Un nuevo 12 de Octubre nos invita a la imprescindible tarea de recordarlo, analizarlo, repensarlo y con ello, en perspectiva, volver una y otra vez a recuperar nuestra historia y nuestras identidades desde otro lugar.
Durante décadas –tres siglos diríamos–, el 12 de Octubre fue “celebrado” por España como un hecho trascendental que creaba un Nuevo Mundo e incorporaba a América a la Historia Universal de la mano de la “madre patria”: la religión, civilización, la cultura, el idioma, todo había sido obra de la “conquista y colonización” que los sabios reyes españoles habían llevado a cabo con la ayuda de Dios. La espada y la cruz vistos como el hecho fundante de una nueva sociedad.
Curiosamente, luego de las dos décadas iniciales de lucha independentista –cuando floreció un sentimiento antimonárquico aunque no del todo antiespañol– las nuevas repúblicas latinoamericanas retomaron la “celebración” del 12 de Octubre como fecha fundacional. A partir de fines del siglo XIX, los festejos por “el día de la Raza” hermanaban –en los discursos– a los/as ciudadanos de las nuevas repúblicas latinoamericanas con los habitantes de la “madre patria”.
Un nuevo 12 de Octubre nos invita a la imprescindible tarea de volver una y otra vez a recuperar nuestra historia e identidades desde otro lugar.
Aún en fechas tan cercanas como 1992, en plena época neoliberal –cuando se “celebraron” los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón– desde España y las repúblicas latinoamericanas se festejó el “encuentro de culturas”, eufemismo que permitía no hablar de lo que debía ser hablado.
Todavía hoy existen expresiones políticas neoconservadoras y neofascistas en España y en América que coinciden en “celebrar” el 12 de Octubre en su carácter de avance civilizatorio.
Conviene, pues, revisar esa fecha emblemática y tratar de establecer todo lo que nombra y todo lo que oculta la perspectiva que ve en ella una gran – y necesaria– empresa civilizatoria.
El 12 de Octubre no “descubre” América. La idea del “descubrimiento” es absolutamente a-histórica. Los cálculos más conservadores le otorgan a la población americana “originaria” (también aquí podríamos hacer algunas reflexiones) un número de 50 millones de habitantes, aunque otros historiadores llevan la cifra hasta los 100 millones. La lógica del “descubrimiento” invisibiliza inmediatamente el hecho histórico irrefutable de la preexistencia de culturas y civilizaciones indígenas u originarias que llevaban siglos en las tierras que mal podría haber “descubierto” Colón.
La idea del “descubrimiento” es absolutamente a-histórica. Los cálculos más conservadores le otorgan a la población americana “originaria” un número de 50 millones de habitantes. Otros llevan la cifra a 100 millones.
El 12 de Octubre, Colón no llega al “Nuevo Mundo”. La idea de que América era un Nuevo Mundo se complementa con la del “descubrimiento”. Nuevamente, la experiencia histórica nos muestra hechos irrefutables: es evidente que América no es un “Nuevo Mundo” simplemente por el hecho de que tiene la misma antigüedad geológica que Europa, Asia o África.
Y si hacemos referencia a la presencia de los seres humanos “modernos” y sus culturas, también debemos hablar de un mundo con la misma antigüedad: La presencia de seres humanos en América tiene una antigüedad de entre 30.000 – 60.000 años. Podríamos afirmar que los pueblos indígenas llevaban aquí milenios, aunque no eran “originarios”, pues cruzaron el estrecho de Bering provenientes de Eurasia durante siglos. Por eso en este texto hablamos de pueblos indígenas. La categoría “originaria” tiene, en última instancia un valor relacional.
El 12 de Octubre no llegó “la civilización”. Las tierras a las que arribó Cristóbal Colón lejos, muy lejos, estaban de ser un páramo cultural como nos relataban los “conquistadores”: América era, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, un continente de miles de culturas, lenguas, cosmovisiones y modos diferentes de vida. Y, por supuesto, de avanzadas civilizaciones. Esa diversidad era comparable a la europea, asiática o africana.
