Ídolo máximo del fútbol argentino y astro del deporte global, Diego Armando Maradona murió esta tarde, a los 60 años, luego de sufrir una descompensación cardíaca en su domicilio de Nordelta, donde se recuperaba de una intervención quirúrgica. El mundo entero llora la partida de Diego, y la Argentina quedó conmocionada. “Nos llevaste a lo más alto del mundo. Nos hiciste inmensamente felices. Fuiste el más grande de todos. Gracias por haber existido, Diego. Te vamos a extrañar toda la vida”, lo despidió por Twitter el presidente Alberto Fernández, que decretó desde hoy tres días de duelo nacional. “Mucha tristeza… Mucha. Se fue un grande. Hasta siempre Diego, te queremos mucho”, escribió Cristina Fernández.
Para pensarlo, recordarlo y valorarlo en su real dimensión, Contraeditorial rescata la lectura de algunos pasajes de “D10S. Miradas sobre el mito Maradona”, el libro de Julio Ferrer que se presentó este año con motivo de los 60 años del ídolo:
Diego, otro hijo de las Madres
Por Hebe de Bonafini
A Diego Maradona lo conocí y disfruté como jugador de fútbol. Y nuestro acercamiento se fue dando a partir de algunos mensajes públicos de él de cariño y respeto hacia las Madres, que nos llenaron de mucha emoción.
Nos conocimos personalmente en noviembre del 2005, en Mar del Plata, en la histórica batalla ganada a los Estados Unidos de Bush cuando junto a los líderes latinoamericanos Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula, Fidel Castro y otros, sepultamos el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Allí compartimos mucho con Diego, fue muy lindo todo.

Luego, en el 2011, le hice una entrevista en su casa para la revista de las Madres Ni un paso atrás, que fue muy linda y en la que él fue muy respetuoso y amoroso.
También, en el 2012, Dalma Maradona me invitó a ver su obra de teatro La hija de Dios, que es muy bella y profunda.
Más adelante, en julio del 2016, Guillermo Moreno, que tenía un programa en Radio Del Plata, nos juntó con Maradona (también estaban Nora Veira y Daniel Tognetti) y hablamos de todo un poco, de nuestro amor a Fidel, Chávez y Cristina, y del desastre que comenzaba a hacer Macri como presidente de la Nación.
“Él siempre hablaba con ojos brillosos sobre el amor a sus papás, sobre todo a doña Tota, y repetía algo de cuando era chiquito y no se daba cuenta de por qué doña Tota no comía a la noche, solo tomaba un mate cocido”.
Cada vez que hablábamos con Diego, los temas eran la vida, las Madres, el amor, la política… Él siempre hablaba con ojos brillosos sobre el amor a sus papás, sobre todo a doña Tota, y repetía algo, como si lo hubiera atravesado en la vida, de cuando era chiquito y no se daba cuenta de por qué doña Tota no comía a la noche, solo tomaba un mate cocido. Y cuando recordaba ese momento, él se emocionaba hasta las lágrimas. La otra cosa que me contó con mucha emoción fue que cuando su madre estaba por tenerlo en el hospital, estando con la panza y subiendo la escalera, se encontró con una medallita en forma de estrella. Y ese mismo día nació Maradona. Toda una simbología, Diego y la estrella.
Tengo otra alegría para querer aún más a Maradona: el ser técnico del club de mis amores, Gimnasia y Esgrima, donde jugó mi marido y del que toda mi familia es hincha. Él viene a trabajar a un equipo humilde pero con corazón. Él viene a enseñar táctica y estrategia. No viene a crear maradonas porque Diego hay uno solo. Él viene a enseñar la pasión y la nobleza por el deporte. Cuando juega Gimnasia de local, es tanto el fervor que produce Diego, que ese fin de semana hay carnicerías que se quedan sin chorizos y vacíos por la gran cantidad de puestos de sándwiches. Es increíble.Quiero con el corazón a Diego, es un gran hombre y tiene mucho amor. Es sensible y humilde. No se olvida de los suyos, de su barrio, de su gente. Está comprometido con las causas del pueblo. Es un ser especial y fue el mejor jugador de todos los tiempos.
