La meteórica carrera del secretario privado que, por ahora, oculta los secretos de su jefe. Sus vínculos con Marcos Peña y Susana Martinengo. Quién es quién en la trama del mayor espionaje ilegal de la democracia que puede llevar a prisión al ex presidente y a los ex jefes de la AFI, Gustavo Arribas y Silvia Majdalani. Primera entrega.
Darío Nieto, quien aún es secretario privado del ex presidente Mauricio Macri, vive horas aciagas. Lo prueba una fotografía que subió a su cuenta de Twitter el 29 de julio, donde se ve a un cronista televisivo junto a un portero eléctrico y un epígrafe: “Esto es ahora. Las cámaras de @C5N abajo del edificio donde vivo con mi familia tocando todos los timbres y preguntando por mí. Es una locura este nivel de persecución y atropello”.

Ese miércoles acababa de trascender el resultado de la pericia efectuada sobre el celular que le secuestraron a fines de junio –junto a dos computadoras de mesa, una notebook, seis pendrives y varias agendas–, en un allanamiento dispuesto por el juez federal Federico Villena antes de ser apartado de la causa del espionaje ilegal durante el régimen macrista. Fue precisamente entonces cuando su nombre –desconocido hasta ese día– saltó a la luz pública.
Aquel procedimiento había tenido ribetes de comedia.
“¡No les voy a dar el celular!”, les chilló a los policías que acudieron a su departamento de Palermo.
Luego corrió hasta la cochera para encerrarse en su auto con el aparato aferrado entre sus dedos como si fuera una pequeña biblia.
Allí, mientras se empeñaba en borrar archivos, le mandó a su esposa un mensaje: “Me están por detener”. Ella retransmitió la novedad Macri. Pero sin recibir de su parte ninguna respuesta. Nieto al final no quedó detenido.
“Es una locura este nivel de persecución y atropello”, escribió Nieto en Twitter ante el asedio de los periodistas.
Costaba creer que ese muchacho con semblante de nerd fuera, durante cuatro años, la sombra discreta y silenciosa de la máxima autoridad del país; el tipo que compartía con él todas las mañanas, el tipo que coordinaba su agenda, el tipo que escuchaba sus confidencias y que hasta le elegía las camisas. Bien vale entonces reconstruir su existencia.
Leña del árbol caído
En diciembre de 2004 el ya olvidado legislador porteño del partido Recrear, Jorge San Martino, clausuró sus tareas parlamentarias del año con un acto en la Casa Suiza. Su cierre estuvo a cargo del líder de ese espacio, Ricardo López Murphy, quien entretuvo a los presentes con un vibrante discurso.
Ubicado en la primera fila, Darío Nieto aplaudía a rabiar.
Lo cierto es que, a sus 19 años, la figura del “Bulldog” lo deslumbraba. No en vano aquel hombre –que había obtenido el 18 por ciento de los votos en las elecciones de 2003– era la esperanza blanca de la derecha liberal. Su carisma entre campechano y gruñón había despertado en Nieto, por entonces un simple estudiante de Ciencias Políticas en la UBA, el impulso –según sus palabras– de “ayudar a la gente desde de función pública”.
Cuando todavía estudiaba en la UBA, trabajó junto al legislador Jorge San Martíno y admiraba a Ricardo López Murphy.
En tal sentido, su presencia en ese evento tuvo un carácter providencial: al poco tiempo se convirtió en asesor ad honorem de San Martino.
A pesar del perfil insípido de aquel –únicamente brillaba en la Comisión de Tránsito y Transporte de la Legislatura–, Nieto vivió a su lado una etapa de extraordinaria intensidad a raíz del juicio político al alcalde Aníbal Ibarra por su presunta responsabilidad en la tragedia de Cromañón. Un proceso en el cual San Martino fue uno de los tres diputados que fungieron de fiscales.
En medio de aquellas circunstancias se produjo la alianza entre Recrear y Propuesta para el Cambio (PRO), el partido de Macri.
Ya se sabe que en la destitución de Ibarra, ocurrida en marzo de 2006, subyacía el afán de relanzar al presidente de Boca –vencido por éste tres años antes– en su carrera hacia la jefatura del Gobierno porteño
Semejante intencionalidad coincidió con el calamitoso ocaso de López Murphy, quien apenas obtuvo el 1,40 por ciento de los votos en las elecciones generales de 2007.

Ese papelón hizo que los principales referentes de Recrear celebraran un cónclave de emergencia en la localidad cordobesa de Villa General Belgrano.
A San Martino se lo vio en aquel lugar acompañado por Nieto.
Allí el Bulldog interpretó su derrota en las urnas con una gran candidez: “No entiendo… todos en la calle me saludaban, y al final nadie me votó”. Esa autocrítica no conformó a los presentes.
Quizás entonces Nieto haya sentido un ramalazo de pesadumbre ante la irremediable debacle de su ídolo, no sin a la vez percibir la inclemencia de sus principales discípulos y alfiles (Esteban Bullrich y Pablo Tonelli, entre otros) al hacer leña del árbol caído. Incluso es posible que su desánimo se potenciara cuando se decidió apartar a López Murphy de la cima partidaria.
