Entrevista realizada por Luis Zarranz y Emanuel “Peroncho” Rodríguez en el programa Fuera de Contexto que se emite los sábados, de 16 a 18, en El Destape Radio. Repite los domingos a la medianoche. FM 107.3 –http://eldestaperadio.com. En Spotify: Fuera de Contexto Radio.
-Luis Zarranz: Nuestro entrevistado del día de hoy es Fernando Signorini, preparador físico de un tal Diego Armando Maradona entre 1983 y 1994 y de un tal Lionel Messi entre 2008 y 2010. Además, integró el cuerpo médico de Diego durante el mundial de Sudáfrica, y fue una de las personas más cercanas de su entorno a lo largo de toda su vida. Recientemente publicó el libro `Diego, desde adentro´, que escribió en colaboración con Luciano Wernicke y Fernando Molina. En ese libro, cuenta su experiencia y sus vivencias junto a Diego. Hoy tenemos el gusto y el honor de poder conversar con él. ¿Cómo te va Fernando?
-Fernando Signorini: Buenas tardes.
-LZ: ¿Cómo comenzó tu vínculo con Diego y cómo era trabajar con él?
-FS: Comenzó estando yo en Barcelona, en el año 1983. Autorizado por Cesar Luis Menotti, después de un arduo trabajo para acceder a los entrenamientos, el 28 de junio de ese año tuve la oportunidad de charlar por primera vez con Diego. Él llegó al entrenamiento antes que todos y se encontró con la puerta cerrada. Me vio, vino hacia mí sonriendo y nos pusimos a charlar un rato. Luego nos reencontramos en la pretemporada de Andorra, donde conocí a Claudia y a algunos amigos que estaban junto a él. A la vuelta, me invitó a un asado en su casa, donde estaba Don Diego como titular indiscutido de la parrilla. A partir de ahí, comenzamos a establecer una relación de mucha empatía.
“El fútbol era la única manera que Diego tenía para poder torcer su rumbo y el de su familia”.
El 24 de septiembre de 1983, cuando Goikoetxea le dio una patada brutal que le produjo una fractura en el tobillo, empecé a ayudarlo después de la recuperación que hizo con el Dr. Rubén Darío Oliva. Me hice cargo de su recuperación dinámica, todavía como amigo, y una vez concluida, me hizo la propuesta para que trabajara con él. Ahí comenzó una historia maravillosa.
-Emanuel Rodríguez: ¿Qué estabas haciendo en Barcelona? ¿Habías ido con el objetivo de poder trabajar con Diego?
-FS: No, ni mucho menos. En aquel momento no existía la profesión de preparador personal para jugadores de deporte en equipo, eso lo inventó Diego. Yo fui a hacer una experiencia junto con mi esposa, tenista ella. Queríamos desentrañar el misterio que representaba para nosotros el deporte de alta competencia, tanto en el fútbol como en el tenis. Me encantaba la idea de poder acceder a presenciar los entrenamientos, simplemente para ver de qué se trataba, y uno de los incentivos más importantes para ir a Barcelona, era que Cesar Luis Menotti entrenaba allí. Había sido uno de los entrenadores que más me había seducido por su propuesta y su valoración de la ética. Él decía que se jugaba para ganar, pero que más importante aún eran los medios que se utilizaban para llegar a los fines. No solo era un entrenador, sino también un docente.
-LZ: Hacías mención a esa lesión tan grave del año 83, que tuvo parado a Diego mucho tiempo. ¿Cómo se trabajó para que pueda volver a las canchas?
-FS: Fue indispensable la cercanía del Dr. Oliva con sus consejos y sugerencias, y la enorme voluntad de Diego, que hizo todo mucho más simple. No descubro nada diciendo que Maradona tenía condiciones naturales muy singulares, pero también tenía condiciones profesionales excepcionales. No debemos perder de vista que el fútbol era la única manera que Diego tenía para poder torcer su rumbo y el de su familia.
El amor a la pelota, a la camiseta argentina y a su deseo de hacer realidad ese sueño que desde muy pequeño tenía, más la genética fantástica que poseía, hicieron que su recuperación sea muy rápida. Él sabía que debía transitar el camino hacia a la cima, y como el ave Fénix, resurgió y lo transitó.
