“La plata del Fondo, que es la plata de los demás países, la usamos para pagarle a bancos comerciales que se querían ir. ¿Por qué se querían ir? Porque tenían miedo que volviera el kirchnerismo…”
¿Cómo dice Mauricio Macri? En una entrevista que realizó este fin de semana en la CNN, se desdijo otra vez. Siempre afirmó que había tomado el préstamo del FMI para pagar la deuda que hasta la coronilla tenía el país. Pues no. Otro sincericidio más de ese personaje. ¿Cómo nos pasó Macri? ¿Cómo nos pasó esa bestia que unos días antes aseguró que él hubiera arreglado la deuda, la que él mismo tomó, en cinco minutos? Quién lo pone en duda: el tema es cómo. Alberto Fernández le respondió, con acierto que esa deuda generó un conflicto que durará generaciones y que él también podría acordar en cinco minutos, pero que “jamás podría mirar a los ojos de la gente”.
Macri es repugnantemente mentiroso. Insoportable. La cara, los ojos, las manos, la expresión mientras miente. Hernán Lacunza, que es como Macri, pero más metafórico, también decía que era una “fábula” eso de que se endeudó para fugar capitales. Ahora su líder político lo desmiente. El propio gobierno macrista, sus personeros, habían reconocido que recibieron el gobierno sin deuda. Dicen una cosa, también todo lo contrario. La realidad es que vinieron para implementar esa timba financiera y robarse todo lo que pudieran. Endeudar a la Argentina intencionalmente, destruir la matriz productiva, industrial y económica. Fue su manera de someterla.
“La mafia de Clarín y La Nación estuvo bien de acuerdo que se tomara la deuda”.
Ahora, todo el tiempo juegan para los acreedores. Cuando se habla de intereses que tocan a las empresas, inmediatamente salen los diarios a luchar en contra de eso. En contra del gobierno, que es ir en contra del país, muchas veces, con el pretexto de que el gobierno está afectando a la Argentina.
Pero no ha sido así, ni en la pandemia, ni en la vacunación, ni en nada. No tuvieron razón nunca, pero siempre jugaron en contra. Recordemos lo tortuosa que fue la negociación de Martín Guzmán con los negociadores privados: en plena pandemia, una lucha sórdida con lo peor que hay en el mundo, con los buitres, con los financistas. Nos hemos olvidado de eso. Siempre son ellos los ganadores, nunca las naciones. Prestan dinero como el vendedor de naranjas que las ponen en la vereda para excitarnos. Ponen el dinero para excitar a los gobernantes más débiles. Son el prestamista de las 3 de la mañana en el casino, cuando alguien se retira desesperado porque perdió todo y le dicen “tomá”, y la persona se vuelve y dice “ahora sí…”.
Aunque por lo menos tiene la esperanza de que puede ganar. Pero en este tema de la relación de los países con la economía no se gana nunca. Nunca es nunca. Aparece la deuda que ayudaron a tomar y juegan en contra en el pago. La mafia de Clarín y La Nación bien de acuerdo estuvo que se tomara la deuda. Amparo el desquicio. Me recuerdo hablando todas las mañanas hablando con Gustavo Campana, muy críticos de la naturalidad con la que iban y tomaban deuda. Cinco mil millones, diez mil, quince mil… ¡quién da más!

El correlato es una deuda de más de 100 mil millones de dólares. Pero al cabo de dos años el prestamista del casino dijo: “No, no te puedo prestar más. Pagame ya. Vendé tu casa. Habla con tu familia, sacale la plata a tus hijos y págame. Morite de hambre, pero págame”. Luego viene la extorsión. Son mafias. Así les hacen a los países. Van a luchar día por día por hundirlos si no pagan. Que se hunda el gobierno, que pierda elecciones frente a los que pagan, que todo sea un desastre. Siempre les cobran a los gobiernos neoliberales que pagan sonrientes y felices de la vida. Pero también pagan los gobiernos populares porque si no, los azotan con una persecución insostenible, ante el amparo cruel de todos los cipayos tan recocidos. Como ahora con la deuda del FMI, enloqueciendo al gobierno, queriendo llevar el dólar para arriba, actuando sobre los mercados.
Lo dice el propio presidente actual: “Cuando vamos a discutir con los acreedores de la Argentina, advertimos que hay acciones explícitas de argentinos jugando en contra de su propio país. Eso es muy impactante. Pero pasa. Los vemos con nombre y apellido”.
Por eso suena inquietante la afirmación de que justamente el gobierno nacional, que Alberto Fernández y Sergio Massa vayan a convocar a un gran acuerdo nacional, “ganen, empaten, o pierdan la elecciones para avanzar y sancionar las grandes leyes que hacen falta”.