Ya consumada su crucifixión, Nieto le deslizó a San Martino la idea de ofrecerle, a modo de homenaje, una tarea casi simbólica: dirigir la Escuela de Formación Política del partido.
El diputado felicitó a Nieto por su ocurrencia.
Militó en el PRO y de la mano de Francisco Quintana tuvo sus primeros puestos de asistente en la función pública.
A continuación, ya en Buenos Aires, consensuó el asunto con dirigentes de primer nivel (Bullrich y Tonelli, entre otros). Recién entonces se reunió con el defenestrado líder en la confitería del Hotel Castelar.
Allí San Martino, con suma amabilidad y tacto, desgranó la propuesta.
Los mozos y algunos clientes fueron testigos de cómo López Murphy pasaba sin escalas de la resignación a la furia.
Aquella misma tarde renunció definitivamente al espacio que él mismo había fundado.
Se dice que, en la intimidad, Macri festejó tal epílogo.
Marea amarilla
El jefe del PRO ya era por esos días el alcalde electo de la Ciudad. Y algunos antiguos adláteres del Bulldog vieron en él una nueva oportunidad de seguir existiendo. Tanto es así que –por caso– Bullrich se convirtió en su ministro de Desarrollo Social y Tonelli, en procurador general.
Nieto, por su parte, fue honrado con un puestito menor en el Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, pero un entredicho con su jefe, un tal Bruno Domeniconi, lo tuvo a maltraer. Paralelamente, desarrollaba su militancia en la agrupación juvenil del PRO, donde hizo buenas migas con su líder, Francisco Quintana. Fue él quien lo convocó para asistirlo durante sus dos primeras incursiones en la función pública: director general de Políticas de la Juventud y titular de la Dirección General de Fortalecimiento Institucional y Modernización Legislativa. Luego también lo secundó al ganar una banca en la Legislatura porteña, un terreno que Nieto conocía al dedillo.
Marcos Peña quedó cautivado por la eficiencia de Nieto para los mandados y lo integró a su equipo de colaboradores.
Su empleador era un pollo del secretario general de la Ciudad, Marcos Peña Braun. Éste se vio cautivado por la eficiencia de Nieto, quien solía hacer mandados entre la oficina de Quintana y la suya. Entonces lo “pidió” para integrarlo a su equipo de colaboradores. Entre ellos flotaba una efervescencia poco común; todas las energías estaban depositadas en el inexorable arribo de Macri a la Casa Rosada.
A los 28 años, ya con diploma universitario, Nieto daba claras señales de una discreción casi religiosa al solo exhibir en Twitter cierto fanatismo por River, su admiración por Manu Ginóbili y el hábito de alternar la práctica del fútbol con el tenis. De tanto en tanto mezclaba tales apetencias con alusiones políticas muy circunspectas. Nada que no dijera un ciudadano común. Pero él circulaba en las ligas mayores de un poder que se disponía a gobernar al país. Seguía trabajando con Peña como antes sirvió a Quintana y a San Martino. Su destino no estaba en la dirigencia sino en el segundo plano. Su gran virtud, ser invisible. Y su especialidad, atesorar secretos. Literalmente era un secretario.
Al comenzar el otoño de 2015, la vida a Nieto le sonreía. Cada mañana iba al trabajo con un entusiasmo desbordante. Y en eso había una razón ajena a la política: allí le arrastraba el ala a la señorita Guadalupe Fernández, una asistente de Peña con la cual se terminaría casando.
Era un secretario con todas las letras: era invisible para todos y atesoraba secretos como nadie.
En los pasillos del Gobierno de la Ciudad también conoció a otra mujer de enorme incidencia –no amorosa– en su futuro. Era una sexagenaria teñida de rubio a quien todos consideraban como la empleada más próxima a Macri en el día a día de su gestión porteña. No está de más reparar ella.
Cabe destacar que en su llegada a tal puesto no fue ajeno el señor Jorge Alves, con quien –según se comenta– mantenía una relación sentimental.
Ese sujeto que provenía de la dirigencia deportiva, fue determinante en la campaña de Mauricio para llegar a la cúspide de Boca. En retribución, fue designado como secretario Relaciones Públicas del club. Ya en la intendencia de la Ciudad, el heredero de Franco revalidó su agradecimiento designándolo como su jefe de despacho. Pero mientras él se ocupaba de tareas, por cierto, muy valoradas por Mauricio – por ejemplo; recomendarle “brujas” para que le hicieran “limpiezas espirituales” en sus oficinas–, su protegida era en realidad quien se ocupaba del trabajo específico del cargo. Así, con una gradualidad lenta e irrefrenable, ella comenzó a ganar influencia, maravillando al alcalde por su desempeño. Su nombre: Susana Martinengo.

Y “Daro” –como todos allí llamaban a Nieto– la adoraba. En rigor, eso era mutuo. De hecho, por boca de Susana, Macri supo por primera vez de él. Y quedó gratamente impresionado. Peña, a regañadientes –por miedo a que el jefe máximo se lo arrebatara para sí–, ratificó ese excelente concepto.
