Una estudiante, un deportista y una periodista cuentan la experiencia de someterse a las pruebas de los laboratorios que trabajan contrarreloj para frenar el virus. Sus historias detrás de una decisión humanitaria.
Miles de personas participan como voluntarias en los testeos que desarrollan diferentes farmacéuticas para poder dar finalmente con una vacuna que frene el Covid-19. Entre los laboratorios que llevan adelante las pruebas en la Argentina se encuentran la farmacéutica estadounidense Pfizer y la empresa alemana BioNTech; la compañía farmacéutica Janssen de Johnson & Johnson, representada por IQVIARDS Argentina S.R.L, y donde interviene el Centro de Estudios Infectológicos a cargo de Daniel Stamboulian; y la farmacéutica China Sinopharm en alianza con el laboratorio argentino Elea-Phoenix y la Fundación Huésped, que dirige el infectólogo Pedro Cahn.
Varias de las farmacéuticas internacionales que realizan las pruebas con voluntarios trabajan en alianza con laboratorios y fundaciones argentinas.
Esta última farmacéutica desarrolla una vacuna que ya se encuentra en Fase 3, por lo que busca comprobar en los nuevos testeos lo que ya se vio en las fases anteriores: que la vacuna es segura y que es efectiva a la hora de producir anticuerpos contra el Covid-19. En esta vacuna, en estudio, el virus está muerto y está adyuvado con un compuesto químico que aumenta la respuesta inmune.
La estudiante
Leyla Bechara (24) es de General Villegas, pero vive en Capital Federal donde trabaja como community manager. La joven estudiante de Ciencia Política (UBA) fue una de las 3.000 participantes del ensayo clínico que realiza Sinopharm. Dice que cuando se enteró de la convocatoria “no lo pensó mucho” porque “tenía ganas de poder aportar a la búsqueda de una solución”.

En diálogo con Contraeditorial, Bechara explica que la cuarentena no representó un gran cambio en su vida, pero que es consciente de las dificultades que le trajo al resto de la sociedad. “La cuarentena no significó un deterioro de mi calidad de vida material porque tengo techo, comida y abrigo. Pero quería poder hacer mi aporte para salir más rápido de esta situación, que si bien a mí no me afecta directamente, sí está matando a millones en todo el mundo y empeoró la calidad de otros millones más. No tenía que pensarlo demasiado y me anoté”, expresó.
Con relación a cómo reaccionó su familia Bechara cuenta que “desde el minuto cero” sus padres la respaldaron y que su hermano también participa del voluntariado. “Mis viejos me apoyaron. Ellos son profesionales de la salud así que nos sacamos las dudas que teníamos, pero siempre con mucha confianza en la ciencia”, manifiesta y agrega que sus amigas también terminaron anotándose.
“Quería poder hacer mi aporte para salir más rápido de esta situación” (Leyla)
Bechara se aplicó la primera dosis el 10 de octubre, y no sintió ningún malestar más que “un ardor” al momento del pinchazo. La segunda dosis la recibirá el próximo 2 de noviembre y luego deberá tener otros tres encuentros donde le harán extracciones de sangre y le controlarán los anticuerpos que genera. Mientras dure la prueba Leyla puede continuar con todas sus rutinas. “Puedo viajar y hacer vida normal, con todos los cuidados de Covid que cumple todo el mundo, lo que no puedo es quedar embarazada, porque si eso sucede se suspendería el estudio”, detalla.
El deportista
Juan Pablo Lancieri (25) es basquetbolista de Gimnasia y Esgrima de La Plata y es el primer deportista voluntario en someterse a las pruebas de la vacuna fabricada por el consorcio farmacéutico Pfizer-BioNTech.

La vacuna que desarrolla este laboratorio es génica, es decir que le introducen información genética del virus a una célula del organismo para que en el cuerpo se produzcan las proteínas del virus. Son las vacunas que están trabajando con la plataforma genética llamada ARN mensajero (ARNm) para generar una respuesta inmunológica.
Lancieri, al igual que Bechera, se vio conmovido por las consecuencias de la pandemia y decidió colaborar, aunque señala que la “insistencia de su hermano”, estudiante avanzado de medicina, lo terminó de convencer para acercarse al Hospital Militar de la Ciudad de Buenos Aires donde se realizan las pruebas.
Lancieri es el primer deportista que se ofreció como voluntario para someterse a las pruebas de la vacuna.
“A medida que se fue complicando todo me puse a pensar en la propuesta de mi hermano y me gustó la idea de ser parte de algo que el día de mañana nos puede servir a todos”, subraya en diálogo con Contraeditorial.
En la primera visita, un médico le explicó en qué consistía el voluntariado, firmó un consentimiento y pasó a una sala donde le sacaron sangre y le hicieron el hisopado. Luego le aplicaron la primera dosis de la vacuna o posiblemente un placebo, ya que “utilizan un método que se llama doble ciego”, según explica el basquetbolista platense.
“Lo único que sentí después de la segunda aplicación fue un dolor en el brazo y algo de cansancio” (Juan Pablo).
La segunda dosis se la aplicaron 20 días después y el procedimiento fue similar. “Lo único que sentí después de la segunda aplicación, que de antemano te avisan que puede haber algún síntoma más marcado, fue un dolor en el brazo y algo de cansancio”, dice.
Con respecto a la tercera visita al Hospital Militar, Lancieri describe que fue hace unos pocos días y que solo le sacaron sangre para determinar si estaba generando anticuerpos. Las posteriores visitas (tres más) serán similares a esta última y el total de la prueba y el seguimiento de su estado de salud se extenderá dos años. Este seguimiento es más extenso que el desarrollado por el laboratorio chino Sinopharm a sus voluntarios, que es de 369 días.
La periodista
Daniela Cardo (33) vive en Morón, es periodista, trabaja en la Dirección de Deportes del municipio y fue otra de las participantes del ensayo clínico que realiza Sinopharm junto a Fundación Huésped.

A raíz de la pandemia, participó de diferentes iniciativas de la municipalidad para atender a los sectores más afectados por la crisis sanitaria, lo que le permitió “entrar en contacto con la realidad”, asegura a Contraeditorial.
“Tuve que salir a la calle a ver las realidades que se estaban viviendo, primero fue participando en la entrega de bolsones de comida y después fue con los Operativos Detectar, donde ayudamos a la Secretaría de Salud”, señala. “Ver esas realidades” – agrega – es lo que la hizo “dar una mano” para frenar la pandemia.
Daniela entregó bolsones de comida y participó en el Operativo Detectar. Luego se ofreció como voluntaria.
Cardo se enteró por Twitter de la búsqueda de voluntarios. Llenó los formularios y enseguida la llamaron para hacerle unas preguntas sobre enfermedades de base. Hace tres días la citaron en el laboratorio con sede en Liniers, donde firmó el consentimiento, le hicieron un hisopado y le realizaron una muestra de sangre. La semana que viene le aplicaran la primera dosis y continuará con los siguientes encuentros y el debido seguimiento.
Los testeos de las vacunas en Fase 3 llenan de esperanza, la misma que despiertan estos jóvenes voluntarios que tienen entre sus principales características sensibilidad social y valentía.