A 85 años de su muerte, cumplida en junio, Felipe Pigna realizó una biografía sumamente meticulosa de Carlos Gardel, que muestra todas las aristas del zorzál criollo, muchas de ellas poco conocidas. Empezando por la tapa: una foto en la que está sentado en un baúl, saludando con un sombrero, muy jovial, muy contento, y con un retrato de su abuelo francés detrás. El libro de 565 páginas (Planeta), salió a la venta hace unos días y entrevistamos al autor en “Volver a las fuentes”, por la AM 990. Una charla distendida en la que Pigna desmenuzó al personaje que investigó por más de dos años.
“El libro es una historia de Gardel, pero también es una historia argentina”.
-Es un libro muy prolífico. ¿Por qué Gardel?
-Tenía muchas ganas de meterme con un personaje que me acompañó durante la infancia. Mi abuelo era muy gardeliano. Mi vieja me dejaba la radio puesta en Radio Rivadavia y yo aprendí a cantar tangos escuchando. Y me lo fui cruzando varias veces en investigaciones históricas sobre los años 20, los años 30. Es un personaje histórico y tenía ganas de dejar el “procerato” un rato. Aunque en definitiva, el libro es una historia de Gardel pero también es una historia argentina. De 1890 a 1935, dándole mucha importancia al contexto. Hay ciertas cosas que solamente se entienden contextualizando. Lo que estaba pasando. Cómo entendió el repertorio. Gardel tiene una frase muy linda que dice que el “compositor capta el medio ambiente de su tiempo y lo plasma en una canción”. Y compara lo que hacía Beethoven y lo que hacía Mozart, en el sentido que uno es producto de su tiempo. Eso también tenía que estar en el libro. Lo que le pasaba a él y lo que pasaba en el mundo en una época muy convulsionada. Fueron dos años y medio entre investigación y escritura, de recorrer los lugares por donde anduvo, recavando información. Todo eso fue fascinante. Meterme en el mundo del tango, que es un mundo infinito.

-A veces, cuando se abordan personajes que son tan conocidos, que forman parte identitaria, no sólo de la Argentina, se puede pensar “bueno, es más fácil porque es conocido”. Aunque tal vez sea lo contrario. ¿Cómo viviste el abordaje?
-No, es cmucho más difícil. Primero que tenés sobre él 300 historias distintas, leyendas, mitos, cosas laberínticas que tornan fascinante discernir qué hay de cierto en cada cosa que se dice. Es mucho más complejo. Yo me siento mucho más cómodo, al principio, con un Moreno, con un Belgrano que con Gardel. Después me encantó y la pasé genial: hay otro recorrido, el mundo del espectáculo, la poética del tango, la elección del repertorio…
“Mucha gente quedaba fuera de sus recitales porque no conseguía entrada o porque no podía pagar, y él terminaba la función y hacía un minirecital gratuito para toda esa gente”.
-Suele ocurrir que cuando se hacen esos recorridos hay una transformación personal. No sólo por lo que descubrís del personaje sino desde el escritor.
-Sí, claro uno se va tornando gardeliano. Yo no era gardeliano, me fui metiendo en ese mundo impresionante, de tanta gente que lo quiere, que hace un culto de Gardel. Muy interesante, con muchos aspectos que son destacables. Desde lo profesional, pero también desde lo humano. Una persona muy querida y muy empática, muy atenta a la necesidad de los demás, muy buen amigo, de colaborar con gente que necesitaba ayuda económica. Para dar un ejemplo, sus recitales se agotaban las entradas y quedaba siempre mucha gente afuera, porque no conseguía entrada o porque no podía pagar y él terminaba la función y hacía un minirecital gratuito para toda esa gente. Esto pasaba en todos lados. Eso habla de una manera de plantarse frente a la vida. Y después también los cruces que tuvo con gente realmente impresionante. (Federico) García Lorca, (Luigi) Pirandello, (Jacinto) Benavente. Su encuentro con Astor Piazzola en Nueva York. Con Chaplin que es la persona que le da consejos sobre el cine y cómo entrar en el mercado norteamericano: ahí nace un vínculo muy lindo entre los dos Carlitos.