Entonces fue el propio Mauricio quien le encomendó dos misiones de importancia: coordinar la precandidatura del ex futbolista neoliberal, Carlos Mac Allister, a gobernador de la Pampa, y la del recordado Oscar Aguad, en Córdoba. El primero perdió la interna por goleada contra el candidato radical, Francisco Torroba, y el otro fue vencido por el peronista Juan Schiaretti.
Pese a tales fracasos, Macri redobló su apuesta por el joven. El temor de Peña no fue infundado: el futuro presidente se había apropiado de Daro.
Así llegaron juntos al 10 de diciembre de 2015
La hermandad de los fisgones
A partir de aquel histórico jueves, Nieto inició una frenética rutina: despertar de madrugada para salir de su casa palermitana antes del amanecer con rumbo a la Quinta de Olivos. Después, cuando ascendía al helicóptero con el primer mandatario, él ya portaba lo necesario: el resumen de las noticias, la agenda de la jornada y una muda de camisas para el jefe. Daro era sus ojos y oídos.
Macri se enteró de la existencia de Nieto gracias a Susana Martinengo. En poco tiempo, el expresidente se apropió del joven secretario.
Diez días después, el joven secretario sufrió lo que por entonces fue la peor tragedia de su existencia: un talón lesionado en un partido de fútbol.
“No te preocupes. Te cuidamos el lugar. Mejorate y volvé pronto”, le escribió Macri por mail.
Dicho y hecho: al mes regresó a la Casa Rosada por sus propios medios. Allí le dio la bienvenida el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, y algunos subordinados suyos. También estaba la señora Martinengo, ya reciclada en directora de Documentación Presidencial.
Finalmente, en medio de chanzas futboleras, lo saludó Macri.
Su cargo poseía una pomposa y repetitiva denominación: “Coordinador General de Asuntos Presidenciales de la Secretaría General de la Presidencia de la Nación”, con rango de secretario de Estado.
Por su cargo con rango de secretario de Estado percibía un salario mensual de 150 mil pesos.
Por cumplir con todas esas palabras percibía un salario mensual de 150 mil pesos, algo nada desdeñable en esa época.
No hay dudas de que Daro era muy apreciado en tal sitio, especialmente por Martinengo. De eso pueden dar fe ciertas visitas que recibía, ante quienes se ufanaba de su cercanía a él
En una ocasión ella le soltó a un visitante: “Dale, dale. Si vos tenés un informe que no los comprometa, yo se los paso a Nieto, el secretario privado, como hice la vez anterior, ¿viste?
En otra ocasión, le aseguró a otro visitante: “Todos los mensajes llegan al ‘número uno’ (Macri) a través de Nieto”.
Sus interlocutores eran los agentes de la AFI, Leandro Araque y Jorge “El Turco Saíz”, quienes integraban el grupo operativo Súper Mario Bros.
Tales grabaciones quedaron almacenadas en sus propios celulares.

Dicha operatoria demostraría que Martinengo era el lazo entre aquella patota de la AFI y la Casa Rosada, mientras Nieto era la correa transmisora de los informes ilegales de inteligencia entre Martinengo y el Presidente.
Todo indica que por las manos del secretario Nieto pasaban materiales de extrema sensibilidad. Y que aquellas ilegalidades se extendían por fuera de las que actualmente investiga el juez federal Juan Pablo Augé, en reemplazo de Villena. Su smartphone es al respecto un inagotable semillero de sorpresas.
Tal es el caso de un mensaje que recibió el 8 de agosto de 2018. “Sus deseos son órdenes. Stornelli ya lo tiene sentado frente a él”.
Ese día el procesado fiscal había citado para declarar en la causa de los cuadernos al ex juez federal Norberto Oyarbide. Y se supone que el emisor de aquella notificación no fue otro que el espía polimorfo Marcelo D’Alessio. Un indicio de que Macri monitoreaba las trapisondas efectuadas en tal expediente.
Para los investigadores de la causa del espionaje ilegal, el smartphone de Nieto es un inagotable semillero de sorpresas.
Otro ejemplo: en un chat fechado el 22 de noviembre –ya después de que Macri fuera derrotado en las elecciones y 18 días antes de entregar los atributos– puede leerse la siguiente directiva recibida por Nieto: “Hablá con Martín Mura (el ministro de economía de la Ciudad) por préstamo a Sergio Nardelli (Ceo y accionista por ese entonces de Vicentin). El mismo mensaje agrega: “Que no lo lleven a la SIGEN porque lo van a complicar. Que lo resuelvan por fuera”.
Aquellas instrucciones son atribuidas al propio Macri.
El fiscal federal Gerardo Pollicita, que investiga el desfalco de Vicentin, pidió una copia certificada de lo extraído del aparato.
El ex presidente ya partió del país para descansar en Europa.
Mientras tanto, su secretario declamaba por Twitter: “Es una locura este nivel de persecución y atropello”.
El bueno de Daro algo sabe de estas cosas.