Un grupo de curas fuimos a Santiago del Estero a manifestarle a Rubén – y con él a las y los campesinos amenazados por el poder – nuestra solidaridad.
Él preparó un encuentro con algunos grupos relacionados con el tema y también algunos de los amenazados o desplazados de sus tierras. Expresión más que evidente de que, como él señaló, lo que le pasó a él no es sino lo mismo que les pasa en el día a día a los legítimos y ancestrales poseedores y ocupantes de las tierras. Allí pudimos escuchar algunos casos emblemáticos:
Uno, poseedor y dueño de un terreno que fue desalojado por el Poder Judicial porque un importante miembro del mismo “eligió” apropiárselo. Y, claro, “puede”.
Otra, ocupante de un terreno del que un importante empresario nacional, dueño de una importante empresa de bebidas, quiere más y más tierras que las ya apropiadas.
Otros, intervenidos por la policía, siempre funcional, violencia delante de los niños, todos y todo fuera de la casa sin razones ni razón y con faltantes cuando estos se fueron…
La tierra, siempre y en todas partes, es el tema. Tierra para poder vivir en unas regiones, tierra para tener unos pocos animales y cosecha en otras, para celebrar y reunirse con amigos y hasta enterrar a los propios se vuelve apropiación para negocios inmobiliarios o agronegocios envenenadores. El poder, siempre y en todas partes el poder, es el tema. Porque el poder puede, los pobres son impotentes, el poder invisibiliza a los que no pueden alzar la voz, “aparecer”, mostrarse. Y, además, aquellos a veces se muestran “buenos”, y – por caso – visibilizados por personajes conocidos, y a veces queridos… ¡Vamos!
El poder invisibiliza a los que no pueden alzar la voz.
Poder ir, simplemente estar, pretendió visibilizar. Mostrarnos, sin casi hablar, mirar y abrazar a las y los amenazados, desplazados y violentados. No fuimos solo por Rubén, entonces, fuimos por todos y todas, a quienes él acompaña. Y, por lo que nos dijeron, para ellos y ellas fue un momento pacificador y sanador.
Hace mucho, monseñor Romero comentaba que era razonable que sus curas fueran amenazados y hasta matados. Porque eso mismo le pasaba a los pobres y campesinos. Si a los curas no les ocurriera lo mismo sería indicio de que no estaban en el lugar que debieran.
De estar se trata. De estar con los pobres, de hacer nuestra la causa de los pobres. Volvemos a un tema central: no se trata de dar la vida. Nadie sano quiere ser matado. Se trata de dar vida, de acompañar la vida de los que la tienen amenazada.
Y se trata de que los violentos, los apropiadores, los que “pueden”, con frecuencia les arrebatan la vida a las víctimas y a quienes, como algunos curas, religiosos y religiosas, caminan, lloran y celebran junto a ellos. ¡Vamos!… pero por ese lado, entonces.