Las altas civilizaciones americanas, desarrolladas antes de la llegada de Colón, nada tenían que envidiarle a las de Eurasia o África. Es bien sabido el desarrollo científico y tecnológico de incas, mayas o aztecas; las dimensiones de sus ciudades (Tenochtitlán, por ejemplo, era mayor que cualquier ciudad europea de la época), las maravillas arquitectónicas de sus templos o de las obras estratégicas como caminos y canales. Asimismo, las hermosas cosmovisiones y cultos (muchos de ellos perdidos por la obra destructora de la conquista) y las capacidades astronómicas, matemáticas y escriturales (sí, miles de códices fueron encontrados y destruidos por los conquistadores).
Las tierras a las que arribó Colón lejos estaban de ser un páramo cultural como relataban los “conquistadores”. América era un continente de miles de culturas, lenguas, cosmovosiones y modos diferentes de vida.
¿El 12 de Octubre inicia el mayor genocidio de la historia humana?: La respuesta es, por desgracia, sí. La llegada de Cristóbal Colón dio inicio a un proceso de destrucción y desestructuración de las sociedades americanas que alcanzó las dimensiones del mayor genocidio de la historia humana. Mucho se ha escrito –y se seguirá escribiendo– sobre este tema, pero hay una realidad histórica incontrastable: según todos los estudios demográficos disponibles, desde la llegada de Colón la población indígena americana se redujo en un 75% en el primer siglo de conquista. Si la población que habitaba América, en un cálculo “conservador”, era de 50 millones de habitantes, en tan solo un siglo perecieron 38 millones de personas. Y si tomamos los cálculos de 100 millones de habitantes, entonces perecieron 75 millones. Cualquiera de ambas cifras es aterradora.
¿Razones?: Primero, la viruela, el tifus y la gripe destruían las comunidades indígenas aún antes de que llegaran los conquistadores. Bastaba la relación con otros pueblos que ya hubieran estado en contacto inicial con los europeos. En segundo lugar están los efectos de la guerra de conquista: sobre estas comunidades asoladas por enfermedades para las que carecían de defensas, se abatieron las armas de destrucción más eficaces de la época. Tercero, los desplazamientos forzosos y los sistemas de trabajo forzosos hasta el agotamiento en minas y plantaciones; la esclavitud indígena (recién se anula en 1537). Cuarto: el hambre. Los conquistadores desarticularon las comunidades agrícolas y las despojaron de los brazos que antes sostenían la producción para la tarea en minas, haciendas y plantaciones.
El 12 de Octubre inaugura un proceso de destrucción humana como no volverá a verse nunca, ni aún en la Segunda Guerra Mundial.
¿El 12 de Octubre se abatió sobre sociedades indígenas “perfectas”? Las sociedades indígenas americanas eran –y son– sociedades humanas y, como tales, sujetas a sus propios problemas y conflictos. Evocar la existencia de sociedades indígenas sin conflictos, guerras, crímenes y matanzas es también una reacción producto de la lógica instaurada por el 12 de Octubre conquistador. A aquel relato civilizatorio colonialista se le opondrá otro que corre el riesgo de presentar a las sociedades indígenas casi como angelicales. Nada de eso nos dice la evidencia histórica: los pueblos y civilizaciones indígenas tenían sus conflictos. Incas y aztecas, por ejemplo, habían desarrollado sendos imperios y dominado a varios pueblos mucho antes de que llegara la invasión española. Los relatos sobre los asesinatos rituales dieron cuenta de una costumbre extendida en América, al igual que el canibalismo ritual. ¿Esto justifica la invasión europea y sus consecuencias? Lejos de ello, solo muestra que la invasión y la conquista europea tuvieron una dimensión y una extensión que multiplicó infinitamente todos los niveles de violencia y destrucción.
Evocar la existencia de sociedades indígenas sin conflictos, guerras, crímenes y matanzas es también una reacción producto de la lógica instaurada por el 12 de Octubre conquistador.