-Felipe, vengo haciendo algunas observaciones sobre que pareciera que hay cierto mundo que ya no está. Se vive muy patente con Maradona, una poesía que no sé si sigue estando de la misma forma. Lo mencionas y nos hacés imaginar un encuentro entre Chaplin y Gardel, o Gardel y Lorca. ¿Vos creés que hay partes de un mundo que ya se ha ido, esa poética que parece ausente?
-Creo que hay una poética nueva que van describiendo los jóvenes. Hay una bohemia distinta en un mundo muy distinto. Son vínculos culturales distintos en un mundo completamente diferente al de Gardel en su momento. Pero la gente se busca y se encuentra. El encuentro con García Lorca fue casual: seguramente se hubieran encontrado en otro lado, pero se encontraron en la calle Corrientes, en un teatro, y la cosa termina en la casa de Carlitos, junto con César Tiempo y otros poetas. Y ahí se produce un hecho muy lindo que Federico recita y toca el piano y Carlos canta. Y después Gardel le ofrece a Federico ponerle música al Romancero Gitano… Imaginate lo que hubiera sido eso… Tienen un diálogo maravilloso, en el que Federico le dice: “Pero que triste es el tango…” Y Carlos le responde: “Sí, porque el cantefondo es un cascabel…”. En ese contexto de lo que era aquella bohemia, esos cafés, el diario Crítica, el Tortoni, se perdió, pero quizás hoy la cosa se de en otros ámbitos más virtuales, más de las redes, más de tic tok incluso. Una red en la que entró mucho lo social y político, que empezó siendo una red para niños y que termina siendo algo muy potente.
“Hay una poética nueva que van describiendo los jóvenes. Hay una bohemia distinta en un mundo muy distinto”.
-Qué interesante esta descripción que hacés de la solidaridad de Gardel pensando en una empatía que va mucho más allá de una sonrisa conquistadora, de la sonrisa gardeliana.
-Sí, esa cosa de comprarle el diario a los pibes en las noches de invierno, de comprarle todos los diarios y decirles “ándate a dormir”. Cosas que no solucionan el mundo pero que sí la vida a la persona en ese momento. Un mimo, una caricia. Hay miles de anécdotas de esas. Por ejemplo, la elección de su repertorio, donde hay mucho tango social. Cuando decía qué tango elegía, decía “Pan”, un tango tremendo donde se habla de la huelga, del robo famélico, de la injusticia de ese tiempo. “Yira yira” también. Y otros tangos fundamentales de su repertorio.

-En esa decisión hay una mirada política, también.
-Que no tenía que ver con una cuestión partidaria, porque no le interesaba. Había un compromiso con los conservadores por una cuestión de convivencia, de ir a cantar a los comité, como hacían todos los cantantes en esa época. Decía que los cantantes no tenían que hacer política desde el escenario pero evidentemente tenía una mirada social muy clara.
“De Gardel siempre hablamos de su nacimiento y de su muerte, y mirá todo lo que nos perdimos en el medio”.
-¿Qué otro pliegue de su personalidad no tenías presente y descubriste en la investigación?
-El Gardel culto, el que le interesaba mucho la cultura y codearse con gente que le aportara cosas. Uno de los más lindos amigos que tenía era Pucho Dibour, un personaje extraordinario de nuestra cultura, corresponsal de Crítica en París. Decía que Carlos tenía una muy notable escucha, que era un tipo de una enorme humildad que le encantaba escuchar a los que sabían y que cada tanto metía una cosita, pero que le gustaba mucho conocer a la gente de la cultura, del teatro, a literatos. Otra cuestión es que era un tipo tremendamente disciplinado contrariamente a lo que se puede pensar del Carlitos de la farándula, de la barra, de la noche, que también existía: pero también era una persona que hacía su rutina de gimnasia, porque le gustaba la farra, le gustaba comer y al otro día se castigaba con el footing, con la gimnasia. Lo que habla de un tipo que le daba mucha importancia a lo profesional, que pasaba mucho por la pinta. La famosa pinta de Carlos Gardel. Los amigos, por supuesto, le envidiaban la pinta, las minas y él les decía una frase muy interesante: “No te confundas. Las minas se enamoran del ‘torcar’”, o sea del cantor. Hablando un poco de cierta humildad. Él sabía quién era.

