A Patricia Bullrich le brillaron los ojos el exponer su ocurrencia:
–La llegada de Mauricio a Dolores tiene que ser multitudinaria.
Su fuente de inspiración fue tan obvia, que hasta el diputado Fernando Iglesias la cazó al vuelo:
– ¡Como el acto de Cristina en 2016!
Se refería a la manifestación ante los tribunales de Comodoro Py, el día en que la actual vicepresidenta fue indagada por el juez Claudio Bonadio en la causa del “dólar a futuro”.
Por toda respuesta, “Pato” le dedicó una sonrisa ladeada.
Y Hernán Lombardi, ahora reciclado en secretario de Movilización del PRO, se mostró muy entusiasmado. Entonces, dijo:
–Yo me encargo de la logística.

Poco después, anunció la contratación de 400 micros para transportar a miles de militantes amarillos que apoyaran in situ al ex presidente durante su indagatoria ante el juez federal Martín Bava, en la causa por el espionaje a los familiares de los 44 tripulantes fallecidos del ARA San Juan.
Así, con semejante sueño de grandeza, Mauricio Macri llegó a Dolores durante la mañana del 28 de octubre. Pero algo falló. Porque –ya se sabe– los 400 micros brillaban por su ausencia.
De modo que su baño de gloria se redujo a un discurso entrecortado y breve ante casi 200 personas. Lo flanqueaban Bullrich, Iglesias, Lombardi y Jorge Macri. Mientras tanto, oculto entre el público, Federico Pinedo posaba para las selfies.
En medio de aquel paisaje pueblerino, la escena parecía acuñada por la pluma de Osvaldo Soriano.
Lo cierto es que, en ese preciso momento, la era del macrismo sin Macri acababa de nacer.
La esperanza blanca
Desprovisto del dramatismo extremo de la “Operación Valkiria” –tal como se llamó el fallido complot articulado por ciertos generales de la Wehrmacht, en 1944, para ejecutar a Hitler con la ambición de imponer un nacionalsocialismo sin el Führer–, o carente de la pulsión oportunista del líder sindical Augusto Timoteo Vandor –quien, al comienzo de la década del sesenta, vio frustrado su anhelo de impulsar un peronismo sin Perón–, lo de Macri se plantea como una simple decantación de hechos y circunstancias
En perspectiva, él es una suerte de accidente político, y su trayectoria no es difícil de resumir.

Hacía solo tres lustros, nadie pudo imaginar que aquel tarambana de personalidad insípida se convertiría, con el paso del tiempo, en el líder de un partido que lo proyectó –con dos mandatos consecutivos– como jefe de la metrópoli más importante del país, ni que desde dicho cargo supo despejar su camino hacia la presidencia de la Nación. Y nada menos que bajo la bandera de la denominada “nueva política”, cuyo único sentido simulaba estar cifrado en una suerte de rebelión frente a la dirigencia tradicional..
Sin embargo, en la brisa que exhalaba la estampa de Mauricio –hacerse llamar por su nombre de pila era parte del asunto– no hubo nada más lejano que la improvisación. De hecho, tanto en su manera de interpretar el mundo como en su perfil de estadista se deslizaba, aunque él quizás no lo supiera, una nítida influencia: la crisis del capitalismo global. Algo que, en estas latitudes, aquel sujeto contribuyó a intensificar y que, por efecto colateral, lo condujo hacia la derrota en su reelección.
En este punto bien vale retroceder al otoño pasado.
El escándalo sobre la “mesa judicial” que supo encabezar desde la Casa Rosada crecía como una bola de nieve. No menos inoportuna fue, también en aquellos días, la denuncia de la Oficina Anticorrupción (OA) por el carácter fraudulento de los préstamos tomados durante su gobierno al Fondo Monetario Internacional (FMI). Ambos tropiezos ya tornaban obsoleto el libro Primer Tiempo (redactado en su nombre por los ghostwriters Pablo Avelluto y Hernán Iglesias Illia), a pesar de la proximidad temporal con su presentación, ocurrida el 18 de marzo en un centro de convenciones del barrio de Recoleta.