El 12 de Octubre inaugura un ecocidio. Una de las características de las sociedades indígenas/originarias de América previo a la llegada europea consistía en las formas virtuosas de vinculación entre subsistencia y naturaleza. En las cosmovisiones originarias –pasadas y presentes– la naturaleza no consistía en una “exterioridad” conquistable sino una madre común en donde interactuaban y vivían en armonía vegetales, animales y seres humanos.
Esta perspectiva fue arrasada –y con ella, selvas, bosques, lagos y el territorio todo– por la concepción colonialista: la naturaleza no es más que un “escenario” externo a la humanidad y está allí para ser explotada y consumida por las personas. Además de los efectos destructores no buscados por la introducción a hábitats nuevos de cientos de especies “exóticas” –no americanas–, los españoles (y luego portugueses, ingleses, holandeses y franceses) iniciaron un proceso de destrucción ecológico inmenso.
El 12 de Octubre es el hecho fundante del capitalismo global. ¿Cuál es la razón que radica detrás de todo este enorme proceso de descalabros civilizatorios? ¿Quién construye las carabelas colombinas? ¿Quién convoca a españoles, portugueses, ingleses, holandeses a lanzarse a la “conquista”? ¿Quién está detrás aún de aquellos buenos y malos frailes que tomaron la empresa como una “nueva cruzada”? ¿Quién envía enceguecidos conquistadores a recorrer miles de miles de kilómetros para encontrar el oro, la plata, las piedras preciosas?
Detrás –y sin que siquiera los actores históricos individuales y colectivos lo sepan– está el capitalismo. La invasión, conquista y colonización que inaugura Colón al poner su bota en suelo americano es el resultado y a la vez el impulsor del primer proceso de universalización del capitalismo. El capitalismo naciente y el 12 de Octubre tienen una relación dialéctica: la empresa de Colón nace del afán de lucro de un mercader genovés en busca de oro, plata y riquezas individuales e inicia la apropiación capitalista de todo un continente para alimentar el despegue comercial y luego industrial de la Europa capitalista.
Es el capitalismo en su forma brutal el que llega con Colón aquel 12 de Octubre. Nadie lo ve bajar de las carabelas, es un espectro escondido detrás de las cruces o un fantasma tras la sonrisa del “gran capitán”.
Las enfermedades que destruyeron millones de vidas, la esclavitud, las guerras de conquista y aniquilación, la destrucción de las ciudades indígenas y sus templos, la prohibición de sus lenguas, el fin de un mundo y el nacimiento de uno producto del saqueo y de la barbarie, van de la mano del capitalismo europeo. Esa es la verdadera arma para lo cual los pueblos originarios carecían de defensa: la propiedad privada, la riqueza individual, la explotación de las personas en beneficio propio, la destrucción de la naturaleza con fines económicos , la transformación de toda la vida social y cultural con el único objetivo de obtener riqueza y cada vez más riqueza.
Es el capitalismo en su forma brutal el que llega con Colón aquel 12 de Octubre. Nadie lo ve bajar de las carabelas, es un espectro escondido detrás de las cruces o un fantasma detrás de la sonrisa del “gran capitán”. Pero allí está, y tan rápido como siempre iniciará su obra destructiva.
Como siempre ha ocurrido, esa obra destructiva fue reconvertida en una Historia Oficial –a ambos lados del Atlántico– que fue escrita exactamente al revés: fuera de toda evidencia histórica, o precisamente por ello, el 12 de Octubre fue ensalzado como una epopeya civilizadora, cuando en la práctica quizás haya sido el inicio de un proceso de destrucción de culturas y civilizaciones –americanas– tal vez único en toda la historia universal.
Bien hacemos en no “celebrar” el 12 de Octubre. Es una fecha triste, de la que todas y todos los americanos somos descendientes y víctimas en diferentes medidas. Una fecha que nos llama a la reflexión y a la imprescindible búsqueda de identidades latinoamericanas que dejen de lado la celebración de aquella invasión dolorosa.