“Ojala le metan la perpetua. Y que se acabe el tema del loquito del gatillo fácil. Que son una minoría en la Policía. La mayoría de los efectivos es normal. Pero el discurso de esos irresponsables impacta en los loquitos, impacta en los que son más vulnerables en proyectar violencia. Me refiero a la responsabilidad ética, moral de los irresponsables que lo hacen para conseguir votos, fama, que tiran con cadáveres en medio de una campaña electoral. Y por rating, lo medios dicen cualquier barbaridad… Así prenden la minoría de loquitos…”. (Raúl Zaffaroni)

Son los impulsores de la demagogia punitiva siempre reaparecen en la Argentina después de cada hecho de violencia que se destaca sobre otros. Lo que pretendo resaltar es el desarrollo del sentido de la impunidad en la Argentina. Y esto tiene que ver estrictamente con la derecha. Por el contrario, hay una manera de arrinconarse a sí mismo de parte de los sectores pensantes de la izquierda, a veces del gobierno mismo. Hay como un temor a salir de la trinchera. En la trinchera, abrazados y gustosos, pero saliendo poco. Porque enseguida vienen, sin pudor, los sicarios de la mentira de Clarín y la Nación. Eso que evidentemente menciona con mucho dolor el doctor Zaffaroni.
. Hacer una especie de pelea entre ellos mismos, tal vez porque, como lacayos que son, quieren agradar de mejor modo a su amo. A ver cuál es más servil en el comportamiento a esos patrones, que son lo que manejan lo sicario que es hoy el desarrollo de la información fomentada por el periodismo.
En cambio la derecha está habilitada para la mentira, sin ningún reproche. Sean periodistas o sean protagonistas de la política. Una Patricia Bullrich o uno de esos periodistas, tantos son, el que a ustedes se les ocurra. Porque la verdad es que el número de mentirosos ha aumentado día a día. Podemos sacar siete, ocho, diez nombres permanentemente, nombrarlos, detallar sus actos, sus dichos y compararlos a ver cuál dice la mentira mayor, la infamia más grande. Hacer una especie de pelea entre ellos mismos, tal vez porque, como lacayos que son, quieren agradar de mejor modo a su amo. A ver cuál es más servil en el comportamiento a esos patrones, que son lo que manejan lo sicario que es hoy el desarrollo de la información fomentada por el periodismo.
Podemos tenernos en el caso del inspector Gabriel Isassi, uno de los policías que participó de asesinato del muchacho Lucas González. Cómo no va a desarrollar un sentido de la impunidad, cómo no va a ir lo más campante por la Ciudad, sueltos, con otros dos policías, metido en un auto sin identificación, molestando a lo que sea: tratando de coimear a pibes, o perpetrar la desfachatez que fuere. Si luego tendrá, lo sabe perfectamente, toda la defensa que requiere su accionar. Es un policía al que Claudio Bonadío y la policía de la Ciudad mandó a los ataques que se perpetraron contra Cristina Fernández de Kirchner en Río Gallegos. Le rompieron la casa de los suegros, les robaron cosas, fueron descubiertos por la propia policía de Río Gallegos: el pretexto que dio Bonadío era que no confiaba en las fuerzas de seguridad de esa ciudad y por eso mandaban los efectivos desde acá…
Ahora, por un momento, nos podríamos permitir ser Isassi. Un tipo violento, armado y seguramente con una moral que queda planteada en lo poquito que conocemos alcanza para ubicarlo en zonas muy profundas a las que jamás quisiéramos acercarnos. Y encima sabemos que el que manda es alguien como Bonadío. Un policía amigo del fiscal, que está en contacto con los jueces, al que los periodistas van a solapar y apañar: visto está que todo lo que dijeron luego los sicarios de la mentira de Clarín y La Nación, luego del episodio de Lucas, fue en esa misma vergonzosa dirección de protección de lo que ocurría en Río Gallegos, fundamentalmente porque la atacada era CFK. ¿Usted es Isasi? Séalo por un momento. Usted es intocable. Puede hacer lo que quiera. Va por la ciudad como el patrón real. El dueño real. Va en un auto manejando tranquilo. Mirando para los costados, fumando, buscando qué ventaja conseguir, lo que quiera. Para todo tiene pretexto. Todo lo puede inventar. Todo lo puede. Como lo intentaron inventar los motivos luego de cometer el asesinato de Lucas, salvo que había demasiado testigo que afortunadamente les funcionó en contra.
