Mujer afroguaraní y educadora popular, Gladys Flores es una histórica militante del movimiento afro-indígena argentino y de los afrofeminismos de toda América Latina. “Para mí, era natural esta confluencia de lo afro y lo indígena. Tuve que ponerme a explicarlo cuando salí al afuera”, cuenta Flores, integrante de Negras Marronas del Conurbano y Tertulia de Mujeres AfrolatinoAmericana (TEMA), entre otras organizaciones.
Convencida de que “no hay un solo feminismo, por suerte”, considera que para combatir a esa versión de la historia local que borra a las personas negras hace falta una educación “integral” que implique “transitar la vida y permitir que las vivencias te vayan atravesando”.
Entrevistada por el programa Socios a la fuerza, emitido por Radio La Ciudad de Ituzaingó, también se refirió a los dilemas de la interseccionalidad dentro del feminismo y a las iniciativas de comunicación que buscan reponer estas otras temáticas y formas de mirar.
“Hay una conexión naturalizada entre las personas afro y las personas indígenas porque han convivido a lo largo de la historia”.
-¿Cómo creés que convergen las luchas afro e indígena en nuestro país?
– Lo que primero debemos hacer, muchas veces, es un amoroso recorrido histórico. La historia de nuestro país y de nuestra amada Latinoamérica no está escrita solo por migrantes. Si despejamos eso, vamos a poder ir reconstruyendo todo lo demás. Es inevitable ver una Latinoamérica, en la que estamos como argentinos y argentinas, que se reconozca como afroindígena. Hay una conexión naturalizada entre las personas afro y las personas indígenas porque han convivido a lo largo de la historia. No es muy difícil que vivieran otro tipo de vínculos, además de trabajar. En la construcción del Cabildo, por ejemplo, para nombrar un hecho histórico de la Argentina, las personas afro eran las que hacían los ladrillos, mientras que las personas guaraníes eran las encargadas de las construcciones, debido a que estuvieron en las misiones jesuíticas. Mis ancestras, por citar otro ejemplo, son de Mina Gerais y de Bahía. La primera vez que pisé Bahía, dije “¡estoy en mi casa!”. Hasta los nombres de los lugares son guaraníes. Los indígenas están incluso en la expresión religiosa de Brasil, en la religión practicada por los “caboclos”. Para mí, era natural esta confluencia de lo afro y lo indígena. Tuve que ponerme a explicarlo cuando salí al afuera. Como decía Victoria Santa Cruz: “Cuando era niña, yo era una niña. Supe que era negra cuando salí a la calle”.

-¿De qué manera modificar esa narrativa equivocada pero tan instalada según la cual “en la Argentina no hay personas negras”?
– Creo que la educación como un hecho integral, que incluya los intercambios culturales y el respeto a “otras” miradas, es una herramienta que puede llegar a efectuar el cambio. Ni la educación exclusiva de lo leído en los libros ni la educación solamente impartida por la escuela va a ayudar a desmitificar esa narrativa equivocada. La educación, para mí, es y debe ser algo integral que tiene que ver con transitar la vida y permitir que las vivencias te vayan atravesando. No basta con que te leas 20 libros en una noche y, al otro día, creas que ya sos “otra cosa”. Hay que pensar siempre en el terrible riesgo que implica creer que hay un solo relato de la historia, parafraseando a Chimamanda Ngozi Adichie. Es un gran desafío aprender que hay muchos relatos y que cada una de las mujeres afro e indígenas tenemos un pedacito de esa historia.
-¿Cómo ves la cuestión de la interseccionalidad en el feminismo argentino? ¿Por qué despierta cierto rechazo o resistencia para algunos sectores dentro del movimiento?
– Yo soy militante de “los” feminismos. No hay un solo feminismo, por suerte. En lo que sí convergen algunos de esos feminismos es en ser hegemónicos y representar a una clase, a un tipo de sexo, a una “raza”, a un género. Desde ahí dictaban y, en algunos casos, hasta intentan seguir dictando por dónde debe ir el feminismo. Muchas veces lo dicen así, en singular, lo cual es erróneo, no debería ser así. Me parece que las feministas blancas lo que no quieren es perder su lugar de privilegios, aún con toda la historia de los feminismos a cuestas, que no ha sido algo gratuito tampoco. Del mismo modo, entre nosotras, las afro, las negras, tampoco hay un solo feminismo, ni negro ni afro. Nosotras ya nos fuimos construyendo diversas, porque cada una fue transitando el camino de una manera diferente.
“Es un gran desafío aprender que hay muchos relatos y que cada una de las mujeres afro e indígenas tenemos un pedacito de esa historia”.
-Estos temas no suelen aparecer en los grandes medios de comunicación del país. ¿Hay lugar para voces alternativas? ¿Qué sitios, revistas o artistas recomendarías?
– Hay medios alternativos, sí. Yo lo estoy viendo de parte del periodismo gráfico. Hay medios que me parecen piolas y en los que en algún momento nosotras, las mujeres afroargentinas, pudimos poner nuestras voces, como las revistas Sudestada o La Garganta Poderosa. Nosotras tenemos Página Negra, una revista con alma de fanzine en la cual, por ejemplo, escribe Esther Pineda, una escritora y socióloga feminista afro-venezolana muy prestigiosa. Hay alternativas en muchos lados, salvando, por supuesto, a los medios hegemónicos. También veo a la radio como una interesante herramienta de comunicación, y lo mismo pasa con las redes sociales. Además, está todo el trabajo que realizan desde Malungo Libros, la primera librería ambulante de temática afro de la historia de nuestro país, que por primera vez puso estos libros en manos de nuestras compañeras. Yo recomiendo mucho a Audre Lorde, reconocidísima escritora lesbiana y afroestadounidense. Hay un poema de ella que me gustaría compartir con ustedes. Se llama Quién dijo que era fácil y dice así:

Tiene tantas raíces el árbol de la rabia
que a veces las ramas se quiebran
antes de dar frutos.
Sentadas en Nedicks
las mujeres se juntan antes de marchar,
hablan sobre las chicas problemáticas
que contratan para ser libres.
Un empleado casi blanco ignora
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no se dan cuenta ni rechazan
los pequeños placeres de su esclavitud.
Pero yo que estoy limitada por mi espejo
como por mi cama
veo la causa en el color
como también en el sexo.
y me siento acá preguntándome
cuál de mis yoes sobrevivirá
a todas estas liberaciones.