Entre el heroísmo y lo épico
Responde Alejandro Dolina
– Alejandro, conociendo tu pasión por el fútbol, te propongo transitar alrededor de la figura de Maradona…
-Me gustaría aportar algunas pocas vivencias con Diego Armando Maradona, con quien tengo muy buena relación, aunque sin llegar a la amistad porque solamente nos hemos visto una docena de veces, en las que hemos conversado largamente. Creo que esa simpatía mutua debe haber nacido luego de que yo hiciera unas declaraciones cuando la FIFA lo expulsó del Mundial de los Estados Unidos en 1994 y Diego tuvo el gesto de agradecérmelo públicamente.

Considero que podemos encontrar facetas de Diego que no han sido suficientemente exploradas. Por ejemplo, es muy buen cantor, y eso lo digo yo, que soy cantor y músico y vivo la música con gran intensidad. Diego canta y afina muy bien y hasta me parece extraño que no hayan explorado ese costado tan atípico y natural. Recuerdo que hace unos años estaba creando una comedia musical y Diego me dijo que le gustaba cantar y ahí nomás entonó el tango de Carlos Gardel Tomo y obligo con una afinación formidable. Me produjo una sensación fortísima.
Otra gran cuestión, a mi juicio, es que tiene un humor muy inteligente. Un hombre que juega como Diego tiene que ser un tipo vivo, astuto. Y la astucia es una forma de la inteligencia. Respecto a eso, recuerdo algunos momentos. Los dos fuimos protagonistas en 1996 de una película muy mala –a mi criterio–: El día que Maradona conoció a Gardel. Una parte de la filmación la hicimos en Buenos Aires y otra en Punta del Este en pleno invierno. Diego se encontraba en tierras uruguayas porque se estaba preparando físicamente allí para su regreso a Boca Juniors. Junto a otros amigos, lo acompañábamos a correr y a entrenar con la cinta. A veces salíamos a recorrer la ciudad de noche, con los negocios cerrados y siempre hacía el mismo chiste, no recuerdo si por una ocurrencia mía o de él, pero decía: “Gran fracaso la temporada en Punta del Este”.
“Un hombre que juega como Diego tiene que ser un tipo vivo, astuto. Y la astucia es una forma de la inteligencia”.
También recuerdo una anécdota graciosa durante la filmación de la película, en una noche muy fría. Había una especie de bar con forma de chalet, que habían abierto para la filmación, y que estaba lleno de extras. En esa escena teníamos que entrar con Diego al bar. Lo que sucedió fue que esa misma escena tuvimos que repetirla varias veces, y cada vez que estábamos afuera esperando la entrada, sufríamos un frío espantoso. Hasta que de pronto, en una de las últimas repeticiones y en medio de un silencio absoluto, se oyó claramente la voz de Diego decir: “Che, ¿y si nos vamos a la mierda?”. ¡Me causó tanta gracia esa ocurrencia del hartazgo!. Fue memorable.
-¿Fue en esta película donde conociste personalmente a Maradona?
-A Diego lo había conocido meses antes de esa filmación cuando me invitó a almorzar en el Hindú Club. Ese día fui acompañado por mis dos hijos y durante el almuerzo Diego estaba conversando temas de fútbol y mi hijo más grande, Alejandro, en ese entonces de 13 años, lo escuchaba atentamente y de repente se puso a hablar con él. En un momento Diego como asombrado me dice: “Mirá cómo sabe este pibe”. Esa frase para mi hijo fue sublime, el acontecimiento más extraordinario que había vivido hasta ese momento. Ese almuerzo que viví con mi familia fue un momento especial que le voy agradecer todo la vida.

-¿Pudiste tenerlo como invitado en algunos de tus clásicos programas de radio?
-En 2014, mientras estaba trabajando en el Viejo Continente, en el marco del ciclo “Primavera argentina en Europa”, lo invité Diego a una emisión de mi programa de radio La venganza será terrible desde la Piazza dell’Esquilino en Roma, frente a la embajada argentina. Allí habló y defendió al entonces gobierno de Cristina Fernández, habló del amor que profesaba a Evita y de su encuentro con el Papa Francisco.
“Siempre enfrentó las dificultades de la vida y el deporte de un modo épico”.
