A días del lanzamiento de otro satélite argentino, SAOCOM-1B, Contraeditorial presenta una nueva sección sobre desarrollo científico, tecnológico y satelital, escrita por especialistas. Historia, presente y futuro de una política de Estado fundamental.
El lanzamiento del satélite argentino SAOCOM-1B, que se realizará a fines de agosto desde la base Cabo Cañaveral de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, representa una buena oportunidad para recorrer la historia de esta misión y examinar el futuro de los proyectos satelitales de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Para cumplir con el primer objetivo será necesario transitar los 25 años que ha demandado la realización de este proyecto, mientras que para reflexionar sobre el futuro habrá que centrarse en la única misión satelital que la agencia espacial argentina tiene hoy en desarrollo, el satélite SABIA-Mar 1.
El origen de la misión SAOCOM se remonta a 1994, cuando se aprobó el Plan Espacial Nacional 1995-2006 “Argentina en el Espacio” mediante el decreto 2076. Tres años después de su creación en 1991, la CONAE disponía de su hoja de ruta aprobada por el ejecutivo nacional con la que daba comienzo al desarrollo conceptual de las misiones SAOCOM-1 y SAOCOM-2. En su primera concepción, estas misiones compuestas por dos satélites cada una (1A, 1B y 2A, 2B) estaban destinadas a realizar observaciones de la Tierra mediante un instrumento radar y a dar servicios de comunicaciones a regiones aisladas, de ahí el nombre Satélite Argentino de Observación con Microondas y Comunicaciones (SAOCOM).
El plan espacial establecía que los satélites SAOCOM-1A y 1B deberían lanzarse al Espacio en el 2000 y operarían hasta 2004. Los componentes de la misión SAOCOM-2, los satélites 2A y 2B, serían lanzadas en 2003 y operarían hasta 2007. Por último, se estipulaba que la misión de reemplazo de la serie SAOCOM estaría lista para lanzarse en el año 2006, asegurando la continuidad en las mediciones realizadas con microondas.
El SAOCOM-1B se sumará al satélite SAOCOM-1A y juntos permitirán a la CONAE disponer de información de origen espacial útil para distintas aplicaciones.
El Plan Espacial Nacional 1997-1998 fue aprobado en 1999 mediante el decreto 1330. Con esta primera revisión del documento, publicada 5 años después de la original, el proyecto SAOCOM dejaba de considerar una carga útil de comunicaciones, confirmaba la utilización de un instrumento radar de apertura sintética (SAR, por sus siglas en inglés) y consideraba la posibilidad de incluir una cámara en el rango óptico para cumplir con el requisito de dar continuidad en la prestación de servicios ofrecidos a los usuarios con los otros satélites programados de la CONAE (SAC-C, SAC-D y SAC-E).
Diez años después de la publicación del primer Plan Espacial Nacional, el decreto 532 de 2005, que llevaba la firma del presidente Néstor Kirchner y de su jefe de gabinete Alberto Fernández, aprobó la nueva revisión 2004-2015 del programa y declaró al desarrollo de la actividad espacial como política de Estado de prioridad nacional. A partir de este hito, la CONAE comenzó a recibir los recursos necesarios para comenzar a materializar sus proyectos más ambiciosos: la misión SAOCOM y el proyecto de acceso al Espacio para disponer de un lanzador nacional.
Uno de los primeros desarrollos que se lograron en esta etapa fue el instrumento aerotransportado SARAT, un radar de apertura sintética operado desde un avión, que sirvió como plataforma de desarrollo de aplicaciones, sistemas y equipos de la misión SAOCOM. Casi en simultáneo con estas pruebas, la CONAE lanzaba los cohetes sonda de propulsantes líquidos Tornador-I y Tronador-IB, en 2007 y 2008 respectivamente, dando comienzo al proyecto Tronador.
Cada satélite SAOCOM tienen un peso de 3.000 kilogramos al lanzamiento, miden 4,7 metros de alto y 1,2 de diámetro, y poseen una antena radar de 35 metros cuadrados.
En 2007 se comenzó con la ingeniería básica del proyecto SAOCOM en su configuración definitiva. En 2011 se finalizaron los requerimientos y se inició la fabricación de los dos modelos de calificación que se harían antes de construir el primer satélite, el modelo de ingeniería y el estructural. Durante 2013 se comenzó con la construcción del satélite SAOCOM-1A. En 2015, mientras el primer satélite SAR argentino estaba muy cerca de ser finalizado en Bariloche, se comenzó a construir el SAOCOM-1B. A partir de ahí, la CONAE comenzó a ver mermado su presupuesto de forma sostenida, a tal punto que todos los esfuerzos se tuvieron que dedicar a finalizar y lanzar los satélites SAOCOM-1A y 1B, paralizando los demás proyectos de la agencia.
Satélites e inversiones
En pocos días el SAOCOM-1B se sumará en el Espacio al satélite SAOCOM-1A, lanzado en octubre de 2018, y juntos conformarán una constelación que le permitirán a la CONAE disponer de información de origen espacial útil para distintas aplicaciones. Una de ellas es la medición de la humedad del suelo, que se logra gracias al instrumento activo SAR que posee el satélite que trabaja en una porción determinada de las microondas del espectro electromagnético, la banda L, que tiene mayor capacidad de penetración en el terreno.
