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Defender la soberanía es defender los derechos del pueblo argentino

Por Guido Leonardo Croxatto
Defender la soberanía es defender los derechos del pueblo argentino

El 20 de Noviembre se celebró el Día de la Soberanía Nacional. El concepto de soberanía no es un concepto sencillo de defender, desde la teoría comunitarista contemporánea, que prefiere auto proclamarse, especialmente en Francia, “impolítica“. Esta teoría contrasta con la proclama alemana, categóricamente política, de Carl Schmitt, contra la que escriben muchos autores, (herederos, con Levinas, de la crítica a Heidegger); sobre todo los críticos del populismo europeo, que igualan muchas veces con rapidez excesiva a los movimientos populares nacionales, sin distinción de continuidad (como si Evo Morales fuera “fascista“). Tenemos que repensar esto. Corremos el riesgo de repetir.

En teoría política y filosofía práctica y ética existe una corriente de autores (Nancy, Derrida, Cacciari, Agamben) que nos han hecho pensar mucho, aunque siempre o casi siempre desde Europa, el concepto de soberanía. Esas reflexiones nos ayudan mucho, pero no clausuran el pensamiento. América Latina busca y genera sus propias categorías.

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Lo que suena progresista en Europa (Schwarz pone el ejemplo de Derrida o de Focault), puede resultar conservador entre nosotros.

Este es, si le creemos a Roberto Schwarz, el problema de parte del progresismo regional y también argentino: las ideas “fuera de lugar“ pueden tener un diferente impacto político, y lo que suena progresista en Europa (Schwarz pone el ejemplo de Derrida o de Focault), puede resultar –y a menudo resulta o ha resultado- conservador entre nosotros. Schwarz fue junto a Fernando Henrique Cardozo uno de los exponentes más destacados y claros de la teoría de la dependencia (nacida en Brasil, a instancias del derecho medioambiental, lo cual tampoco es un accidente ni debe olvidarse, dividiendo centros de periferias climáticas, cosa que no hacía la Declaración de Estocolmo), una idea o teoría ya “vieja“, si tomamos el lenguaje “moderno“ de los sectores neoconservadores, que interpretan nuestra gesta independentista como una tarea (del “pasado”) más generadora de “angustia“ que de orgullo, y para quienes la “modernización“ o volver a “estar en el mundo“ se ha resumido en una sola palabra: endeudamiento.

El Día de la Soberanía Nacional recuerda la Batalla de la Vuelta de Obligado, librada el 20 de noviembre de 1845. Fue una batalla feroz, como toda batalla donde se debate algo importante. Las cadenas que puso Mansilla bajo el agua hoy serían las otras “cadenas“ que necesitamos poner para refrenar los instrumentos con los que se ataca de manera menos visible pero igual de cruda y clara nuestra soberanía nacional: la expoliación, el endeudamiento, que termina siempre generando hambre y precariedad. Atraso. Chicos revolviendo la basura en nuestro país.

Las únicas que no respetan, recuerdan, defienden o celebran su soberanía son las colonias. O los países cuyas aristocracias añoran volver a serlo.

En la localidad de San Pedro existe un Monumento Batalla Vuelta de Obligado, inaugurado con motivo de la celebración del Bicentenario. En él se observa el gesto adusto de Rosas y las cadenas con las que intentaron frenar el avance de los invasores en el Río Paraná.

Muchos historiadores (los mismos que deploran que San Martín le hubiera enviado desde Francia su sable a Rosas) no se sonrojan de decir que la soberanía “no debería celebrarse” o que es un concepto que no “sirve” para nada (o que San Martín “no representa un aval historiográfico”). Nosotros entendemos que no existe ningún país en el mundo (Francia, Estados Unidos, Alemania, España, Italia, el que fuera) que se precie que no la defienda con firmeza. Las únicas que no respetan, recuerdan, honran, defienden o celebran su soberanía, son las colonias. O los países cuyas aristocracias añoran –aún- con volver a serlo.

La soberanía se ha vuelto bandera gracias a autores revisionistas como José María Rosa y David Viñas.

Podemos volver a mirarnos en el espejo de esos hombres destacados y valientes, como Lucio Norberto Mansilla, prócer de nuestra soberanía nacional y padre de Lucio V. Mansilla, que entre muchas cosas nos dejó un libro memorable, que podemos releer: Una excursión a los indios ranqueles, que empezó un largo camino de desarme de estereotipos sobre indios y gauchos, al que también apostó Viñas, dedicado a enseñar y a explorar (en Puan) la Literatura Argentina, de la que Viñas fue profesor titular hasta su fallecimiento. Podemos repensar al revisionismo desde José María Rosa. Porque fue a instancias de estos autores “revisionistas” que la soberanía se ha vuelto bandera.

Jules Michelet dice, en línea directa con lo anterior, que la soberanía existe, que no es una abstracción (ni una sobreactuación) de la sociología o la teoría política, pero cuyos atributos se encuentran casi exclusivamente en los sectores populares (“bajos”). No arriba o por encima de éstos. No es un mensaje menor. Estos son los sectores que casi siempre, incluso en batallas terribles y desiguales que aún están dolorosamente frescas en nuestra memoria, los que han dado la vida por la Patria o Matria. Han puesto el cuerpo por la soberanía. La soberanía no es un regalo ni tampoco un juego de la teoría europea. La soberanía no se cristaliza. Es más que un “concepto” académico. No se acaba un día. Por eso se celebra cada año: para recordar que defenderla es un trabajo de cada uno. Un mandato con su conciencia y con su pueblo. Más para los y las abogadas del Estado Argentino. Defender la soberanía no es sino defender los derechos del pueblo argentino. Y honrar la historia de dignidad que nos precede. Mansilla no debe ser, para nosotros, (como decía Rodolfo Walsh de San Martín) un busto de bronce apilado en un pasillo. Son próceres vivos. Su mensaje está vivo. Celebrar en los hechos la soberanía, es validar y honrar en serio la independencia.

*El autor es Director de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado

El combate de la Vuelta de Obligado es todos los días

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Tags: Día de la SoberaníaGuido Croxatto
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