Desde una reposera en la Costa Azul, Macri sigue atento la causa que puede llevarlo a prisión: la investigación que arrincona a sus ex jefes de la AFI. Del seguimiento a CFK a las cuentas offshore abiertas horas después de la derrota cambiemita en las PASO. Negocios, estafas y millones, y la banda de espías impresentables en el inframundo que montó en la central de Inteligencia el ex presidente.
Mauricio Macri siempre fue un excelente amigo. Cuando lo puso al escribano y traficante de futbolistas, Gustavo Arribas, al frente de la AFI le alquiló por una suma simbólica el piso de la Avenida del Libertador al 2800, con vista a la Plaza Alemania, en coincidencia con su mudanza a la Quinta Presidencial de Olivos. Ahora, concluida la larga noche de los globos amarrillos, tuvo el gesto de facilitarle los servicios de su abogado, el doctor Alejandro Pérez Chada.
Aquel lo llamó durante la mañana del 4 de agosto. Y a modo de saludo, dijo: “Tenemos una mala noticia”.
Arribas no se sorprendió. La “mala noticia” era difundida en ese mismo instante por una placa roja del noticiero de Crónica con un elocuente titular: “Procesaron a Arribas y Majdalani”. La resolución del juez federal de Lomas de Zamora, Juan Pablo Augé, incluía un embargo de 200 millones de pesos y la prohibición de salir del país.
Macri le abrió a Arribas las puertas de Boca, donde se repartieron millones con sospechosas transferencias de jugadores. Años después, se repitió la escena pero en un lugar más peligroso: la AFI.
El otrora “Señor Cinco” – así como en la AFI llaman a sus jefes – cruzó algunas frases con el letrado sin despegar los ojos del televisor. Luego arrojó el smartphone sobre una mesa ratona.
A continuación el aparato volvió a sonar. Del otro lado de la línea se oía la voz de Silvia Majdalani. La otrora “Señora Ocho” – tal como le decían por ser la segunda jefa de la AFI – sonaba muy nerviosa. Y tras intercambiar unos lamentos, Arribas se deshizo de ella lo más rápido que pudo, antes de hundirse en sus cavilaciones.
Tal vez entonces su mente retrocediera a los días previos al ballotage de 2015, cuando aún residía con su esposa, la abogada brasileña Linda Summy, en la ciudad de San Pablo, donde además estaba la sede de sus empresas.
Desde allí – ya se sabe– pasaron al departamento porteño de Macri. Y a fines de 2018 – por no dudar del triunfo de Juntos por el Cambio (JxC) en los comicios del año siguiente, apostando por añadidura a su continuidad como funcionario – adquirió un piso de 140 metros cuadrados no lejos de allí para que Linda, una ferviente runner, pudiese trotar por los Bosques de Palermo.

Fue un terrible error de cálculo, agravado por la pandemia que impidió su vuelta a Brasil justo cuando el escándalo por el espionaje ilegal lo puso en el ojo de la tormenta. Dicen sus allegados que tamaña contrariedad lo tiene alicaído. Y que mitiga en su hogar las horas muertas de la cuarentena con el ejercicio obsesivo del zapping. Y que – en lo posible – rehúye los insistentes llamados de Majdalani, cuya ansiedad lo saca de las casillas. Mientras tanto, Linda corre en una cinta como si fuese un hámster.
En ese mismo contexto es justo reconocerle a Majdalani una intuición más afinada para detectar las vicisitudes de la política.
Tanto es así que el 28 de agosto de 2019, tras la catástrofe electoral de JxC en las primarias – y cuando el ocaso político de Macri era ya una desgracia irremontable – ella se apresuró en abrir – tal como reveló una investigación del portal El Disenso – dos cuentas offshore en Miami mediante sociedades de fantasía. La primera, bautizada “Chimba’s Face ILL”, fue constituida por su hijo Francisco José Olivero Majdalani, su marido, Jorge Norberto Olivero y ella. La segunda, “Tribe of LLC”, fue constituida por su hija Valeria Olivero Majdalani y el esposo, Julián Giménez, a la vez socio de don Jorge Norberto. Las empresas fueron registradas por el agente “Andrés Abadi” con direcciones que corresponden a un corralón de materiales situado en un inhóspito arrabal de Miami. Lo cierto es que los integrantes de aquella familia están habituados a los negocios de riesgo.