-ER: En una oportunidad dijiste que no te importaba Maradona, te importaba Diego. ¿Cómo era Diego?
-FS: Cuando yo lo conocí tenía 22 años, era un chico, un chico que producto de su inmensurable talento, se había cargado sobre los hombros todos los deseos de los futboleros argentinos para hacerlos realidad. Era demasiado joven, y nadie te prepara para ser el hombre más conocido del mundo a tan corta edad.

En el 83, momento de su grave lesión, muchos especialistas dijeron que se trataba de una lesión terminal y que no volvería a jugar al fútbol. Sin embargo, la determinación de Diego hizo posible esa resurrección.
-ER: ¿Cómo te preparaste para preparar a Maradona?
-FS: Primero, fui aprendiendo sobre la marcha. Como le dije a él desde un primer momento, si pretendía que lo ayudara, tenía que conocerlo y quererlo, porque es mucho más fácil ayudar a alguien que uno conoce y quiere. Con la recuperación de su lesión en el 83, Maradona desafió las leyes de la traumatología. Era un gallo de riña que peleaba en cualquier lugar, y se revelaba, no solamente ante el poder, sino también ante las adversidades.
-LZ: ¿Qué fue lo más importante que aprendiste con Maradona?
-FS: Aprendí lo nociva que es la frivolidad, y lo despiadado que es el poder y el éxito. Cuando Diego vino con la copa desde México, lo invitaron a festejar al balcón de la Casa de Gobierno, pero cuando estaba en Fiorito, no hubo ningún Presidente que se acercara hasta allí. Como alguna vez dijo Atahualpa Yupanqui, Dios sigue sin pasar por esos lugares. Estando con Diego pude ver lo perverso que es el poder, lo riesgoso que es revelarse contra él y que, en muchas ocasiones, el precio que se paga es altísimo. Él lo pagó con buena parte de su vida, sufriendo en cuerpo y mente. Era un pibe que venía del hambre de Fiorito.
Hay quienes fabrican armas de destrucción masiva, hay quienes desatan guerras que nos destruyen poblaciones enteras, hay quienes permiten que miles y miles de niños mueran de causas perfectamente evitables en todo el mundo, sin embargo, hoy parece ser que la culpa de todo la tenía Maradona.
-ER: ¿Cómo fue la preparación previa de Maradona para el mundial de México 1986?
-FS: La preparación comenzó 3 meses antes de llegar a Ciudad de México. A mí me habían llegado algunos informes del trabajo hecho por el grupo que ayudó a Francesco Moser, un ciclista italiano que había batido el récord de la hora en México. Al leer los informes, me pareció una buena idea contactarlos, ya que 100 días después, Diego iba a tener que competir en las mismas condiciones climatológicas, condiciones que, por otra parte, le resultaban favorables. En aquel momento le dije a Diego que el mundial lo habían preparado para él, en el momento y en el lugar justo, porque la menor presión parcial de oxígeno, la alta temperatura y el alto smog, no iban a permitir las marcas persecutorias que tanto fastidio le habían generado en el mundial de Italia 1982.
“Era un gallo de riña que peleaba en cualquier lugar, y se revelaba, no solamente ante el poder, sino también ante las adversidades”-
Personalmente, no pensaba que ese iba a ser el mundial para la Argentina, pero si creía que Diego, haciendo un gran mundial, podía inclinar la balanza y aumentar las posibilidades de traer la copa.
Le comenté a Diego lo del informe, él estuvo de acuerdo, y desde su oficina contactamos a Enrico Archieri, un fisiólogo que trabajaba en la Universidad de Varese. La reunión fue muy cordial, me contestó más de 100 preguntas y, a partir de allí, nos contactó con el Dr. Antonio Dal Monte, que era el jefe del Departamento de Investigación y Desarrollo del Comité Olímpico Nacional de Italia. Dal Monte estaba a cargo de todo lo que tenía que ver con la aerodinámica de los coches de Fórmula 1 de la Ferrari. Era un tipo de primer nivel mundial, pero con una humildad aún más grande.
Todos los lunes, después de cada partido, viajábamos a Roma. Ahí a Diego se lo evaluaba minuciosamente, y pudimos conocerlo mucho mejor. Ya conocía mucho sobre sus sueños, sus temores, sus relaciones y sus proyectos, pero me faltaba conocerlo mecánicamente.