En esa estadía pude comprobar el amor que le profesan a Diego en Italia. En Roma, nosotros siempre cenábamos en un restaurante en la misma cuadra de la embajada, y la vez que fuimos con Diego, los mozos quedaron asombrados por el ídolo. Al otro día, cuando fuimos solos, los mismos mozos nos trataron de una manera increíble por el solo hecho de ser amigos de Maradona. La idolatría a Diego es tremenda.
-¿Cómo definirías a Maradona?
-El Maradona futbolista es lo mejor que existió en la Tierra. Puede haber muchos jugadores excelentes como Pelé, Cruyff, Messi, entre otros, pero Maradona tiene una manera artística, en su vida y en su juego. En algunos de los clubes donde jugó, como en el Barcelona pero más aún en el Nápoli, tuvo que hacer todo de abajo, con infinidad de dificultades. Y siempre las resolvió. Y toda esa construcción lo fue convirtiendo en un héroe deportivo. Con su vida se podría hacer una novela extraordinaria, siempre enfrentó las dificultades de la vida y el deporte de un modo épico.

Diego aceptó que es un héroe trágico, que no se tiene que enfrentar con el vecino de la esquina. Sabe que se enfrenta siempre con los poderosos del mundo, tanto en ámbitos deportivos como políticos. Su manera de pensar y vivir no es aceptada por el orden establecido de los mercaderes. Yo creo que buscarse esos problemas con el establishment es la naturaleza de los seres humanos superiores. Maradona es una especie de héroe griego, que batalla por la nobleza y el honor más allá de cualquier mortal.
Maradona es un ídolo popular planetario de altísimo vuelo, fuera de la lógica de la sociedad burguesa que busca los ejemplos de la falsa moral e hipocresía. Lo ubico en la misma categoría de Muhammad Ali. Son personajes que en sus disciplinas son inigualables y, además, han luchado contra la injusticia y los poderes establecidos.
El inventor de la pelota
Por Alejandro Apo
A Diego lo conocí de muy pibe, junto a Jorge Cyterszpiler, en la cancha de Argentinos Juniors. Yo vivía muy cerca de allí, en Juan Agustín García y Cuenca.
Por mi condición de futbolero, me cansan mucho las comparaciones ante la aparición de cualquier jugador. A Lionel Messi lo pongo en un lugar muy alto, como lo pone Diego, pero esa recurrencia de compararlo… no solamente con Messi, también con Pelé, Platini, Cruyff, Zidane… Voy acumulando bronca, porque Maradona no se compara con ningún jugador, es único. Es el único jugador que a todas las preguntas que le hizo el fútbol en su camino, las contestó con 10. Fue la contundencia por el camino de la belleza. La habilidad al servicio del equipo. La táctica, la estrategia, la ubicación, la guapeza y el liderazgo se dieron en una sola persona, y por todas estas razones, Diego es el inventor de la pelota. Diego es único en su explosivo talento.

Si se quiere ser contundente para evitar la discusión sobre cómo llegó Diego a ser lo que fue como jugador, si adoptó la forma que tenía Carlos Salvador Bilardo o la de César Luis Menotti, la respuesta es que Diego eligió la forma de la belleza y la sutileza.
Y fue contundente. Ganó por el camino más bello, es el más artista de todos los jugadores del mundo.
Todo esto se lo he transmitido al Diego, además de decirle que los futboleros de ley estamos hartos de todos los personajes que buscan, por todos los medios y caminos posibles, poner en duda la grandeza del Diez. Somos millones los que estamos seguros de que no hay jugador que reúna todo lo que él tiene. Es una total falta de respeto seguir poniendo en duda la supremacía de Diego sobre el resto. ¿Cómo se atreven a ningunearlo? Muchos quieren juzgarlo en lo que hace con su vida. ¿Y quiénes son para juzgarlo? ¿Cómo podría yo juzgarlo por algunas debilidades si yo también tengo las mías? Yo no tengo autoridad para eso. Me imagino que todos lo que critican a Diego son ejemplos de vida y campeones de la moral… Me imagino, ¿no? Esos hipócritas tendrían que hacer lo que cantaba José Larralde en Herencia pa’ un hijo gaucho: “Nunca se meta ni pase por juez de problema ajeno. El rancho suyo está lleno de cosas por arreglarse”.
“Es el más artista de todos los jugadores del mundo”.