-Yo pienso que no es que la historia la escriben los que ganan, sino que la historia la ganan quienes la escriben. Y pensaba en este Gardel de tu libro, el que no es nada más el de la farra y de la noche. Entonces, qué interesante sería revisar nuestra identidad en querer abrazar solo a un Carlos Gardel “levantaminas”, ya que en definitiva tenía otra serie de valores y preocupaciones, que no están destacadas y entonces podríamos incorporarlas.
-La palabra “disciplina” tiene entre nosotros una mala prensa, pero es interesante entender que era un tipo que le importaba mostrarse a su público lo mejor que podía. Y por lo tanta cuidarse. Todo lo que implica. Y por otro lado, el cuidado de su voz, con maestros de ópera. Un tipo de enorme profesionalismo. Eso de la “erre” de que muchos se burlan, lo hacía por una cuestión de musicalidad. Y ahí pongo el testimonio de Sara Anaya, una gran profesora del Colón, que dice que es muy común en los cantantes de ópera el cambio de las consonantes, para darle mayor sonoridad a una letra, a una palabra. O lo que parece exagerado en las películas, las muecas que tienen que ver con cómo colocar la boca para que salga mejor determinada palabra, o sonido. Y eso se lo elogió, nada más y nada menos, que Enrico Caruso, en un encuentro felinesco. En la cubierta de un barco rumbo a Brasil, cantando Gardel y Caruso: ¿te podés imaginar la escena…? Recibe consejos de Caruso y le dice que tiene una voz de barítono extraordinaria, que se baje del tenor y se pase a barítono. Gardel le hace caso y empieza a tener al profesor Bonetti que lo va a acompañar de ahí en adelante.
“Gardel decía que los cantantes no tenían que hacer política desde el escenario, pero evidentemente tenía una mirada social muy clara”.
-¿De todas esas anécdotas que fuiste recopilando, en cuál hubieras querido estar presente?
-En encuentro con Federido (García Lorca) y después con Chaplin. Me hubiera encantado. O el encuentro con Discépolo, con el Negro (Celedonio) Flores quien le lleva “Mano a mano”, nada menos. El primer tango que Gardel le pone música a una poesía tan impresionante de un tipo tan comprometido con la sociedad como era Celedonio. Y ahí comienza una amistad muy linda. Me hubiera encantado estar en alguna de esas mesas del Tropezón, donde iba a comer, donde iba toda la bohemia porteña de los años 20 y 30, que era impresionante. González Tuñon, Alfonsina Storni…

-He cumplido con no preguntarte ni dónde nació ni cómo murió…
-Muchas gracias. Yo digo en joda que uno se mata dos años y medio para hacer un libro para que te pregunten donde nació y cómo murió… No tengo problemas de hablar del tema, pero hay una cuestión de reduccionismo muy fuerte: de Gardel hablamos de su nacimiento y de su muerte y mirá todo lo que nos perdimos en el medio.
“Era un tipo tremendamente disciplinado contrariamente a lo que se puede pensar del Carlitos de la farándula, de la barra, de la noche, que también existía”.
-Ahora, un poco fuera de Gardel, ¿cómo ve un historiador un tiempo presente que sabe que va a ser historia: porque sabemos que la pandemia va a marcar la historia de la humanidad?
-Este año me hice especialista en pandemia. Lo que veo es que es un momento muy sombrío, muy tremendo, de la humanidad. Va a costar mucho recuperarse y con mucha gente enferma mentalmente, muy tomada por cuestiones increíbles como antivacunas o anti todo, que hemos visto en nuestro país y en el mundo. También está la posibilidad de un renacimiento. Lo digo con toda la intención porque pasó después de la Guerra en Europa. Que tengamos la posibilidad de plantear las cosas de una manera diferente. Hay cosas que para mí no deberíamos discutir más como la importancia de un modelo de salud estatal fuerte y potente. El “nadie se salva solo” no debería discutirse nunca más. Seguramente vamos a tener otras pandemias, cómo está el mundo y cómo está el nivel de locura en la producción de alimentos y todo eso que sabemos… Que estemos preparados y con la cabeza de otra manera, dejando de lado el egoísmo y esta cosa miserable de “lo único que importa soy yo”.