Durante esos trabajos en Roma, me hicieron saber que el sistema de reportación de energía que tenía Diego, le permitía hacer esfuerzos brutales en tiempos relativamente cortos. Luego, necesitaba más tiempo de recuperación que los demás. Tenía un físico privilegiado que funcionaba de una manera singular. Dejarnos ayudar por la ciencia fue una decisión muy acertada.
-LZ: ¿Cómo aislaron a Diego de la presión del afuera antes de la cita en México 1986?
-FS: Siempre he pensado que un gramo de tejido cerebral pesa más que los 76 kilos, en este caso de Diego. Si la convicción se mete en la cabeza, lo de abajo generalmente responde. Contamos con la ventaja de que Diego se encontraba en Italia, y allí se sabía muy poco de la Argentina. Los italianos no le daban mucha importancia a la preparación de Diego para el mundial, porque, en definitiva, estaban ocupados en lo que pasaba con su selección. La distancia con la Argentina ayudaba, porque nosotros viajábamos a Roma y prácticamente estábamos solos, algo que hubiera sido imposible en la Argentina.

Se alinearon los planetas, y a Diego le sirvió también que uno de sus principales rivales a batir sea Michel Platini, quien además jugaba en la Juventus de Turín, y mantenía viva la disputa entre el Sur y el Norte italiano. Continuamente, le repetía a Diego que era el mundial de él o el de Platini, pero que si él se lo proponía, el francés no iba a tener ninguna posibilidad. Afortunadamente fui profético, pero no me guiaba el conocimiento, sino el deseo de que así fuera.
-ER: Hay fotos históricas de tus abrazos con Diego tras el partido con Inglaterra. ¿Qué sentiste en ese momento?
-FS: Siempre me pasa algo con los partidos emocionantes. Hace días estuvimos en un partido que fue de los más épicos que presencié en mi vida, Chivas versus Puebla, en el mismo estadio en el que Diego le marcó el gol a Italia en el 86. El partido fue increíble por los vaivenes del juego y por la definición por penales. Finalmente perdimos, pero yo salí encantado por haber presenciado un encuentro electrizante, y mis propios compañeros del cuerpo técnico de Chivas me preguntaban, ¿Cómo hacés para que no se te mueva un pelo?
En el partido con Inglaterra me pasó lo mismo, lo viví con mucha tranquilidad, disfrutándolo y deseando que fuera un buen espectáculo. La presencia de Diego en el equipo aseguraba eso, y así fue. Disfruté del espectáculo, de la gente, de los colores y de los cánticos, y luego, con la victoria, la alegría fue completa.
-LZ: A lo largo de su carrera, Diego tuvo que ser infiltrado en diversas oportunidades, ¿qué le pasa a un cuerpo que recibe tantas infiltraciones?
-FS: Deja secuelas, porque se trata de elementos artificiales que hacen que se disimule el dolor, y el caso de Gabriel Batistuta lo demuestra de manera irrefutable. Muchas veces le sugería a Diego que no jugara partidos así porque eso le iba a quitar posibilidades de extender su carrera, y él me respondía que nadie ni nada podía darle seguridades, y que la única certeza que tenía es que ese día había partido y que tenía que jugar. Esa era su decisión, y yo cumplía con mi trabajo.
-ER: ¿Cómo fue la preparación de Diego para el mundial de Estados Unidos 1994?, ¿estabas de acuerdo con que Diego volviera a jugar un campeonato del mundo tras todo lo sucedido?
-FS: Yo no estaba para nada de acuerdo, inclusive se lo dije en las dos primeras oportunidades en las que charlamos, pero en la tercera sacó el as de la manga, diciendo que era el primer mundial que Dalma y Gianinna iban a poder ver en vivo y en directo.
“Junto a Diego aprendí lo nociva que es la frivolidad, y lo despiadado que es el poder y el éxito”.
Con ese argumento poderoso me convenció, y elegimos realizar la preparación en la estancia “El Marito”, ubicada en Santa Rosa, La Pampa. Me pareció que teníamos que aislarnos de todo y tener un íntimo contacto con la naturaleza. En ese entonces, le decía a Diego que si quería llegar a donde había llegado en el 86, tenía que salir de donde salió. Él estuvo de acuerdo y el 10 de abril comenzaron esos días, que son los que sigo eligiendo como los mejores y los que más recuerdo de los casi 4000 que pasé junto a él.