Pero Arribas no les va a la zaga.
El huevo y la serpiente
En este punto conviene retroceder a la primavera de 1999, cuando el escribano colaboraba con Macri en Boca. Su tarea era la supervisión de contratos para transferir jugadores, además de asesorar al amigo en temas administrativos de esa “asociación civil sin fines de lucro”.
Después de las primarias de 2019, Majdalani abrió dos cuentas offshore en Miami a través de sociedades ficticias. No perdió tiempo.
Desde tales funciones vio correr fortunas ante sus narices, limitándose a dar fe del enriquecimiento de terceros. Entonces decidió ser parte del negocio. Así se produjo su incursión en la compra-venta de futbolistas.
Durante aquella época solía desayunar en la confitería Donney, frente al parque Tres de Febrero, mientras leía el diario La Nación.
De modo que el 17 de diciembre de ese año se topó en sus páginas con una noticia titulada: “Menem redujo la condena de un estafador”.
Se refería a un tipo que fue encontrado culpable de falsedad ideológica, utilización de documentos públicos apócrifos y tentativa de estafa, en uno de los casos más estrafalarios de la historia policial argentina: las maniobras en torno a la herencia de Juan Manubens Calvet, un hacendado muerto en 1981. Había en juego 500 millones de dólares.
El asunto comenzó con la aparición de una tal Dolores Manubens, quien decía ser su hija natural y reclamaba dicha fortuna. En realidad se trataba de la ciudadana paraguaya Juana González Cibilis. Ella urdió aquella impostura en complicidad con el abogado Juan Carlos Cora, el obispo de Trenque Lauquen, Mario Pichi, y un martillero público.

El cuarteto terminó tras las rejas, con sentencias oscilantes entre cuatro y seis años de prisión. El martillero estaba alojado en el penal de Villa Devoto cuando el presidente Carlos Menem le firmó el indulto. Fue el último decreto de su segundo mandato.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver esta cuestión con quienes, 16 años más tarde, serían los cabecillas del espionaje macrista?
El 10 de diciembre de 2015 se produjo el nombramiento “en comisión” de Arribas en la AFI. Pero el Senado recién le aprobó el pliego en agosto del año siguiente. Su juramento fue tomado por Macri el 29 de noviembre en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Ese martes allí no cabía un alfiler; desde la primera fila, el martillero indultado por Menem aplaudía a rabiar. Se trataba de Jorge Norberto Olivero, el esposo de Silvia Majdalani. Vueltas de la vida.

Ella también supo tener sus entreveros con el Código Penal.
El primero ocurrió durante el fin del menemato, cuando la “Turca” – tal como le dicen sus allegados – vio concluir su gestión como interventora de la Obra Social de Encotesa (Correos y Telégrafos) con su procesamiento a raíz de “serias irregularidades en el manejo de fondos”.
Hasta entonces su carrera política había tenido escalas poco relevantes y las alternaba con la actividad privada. En ese campo ejerció la presidencia de la firma de seguros Paraná SA. Allí tuvo otro disgusto judicial, en 2004, al ser procesada por estafa debido a una maniobra para vaciar compañías del ramo.
Majdalani fue procesada por irregularidades en la Obra Social de Encotesa, donde era interventora, y por usurpación de un terreno en Catamarca, donde representaba a una minera. Desde 2016 tiene abierta una causa por lavado y enriquecimiento ilícito.
Su prontuario también incluye un delito de acción pública por el robo y la usurpación, en 2006, de un terreno estatal en la localidad catamarqueña de Andagalá, ocupado por la empresa Minera Andina, de la cual ella integraba su órgano ejecutivo.
Aquellas tres causas terminaron licuadas en prescripciones.
