Se celebra otro Día del Periodista. Mientras otros callaban, Contraeditorial estuvo en el kiosco para contar antes el saqueo, el espionaje y la persecución macrista que recién ahora llegan a las noticias.
En este nuevo día del periodista, una vez más nos vemos en la obligación de dejar documentado que en este violento y flexibilizado oficio, ni todos somos iguales, ni todas hacemos lo mismo.
No es lo mismo ser Mariano Moreno que el vocero del Virrey Cisneros.
No es lo mismo ser Osvaldo Bayer que el gacetillero de la Sociedad Rural patagónica que ensalza al fusilador de obreros Varela.
“Los periodistas de Contraeditorial ejercemos nuestra labor bajo una perspectiva que es antagónica a la de los medios hegemónicos”
No es lo mismo ser periodista como María Seoane, que llevó a Radio Nacional a competir con las principales radios comerciales del país, que espantar a toda su audiencia como hizo el macrismo con un éxito rotundo durante cuatro años.
No es lo mismo un Rodolfo Walsh que los diarios oficialistas del tenebroso régimen que lo secuestró, lo mató y lo desapareció.
No es lo mismo ser Víctor Hugo Morales que Fernando Niembro.

No es lo mismo escribir la Carta Abierta a la Junta Militar que titular “Total normalidad. Las Fuerzas Armadas ejercen el gobierno”, como hizo Clarín en la tapa del 24 de marzo de 1976.
No es lo mismo tener ideas políticas que no tener idea.
No es lo mismo ser Rosario Lufrano que Hernán Lombardi.
No es lo mismo ser un miserable que tener hambre por lo miserable de un salario.
No es lo mismo resistir el lawfare, que vivir de él.
“No es lo mismo un Rodolfo Walsh que los diarios oficialistas del tenebroso régimen que lo secuestró, lo mató y lo desapareció”.
Dicho esto, vamos a decir una vez más que los periodistas de Contraeditorial ejercemos nuestra labor bajo una perspectiva ética, política y cultural que es antagónica a la dominante en los medios de la comunicación hegemónica destinada a reproducir las subjetividades y las lógicas que blindan y hacen posible un orden desigual, además de injusto y antidemocrático.
Nosotros creemos que el país necesita cambiar de rumbo y ponerse de pie.
Por eso, con nuestra revista hace años nos propusimos aportar al cierre de la grieta que separa arbitrariamente al intelectual crítico del militante político. Enormes tradiciones que en la historia nacional fueran más veces juntas que alejadas hasta que la última dictadura cívico-militar diseñó para ambas pasiones mundos paralelos, casi siempre intocables, en realidad, que pocos se animan a desafiar.

Durante nuestra primera época en papel, apenas inaugurado el siglo XXI, cuando la Argentina comenzaba a recuperarse de la debacle neoliberal de los ‘90, adoptamos un esperanzado lema fundacional (“La única mala idea es no discutir ideas”) que delataba cierto entusiasmo por el cambio de época que se estaba produciendo de modo acelerado ante nuestros ojos. No nos equivocamos. Para nada.
Líderes populares como Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Pepe Mujica, Lula y Rafael Correa, entre otros, encabezaron anhelados proyectos de integración regional y políticas de promoción social ascendente, a la vez que corrían de la escena a las viejas camarillas dirigentes que habían consolidado modelos de exclusión y dependencia predicando las supuestas bondades del consenso de Washington y el fin de la Historia.
Contraeditorial, en esta segunda época, fue el primer producto periodístico en llegar al kiosco que se definió abiertamente antimacrista.
Los acontecimientos fueron tan vertiginosos y tan profundos sus efectos, en los países y en las personas, que el núcleo fundador de Contraeditorial, se involucró de lleno en una gesta periodística todavía no suficientemente contada: la fundación y el lanzamiento de Tiempo Argentino, el diario nacido con el Bicentenario, hijo de la Ley de Medios y de una primavera histórica que avivó nuevamente los deseos de transformación de la sociedad argentina en un sentido emancipador.
Duró hasta el 2015.
Con el retorno del neoliberalismo, producto de una tormenta perfecta que combinó el fraude empresario con el revanchismo ideológico del nuevo gobierno, el diario soñado dejó de existir como tal y se convirtió en un heroico semanario editado por sus trabajadores y trabajadoras organizados en cooperativa, sostenido por sus lectores y lectoras a través de suscripciones.