Sobre Diego conservo el deber de la memoria de todas las alegrías que nos regaló. Siento que siempre me acompaña. Voy caminando por el mundo del fútbol con él. Me tocó vivirlo y disfrutarlo en varios mundiales. Es decir, camino con Diego… siempre.
Rebelde por siempre
Por Adrián Paenza
El día específico en que conocí a Diego Armando Maradona, no lo puedo recordar. Sí puedo decir que yo ya era periodista (empecé a trabajar con José María Muñoz en La Oral Deportiva en junio de 1966) y nos llegaba el rumor de un niño que hacía “jueguito” con la pelota en el intervalo de los partidos de Argentinos Juniors. En esa época, yo también jugaba mucho a la pelota (fíjese que no dije que jugaba bien, dije que jugaba…), y el rumor entonces no era solamente sobre lo que él hacía (como un “entretenedor” en el medio de un circo), sino que también jugaba en los equipos de Francis (Cornejo). Y no cualquiera jugaba allí…

También habíamos escuchado hablar de otro muchacho, lisiado, que lo acompañaba a Diego por todos lados. Era Jorge Cyterszpiler. Alguien de mi familia conocía a la familia de Jorge y del hermano, Silvio, y ya nos habían hablado de ese pequeño jovencito que hacía magia. Si no recuerdo mal, en esa época se jugaban dos partidos antes del de primera: la tercera, después la reserva y recién al final los equipos de primera. Diego hacía jueguito en los entretiempos, y en el momento en que reaparecían los equipos, el estadio se “desinflaba”, todos querían más, y que no se terminara nunca. ¿Habría gente que iba solo para ver los entretiempos?
Ahí lo conocí. Como yo “hacía” vestuarios para Muñoz, tenía acceso privilegiado. Y también conocía a Francis, porque muchos amigos míos jugaban o habían jugado en sus equipos. Todos querían jugar ahí, pero Diego no solo jugaba… Era razonable y esperable que, en algún momento, apareciera alguien sobresaliente, alguien que fuera “el mejor entre los mejores”. Ese fue Diego. Nadie había visto nada igual. Para poder entenderlo uno tiene que haber jugado, tiene que haber intentado alguna vez hacer algo que no se puede, porque hay restricciones que impone la física, porque uno sabe que hay diferencias entre una mano y un pie. De la misma forma en que uno sabe que, si quiere ponerse la pelota en la cabeza, la ley de gravedad hará que la pelota se caiga. Salvo que esa cabeza particular funcione de manera diferente, y los hombros, cumplan una función diferente de la que cumplen para el resto de los mortales. Únicamente así se puede entender. Y con esas zapatillas que no estaban rotas pero sí usadas, gastadas, de tanta tierra.
La primera nota de Paenza a Diego fue producto de una lluvia torrencial y un partido suspendido. “¡Muñoz! ¿Me da un minutito para poder hablar con un niño prodigio?”, pidió permiso el joven periodista deportivo.
Eso, tierra. En esos lugares no se juega sobre césped, se juega en la tierra, una tierra seca que salta hacia arriba como si fuera polvo. Siempre sospeché que el mismo polvo se quedaba quieto un ratito para poder ser un espectador privilegiado, tan cerquita de Diego. Sí, me parece que fue allí donde lo conocí, y donde –creo– le hice la primera nota, un día que en la cancha donde estaba Muñoz había llovido tanto que el partido principal se había suspendido, y entonces yo, en un momento descarado, lo interrumpí para decirle: “¡Muñoz! ¿Me da un minutito para poder hablar con un niño prodigio?”.
Nadie hacía eso, porque a Muñoz no lo interrumpía nadie, pero ese día no iba a haber fútbol así que estaba bien que habláramos con alguien que hablaba muy bajito, con voz muy firme pero baja en volumen. Lo había traído hasta el micrófono Jorge Cyterszpiler. Y allí, en ese momento, conocí a Diego. Mi profesión periodística me ha regalado vivir algunos delos momentos más importantes de la carrera deportiva de Diego, que me siguen asombrando y conmoviendo. Aunque hay un único momento deportivo que supera cualquier otro: el segundo gol a los ingleses. Todo el resto está muy bien, y es posible que en la comparación con el título conseguido en México 86, sea más importante el campeonato del mundo que un gol. Seguro que sí. Pero también, seguro que no. Ese momento es imposible de superar porque fue lo más cerca que estuve de creer que estaba alucinando, que no podía ser que hubiera visto lo que había visto.

