La falta de democratización de tareas culturalmente feminizadas quedó expuesta como nunca en el actual escenario de cuarentena, lo que visibilizó aún más la desigualdad entre géneros. El aislamiento social profundizó la problemática de las mujeres, con una agobiante sobrecarga de obligaciones por la necesidad de compatibilizar, en algunos casos, la cuestión laboral del home-office con la gestión del hogar y el cuidado y educación de los hijos.
En este contexto, la Subsecretaria de Igualdad y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, Lucía Portos, plantea el desafío de transformar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) “en un instrumento feminista” que termine siendo una suerte de “salario universal vinculado con la realización de trabajos de cuidado”.
“El Estado tiene que replantearse una nueva mirada de la mujer, de los roles maternos, de los roles familiares y de las identidades diversas,”, afirma la exdiputada provincial kirchnerista en una entrevista exclusiva con Contraeditorial.
“Terminamos con sobrecarga de tareas en la casa, cuidando de les niñes y, a veces, soportando conductas violentas por parte de los convivientes”.
– ¿Cómo afectó la cuarentena la vida cotidiana de las mujeres?
– La cuarentena afectó a la sociedad en su conjunto, pero sobre todo a aquellas mujeres que se han visto obligadas a recluirse en sus hogares. El aislamiento social obligatorio ha mostrado las inequidades existentes entre los géneros en nuestra sociedad occidental y en el mundo entero. Se trata de un fenómeno que, sobre todo las feministas, venimos denunciando hace mucho tiempo: las tareas de cuidados, no remuneradas e invisibilizadas, recaen mayormente sobre las mujeres. Esto se evidencia mucho más cuando, por ejemplo, el Estado deja de prestar el servicio escolar, otra tarea feminizada, de cuidado, que está infravalorada y con salarios bajos. Al retirarse este servicio que presta el Estado comienzan a verse verdaderamente impactadas las vidas de las familias y, sobre todo, la de las mujeres. Terminamos con sobrecarga de tareas en la casa, cuidando de les niñes, preparando las cuatro comidas y, a veces, soportando conductas violentas por parte de los convivientes. Todo esto se hace mucho más evidente cuando no hay vida social o comunitaria, como ocurre hoy.
– En este contexto en el que la mujer está combinando múltiples tareas del hogar, educando a los hijos y haciendo home-office. ¿Es posible un buen rendimiento en el trabajo? ¿Cuáles son las consecuencias laborales?
– El impacto que tiene la cuarentena en la vida de las trabajadoras ha sido claramente la acumulación de tareas, la doble, la triple jornada, todo sin distinción en tiempo y espacio. Han acumulado las tareas de cuidado y educativas con les hijes, con tareas laborales que han perdido muchísimo marco regulatorio y que se han extendido en el tiempo. Hay mujeres que nos comentan que las tareas que antes realizaban en ocho horas de oficina, ahora la están realizando en 12 o en 18. Es difícil encontrar límites para el momento laboral formal, el momento de los cuidados y los momentos personales. Justamente nos hemos reunido con la ministra (Estela Díaz, titular del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad de la Provincia de Buenos Aires) y la gran pregunta que surgió es cómo vamos a responder desde el Estado, porque pareciera que el teletrabajo es una realidad que llegó para quedarse. Una de las cuestiones que nos estamos planteando es cuál será la consecuencia de estas metodologías en el largo plazo.

– ¿Cuál es la situación de las mujeres que están fuera de la economía formal?
– Es una realidad distinta la de las mujeres que tenían tareas que de por sí ya estaban vulnerabilizadas y mal remuneradas. Porque a la ausencia de marcos regulatorios que garanticen derechos por parte del Estado, ahora se le suma la precariedad de la falta de consumo y actividad económica que genera la pandemia. En estos casos también se recrudecen las situaciones de vulnerabilidad antes mencionadas, comparten un diagnóstico.
– El cuidado y la educación de los hijos es una tarea que suele recaer en las mujeres. ¿Cómo se democratiza esta situación?