El grupo fundador original, sin embargo, decidió tomar otro camino y así relanzamos Contraeditorial como revista quincenal en 2017, ahora bajo un lema (“Un límite al discurso dominante”) que marcaba el cambio de etapa, de la esperanzadora ofensiva popular de principios de siglo a la dura resistencia política y cultural contra la nueva oleada neoliberal encabezada por ese hijo de Franco.
Contraeditorial, en esta segunda época, fue el primer producto periodístico en llegar al kiosco que se definió abiertamente antimacrista y que no cedió ninguna de sus páginas ni a “comprender” ni a “avalar” a su trágico gobierno como un fenómeno novedoso de la “derecha democrática” y tampoco se sumó a “la moda” de demonizar al kirchnerismo que bajaba desde el Poder Ejecutivo para conseguir pauta publicitaria oficial.
El lema “Un límite al discurso dominante” marcó el cambio de etapa, de la ofensiva popular de principios de siglo a la resistencia contra la oleada neoliberal encabezada por Macri.
Nosotros denunciamos el Lawfare, no vivimos de él. Ni bajo ropaje progresista ni como voceros oficiales de una derecha supuestamente actualizada.
La revista se lanzó en alianza fraterna y solidaria con la Federación de Trabajadores de la Economía Social, la FETRAES, integrante del Frente por el Trabajo y la Dignidad Milagro Sala, que nuclea a los movimientos sociales que no negociaron tratos diferenciales con el macrismo y siempre reclamaron la excarcelación de la dirigente de la Tupac Amaru, todavía hoy presa política.
Con la FETRAES compartimos una historia de lucha, en la redacción y en la calle: tanto ellos como nosotros fuimos elegidos como blancos móviles por Macri porque jamás aceptamos sus invitaciones a traicionar lo que pensábamos.
“Denunciamos el Lawfare, no vivimos de él. Ni bajo ropaje progresista ni como voceros oficiales de una derecha supuestamente actualizada”.
Dijimos entonces lo que ahora todos saben, lo pueden leer en la vieja colección: Macri era la representación de todas las fracciones del capital que venían a declarar la guerra al salario y al kirchnerismo, a alinear a Argentina con Estados Unidos, a entorpecer las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, a actuar con protocolos mafiosos para disciplinar a la sociedad y a endeudar al país por varias generaciones para financiar la especulación y la fuga de divisas.
Hoy, en este nuevo día del Periodista, venimos a decir que no todo es lo mismo. Hay una historia. Siempre hay una historia antes. Y elecciones que nos hacen diferentes.
A veces mejores, a veces peores. Siempre distintos.

Ahora, cuando muchos descubren, rendidos ante la evidencia, que el macrismo dinamitó el Estado de Derecho hasta instalar un Estado Policial Secreto volcado, principalmente, a disciplinar a los opositores pero que incluso apuntó contra los propios, el trabajo desplegado por Contraeditorial en todos estos años crece en relevancia histórica: estuvimos ahí para contarlo cuando otros miraban hacia otro lado.
La obsesión macrista por la vida de los otros, que este fin de semana acumula nuevos títulos escandalosos, como el espionaje a más de 400 periodistas desde la AFI, la intervención de los mails de políticos y hasta sacerdotes, la tercerización de la operaciones de Inteligencia en grupos narco, están denunciadas en viejas ediciones de 2017-2018 y 2019 de Contraeditorial.
La feroz embestida de la mesa político-judicial macrista sobre Alejo Ramos Padilla, que el viernes pasado finalmente logró zafar de las acusaciones delirantes en el Consejo de la Magistratura impulsadas por Macri, también quedó registrada en sus detalles en las páginas de la revista en papel.
“Cristina llevó Contraeditorial a una audiencia oral en Comodoro Py para que la viera todo el país y se supiera que ella la leía”.
El seguimiento de Cristina Kirchner, su hija Florencia, el de los ex funcionarios y empresarios kirchneristas presos por la Doctrina Irurzun, el Lawfare como concepto jurídico, todo pasó antes por Contraeditorial, del mismo modo que la denuncia de las listas negras de periodistas que no comulgaban con el poder de turno y la agachada de los organismos internacionales que no intervinieron nunca frente al flagrante deterioro democrático.
Sí, Cristina Kirchner, la por entonces principal líder opositora del país, llevó esta revista a una audiencia oral en Comodoro Py para que la viera todo el país y se supiera que ella la leía. El título de tapa era Cambio de Ciclo. Anticipábamos ahí que Macri perdía su reelección.

Sí, esta revista es la que más esperaban los presos políticos en los penales de Ezeiza y Marcos Paz, porque les acercaba la información para comprender cuáles era los mecanismos que los mantenían detenidos en causas absurdas como la del Memorándum con Irán y la de los Cuadernos.
Sí, esta revista es la que planteó una incógnita que el macrismo nunca pudo responder, aunque tenía la AFIP, la AFI, la UIF, Clarín, La Nación, Santoro y tantos más para responderla: ¿Quién nos financió todo este tiempo?
“En la resistencia, esta revista sobrevivió para contar qué pasaba en los sótanos de la democracia, y también en sus terrazas”.
Ahora que esa pesadilla sale a la luz, podemos decirlo. Estuvo siempre a la vista. Hasta que la revista digital cobró vida, Contraeditorial se financió, fundamentalmente, por la venta en el kiosco. No queríamos salir del circuito tradicional, porque en un país que destruía empleo, los 5 mil ejemplares de venta de nuestra revista alimentaban decenas de familias de obreros gráficos, distribuidores, canillitas y periodistas perseguidos, a los que les pagábamos a los premios, pero les pagábamos, para devolverles un poquito de la dignidad arrebatada. La censura directa e indirecta que aplicó el macrismo fue psicológicamente demoledora para muches. Los tuvimos siempre presentes.

Un producto periodístico es lo que sus audiencias pretenden que sea y vive el tiempo que ellas decidan que viva. En la resistencia, esta revista sobrevivió para contar qué pasaba en los sótanos de la democracia, y también en sus terrazas.
Somos periodistas orgullosos de haber estado a la altura de los acontecimientos.
No sabemos qué nos deparará el futuro, ahora que nos virtualizamos por obligación en medio de esta pandemia. Estamos realmente sorprendidos por la cantidad de visitas a nuestra web. Pero no sabemos, no tenemos la bola mágica.
“En este violento y flexibilizado oficio de periodista, ni todos somos iguales, ni todas hacemos lo mismo”.
Pudimos predecir una pandemia, la macrista. Pero no somos infalibles. No pudimos alertar, por ejemplo, sobre lo que iba ocurrir con la Covid 19. Para eso hacen falta microscopios e hisopados de los que carecemos. No somos infectólogos, ni virólogos, ni sanitaristas.
Hace décadas que sólo somos esto. Apenas.
Periodistas.