Diego estaba pasando por un momento de inflexión en su vida, fundamentalmente por que estaba haciendo lo imposible por superar su adicción. Fue una experiencia conmovedora, que luego terminó de la peor de las maneras, en otro claro pase de facturas del poder a quien fue tan irreverente con él.
-LZ: Diego dijo varias veces que de no haber consumido cocaína, hubiese sido incluso mejor jugador de lo que fue. ¿Cuánto lo afectó físicamente esa adicción?
-FS: Afectó mucho más a su mente que a su físico. La adicción produce grandes desequilibrios de la conducta, y quien la padece, deja de ser quien fue y comienza a ser manejado por la droga. Desde hacía mucho tiempo, Diego ya no se sentía él, sino que era lo que la droga lo llevaba a ser.
Yo siempre, antes que nada, reclamo mucha mesura, humanismo y respeto al momento de juzgar las conductas de los adictos. No se trata de degenerados ni delincuentes, son pibes emocionalmente abatidos. No todos los que padecen adicciones son chicos de barrios marginales, también hay hijos de CEO´s de grandes empresas que caen en ese problema.
Generalmente, esto se debe al hecho de que no se pueden acomodar a la vida que les toca vivir, y sufren que se los valore por lo que tienen y no por lo que son. Esos pibes necesitan que se los valore por lo que son, muchos están hambrientos y sedientos de afecto, de encontrar a alguien en quien poder apoyarse, que no les mienta, que les diga inclusive lo que no quieren escuchar, que les hable muy mal por delante y muy bien por detrás. En el caso particular de Diego, la adicción le hizo un daño irreversible desde el punto de vista emocional.
“La adicción le hizo un daño irreversible desde el punto de vista emocional”.
A través de Rita Levi-Montalcini, una doctora italiana que fue Premio Nobel de Medicina, supe que la adicción, además de tener raíces psicológicas, tiene raíces biológicas. No es adicto el que quiere, es como si cada uno viniera con un chip particular. Explicarlo en términos científicos es algo que me excede, pero en definitiva, se trata de que por cuestiones biológicas, hay gente que tiene más tendencia a ser adicta que otras. Esa tendencia puede ser favorecida o perjudicada por el entorno, de hecho, si una persona vive en una isla, por más tendencia que tenga a ser adicto no se va a enterar.
Diego, que evidentemente tenía características biológicas para ser adicto, tuvo que trepar hasta la cima de la montaña, y ahí se quedó solo. Nadie le dijo cómo superar las tempestades que allí arriba se desatan. De pronto todo el mundo quería darle consejos, y él no era una vasija a la que había que llenar con palabras, era una antorcha encendida que había que enderezar para que no provocara un incendio. A todos les interesaba Maradona, pero eran muy pocos los que escuchaban a Diego.
-ER: ¿Cómo encaraste tu trabajo con Diego cuando supiste lo de la adicción?
-FS: Cuando lo supe de los labios de él, con la ayuda del doctor Lino Russo, médico del Nápoli, nos pusimos en contacto con una comunidad de tóxicodependientes en Castellammare di Stabia, en Nápoles. Comencé a concurrir allí y a presenciar terapias de grupo. Recuerdo que en una ocasión, un chico de 19 años, hijo de un multimillonario del rubro náutico de la ciudad, me dio un libro para que se lo dé a Diego, cuya dedicatoria decía: “Querido Diego, no hay lugar seguro en el mundo para escondernos de nosotros mismos”. Me pareció una frase maravillosa. No nos podemos esconder de nosotros mismos.
-LZ: Cuando un futbolista tiene un caso de doping positivo, se lo suspende durante un tiempo determinado. ¿Cuál es tu mirada respecto a este tipo de casos?, ¿crees que la FIFA debería pensar otras alternativas a esta sanción disciplinaria?
