Hay gente que no puede librarse del odio. Lo acarician y lo cuidan como si fuera un tesoro. Y el odio también los ama a ellos.
Los odiadores repiten proclamas y acusaciones que les insuflan las armas bioquímicas del periodismo de guerra. Respiran el veneno de la tinta de algunos medios, a los que se suman algunos zócalos televisivos que jamás se detienen a explicar y a contextualizar lo que realmente ocurre, dejándolos expuestos a la peor información.
Y las víctimas no saben qué hay realmente detrás, qué intereses mueven a los que inoculan la sustancia.
“Hay un plan de desgaste, una estrategia de goteo incesante”.
Después, claro, la gente compone una ideología que parte de esquemas que los condicionan. Racismo y fobias de todo tipo caracterizan a personajes como los que estuvieron manifestándose el 17 de agosto por el centro de Buenos Aires y otras ciudades del país.
No hay que dejarse ganar por un rechazo que se convierta en otra forma de odio. Tenemos que preservarnos. Contamos con ventajas interesantes para contener ese interior turbulento que generó, por ejemplo, la marcha del lunes pasado.
La simple mirada a sus comportamientos debe ser aliviadora. Porque fueron patéticos. Vimos gente que gritó sandeces sin ningún argumento, que se envolvió en una bandera y que aludió nada menos que a la figura de San Martín.
Estas personas no se manifestaron por la cuarentena ni por la reforma judicial, ya que no tienen la más remota idea de su contenido.
“No es la democracia, ni la economía, ni la justicia, ni la cuarentena. Es el odio”.
Tampoco pueden hablar de falta de libertad, cuando hay miles de cosas que cercenan la supuesta libertad en nombre del derecho de los otros.
Tampoco pueden decir que defendían la democracia, porque muchos de ellos son admiradores de alguien que la niega, como lo hizo Elisa Carrió hace un año (“A nosotros no nos van a sacar de Olivos, nos van a sacar muertos”).
Tampoco pueden decir que fueron por la paz social cuando entre ellos se manifestó Patricia Bullrich, una exfuncionaria que entre otras barbaridades supo decir: “El que quiera estar armado que ande armado, el que no quiere que no lo esté. Argentina es un país libre”.
Tampoco pueden decir estuvieron por la independencia judicial, teniendo en cuenta que como todos saben el macrismo designó por decreto a dos miembros de la Corte Suprema de Justicia.
“Repiten proclamas que les insuflan las armas bioquímicas del periodismo de guerra”.
Tampoco pueden invocar cuestiones económicas, porque hasta un niño entiende lo que estamos padeciendo con la pandemia.
No es la democracia, ni la economía, ni la justicia, ni la cuarentena. Es el odio.
Entonces, no entremos en su juego. Hay que estar lúcidos y firmes en nuestras convicciones. No dejemos de ver que detrás de ellos está el poder mafioso de los medios. No fue una marcha inocente. No ignoremos que quieren voltear al gobierno. Hay un plan de desgaste, una estrategia de goteo incesante que con sus desplantes en el Obelisco logran ese propósito.
Seremos más democráticos en la medida que defendamos el resultado electoral de hace algunos meses.
Democracia es que ellos esperen su turno.
Así de simple.
*Extraído del editorial de Víctor Hugo Morales en la AM750.