada de errores, de confusiones, de falacias. Son endemoniados. La respuesta de Cancillería estuvo firme pero los demás no acompañan. Al que le toca, le toca, que se defienda pero solo, parece ser la consigna. Es sorprendente: a veces, algunos dan la impresión de gozar de que les peguen a sus compañeros. Creerán que así se afirman ellos. Pero Magnetto y sus cómplices no se van a bajar jamás de sus altares mafiosos. Y cuando mienten, o sea todos los días, deberían salir los que tengan redes sociales a desmentirlos. ¿Para qué las usan: sólo para defenderse cuando les pegan a ellos? Deberían salir unánimemente, ser más generosos, más valientes, que fluya por las redes, que sea un torbellino para desenmascararlos. Si lo hace uno solo, no es lo mismo. La víctima solitaria siempre es impotente.
Como debe ser un torbellino la marcha del 1° de febrero para desenmascarar a la mafia judicial.
Es uno de los temas que más nos atraviesan en esta realidad mortificante. Esta realidad que viene desde el mismo día en que volvió a desembarcar el neoliberalismo en la Argentina. Es extraordinario lo que hicieron. Uno dice, hasta con un poco de envidia: ¡Cómo usaron el poder! Tuvieron una ventaja infalible, que quieren recuperar a toda costa: sumaron el poder político al poder real. Así te va mucho mejor. Tenés todas las armas para poder ejercer ese timón en la dirección que se te antoje. Parecía que los había votado el 80, el 90 % de la población. Es diferente a la actualidad, cuando el poder político no es parte del poder real: le teme, lo mira con recelo, le dispara un poco, a veces lo enfrenta, en alguna oportunidad se para de manos y lo pelea, pero a veces debe salir por el costado, fuera de donde está la luz del teatro: es como esos seguidores que persiguen al protagonista principal, pero al salirse de allí, ingresan en la penumbra.
Esta realidad que viene desde el mismo día en que volvió a desembarcar el neoliberalismo en la Argentina. Es extraordinario lo que hicieron. Uno dice, hasta con un poco de envidia: ¡Cómo usaron el poder!
Es muy bravo pelear contra el poder real porque los mamporros suelen ser poderosísimos. Por eso, porque tenían todo el poder y lo supieron ejercer es que cuesta tanto destrabar esta realidad y convertirla en una muy diferente.
En lo económico, de entrada, entre los maizales, anunciaron el final de las retenciones. Después vendrían todas las barbaridades padecidas en esos cuatro años. Buena parte de ellas tal vez, en el tiempo se puedan reparar. El gobierno actual al menos pudo mejorarlo un poco ya, ponerle parches a la situación pavorosa a la que nos sometieron entre el arrastre neoliberal y la pandemia. Y después está la acechanza de los delincuentes del Fondo Monetario Internacional. El asunto del acuerdo es la estación final, definitiva, de un viaje decisivo. Si el acuerdo no es a favor del país, claramente a favor de la Argentina, estamos perdidos. No hay un solo argumento que no juegue a favor de la Argentina.
El arreglo influirá mal o bien en el empleo que se está recuperando, en las pymes que también vuelven a funcionar, en tantas cosas dentro del desastre que dejó el gobierno de Macri. En definitiva, lo económico, es grave, es esencial para la supervivencia, pero se puede empezar a reparar, hasta cierto punto, como lo está haciendo el gobierno. Siempre manejándonos dentro de las coordenadas del capitalismo y de las leyes que el creó para tener, siempre, la sartén por el mango. En este aspecto también el gobierno debe lidiar día a día, hora a hora, con furiosos toros que le pretenden clavar los cuernos.
También e lo político, la oposición principal seguirán siendo los grupos mediáticos hegemónicos, liderados por el Grupo Clarín. Y el toro mayor, Magnetto, siempre será igual, mientras Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta, Mauricio Macri, María Eugenia Vidal pelean por la candidatura presidencial para el 2023. Se están deslomando por eso.
Pero en la Justicia costará mucho más acomodar los tantos. Tal vez el resumen más interesante lo haya realizado hace pocas horas nuestro compañero de C5N, Julián Guarino, quien enumeró tres de las cosas que se hicieron en las primeras horas del gobierno de Mauricio Macri. Qué rápido actuaron. Se dieron todos los gustos de inmediato. En lo económico y en lo judicial: aseguraron todo. El periodista, analizó el “período que va desde el 10 de diciembre del 2015, día en que asume Macri y apenas 19 días después, las tres decisiones que tomó en los planos de lo legal, en la justicia”. Y la enumeración es formidable. Para desmenuzarla y tenerla muy en cuenta: “La primera fue quitarle mínimamente la cuestión de carácter público que era que todos podíamos conocer qué cantidad de fondos se iban a destinar para fondear a la AFI y lo pasaron a fondos reservados: se le quitaba a la sociedad, la posibilidad de saber qué era lo que sucedía allí al menos con los recursos, directamente implicados. La segunda fue la de quitarle la oficina de escuchas a la procuradora Alejandra Gils Carbó y llevarla a la Corte Suprema de Justicia, dentro de los que se denomina la DAJUVECO (Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado de la Corte Suprema de Justicia). Y la tercera fue nominar por decreto ni más ni menos a dos de los que terminarían siendo jueces de la Corte Suprema…”
Impecable. Como el remate que, por supuesto, ayuda a la reflexión respecto si se podría pensar que nada de esto estaba orquestado. Por supuesto que no: la cronología de los hechos son contundentes y los incriminan”. El lawfare en su mayor exponente.

Verdaderamente, lo que hizo Macri en esos primeros días de gobierno, impone que tarde o temprano, se baraje y se empiece de nuevo. Impone, exige, demanda a los gritos, darlo vuelta todo. Fue una catástrofe lo que nos ha ocurrido. Ahora que Juan Carlos Maqueda está enfermo, y que Elena Highton de Nolasco ya completó su retiro, hay que rogar que no le pase nada a Ricardo Lorenzetti, justamente a él, porque quedarían los dos tipos que ellos pusieron a dedo: Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, que no casualmente se votaron a sí mismo, presidente y vicepresidente. Son unos desvergonzados.
Es muy bravo pelear contra el poder real porque los mamporros suelen ser poderosísimos. Por eso, porque tenían todo el poder y lo supieron ejercer es que cuesta tanto destrabar esta realidad y convertirla en una muy diferente.
Es increíble lo que ocurre en la Argentina. No es así como uno concibe los grandes nombres, las grandes personalidades de una Corte Suprema de Justicia. Por eso, el martes 1° de febrero hay que ir, hay que hacer escuchar la voz del pueblo.
Que sea un enorme cuerno que les diga: “Señores, váyanse”. No se van a animar a tanto. Pero hay que decírselo. Al menos arrojarle la verdad del desastre que han hecho. Rosenkrantz, Rosatti y Lorenzetti no deben estar ahí. No es bueno para la República. ¡Cómo será el personaje Rosenkrantz que lo mejora a mismísimo Lorenzetti! Un poquito, no mucho. Pero cómo será la cañada, si el gato la cruza al trote…
Contra el poder real es muy bravo. Por eso hay que estar el 1° frente a la Corte. Para pedir el fin del lawfare, nada menos. Todos debemos estar. Para decirles que es una catástrofe lo que han hecho. Que de una buena vez, así no pueden continuar.