Y desde abril de 2016 – ya estando en la AFI – empezó a ser investigada por el fiscal federal Federico Delgado por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero desde su propia financiera, CFC Holding. La causa aún está en curso.
En aquel mismo lapso Arribas logró triunfar en el mercado de la pelota – entre otros negocios –, aunque con algunos contratiempos éticos y/o legales.

Debutó en la actividad a fines de 1997 con la transferencia de Martín Palermo a Boca, no sin antes adquirir a hurtadillas el 30 por ciento del pase. Y con la venia de Macri, arregló con el club – al cual representaba – una venta por un monto considerablemente superior.
Dos años después dio la nota con el pase del jugador de Talleres, Diego Garay, al Racing de Estrasburgo. La transferencia fue inobjetable, excepto por una minucia: al jugador lo embarcaron hacia Europa con un pasaporte falso.
También mereció sospechas el doble pase, en 2007, de Carlos Tévez y Javier Mascherano al Corinthians de Brasil. Hay quienes aseguran que dicha operación fue un festín en el rubro del lavado de activos.
La última trapisonda de Arribas en el universo del fútbol fue el intento de colocar al delantero de Boca, Jonathan Calleri, en el Inter de Milán. Lo hizo con un detalle que lleva su marca: a los efectos de engordar dividendos, incurrió en el intento de simular una contratación previa con el club uruguayo Deportivo Maldonado, al que utiliza con asiduidad con propósitos similares.
En el club Boca Juniors aún se comentan sus sospechosas intervenciones en los pases de Martín Palermo, Carlos Tévez y Jonathan Calleri.
La aventura con Calleri coincidió con su asunción en la AFI.
Ya allí tuvo que enfrentar la batahola mediática desatada por el soborno que recibió de la constructora brasileña Oderbrecht, en el marco del Lava Jato, a raíz de su papel en la reactivación del contrato de esa empresa – asociada con IECSA, del primo presidencial Angelo Calcaterra – para el soterramiento del ferrocarril Sarmiento. Todo concluyó con un sobreseimiento express regalado por el juez federal Rodolfo Canicoba Corral.
Macri, al fundamentar su nombramiento, únicamente soltó: “Es el más vivo de mis amigos”. Tal definición resultó vitoreada por los medios afines.
No menos audaz fue lo de Majdalani: una designación con “perspectiva de género”. Ella – debidamente recomendada por el operador Daniel Angelici – era la primera mujer en ocupar la subjefatura de “La Casa”.
Silvia Majdalani fue recomendada a Macri por el operador judicial Daniel Angelici, muy cercano al ex presidente.
La esposa del martillero lucía exultante. Los primeros días de gestión se la pasó dando notas en su despacho del octavo piso. Los reporteros gráficos le pedían que posara como si fuera una Chica Bond. Y esa mujer ya sexagenaria les obedecía sin chistar. La Turca tocaba el cielo con las manos.
Los espías que volvieron al frío
Los roles entre ambos estaban bien delimitados: Arribas controlaba los gastos reservados (dos mil millones de pesos por año) y Majdalani sujetaba la rienda operativa del lugar.
En su caso, una enorme responsabilidad para alguien con una formación que se limita a estudios incompletos de Relaciones Públicas y Administración de Empresas en universidades privadas, y cuya única experiencia en la materia fue forjada durante su mandato de diputada del PRO al integrar la Comisión Bicameral de Inteligencia.
En el recinto parlamentario había hecho excelentes migas con Patricia Bullrich, por entonces embanderada en la Coalición Cívica.

Muy interesadas en el tema del espionaje, las dos mujeres asistían a los cursillos para diputados y jueces que se impartían en la Escuela Nacional de Inteligencia. Allí la Turca quedó deslumbrada por uno de los profesores
Tal atracción fue provechosa para él, aunque hizo añicos su bajo perfil. El 3 de enero de 2016 la revista Noticias publicó un artículo titulado: “Diego Dalmau Pereyra, el nuevo Stiuso”.