-FS: Efectivamente. Creo que habría que pensar en otras alternativas, porque un adicto es una persona a la que hay que ayudar, no aislarla con su adicción. También habría que preguntarles a estos señores qué saben de adicciones, aunque estoy seguro de que no saben nada. Son los mismos tipos que decidieron que el mundial por venir se juegue en Qatar, donde ya hay más de 6500 víctimas fatales por culpa de la brutal explotación que se hace de los obreros y los trabajadores migrantes, a quienes se les quita el pasaporte y se los confina en lugares aberrantes para la condición humana. Esos directivos de la FIFA, que privilegian los negocios antes que a las personas, y lo hacen motivados por una insensibilidad que a mí se me hace insoportable, son los que deciden las sanciones disciplinarias.

Si alguien tiene un problema, ¿cómo lo vas a aislar de la única actividad que le hace bien?. Se los está dejando solos, y en esas situaciones, muchos toman decisiones irreversibles, ¿cuántos de ellos deciden ponerle fin a su vida?, hay estadísticas que son brutales, sin embargo no se dicen, porque a los que toman decisiones poco les importa cambiarlas.
-ER: El doping positivo por efedrina de Diego en el mundial de 1994 levantó múltiples sospechas, y se habló mucho respecto a que habría sido una venganza del poder. ¿Cómo viviste ese momento y qué análisis hacés hoy en día de esa situación?
-FS: Los sponsors necesitaban que en el mundial estuviera Diego, porque generaba mucho más interés en el evento. Después del 0-5 con Colombia, lo invitaron al repechaje con Australia, y ahí fue cuando a Diego se le revivieron las ganas de jugar un mundial. Yo estaba seguro de que, una vez que esté adentro, no iban a permitir bajo ningún punto de vista que ese negrito villero que le había metido el dedo en la oreja al poder se la llevara de arriba.
Sin el golpe anímico que provocó en los chicos la descalificación de Diego, Argentina podría haber ganado el mundial tranquilamente. Lamentablemente no lo perdonaron, ya había sido muy irreverente, les había arruinado, junto con sus compañeros, un negocio de más de 600 millones de dólares en merchandising cuando eliminaron a Italia. No iban a permitir que ese negrito que tenía tatuado al ´Ché´ Guevara en un brazo, y a Fidel Castro en el otro, pudiera levantar la copa y se manifestara, una vez más, en contra de toda esa mafia.
A casi 10 días del comienzo del mundial, y ante la duda que teníamos por la cantidad de pastillas que tomaban los jugadores, yo le pedí al Dr. Ugalde que le sugiriera a Grondona efectuar un control antidoping a todo el plantel. El doctor Roberto Peiró ya había comprado todos los frasquitos para hacer las pruebas, porque la idea parecía la más conveniente, pero una vez que se la transmitieron a Grondona, inexplicablemente, dijo que no. ¿No les parece sospechoso que el máximo responsable de la delegación, Grondona, que presentó al único jugador en esas condiciones, Maradona, no fuera sancionado? No solamente no fue sancionado, sino que poco tiempo después, fue designado como vicepresidente de FIFA y presidente de la Comisión de Finanzas sin siquiera saber hablar inglés. Ese cambio de figuritas, de yo te doy esto y vos me das aquello, me hace mucho ruido.
-LZ: El 25 de noviembre del 2020, murió una parte de cada uno de nosotros. Con la partida de Diego se nos murió la infancia y la alegría. ¿Cómo te enteraste de la noticia?, ¿hace cuánto no lo veías?
-FS: Hace mucho tiempo que no lo veía. Nuestro último abrazo fue el día del velorio de su padre, después él se fue para Dubái y yo me fui para otro lado. Cada tanto había alguna llamada, pero eran muy pocas. Como decía Borges, la amistad no necesita de la frecuencia, el amor en cambio si. Si te vas de tu casa sin avisar, volvés a la semana y seguro tenés tus valijas en la puerta. Tengo muchos amigos que no veo hace 15 o 20 años, pero ellos saben que yo estoy, y yo sabía que Diego estaba, no hacía falta ningún gesto.
“No iban a permitir que ese negrito que tenía tatuado al ´Ché´ Guevara en un brazo, y a Fidel Castro en el otro, pudiera levantar la copa y se manifestara, una vez más, en contra de toda esa mafia”.
Cuando Diego estaba en Gimnasia, miembros de su cuerpo técnico me llamaron y me dijeron que quería hablar conmigo. Les dije que no había ningún problema, pero que quería estar con él y con alguien más. Se ve que no les gustó la idea porque no me llamaron más.
