“Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe (…) Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad (…) Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto” describía Raúl Scalabrini Ortiz en Tierra sin nada, tierra de profetas (1973).
En el párrafo anterior, la pluma de uno los cracks de lo Nacional-Popular, nos deleita recordando cómo el movimiento obrero, los sectores populares, los de abajo y los condenados de la tierra, marcan uno de los hitos más importantes en la historia de nuestro país conquistando la calle y exigiendo la inmediata liberación de Juan Domingo Perón, detenido ilegalmente en la isla Martín García, aquel que, en pocos meses, los había integrado a una sociedad que no los consideraba.
Hasta hace pocas semanas, la calle como lugar genuino de reclamo tenía un dueño.
Desde ese momento hasta hace pocas semanas, la calle como lugar genuino de reclamo tenía un dueño. Sin embargo, la posmodernidad mediática nos sacudió como un mentón al piñón de Ringo Bonavena, quedamos viendo pajaritos al mismo tiempo que obligamos a nuestros cuadros más importantes a sacarse selfies para sumergirse al mundo de las redes, porque pensábamos que ese era el nuevo escenario de lucha del pueblo contra las corporaciones.
Nunca se vieron tantos cambios en las formas de movilización como en los últimos tiempos. Nos convencieron de la ineficiencia del agite en la calle para mover el amperímetro de la política, la voz del pavimento poco a poco fue perdiendo legitimidad, nadie nos escuchaba, nadie nos entendía, las consignas se fueron perdiendo y la fuimos descuidando.
Nos convencieron de la ineficiencia del agite en la calle.
Es que durante 4 años tuvimos una forma de gobierno que no fundó su legitimidad en el reconocimiento de su pueblo, sino en las corporaciones. Esto solo fue posible con la complicidad de los medios, haciéndonos creer que los intereses de los grupos de poder, eran los intereses de todos. Dejaron de tenerles el miedo histórico a las manifestaciones callejeras porque sabían que tenían de rehén a gran parte de la sociedad dispuesta a creer todo lo que se le dijera desde esos mismos medios, mientras que la invisibilizaban, por más numerosas que hayan sido, no le daban cabida, no mandaban ni una cámara, la convertían en inexistente.
Nos hicieron creer que ya no era necesario salir a copar las calles, que ya no era necesario luchar por el barrio, por el trabajo, por nuestros sueños, dejando de lado la mística que tanto nos caracterizó. Nos corrieron del centro del poder real, que es el lugar en donde se dirime la política y se construye el consenso del pueblo sobre sus gobernantes.
El gobierno de Macri invisibilizó las manifestaciones callejeras, por más masivas que fueran.
Y cuando pensamos que el poder dejaba de estar en la esfera pública, pisamos el palito y les entregamos nuestro bien más preciado. Es la vieja teoría del «tarro de bolitas», así como cuando éramos pibes y sacábamos la japo del tarro de pintura oxidado y apreciábamos el fenómeno de cómo la lechera que estaba a su lado ocupaba un nuevo espacio, vimos cómo con la calle pasaba exactamente lo mismo. Es que los espacios siempre son ocupados y más cuando son tan valiosos.
De repente, los medios hegemónicos cambiaron su práctica de esconder la calle, no sólo se desesperaron para mostrarla, sino incluso fueron los instrumentos para convocar a la misma. En el momento de cuidarnos, de quedarnos en casa, de dejar la calle, unos pocos, visibilizados en sentido contrario a lo que hicieron por cuatro años, como si fueran multitudes, pretenden ser los dueños del espacio público.
Los medios hegemónicos ahora son instrumentos para convocar a protestas.
Por ello, es de suma importancia volver a recuperarla cuando lo podamos hacer, cuando esta pandemia nos deje expresarnos como sabemos hacerlo. Tendremos que ser capaces de visibilizarla porque seguro nuevamente la ocultarán, como lo vienen haciendo, desde que crearon y fomentaron la grieta. Nuestras marchas son distintas, generan sueños, llevan esperanza, son cruzadas por la alegría, no como las que vimos en estos días, que irradian odio y desunión entre los argentinos.
Debemos superar esa hegemonía que pretende la máquina mediática, que permitió que nos copen la calle y volver a militar con la misma fuerza del 2019 para recuperar un espacio que nos fue arrebatado.
*Grupo Artigas