Fue la presentación del flamante jefe de Contrainteligencia de la AFI.
Majdalani ya había saltado desde el Palacio del Congreso al edificio con ventanas polarizadas de la calle 25 de Mayo.
En los pasillos del poder era un secreto a voces que la recomendación a Macri para su nombramiento había salido de los labios del influyente Daniel Angelici, cuyo predicamento sobre jueces y espías fue proverbial.
Tras la salida de Dalmau Pereyra de Contrainteligencia, se produjo la llegada del hoy célebre Alan Ruiz. Lo recomendaba Patricia Bullrich y enseguida se convirtió en el favorito de Majdalani.
Ella armó su mesa chica con un criterio algo errático. Dalmau Pereyra frunció la nariz al saber de la incorporación del ex fiscal Eduardo Miragaya como director de Delincuencia Económica y Financiera. Aquel individuo duró apenas unos meses en la AFI. Pero en dicho lapso intervino en el caso Pérez Corradi, apretó al abogado del hijo de Lázaro Báez para incriminar a CFK y no resultó ajeno a la celada tendida al director de Aduanas, Juan José Gómez Centurión. También fue parte de su dream team Juan Sebastián De Stefano (a) “El Enano”, en la dirección de Asuntos Jurídicos. Junto al titular de Finanzas, Fernando Di Pasquale, adquirió renombre público por el apriete al juez Juan Carzoglio en la causa contra Pablo y Hugo Moyano. El jefe de Gabinete de la Señora 8 fue su propio cuñado, Darío Biorsi (no es un apodo). Tal era la plana mayor del Estado vigilante.
En cuanto al Señor Cinco, hay una escena que lo pinta por entero. El 3 de agosto de 2016, cuando Majdalani y él comparecían en la Cámara Alta para que los senadores aprobaran sus pliegos, Adolfo Rodríguez Saá lo puso contra la pared por su vinculación con los Panamá Papers:
– Su nombre está en el directorio de una firma radicada en Panamá.
Majdalani, muda, giró la cabeza hacia Arribas. Y él, replicó:
– Así es. Hay alguien que tiene mi nombre. Debe ser un homónimo.
Majdalani respiró con alivio. Arribas le dispensó una sonrisa gélida.

A comienzos de 2018, Dalmau Pereyra acudió al despacho del jefe para rendirle cuentas de las tareas efectuadas en el área de Inteligencia Criminal. A tal efecto le extendió un informe, que Arribas apartó con la mano. Y dijo:
– Esto no me sirve.
– ¿Cómo, señor?
– Lo que oyó. Hay que hacer otras cosas. Laburar en política. Seguir a peronistas, ¿me explico?
Inmediatamente después de la reunión, Dalmau Pereyra fue desafectado de Contrainteligencia. Y partió a Santiago de Chile para cubrir la agregaduría de la AFI en la Embajada argentina.
Entonces, impulsado por la señora Bullrich, se produjo la llegada estelar del ahora célebre Alan Ruiz, quien se convirtió en el favorito de Majdalani.
Ahora saltan a la luz ciertas epopeyas de la AFI que dan fe de su calidad operativa. Como la colocación de una bomba desactivada en el domicilio del subsecretario de Defensa, José Luis Vila, para disciplinarlo con un susto, pero sin reparar en un pequeño detalle: hacía seis meses que el tipo ya no vivía allí. O como la embestida intencional en la autopista Dellepiane de una camioneta con agentes de la AFI al vehículo del extravagante diputado salteño Alfredo Olmedo (por robarle votantes derechistas a Macri) con el siguiente saldo: un sicario muerto, otros tres con heridas gravísimas y la víctima ilesa. O como la “capacha” en la sede del Instituto Patria para vigilar los movimientos de CFK, cuando en las inmediaciones fue identificado el mismo Volkswagen Voyage que en su momento se denunció por merodear el Hospital Posadas con fines de espionaje sobre los trabajadores. La lista es extensa.
Algo olía a podrido en las cloacas del régimen macrista.