Los dos SAOCOM conformarán, además, el sistema SIASGE (Sistema Ítalo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias) que incluye a cuatro satélites SAR en banda X de la Constelación Italiana COSMO-SkyMed, de la Agencia Espacial Italiana (ASI).

Cada satélite SAOCOM tienen un peso total de 3.000 kilogramos al lanzamiento, miden 4,7 metros de alto y 1,2 de diámetro, poseen una enorme antena radar de 35 metros cuadrados y 1.500 kilogramos de peso. Los 3 paneles solares que proveen la energía eléctrica a cada satélite, fabricados por la Comisión Nacional de Energía Atómica, cubren una superficie de 15 metros cuadrados.
Ambos satélites fueron construidos por la contratista principal INVAP en la ciudad de Bariloche, con la participación de la CNEA, el laboratorio GEMA, VENG, DTA y otras 80 empresas argentinas de base tecnológica. Entre ellas se cuenta a Servicios Tecnológicos Integrados (STI), histórica proveedora de tecnología para los satélites nacionales que cerró sus puertas en 2018 debido a la falta de pago por los trabajos realizados para las misiones de la CONAE y a la disminución de la actividad de cara al futuro.
El proyecto SAOCOM ha implicado cerca de 4 millones de horas/persona de trabajo, de las cuales 2,5 millones correspondieron a INVAP, y resto a las demás instituciones y empresas participantes. Alrededor de 900 personas han estado abocadas a las distintas etapas del proyecto. La inversión en la misión SAOCOM, que incluye los dos satélites y toda la infraestructura desarrollada en el país para darles soporte, exigió una inversión de 600 millones de dólares. Uno de los resultados notorios de toda esta inversión y esfuerzo lo representa la capacidad que logró INVAP para construir radares para otros usos. Actualmente la empresa rionegrina es la proveedora de radares primarios, secundarios y meteorológicos para el Estado nacional.
Plazos, desarrollo y continuidad
La reducción de presupuesto que sufrió la agencia espacial argentina durante el gobierno de Macri fue uno de los principales factores que redundaron en la falta de continuidad en las misiones satelitales.
Los satélites SAOCOM tienen una vida útil de diseño de 5 años, por lo que la constelación radar argentina, como tal, estará operativa al menos durante 3 años, momento a partir del cual solo permanecerá operativo el SAOCOM-1B. Claro que, si las condiciones de operación resultan favorables, ambas misiones satelitales podrán extenderse algunos meses o, incluso, algunos años más.
Considerando el tiempo de desarrollo de la misión SAOCOM, la inversión y los plazos de fabricación de los satélites, es posible afirmar que el programa de observación de la Tierra con microondas no tendrá continuidad. La serie SAOCOM-2, pensada originalmente como sucesora y compuesta por dos satélites idénticos, aún no está definida y no tiene cronograma ni presupuesto para su ejecución. Esta discontinuidad en las misiones de observación ya se dio también con los satélites SAC-C y SAC-D. El resultado de esta situación impacta sobre los potenciales usuarios y aplicaciones que puedan desarrollarse sobre esta tecnología. La continuidad resulta aún más importante si consideramos que los mapas de humedad del suelo, principal aplicación de la misión SAOCOM, aún están en etapa de calibración a casi dos años del lanzamiento del satélite SAOCOM-1A.
La demora en la ejecución de este tipo de proyectos representa un problema adicional. La tecnología avanza a tal velocidad que compromete la viabilidad de los planes si estos se dilatan en el tiempo, más aún, en momentos en los que la actividad y economía espacial están viviendo una revolución. Esto sucedió, por ejemplo, con la constelación de satélites de comunicaciones Iridium. Luego de 10 años de construcción, financiación y lanzamiento de casi 80 satélites, la tecnología de telefonía celular y el comportamiento de los usuarios había cambiado tanto que el modelo de negocio quedó obsoleto y la empresa norteamericana fue a la quiebra en 1999.
El proyecto SAOCOM ha implicado cerca de 4 millones de horas/persona de trabajo y exigió una inversión de 600 millones de dólares.
Una alternativa de la CONAE para lograr continuidad en el área de la observación de la Tierra con microondas y plazos más cortos de proyectos sería desarrollar misiones SAR con pequeños satélites. En el marco del nuevo paradigma de la industria espacial, denominado NewSpace, están surgiendo múltiples emprendimientos para desplegar capacidades SAR en el Espacio con satélites de bajo peso y costo que marcan una clara tendencia. Actualmente destacan las empresas japonesas iQPS y Synspective, la finlandesa Iceye y las norteamericanas PredaSAR, Capella Space y Umbra Lab que, con inversiones de algunas decenas de millones de dólares, están comenzando a desplegar sus propias constelaciones. iQPS, por ejemplo, está desarrollando una constelación de 36 satélites SAR en banda X, que permitirán una revisita de 10 minutos, con satélites de tan solo 100 kg de que poseen antenas que pesan 10 kg.