El 25 de noviembre estaba en mi casa, venía de hacer unos minutos de footing en Belgrano, donde vivo actualmente, y me llamó un amigo en común que teníamos con Diego, que había llegado hace poco de Cataluña. Cuando atendí y dije hola, él me respondió: “Murió Diego”, le respondí que qué me estaba diciendo, y me respondió nuevamente, esta vez con un tono que denotaba enojo, que había muerto Diego. Colgué, prendí la tele y vi que en un zócalo decía que un grupo de médicos estaba tratando de recuperar a Diego de un paro cardiorespiratorio. En ese momento pensé por qué mi amigo me había dicho que estaba muerto, pero al cabo de unos segundos apareció otro zócalo rojo con letras en blanco en el que se confirmaba su partida.
A partir de ese momento, decidí hacer mi propio duelo, y por 10 días, el número que lo acompañó durante toda su vida, cerré el teléfono y no le respondí a nadie. Cuando lo volví a ver, había más de 1.600 de mensajes y me ocupé de responder uno por uno, pero durante esos días ni lo toqué. Quería tomar distancia.
-ER: La muerte de Diego fue, entre otras cosas, un hecho político para la Argentina y un hecho muy significativo para gran parte del mundo. ¿Cómo interpretaste la manifestación de amor colectiva que se vivió durante esos días?
-FS: Con sentimientos encontrados, porque había de todo. Hubo lágrimas verdaderas, pero también hubo lágrimas de cocodrilo. Yo conozco a varios de los que lloraron ese tipo de lágrimas, y que actuaron de manera hipócrita y premeditada para que no se note. Personalmente, tomé distancia del asunto. Esa misma noche me llamaron Gabriel Heinze y Javier Mascherano para invitarme a acompañarlos, pero les dije que no iba a ir, porque de mis muertos queridos, prefiero quedarme con la última imagen en vida. Prefiero recordarlos con una sonrisa de oreja a oreja y con los ojos brillantes de felicidad por la vida que cada uno vivía. Diego es uno de esos afectos queridos que ya no están, y lo quiero recordar así, con la alegría que vi más de una vez en sus ojos.
-LZ: ¿Cómo surgió el libro ´Diego, desde adentro´?
-FS: Charlando con Fernando Molina, quien había sido uno de los ayudantes de Diego durante el mundial del 2010 en todo lo que tenía que ver con la prensa, me preguntaba algunas cosas y yo le contaba anécdotas. En un momento me dijo: “Vos tenés que escribir un libro, no te podés quedar esto para vos, porque el Diego es de todos”. A partir de allí, me quedó revoloteando la idea, pero, ¿cómo iba a hacer para escribir un libro sobre Diego? Era algo que me excedía. Al poco tiempo, Molina me hizo conocer a Luciano Wernicke, un apasionado de lo que hace y también del fútbol y del Diego. Desde ese momento, fueron rondas y rondas de café en las que yo contaba y él escribía. Así fue saliendo el libro. El embarazo duró más o menos 9 meses.
-LZ: Nació a término.
-FS: Así es. Nació ese bebe que lleva por nombre ´Diego, desde adentro´, y que, producto de un milagro de la genética, tiene tres papás.
-ER: Durante la charla citaste a Borges, y he leído notas tuyas donde lo citas frecuentemente, por lo que deduzco que sos lector de su obra. ¿Alguna vez conversaste sobre Borges con Diego?, ¿qué papel jugaron esas lecturas al momento de escribir el libro?
-FS: Es una lectura de referencia, una de las muchas que me gusta recorrer, y ese fascinante hábito de leer se lo debo, más que a nadie, a mi abuela materna. Me encanta la poesía, y en ese sentido, tuve el privilegio de vivir en Sevilla, donde pude conocer la vida y la obra de Federico García Lorca, de Rafael Alberto y de toda la Generación del 27. No recuerdo haber hablado de Borges con Diego, pero una vez le regalé a Carlitos Tévez el libro ´Las fuerzas morales´, de José Ingenieros, y le escribí en la dedicatoria lo que para mí representa la lectura de un libro: “Querido Carlitos, dicen los que saben que, al terminar de leer un buen libro, uno ya no es el mismo y pasa a ser un poquito mejor, aunque nadie se dé cuenta”.
*Desgrabación: Camilo Caballero