– El cuidado y la educación de les hijes recae fundamentalmente en las mujeres, quienes no tienen remuneración alguna. Un trabajo del Centro de Estudios para el Desarrollo Nacional (Atenea) marca que si todas las mujeres de las ciudades argentinas que realizan tareas de cuidado recibieran una remuneración acorde al tiempo que le dedican a esta actividad, su valor monetario superaría los 4 billones de pesos anuales. Lo que equivale a un 125% del PBI de toda la industria manufacturera del país.
El uso de tiempo comienza a generar una crisis en la pandemia. Creo que la democratización de la que hablábamos tiene que ver con buscar desde el Estado estrategias de remuneración de estos trabajos, o de mejorar estas remuneraciones en el caso de que ya existan, ya sea en las escuelas, en los geriátricos o en los casos de quienes trabajan con las primeras infancias. Donde estén remunerados, generar mejores remuneraciones; y donde no estén remunerados, buscar mejores herramientas de reparación.
Creo que hay dos políticas que han sido banderas en este sentido y generado nuevos derechos y un impacto socioeconómico fundamental: la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la moratoria previsional de la época de Cristina Fernández de Kirchner, que todas llamamos la jubilación para amas de casa. Creo que hoy tenemos el desafío de convertir el IFE, que fue una medida urgente de respuesta frente a la pandemia, en un instrumento feminista. Hay que repensarlo, buscando que termine siendo un salario universal vinculado con la realización de trabajos de cuidado. Sé que, en ese sentido, a nivel nacional se están pensando otras políticas de valoración social de estos trabajos. Una vez que estos trabajos estén visibilizados y valorados en términos salariales, será mucho más fácil discutir su democratización al interior de cada uno de los hogares. Esto tiene que estar complementado con una política de educación sexual integral, y una mirada educativa crítica respecto a los modelos patriarcales familiares.
“Estamos fortaleciendo el tejido de redes territoriales, con la construcción de una política pública de acompañantes a víctimas de violencia de género”.
– ¿Cómo se rescata desde el Estado a la mujer del ejercicio materno del patriarcado, sin caer en la maternidad neoliberal?
– Pienso que la respuesta pasa por la colectivización de las maternidades, la búsqueda de nuevas formas de maternar y el incentivo a una educación que ponga una mirada crítica respecto de cuáles son los deberes asignados a las madres. No nos olvidemos que nuestro país tiene todavía mujeres que están condenadas, presas, por falta u omisiones al deber de cuidado. Que no es ni más ni menos que un castigo, un estigma, que recae sobre las famosas “malas madres”. Mujeres que en muchos casos salieron a trabajar y dejaron a sus hijes al cuidado de un violento, y sus hijes fueron lastimados por esta persona y las que están presas son ellas. Entonces, en primer lugar tenemos que luchar contra las instituciones. Creo que el Estado tiene que replantearse una nueva mirada de la mujer. Una nueva mirada de los roles maternos, de los roles familiares, de las identidades diversas, que también van a tener un montón que aportar respecto de las nuevas constituciones familiares. Creo que la reforma del Código Civil ha venido a colaborar, pero tenemos que revisar todos los códigos, fundamentalmente los penales, y apostar a la educación como herramienta para cambiar a la sociedad.
– ¿Qué políticas se están llevando adelante desde la Subsecretaría de Género y Diversidad Sexual para acompañar a las mujeres en este contexto?
– Estamos llevando adelante una serie de políticas básicamente vinculadas a lo que tiene que ver con la asistencia alimentaria y a los derechos de la población. Nos toca acompañar no solo a las mujeres, sino las mujeres travestis, trans, a la población LGTBQ. En un primer momento nos hemos abocado al acceso a las políticas alimentarias y a las políticas sociales a través del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). También fomentamos la incorporación de algunas compañeras a Potenciar Trabajo, un programa de inclusión laboral del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. En esta segunda etapa estamos fortaleciendo el tejido de redes territoriales, con la construcción de una política pública territorial de acompañantes a víctimas de violencia de género. Esto lo estamos coordinando con la Subsecretaría de Políticas contra las Violencias por Razones de Género. Además de eso, nos estamos dando diferentes instancias de articulación con otros organismos del Estado provincial, sobre todo para generar derechos y para ir elaborando protocolos, como fue el de la atención integral de las personas con derecho a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).