Hay que rescatar, de entrada, el gesto político, la presencia de Cristina Kirchner, la Cristina post epistolar y post operación, en el acto de cierre de campaña en Merlo, junto a Alberto. Privilegiaron el carácter estratégico que tiene la unidad. Porque hay que tener en cuenta dos temas. Es volver a las fuentes. Es que el resultado de estas elecciones es definitivo. No es una Paso. Y lo es para lo que vaya a ocurrir, de acuerdo a este resultado, el lunes 15.
Es cierto que hay mucha gente que está enojada con el gobierno. También que no hubo manual para atravesar lo que ninguna generación política había atravesado. Que es esta pandemia de características inéditas, extraordinarias y globales. Se perdieron más de 200 millones de empleos en el mundo, ya no en la Argentina en particular. Hay inflación, o empieza a haber inflación en lugares donde no había, Estados Unidos entre ellos. Es decir, acá hay que remarcar que muchos de los problemas que la Argentina tiene, son problemas que el país importa. Están los problemas propios y están los que nos exceden.
La pandemia fue realmente una situación muy difícil de sobrellevar y el gobierno del FdT ha hecho, tanto a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires, un esfuerzo descomunal, insuficientemente valorado, porque, primero que nada, este no es el gobierno de Lacalle Pou en Uruguay donde, por ejemplo, el Frente Amplio uruguayo dejó las cuentas prolijas, desendeudadas, todo muy manejable. Y entonces vino la derecha y se puso a administrar algo que más o menos andaba, no todo lo bien que la gente quería (porque si no, hubiera ganado el Frente Amplio), pero andaba, funcionaba, el auto arrancaba. Acá, asumió Alberto y se encontró con un auto desguazado, no te lo agarraban ni en Warnes. Que haya una parte de la sociedad que no lo haya visto, gente que está decepcionada y desilusionada, es muy legítimo. Ahora, lo que se va a votar este domingo, no es sobre la decepción o la desilusión: lo que se va a votar es sí la sociedad más comprometida y más consciente de la situación que se atravesó va a permitir que este gobierno encarte los dos últimos años de gestión sin mayorías parlamentarias.

Y frente a esos que han trabajado para llamar a una especie de voto castigo dentro de un espacio oficialista, digo que es una actitud que boicotea las mejores ilusiones de todos, porque es una especie de daño autoinfligido. Todo va a ser peor con un gobierno frágil, producto de una coalición donde a veces hay intereses controvertidos. No termina de sintetizar esta coalición; lo hemos dicho más de una vez. Pero si a este gobierno, ya de por sí frágil y muchas veces débil frente a las corporaciones, no se le da mayorías parlamentarias, vamos a un escenario realmente de mucha inestabilidad, de mucha desestabilización. Lo débil se va a volver más débil. No es que Alberto Fernández va a reaccionar porque la gente entonces se va a poner a hacer lo que no hizo hasta ahora: no, se van a empoderar al interior de la propia coalición de gobierno aquellos sectores que irán por el lado de Larreta en el 2023 y no por el lado del peronismo.
Frente a esos que han trabajado para llamar a una especie de voto castigo dentro de un espacio oficialista, digo que es una actitud que boicotea las mejores ilusiones de todos, porque es una especie de daño autoinfligido.
Si estas elecciones las pierde el oficialismo y el gobierno no logra las mayorías parlamentarias que le permitan gobernar con cierta comodidad, en el único poder real en el que se pueda asentar parte de su estrategia, que es el poder y la voluntad popular, entonces vamos a un escenario donde en el 2023 gobierna Larreta. No importa si alguno cree que hay alguna otra alternativa: yo no la veo. Si se ponen las manos en el corazón, todos van a decir lo mismo. No es que Alberto tiene los dos peores años de su gestión hasta el 2023 y viene Cristina en una carroza vivada por los ángeles con trompetas, y asume el gobierno. No va a ser así. Lo único que va a suceder si el gobierno es desempoderado popularmente, es que las corporaciones se lo van a comer. Este gobierno descacharrado, incompleto, que nos ha traído muchas ilusiones y también muchas amarguras, es el último dique de contención que hay frente al avance de la derecha en la Argentina.
Entonces, ¿cuanto peor, mejor? No, cuanto peor, peor.
Todos somos el sapo del otro, de todos los que hablaron en el acto de Merlo, hay algunos a los que no les creo, conozco su historia, sé lo que hacen, sé que hasta contribuyeron al saqueo macrista. No es esta elección intermedia en la que se puede exigir purismo, giros hacia algún lugar o hacia el otro. Esta elección es para darle mayorías parlamentarias a una coalición de gobierno que está en una situación de mucha fragilidad y que si no logra esas mayorías parlamentarias corre severo riesgo de descomponerse y desintegrarse, incluso antes del 2023, para beneficiar a Horacio Rodriguez Larreta, el delfín de Macri. Entonces, mucho cuidado y mucha atención.
Hay que tener muy presente que este es un gobierno que a pesar de que en algunas áreas ha hecho cosas horribles –por ejemplo, Feletti tendría que haber estado ahí desde hace mucho antes- ha tomado un montón de decisiones buenas, contradictorias con el neoliberalismo. ¿A eso no lo vamos a apoyar? ¿No nos vamos a jugar ni un poquitito por un gobierno que puso a la Argentina nuevamente a funcionar aun en la pandemia?