Tampoco podemos olvidar el primer título con el Napoli. Cuando Diego jugó por primera vez en Turín, pero también en Milán, a pesar de que ya había jugado algunos partidos de la liga representando al Napoli, lo recibieron con una bandera que decía: “¡Benvenuto a Italia, Maradona!” Es por eso que haber ganado el Scudetto con el Napoli tiene un valor extra que nosotros no podemos evaluar. Hay que haber nacido en el sur, o representar al sur, y poder decirle al poder y al dinero: “¡El sur también existe!”… Entonces sí, también me conmueve ese título particular.
“¡Me cortaron las piernas!“, le dijo a Paenza en el Mundial de Estados Unidos de 1994 cuando fue expulsado por el doping positivo de efedrina.
Otro momento especial que me tocó vivir junto a Diego fue durantesu último Mundial, el de los Estados Unidos de 1994, y su expulsión por el doping positivo de efedrina. Los canales 13 y 11 se habían disputado la transmisión de los partidos, y finalmente la obtuvo el 13, que contrató a Diego. Y él me eligió como periodista del canal para que lo acompañara en el Mundial. Cuando apareció la noticia del doping, arreglé con Marcos Franchi, su representante, para hacerle una nota a Diego porque estaba todo el país pendiente. Hacer esa entrevista fue muy complejo, era una situación muy delicada. Logré que Franchi me llevara a la habitación donde él estaba, pasando por entre todos los guardias. El hotel de Dallas era un gran cilindro y afuera había miles de periodistas. Era una locura. Marcos me vino a buscar, me llevó atravesando toda esa nube de periodistas y gente de seguridad, y llegamos al piso que tenía alquilado el seleccionado. Cuando se abrió la puerta del cuarto, estaba Diego en penumbras, sentado en un sillón grande. Cuando me vio, se levantó, me vino a abrazar y se puso a llorar de una manera que me hizo llorar a mí también. Me decía “yo no me drogué, yo no me drogué”. Fue un momento durísimo. Armamos todo con la cámara del cordobés Gustavo Rodero, y así hicimos la entrevista. Lo que él dijo no tuvo que ver con mis preguntas. O sea, mi participación fue irrelevante. Diego quería decir lo que dijo, y lo dijo porque le salió de sus entrañas: ¡Me cortaron las piernas! En todo caso, yo fui el vínculo para que él pudiera explicar lo inexplicable, y contarle a todo un pueblo, a todo un país, que él no había infringido ninguna norma, al menos en ese momento. Las había violado repetidamente otras veces, pero no esa. Ni tampoco ahí. Yo sentí que era como si le hubieran plantado una bolsita con cocaína en el auto y que nadie le iba a creer.

Algunas veces me han preguntado cómo definiría a Diego futbolista, Diego ser humano y Diego político. Es muy difícil contestar las últimas dos preguntas. ¿Cómo se resume un ser humano en unos pocos caracteres? De esa pregunta, paso. Sobre la tercera, puedo decir que Diego estuvo del lado de los que más necesitaban, de los que menos tenían, de los que no tenían voz. A su manera, con las imperfecciones y contradicciones que tenemos todos los humanos (¿por qué no habría de tenerlas él?, ¿acaso no es humano?) estuvo siempre del lado de “acá”. Y fue rebelde, siempre. Por eso Fidel, y por eso Chávez. Y por eso Cristina, y por eso Néstor. Nunca renunció a su origen, y muchas personas tienen pudor de “exhibirse públicamente” con sus padres, con su familia. Diego hizo política desde que se dio cuenta de que tenía poder, y por eso enfrentó a Grondona y a Blatter. Él siempre supo que no quería ser como Pelé, y no me refiero al futbolista, sino justamente a quien fue utilizado políticamente. Sus visitas y su vida en Cuba tuvieron un sentido muy peculiar, fue un mensaje enviado al mundo. “Acá es donde quiero estar. Acá es donde el prójimo importa siempre, hay salud y educación”.