Próxima misión
Luego de la puesta en órbita del SAOCOM-1B la única misión satelital en desarrollo que tendrá la agencia espacial argentina, con presupuesto asegurado y cronograma estimado de lanzamiento, será SABIA-Mar 1. Este satélite es parte de la misión SABIA-Mar, una constelación de dos Satélites Argentino-Brasileños para Información del Mar, que constituye un proyecto de cooperación entre la CONAE y la Agencia Espacial Brasileña (AEB). Lamentablemente, la contraparte del país vecino, responsable de la construcción del SABIA-Mar 2, no está avanzado con el proyecto por lo que este segundo satélite no tiene asegurada su puesta en órbita.
El satélite SABIA-Mar 1, con fecha de lanzamiento en 2023, está concebido como una misión de observación de la Tierra con aplicaciones prioritarias en el estudio del mar y costas. Se trata de una misión de observación en el rango óptico e infrarrojo, es decir, de aplicaciones distintas a las que se le asignan a una misión SAR como la de SAOCOM.

Política espacial, una política de Estado
El enfoque de desarrollo de misiones satelitales de la CONAE, centrado únicamente en la observación de la Tierra, tiene una posible explicación. La agencia espacial argentina nació como resultado del desmantelamiento del proyecto Condor-2 de la Fuerza Aérea a principios de la década de 1990. Como parte de esta negociación entre los Estados Unidos y la Argentina, la NASA acompañó y dio soporte a la CONAE en sus primeros pasos. Como consecuencia, el Plan Espacial Nacional contempló el diseño de misiones satelitales vinculadas a los intereses y preocupaciones de la NASA en ese entonces: observar la Tierra desde el Espacio ante la amenaza del Calentamiento Global y el consecuente Cambio Climático. Si bien en la actualidad ese ámbito de investigación sigue siendo relevante, y así lo demuestran importantes satélites operativos de las principales potencias espaciales, también se han desarrollados otras áreas de trabajo tales como las misiones de exploración a la Luna y Marte, la mejora de las comunicaciones satelitales, el desarrollo de capacidades industriales, los sistemas de navegación satelital y las aplicaciones comerciales de la observación de la Tierra, entre otras. La CONAE, sin embargo, quedó atada a las misiones científicas de observación, dejando de lado misiones alternativas como las mencionadas, e incluso aquellas con fines educativos o de pruebas tecnológicas que, por lo general, son de muy bajo costo.
La enorme reducción de presupuesto que sufrió la agencia espacial argentina durante el gobierno de Mauricio Macri es uno de los principales factores que redundan en la falta de continuidad en las misiones satelitales, pero no es el único. Desde el 2016 la actividad espacial se desenvuelve sin un plan apropiadamente aprobado. La CONAE desarrolló un nuevo documento que estuvo a la firma de Macri, pero el plan no obtuvo la aprobación del presidente. Actualmente se encuentra vigente una versión preliminar del “Plan Espacial Nacional 2016-2027” aprobada por el propio Directorio de la CONAE, lo cual representa una situación de debilidad institucional.
Futuro espacial
Para diseñar el futuro de esta estratégica actividad resulta necesario no caer en una mirada mesiánica en la que el desarrollo espacial de una nación depende de una única persona que “trasciende” gobiernos. Está más que demostrado que el Plan Espacial Nacional avanzó decididamente cuando existió respaldo normativo, seguridad presupuestaria y una clara voluntad política, es decir, cuando fue política de Estado. Si no se cumplen estas condiciones no es posible afirmar que se cuenta con apoyo, sino que, citando a Amílcar Herrera, estaríamos delante de una política científica explícita, una fachada. La política científica verdaderamente en acción es la política científica implícita, aquella que se articula con otras políticas tales como la económica e industrial y que muestra verdaderas pruebas de fomento.
Los satélites SAOCOM tienen una vida útil de diseño de 5 años, por lo que la constelación radar argentina, como tal, estará operativa al menos durante 3 años.
Aún en un contexto de restricciones presupuestarias, las nuevas autoridades políticas indicaron que la ciencia y la tecnología representan un sector prioritario. La CONAE, como organismo protagonista del sector científico y tecnológico nacional, tiene el desafío de adaptarse a las nuevas tendencias de la industria espacial, un área en el que la Argentina tiene mucho potencial y desde donde, sin dudas, podrá contribuir al desarrollo económico y social del país.
Será necesario acordar objetivos, plazos e inversiones en un nuevo contexto de fortaleza institucional. La diversificación y continuidad de proyectos satelitales, el fomento del ecosistema de empresas de base tecnológica, el desarrollo de proyectos relacionados con los sistemas de posicionamiento y las comunicaciones (con socios estratégicos como ARSAT) y el impulso de la autonomía en el acceso al Espacio servirán para sentar las bases de una nueva etapa de desarrollo espacial nacional.
(*) Asesor de la vicepresidencia de Arsat