Nacida en 2018, luego de que la crisis macrista llevara al cierre de la empresa, esta cooperativa metalúrgica de Banfield lucha para seguir aumentando su trabajo.
Estructuras de metal interrumpen la puerta de entrada a la cooperativa que, desde la calle, se mezcla entre las casas de la localidad bonaerense de Banfield. El ruido de los tornos y el olor a metal en el aire adelantan el trabajo que nueve cooperativistas realizan todos los días: armado y reparación de ascensores y montacargas.
Rubén Iglesias es secretario de la cooperativa MYTRA. Sentado detrás del escritorio de una pequeña oficina que en sus paredes muestra placas que reflejan el trabajo de una empresa que se inició en los 60, Rubén le explica a Contraeditorial que la conformación de la cooperativa “no fue traumática” como suele ocurrir en otras fábricas recuperadas.
El contexto económico posterior a 2015 disparó las deudas y puso al borde de la quiebra a una empresa surgida en los años 60.
MYTRA nació como un proyecto de tres socios: un matricero, un tornero y un último integrante con conocimientos de metalúrgica. En sus mejores años, llegó a emplear a más de 25 trabajadores y consiguió un gran prestigio en el rubro, pero el contexto económico posterior al 2015 impactó negativamente en la empresa y las deudas comenzaron a crecer a ritmo acelerado.
A partir de 2017, MYTRA empezó a pagar los sueldos a sus trabajadores con retraso. “Una semana te pagaba una parte, la otra semana te daban otra parte”, recuerda Rubén. Para ese entonces, varios operarios que “veían que la cosa no iba” pasaron a trabajar por cuenta propia o en otras compañías relacionadas al rubro metalúrgico.
A mediados de 2018, el único dueño que continuaba con vida reunió a los empleados y les planteó la difícil situación que atravesaba la empresa. Les dijo que no avizoraba otro horizonte más que el de cerrar sus puertas. Sin embargo, el dueño dejó abierta la posibilidad de que los empleados comenzaran a averiguar cómo constituir una cooperativa de trabajo y así evitar el quiebre de MYTRA.

“Nadie sabía cómo armar una cooperativa, y entonces empecé a pensar en acercarme a una empresa recuperada”. Finalmente, Rubén se contactó con Gráfica Patricios, una cooperativa emblemática para las luchas colectivas y la autogestión obrera. Allí, a la vez, lo pusieron en contacto con la Federación de Trabajadores de la Economía Social (FETRAES).
La empresa contaba en ese entonces con una docena de empleados, la mitad de los cuales superba los 50 años de edad y los 25 de trabajo. Varios estaban a poco de jubilarse. Las posibilidades de conseguir un nuevo puesto eran escasas, por lo que sostener MYTRA era fundamental para continuar percibiendo ingresos.
Después de varias gestiones y reuniones con el abogado de la FETRAES, se llegó a un acuerdo con el dueño de MYTRA para hacer un comodato, lo que posibilitó que la firma pasará a manos de sus trabajadores. Finalmente, en noviembre de 2018, el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) les otorgó la matrícula de la cooperativa.
Al comienzo, el principal problema fueron los pocos recursos para adquirir materias primas. “Comprábamos a puchos”, recuerdan.
“Fuimos unos privilegiados”, asegura Rubén, al compararse con otras empresas que tuvieron procesos mucho más traumáticos de recuperación. “Hay un montón de cooperativas que tuvieron que pelearla, ocupar el lugar, dormir adentro, defender las máquinas. Pero nosotros vivimos otra situación”. Recuerda que el dueño les dijo: “No sigo más, acá tienen las máquinas y el inmueble. Háganse cargo ustedes”. A partir de ese momento, el colectivo de trabajo comenzó a pensar en armar una cooperativa. No hubo conflictos épicos que llenaran de mística la lucha obrera. En parte, Rubén lo lamenta. Ve con cierta sana envidia la pasión y el compromiso que otros trabajadores lograron consolidar en esas peleas por conservar sus fuentes de trabajo.
Sin embargo, dejar de ser una empresa y pasar a ser una cooperativa de trabajo no fue nada sencillo, fue un proceso lento y confuso. Las relaciones con el antiguo dueño siempre fueron buenas, por lo que comenzar a desempeñar los nuevos roles que demanda una cooperativa se fue dando con el correr de los meses.
Pero ese no fue el problema principal que tuvieron que afrontar, la dificultad máxima tuvo que ver con los pocos recursos que MYTRA poseía para comprar la materia prima necesaria para llevar adelante su tarea. “Comprábamos el material a puchos”, cuenta Rubén al detallar los primeros meses de funcionamiento de la cooperativa. De a poco, pudieron irse recuperando, fundamentalmente, gracias a que mantuvieron las relaciones con los antiguos clientes.

Pero justo cuando las cosas empezaban a acomodarse, la crisis sanitaria desatada por la pandemia los puso de nuevo en problemas. Los meses que no pudieron estar operativos fueron muy complicados para las familias de los trabajadores de MYTRA. Con el agravante de que no pudieron acceder al IFE ni a ninguna de las otras ayudas que el Estado brindó durante esos momentos tan crudos.
Hoy, mientras acomoda sus herramientas en un sector del taller donde pegó imágenes de Néstor y Cristina Kirchner, Rubén cuenta que algunos compañeros están tramitando ayudas económicas en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, y que otros continúan recibiendo el fondo de desempleo.
A mediados de 2020, pudieron retomar las tareas y la cooperativa volvió a ponerse de pie. Los dos talleres que la conforman llenaron otra vez de puertas de ascensores para reparar y estructuras metálicas para armar montacargas. De a poco, el trabajo sigue aumentando, y los pedidos llegan de todo el país. “Las penurias quedaron atrás”, se esperanza Rubén. Otro horizonte de trabajo y compromiso se avizora para esta cooperativa en ascenso.
Fotos: Eduardo Sarapura.