Sea Isassi por un momento. Isassi es una creación de la policía política de Mauricio Macri, de María Eugenia Vidal, de Rodríguez Larreta. Son una policía política en su comportamiento: los cargos que tienen esos tres policías que estaban en el auto sin identificación, no son de policías sencillos, sino tienen una especie de trayectoria de la repartición. Se sienten impunes, dueños de las vidas y por esos actúan sin límite. Por eso mataron al muchacho. Por eso, porque atrás de Isasi hay alguien que mueve las piezas: aquellos que funcionan dentro de un contexto que burla por completo al Estado de Derecho. Cuando Bonadío lo manda a Isasi a una tarea encubierta, mafiosa; o cuando la policía de la Ciudad les permite su accionar; cuando los diarios mafiosos encubren esos movimientos… ese policía se siente un rey todopoderoso. Toma el auto a las 10 de la mañana, maneja, fuma, charla lo más campante y va planeando cosas: lo que se le ocurre lo puede hacer. Incluida la forma que asesinaron a Lucas.
Isassi es una creación de la policía política de Mauricio Macri, de María Eugenia Vidal, de Rodríguez Larreta. Son una policía política en su comportamiento.
“Todos sabemos que la policía de la ciudad es corrupta que anda en patota, en autos sin patentes. Son prácticas habilitadas políticamente”. Lo dice Horacio César Pietragalla, quien fuera apropiado por la dictadura y restituido a las Abuelas y ahora, ya adulto, a los 45, es secretario de Derechos Humanos de la Nación.
Pero así como empezamos esta columna con una frase de Raúl Zaffaroni, es necesario recordar algo que reveló también él, hace unas horas, respecto a infamias que aparecieron los diarios, tergiversando sus dichos.

“No dije nada, me tuve que callar en medio de la campaña electoral. Me tuve que callar porque pasó una cosa muy desagradable. Me censuraron, de alguna manera. Hablando con un periodista con motivo del asesinato del quiosquero, dije que se podía confundir un asesino con un ‘pendejo tontito’. Lo dejé muy claro: no se puede llenar la cárcel de ‘pendejos tontitos’, que otra cosas son asesinos. Pusieron en mi boca que había dicho que el que mató al quiosquero era un ‘pendejo tontito’. Me tuve que callar porque había una gritería de todo el mundo: uno quería bajar la edad de responsabilidad de menores, otro quería la pena de muerte, otro la pena de muerte con tortura… Cada uno consideraba que así conseguiría más votos, más rating, más fama, no sé… en medio de esa gritería me tuve que callar. Es una censura. Me tuve que callar porque si decía algo, me iban a hacer decir otra cosa. Me pregunto: ¿eso es periodismo? ¿Los tipos han estudiado para eso? ¿Han hecho carrera de comunicación para eso? ¿Qué cara ven cuando se miran al espejo a la mañana? Ven una cara con muy poca madre. Son sicarios de la mentira”.
Esos sicarios de la mentira son los que trataron a Lucas de delincuente. Son los que no les perdonan a Zaffaroni ser uno de los hombres más extraordinarios e ilustrados, y pensar distinto a ellos. Si hubiera resignado algún punto de vista, lo habrían tratado como a Gardel con los guitarristas junto la orquesta de Canaro.
Pero tiene una elevada estatura de pensamiento y lo designaron como a un hombre a perseguir.
Es infinita la distancia moral entre Héctor Magnetto, o estos hermanos Saguier y Raúl Eugenio Zaffaroni. Pero ellos son los medios atroces que no respetan nada. Siquiera se respetan a sí mismos desde hace muchos años.