Finalmente, la primera de esas tres preguntas es la más fácil: ¿fue el mejor de todos los tiempos? ¿Será verdad? ¿Cuánta incidencia tendrá que fue contemporáneo, mi contemporáneo, nuestro contemporáneo? Los que vieron a Di Stéfano creyeron que Alfredo fue un todoterreno que “inventó el fútbol moderno”. Y es posible que tengan razón. Y los que amaron a Puskas, o a Cruyff. O los que hoy sostienen lo mismo de Messi. Pero en todo caso, ¿qué importa? Nadie puede asegurar que cualquier respuesta que uno dé a la pregunta por “el mejor de todos los tiempos” no sea errada, porque no hay varas que sirvan para medir “todos los tiempos”. Cuando hay un metro patrón contra el cual compararse, la pregunta no tiene sentido. Usain Bolt es más rápido que Carl Lewis, sencillamente porque 9 segundos y 58 centésimas es menos tiempo que 9 segundos y 83 centésimas. ¡Y listo! La unidad minuto, y por ende segundo y sus diferentes fracciones son inmutables, no cambian. Por eso Bolt gana y ganará siempre, al menos frente a Carl Lewis. No tenemos el privilegio de hacer lo mismo con Diego, pero lo que sí podemos hacer es decir que la frase no resulta descabellada. Y en todo caso, ¿qué importa? ¿Por qué quitarles méritos a los otros, a los Messi, a los Pelé o a los Di Stéfano? ¿Por qué no valorarlos a todos? Diego está en ese lugar que se ganó con la pelota, con todo a favor (de a ratos) y con todo en contra (también de a ratos). Al único que no pudo derrotar fue al tiempo, que la última vez que me fijé, seguía invicto.
“Diego estuvo del lado de los que más necesitaban, de los que menos tenían, de los que no tenían voz”.
Ver a Diego dirigir nuevamente el fútbol argentino no me produce nada, al menos nada original. Preferiría que no lo hiciera, pero si a mí me cuesta trabajo elegir lo que quiero para mi vida, ¿se imagina tomar decisiones sobre la vida de los otros? Yo preferiría que no lo hiciera, porque en realidad yo preferiría que Diego siguiera jugando, y que el tiempo se hubiera detenido, y que yo me estuviera preparando para ir a una cancha, para que haya tres entretiempos. No quiero verlo de ninguna otra forma que no sea vestido de jugador, con zapatillas gastadas y con la tierra que se queda suspendida, porque esa misma tierra sabe… ¡todo lo que está por venir! Salud, Diego. ¡Y gracias!

*El libro “D10S. Miradas sobre el mito Maradona” (Editorial Octubre) fue escrito por el periodista Julio Ferrer y cuenta con un prólogo de Fernando Signorini, el preparador físico personal de Maradona en su paso por el Barcelona, el Nápoli y los campeonatos mundiales de México 86, Italia 90, Estados Unidos 94 y Sudáfrica 2010).
El trabajo de Ferrer también incluye más de 80 entrevistas a figuras de distintas partes del mundo que fueron parte de la vida deportiva e íntima de Maradona: periodistas como Víctor Hugo Morales, Guillermo Blanco, Ernesto Cherquis Bialo, Horacio Pagani, Adrian Paenza, Alejandro Dolina, el italiano Giani Mina; futbolistas y dirigentes argentinos como Claudio Paul Caniggia, Héctor Enrique, Miguel Brindisi, César Luis Menotti, Miguel Angel López o extranjeros como El Pibe Valderrama, Careca, Alemao, Gianfranco Zola, Bernard Schuster, Ottavio Bianchi y Rino Marchesi; y defensoras de los derechos humanos como Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, entre otros. Todos ellos dejan una semblanza sobre Maradona con algunas anécdotas, además de destacar la belleza de su fútbol y su calidez humana.
Asimismo, el libro cuenta con un recorrido de imágenes de Maradona de fotoperiodistas como Ricardo Alfieri (Clarín, El Gráfico, Soccer Magazine), José Pepe Granata (Télam, La Capital de Rosario) y de Renzo Gostoli (Associated Press, Time, Clarín).
El material, como dice su autor, es un pequeño homenaje para conmemorar el 30 de octubre los 60 años de Diego Maradona.