¿Se puede dialogar con esos sectores que desde el primer instante demostraron que lo único que pretenden es que los gobiernos populares desaparezcan?
Pregunto en qué momento de la historia ha funcionado el consenso. Más aún con oposiciones como las actuales que trabajan para los intereses multinacionales. El diálogo es un instrumento de la política, pero la política es tensión, conflicto de intereses. ¿Se puede dialogar con esos sectores que desde el primer instante demostraron que lo único que pretenden es que los gobiernos populares desaparezcan?
Es preocupante. El gobierno debe tomar la iniciativa y hacer cosas. No decir lo que Magnetto, Saguier, la derecha económica quiere escuchar. En el diálogo, ganan ellos. Te caminan por encima. Mucho más si el que sale a consensuar es Massa, que juega para él. Se puede entender que dentro de un espectro variado de opiniones, era parte de la alianza, pero trabaja la alianza para su perspectiva y conveniencias. ¿Qué diálogo? ¿El que él tuvo cuando le pagaron a los fondos buitres? ¿El diálogo que tuvo para permitir que otra vez la Argentina se endeudara? Massa es responsable de ese endeudamiento. Se recuerda su actitud en Davos, cuando encima, Prat Gay le tomaba el pelo, oficiando de traductor y traduciendo cualquier cosa. Si hay que fumárselo, como ha hecho tanta gente que no sea para reconstruirlo
Diálogo. Consenso. Tienen dos años para gobernar. Cuando, apenas transcurridas las PASO, dijeron, que escucharon el resultado de las elecciones ¿a quiénes escucharon? ¿Qué diálogo anuncian? ¿Con quiénes? El acuerdo a favor del pueblo es imposible. Uno va a hablar a favor del pueblo y otro a favor de las corporaciones. Uno va a decir que quiere mucho Estado y el otro que no quiere nada de eso. Uno va a decir queremos acabar con la pobreza y la desocupación, hay que ayudar al pueblo y el otro basta de ayudar a la gente con subsidios.

Uno tiene que decir debemos imponer que aporten que los que más tienen aporten más y el otro va a decir no quiero más impuestos. Uno va a decir que ayúdenos a paliar los efectos de la pandemia y los otros dirán que están atentando contra la propiedad privada y después van a venir por nuestro dinero.
Uno va a decir que quiere pagar la deuda con una soberanía no traicionada y el otro va a decir que hay que pagar como sea. Uno va a decir que tenemos mucho que discutir para llegar a un arreglo con el FMI y el otro va a decir que yo puedo arreglar la deuda en cinco minutos.
Ellos siempre van a decir que ajusten más y más. Que junten plata para pagarle al FMI. Y después vendremos nosotros, porque al pagarle al FMI, no podrán atender a la gente que se muere de hambre, que tomaremos deuda de nuevo.
Los temas son infinitos, como son infinitas las diferencias. El acuerdo es imposible porque ellos no están dispuestos en absoluto a un diálogo. Y si van a la mesa, llevados de las narinas por Clarín, van a exigir desproporciones y cuando algo no les guste, se irán, para que en el diario se argumente el nuevo fracaso del gobierno, o peor, que el gobierno no quiere dialogar.
El gobierno debe tomar la iniciativa y hacer cosas. No decir lo que Magnetto, Saguier, la derecha económica quiere escuchar.
¿Por qué la humillación? ¿Por qué el gobierno mortifica a su propia gente? ¿Por qué no lanzarse a hacer las cosas que se habían propuesto y que no se pudieron hacer durante la pandemia? El acuerdo nacional no estaba en esa lista. Si se ganan las elecciones, cosa difícil como viene la mano, el gobierno cobrará fortaleza. Si se pierden vendrá para humillar, a venir a la yugular, a borrar de un plumazo lo más extraordinario que logró este gobierno que fue el plan sanitario durante la pandemia, fundamentalmente el tema de las vacunas. ¿O no recordamos cómo atacaron sin lógica ni piedad durante todo ese tiempo? ¿O no sabemos qué repugnante gente opera en la oposición con la que se quiere acordar?
No quiero cerrar las puertas porque entiendo este gobierno ha hecho cosas magníficas, aunque hayan resignado cuestiones claves, como lo es el tema de los presos políticos.
La batalla cultural: el poder real a través de la oposición impone conceptos, condiciona con ideas de las que la mayoría quieren aferrarse: libertad, respeto, diálogo, unidad. Después gobiernan y hacen todo lo contrario. Después son los que destruyen el país. Nos hacen caer en una trampa, en una muy peligrosa trampa en la que, lo peor que nos puede pasar, es que caiga el gobierno.
Como dijo alguna vez Raúl Ricardo Alfonsín: si hay que perder, se pierde. Es mucho mejor que correrse ala derecha.