Empezaré compartiendo mi tesis: el peronismo es movimiento irreductible, como la vida. Para intentar abordarla, desmenuzarla y sostenerla, comenzaré por introducir a un autor que nos va a ayudar a comprehender mejor algunos aspectos de dicha tesis. Hans Jonas fue un filósofo alemán, formado junto a Martin Heidegger, quien concentró su trabajo filosófico-reflexivo en torno a las cuestiones de los problemas éticos y sociales creados por la tecnología, y sobre el dualismo cartesiano moderno (esto es, Hombre versus Naturaleza), concibiendo a este último como “desgarro cosmológico y existencial”.
En su maravilloso libro El principio vida: hacia una biología filosófica (Trotta, 2017), Jonas hace una poderosa distinción entre la “ontología de la muerte” y la “ontología de la vida”. Allí, el autor nos muestra, con ejemplos, cómo en las sociedades previas a la modernidad la vida era “lo existente” (ontología o qué es lo que existe) y lo difícil de comprehender era la muerte. Y así justifica la necesidad de dichas sociedades de realizar, por caso, las ofrendas de los enterratorios para que la muerte se parezca a la vida y el pasaje sea de la mejor forma. Entonces, la vida existía y podía ser entendida, explicada y aceptada, mientras que lo desconocido e inexplorado era la muerte.
En contraposición, y como parte del quiebre moderno de cosmovisión, Jonas sostiene que a partir de allí se instala una “ontología de la muerte”, según la cual lo-que-existe es la muerte, lo sin vida: átomos, moléculas, materia inerte. Entonces, y a partir de lo que se concibe –metáfora mediante– como los “ladrillos de la vida”, lo vivo no es más que materia inerte complejamente organizada. Esto implica una reducción –o simplificación– muy fuerte de lo vivo, o al menos así lo entiende Jonas. Significa entender a la vida a través de la muerte. Bastará con las “partículas fundamentales” de la materia inerte para explicar el funcionamiento de una célula, el mercado y las dinámicas sociales más complejas.

A partir de esta cosmovisión basada en la ontología de la muerte es que se estructuran las sociedades occidentales actuales, produciendo un tipo de ciencia muy particular, la que trae consigo la máquina, pero también el capitalismo. Alcanza con ver el avance global de un tipo de humano-zombie simplificado, unidimensional y homogéneo para entender a dónde apunto. Lo mismo puede observarse con los ecosistemas. Este es el nacimiento de la verdadera “grieta”: quienes creen que la vida es solo muerte organizada o quienes ven en ella propiedades emergentes irreductibles. Mientras la muerte representa la quietud, la ausencia de cambio o el equilibrio, y por ende a los conservadores, la vida es movimiento permanente e inmanente y cuenta con representación política organizada. En nuestro país este espacio lo representa el peronismo.
Si entendemos a la vida como movimiento, la mejor forma para comprehenderla será el pensamiento dialéctico. En palabras del propio Marx, la dialéctica parte de la premisa que sostiene que “todo lo que existe, todo lo que vive sobre la tierra y bajo el agua, no existe y no vive sino en virtud de un movimiento cualquiera. Así, el movimiento de la historia crea las relaciones sociales, el movimiento de la industria nos proporciona los productos industriales, etc.” (Miseria de la filosofía; Moscú, Progreso, 1974, p. 88). En otras palabras, la dialéctica busca captar una totalidad “moviente”, donde cada parte está en relación interna con el todo, es mediada por este y, a su vez, media al todo.
Materia y movimiento forman una unidad inseparable (el movimiento no es sino una modalidad o modo de existir y de manifestarse de la materia y la energía). Existen formas de movimiento cualitativamente distintas, cada una de las cuales es objeto de investigación de una disciplina científica específica (la física, la química, la biología, la sociología, la historia, la antropología, entre otras). Así, los tres movimientos característicos de la dialéctica son la tesis, la antítesis (o contradicción a la tesis) y la síntesis o “superación” (en alemán, aufhebung: abolición y conservación). La “superación” denota que al mismo tiempo se destruye y conserva algún aspecto. Según la triada dialéctica, la categoría superior (síntesis) “supera”, es decir, transforma la antítesis en el movimiento del pensamiento (o la acción).
Mientras la muerte representa la quietud, la ausencia de cambio, y por ende a los conservadores, la vida es movimiento permanente y cuenta con representación política organizada. En nuestro país, es el peronismo.
¿Pero qué tiene que ver el peronismo con todo esto? Todo. El peronismo solo puede ser entendido desde la “ontología de la vida” y como movimiento irreductible. Son las contradicciones internas, superadas –en términos dialécticos– por el pueblo las que lo hacen mover. Por eso es tan difícil entenderlo para los modernos, anclados en la muerte, el odio, la quietud y centrados en el individuo. Al peronismo siempre le “falta algo”, es incompleto. Porque no alcanza con “cartesianizarlo” para entenderlo. En el peronismo el todo no es igual a la suma de las partes. Ese es su carácter “vitalista”, irreductible. Nace –y se constituye– a partir del movimiento de masas del 17 de octubre de 1945 hacia su Ágora fundacional: La Plaza de Mayo.
El peronismo, entonces, debe ser entendido como movimiento dialéctico, donde la “síntesis” la hace el pueblo, principalmente en la calle. Acumulación cuantitativa (de luchas), salto cualitativo (en conquista de derechos). Pero si es movimiento, es proceso. Por eso hablar de peronismo es hablar de la filosofía de procesos, e implica atacar el sustancialismo moderno. Y acá vale recordar la relación entre la filosofía de Hans Jonas con la de Whitehead o el propio Marx. Esto lo tenía muy claro “El Bebe” John William Cooke, al que todo peronista que se precie de tal debería volver en momentos difíciles como este.
La pandemia nos frenó y encerró. Detuvo el ímpetu de nuestro movimiento. Esa esencia que estaba presente en el acto del 10 de diciembre de 2019 en nuestra Ágora fundacional y que debemos recuperar. Esto hace, indefectiblemente, crujir el Frente de Todos. Mientras una parte busca retomar el movimiento, otros sectores, los más conservadores, se transforman en una especie de lastre histórico que, disciplinados por el lawfare, le temen a la lapicera. Pero, como dice el dicho, cuando la cosa se pone tensa y el temporal arrecia entre los peronistas, “no se están peleando, se están reproduciendo”. Nunca mejor explicado el proceso dialéctico que implica el peronismo.
El peronismo, entonces, debe ser entendido como movimiento dialéctico donde la “síntesis” la hace el pueblo.
Como hecho maldito del país burgués, es algo irreductible, tal y como lo es la vida. De esta salimos con más y mejor peronismo, nunca con menos. Recuperando su esencia movimientista, su épica. Nunca con un peronismo de pocos, de amigos o sectorial. Salimos como movimiento de masas, usando la lapicera y todas nuestras capacidades con coraje, o el invierno, el cruel invierno, se acerca.
* El autor es investigador del CONICET y docente de post-grado de la UNPSJB. Sus investigaciones se enfocan en comprehender los sistemas socio-ecológicos costero-marinos a partir de las herramientas propias de la ecología política y la filosofía de la conservación, para mejorar las condiciones de la interfaz ciencia-política-sociedad.