Aún así, tal evento tuvo un notable valor escénico. Era su gran apuesta para recobrar la centralidad, al menos en el PRO, donde ya empezaba a perder el control hasta sobre su vicaria, Patricia Bullrich.
Había que verlo en semejante circunstancia. Cuatro enormes plasmas agigantaban su figura. El micrófono inalámbrico le permitía desplazarse en el escenario como si fuera el mismísimo Billy Graham. Además, hacía uso de un sistema de telepromter para no extraviar el eje de sus dichos. El resultado era espantoso: en realidad parecía un actor que lo imitaba. Una semejanza que se robustecía por el tono efectista de su discurso, cuyo remate fue:
– ¡No somos halcones, ni palomas! Somos el cambio o no somos nada, porque ese es nuestro motor.
Entonces hubo un tímido aplauso, que él retribuyó con sincera emoción, como si acabara de saldar una revancha.
No obstante, es posible que en esa ocasión –y sin que él se diera cuenta– haya simplemente anticipado su testamento político.
Días después –el 6 de abril–, a Macri se lo vio en un plenario de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio (JxC), con los más altos dignatarios de la Coalición Cívica (CC), del radicalismo y del PRO.

El tema tratado es a esta altura anecdótico: allí se endureció la estrategia partidaria para aquella coyuntura, consistente en difundir y promocionar el contagio de Covid-19. Y hasta se difundió un comunicado al respecto, donde se especifica el rechazo absoluto a toda medida gubernamental para contener y reducir la segunda ola de la peste, justo cuando en esas horas se contabilizaban 20.870 flamantes infectados. Cosas del momento.
Pero el valor histórico de tal evento radica en que fue la última vez que Macri presidió el estado mayor de su criatura electoral.
Después, en la larga marcha hacia las PASO –y mientras sus antiguos adláteres le hacían el vacío–, él mismo favoreció la opacidad de su figura con largos viajes por el mundo, períodos de reposera y gestiones ímprobas para la FIFA. En el medio, fue sumando otras complicaciones políticas y judiciales.
Así, lo que quedaba de él llegó a la ciudad de Dolores.
El largo adiós
“Hay mucha gente que lamentablemente se quedó en la ruta porque había más controles policiales que los normales”, farfulló, con tono lúgubre, desde el escenario que le había armado el intendente Camilo Etchevarren.

Fue su modo de interpretar la escasa concurrencia.
Luego, fastidiado, esquivó micrófonos al caminar hacia el despacho del juez Bava, siempre rodeado por Bullrich, Iglesias, Lombardi y Jorge Macri.
Pinedo, en tanto, seguía con las selfies.
Ese mismo jueves, la UCR le marcaba la cancha al PRO con un acto en el microestadio de Ferro. Allí, el jefe bonaerense del partido, Maximiliano Abad, aseguró que buscan liderar la coalición opositora y llevar un candidato propio a la presidencia en 2023.
A su vez, la nueva estrella del firmamento radical, Facundo Manes, no dudó en remarcar: “Volver a la cancha de Ferro significa que el radicalismo está de pie como en el 83 para terminar con la decadencia argentina”.

Resultó otro indicio de que una alianza con el PRO podría no estar en los planes de la UCR en las próximas elecciones generales.
Cabe destacar que el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, se exhibió algo lapidario con el ex presidente
“Toda mi solidaridad con Mauricio. No conozco bien la causa, pero no me parece bien que en espejo hagamos lo que hacía el kirchnerismo en esto de convocar a la gente para que lo acompañe”, expresó, entrevistado por María Laura Santillán por radio CNN.
Además, acusó a sus colegas de coalición de no decir lo que realmente piensan del asunto.
Morales no fue el único radical ausente en la movilización en apoyo a Macri. Siguieron sus pasos sus correligionarios Alfredo Cornejo, Mario Negri, Ernesto Sanz y Martín Lousteau.
Desde luego que la lista de ausentes a la convocatoria en apoyo a Macri también incluyó otras figuras relevantes de JxC, como el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, la candidata a diputada en la ciudad, María Eugenia Vidal, el candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires, Diego Santilli, y el ex candidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto.

Pero la que al respecto se llevó todas las palmas fue Elisa Carrió, quien, entre la excusa y la humorada, señaló: “No fui a Dolores, porque yo con 40 grados no voy a ningún lado. Soy chaqueña, no hay papá que me movilice. Con 40 grados se duerme la siesta”.
Mientras tanto, los pocos defensores de Macri resaltaban por su falta de significancia. Como diría Raymond Chandler, todo en él es ahora “triste, solitario y final”.