La interna feroz que se desató en Juntos por el Cambio a raíz de las declaraciones de Patricia Bullrich y los supuestos pedidos de coima a Pfizer, que el mismo laboratorio estadounidense salió a desmentir, dejan en evidencia que los acuerdos no son fáciles al interior de la coalición opositora. Si a eso, además le sumamos los desacuerdos y negativas ante la figura de Pepín Rodríguez Simón, podemos afirmar que estamos frente a una de las peores crisis de la fuerza política que fue gobierno hace apenas 18 meses atrás.
Y entre la batahola de halcones y palomas, reaparece la Paloma Mayor: María Eugenia Vidal.
Mariu está de recorrida allí por donde la inviten a pasar y, haciendo gala de esa retórica pacificadora y esos modos de santa en transición, se apresta a jugar el juego que más le gusta: hacerse lugar entre tanto dislate aportando mesura y suavidad.
Hace poco más de un mes publicó “Mi camino”, el libro donde relata su experiencia como gobernadora de la provincia más poblada, más heterogénea y más compleja del país. Llovieron las críticas sobre el arte de tapa, la elección de colores y la foto, “casualmente” muy similar al libro de Michelle Obama. Pero malos pensamientos afuera, el libro le dio la excusa perfecta para volver al ruedo de la disputa pública donde, mientras algunos se deshacen en halagos, otros se atreven a preguntarle si va a pelear las elecciones de medio término o si, finalmente, busca ser presidenta.

Mariu entonces sonríe, baja la mirada, entrecierra largo los ojos y contesta con evasivas. Esa modalidad siempre le ha dado resultado y aún la salva de dar explicaciones al interior de la coalición opositora que cada día desbarranca más hacia la derecha.
Mientras, Vidal está tratando de construirse en las antípodas de un discurso extremista y violento. Y el primer paso es la construcción de un mensaje autocrítico, detalle que la diferencia sustancialmente de la figura de Mauricio Macri y de Pato Bullrich.

En una nota del diario Infobae del 11 de abril, Vidal afirma que:
“Nos habíamos empezado a alejar de la gente, a tomar distancia. Hay una parte de nosotros que dejó de escuchar. Fue en los últimos dos años. Sobre todo, después de las elecciones de 2017″.
“El conflicto docente fue innecesariamente largo. Podríamos haber encontrado un mejor camino de diálogo con los sindicatos docentes. Ambos hubiésemos tenido mejores resultados con más consenso y diálogo mutuo”.
Revisión, humildad y autocrítica parece ser la primera puerta para volver al ruedo. Y el estilo ayuda, por supuesto. Lo que no ayuda es la falta de repregunta o de memoria cuando a la hora de hablar del conflicto con los docentes no menciona las agresiones, la estigmatización (“que digan si son kirchneristas”) o su absoluta desvalorización como personal capacitado para ejercer la docencia (“si no quieren dar clases vamos a convocar voluntarios”). ¿Alcanza con pedir disculpas o reconocer que pudo haber sido menos?

La segunda estrategia discursiva de Vidal, además de la que la separa de los halcones más duros de su espacio, es construirse como la opción moderada. Lo confirme o no, Mariu está en campaña. Y puede llegar a ser un dolor de cabeza para Horacio Rodriguez Larreta que se perfilaba como el candidato “natural” del 2023. Pero Horacio trastabilla en la gestión de la pandemia y Mariu aprovecha. Sin la exposición de la gestión, tiene mucho para ganar. Cultivando siempre ese perfil bajo de chica buena que se vio obligada a vivir en una base militar por “enfrentarse a las mafias del narcotráfico”, que se quedó en el 2001 para dar la pelea “desde adentro” y que busca, eternamente, la salida por el lado del consenso y el diálogo.
“Salir por arriba de la grieta, por el lado de la gente”, dice Maria Eugenia, como si toda la gente fuera igual o tuviera las mismas posibilidades.
La grieta no es sólo ideológica. Al contrario: la grieta es sobre todo material. Entre los que disfrutan el mundo y sus posibilidades y los que lo ven detrás del vidrio.
¿Del lado de qué gente buscará ponerse Vidal?

La tercera puerta es, sin dudas, la que la construye del lado de la heroína que, tras tanto luchar y tanto padecer, encontró el amor reparador. Y ahí la telediaria se hace un festín. ¿Quién no quiere seguir, con un toquecito de morbo, la historia del viudo y la gobernadora?
Ella, desterrada por los malos de su trono de gobernadora y obligada a autoexiliarse en la soledad de la casa de sus padres, conoce y se enamora de él, reciente viudo que aún le cuesta saldar las heridas del amor perdido en situación trágica.
Todos los componentes de una saga a la altura de los mejores estudios cinematográficos. Un cuento de hadas hecho y derecho para quien hizo de la imagen de bondad e inocencia un capital político vendible.
“Fue un tiempo para volver a estar con la familia, con la pareja. También para reflexionar, aprender a hacer autocrítica, para aprender. El libro habla de eso. Volver mejor, con nuevas fuerzas e ideas”.
A esta altura ¿es necesario aclarar que, en política, no hay puntada sin hilo? Y Vidal lo sabe. Lo sabe y lo usa para construirse como la opción más viable, en clave de moderación y empatía, de cara al 2023. Capital político tiene (aunque los 20 puntos de diferencia de Kicillof se lo hicieron tambalear bastante) y está haciendo el caminito de la hormiga: perfil bajo, silencio, autocrítica y proyección a futuro.
Todo regado de finas rodajas de amor glaseado.
*Publicado en Piedra Libre