La Argentina va a crecer este año un 9%. Comparativamente con otros países, el crecimiento es descomunal: claro, veníamos de un piso muy bajo, pero no es lo mismo crecer que no crecer, y si se está creciendo, entre otras cosas, es porque las regulaciones, la intervención en la economía, que muchos critican, sobre todo el establishment y la derecha, es una intervención virtuosa. El Banco Central, el Ministerio de Hacienda y de Economía trabajan coordinadamente con otras agencias estatales y la legislación que ha producido el Frente de Todos en estos dos años -en los que además el Congreso trabajo y no vagueó como cuando gobernaba Macri-, son leyes muy positivas que van desde la ampliación de derechos, como puede ser el aborto o los “mil días”, hasta entre otras cosas, el aporte solidario extraordinario de las grandes fortunas.
Si estas elecciones las pierde el oficialismo y el gobierno no logra las mayorías parlamentarias que le permitan gobernar con cierta comodidad, en el único poder real en el que se pueda asentar parte de su estrategia, que es el poder y la voluntad popular, entonces vamos a un escenario donde en el 2023 gobierna Larreta.
Es verdad, como dijo Alberto Fernandez, que la deuda con los bonistas privados le permitió a la Argentina, entre otras cosas, no perder 37 mil millones de dólares: eso fue en base a la pericia de un Martín Guzmán que es muy cuestionado, muy criticado, pero eso lo hizo bien. Hoy tenemos un presidente que dice: “Yo podría arreglar con el FMI en cinco minutos: hago lo que me dice y ya está”. Para plantarse mejor con el FMI, que es lo que la Argentina necesita, una mayor autonomía, se debe tener supremacía o mayorías parlamentarias. ¿Desde qué lugar de fortaleza te plantar con el FMI? No le podemos decir al gobierno: “Andá y negociá a cara de perro con el FMI pero yo no te voy a votar”. Así no funciona.
Miren cómo fue cambiando también el discurso de Alberto, el discurso de muchos de los que son funcionarios a partir de las expresiones de Cristina, de manifestaciones como la del 17 de Octubre. Fue muy importante haber llenado la Plaza de Mayo convocados bajo consignas que eran “Primero crecé, después pagamos la deuda, si hay que pagarla, o no la paguemos con el hambre del pueblo”. Esas cosas impactan la subjetividad de una coalición de gobierno como la que tenemos. No es un gobierno que se puede desentender del pueblo y tampoco el pueblo se puede desentender de este gobierno. Todos los que desde adentro del FdT dicen que ellos lo podrían hacer mejor es gente muy vanidosa, pero no es eficaz.
Los que criticamos que los salarios no llegan a fin de mes, que hay que plantarse con el Fondo, que las jubilaciones son miserables, también sabemos que es por acá y que cualquier alternativa son espejitos de colores. Este domingo debemos ir a votar con ese nivel de consciencia, satisfechos de todavía tener un margen de incidencia en una realidad que es terrible, adversa, compleja, complicada, por momentos inasible.
Sé que esto no se va a jugar en la elección pero les quiero contar que el Mercosur está casi roto, por ejemplo, producto de que hay dos gobiernos de derecha (Uruguay y Bolsonaro en Brasil) que lo boicotearon. Es una construcción de años que impacta fuertemente en la economía argentina: Brasil es nuestro principal socio comercial; el tema de los aranceles no es moco de pavo. Hacer y tomar decisiones en este contexto convulsionado donde tenés dementes gobernando en el mayor país de Sudamérica, no es tan sencillo. Lo que pasó en Chile, en Bolivia con la dictadura de Añez, en Colombia, lo que está pasando en Perú: es muy difícil el contexto en el que el gobierno toma decisiones.
Entonces vamos a dar por válidas todas las críticas: este gobierno podría ser mejor y además tiene muchos problemas en su interior, entre otras cosas, porque así como nosotros decimos que hay que plantarse con el FMI, hay sectores que dicen que es más importante arreglar porque si arreglamos con el FMI tranquilizamos al establishment. No lo dice sólo Santilli: lo está diciendo gente dentro del FdT también, a que se lo están pidiendo los empresarios que quieren que la Argentina retorne al mundo, como si estuviéramos no sé en qué otro planeta.
Este gobierno descacharrado, incompleto, que nos ha traído muchas ilusiones y también muchas amarguras, es el último dique de contención que hay frente al avance de la derecha en la Argentina.
Esas cosas se pueden llegar a resolver en el tiempo inmediato posterior a la elección. O por lo menos se puede corregir el rumbo. Habrá que aumentar la velocidad de algunas de las decisiones y de las políticas que se están aplicando. Reconocer que este gobierno no es el mejor, y que no implica desconocer que tomó decisiones en un 99% de impacto positivo. Podemos estar de acuerdo que hay insuficiencia y hay cosas que no llegan nunca. Pero sería suicida este domingo birlarle al gobierno la posibilidad de obtener mayorías parlamentarias. Porque si uno decide no apoyar al Frente de Todos está apoyando a Horacio Rodríiguez Larreta. No votar a este gobierno débil y frágil frente a las corporaciones es ponerle la alfombra roja a Larreta para que llegue a la Casa Rosada más rápido que nunca e incluso con el apoyo de muchos traidores. Porque la política se hace, entre otras cosas, con gente que se sienta en la misma mesa y traiciona porque cree que mejora su posición de poder.
No hay que asustarse ni agarrarse la cabeza. Pero para evitar que pase tenemos una herramienta, el voto, y es el voto positivo, un voto consciente y racional. La alternativa a no darle mayorías parlamentarias al gobierno del Frente de Todos, es hacer de esta catástrofe que tanto nos costó en materia socioeconómica y sanitaria, un estilo de vida.
Nos merecemos más, nos merecemos cosas mejores.