Cuando hablamos de política también estamos hablando de fútbol porque allí encontramos las metáforas que se necesitan para entender la coyuntura. Lo hacemos todo el tiempo, hagamos lo que hagamos o digamos lo que digamos. En nuestra vida cotidiana las expresiones de ese deporte impregnan todo nuestro lenguaje.
“Correr el arco”, es una expresión popular que proviene de cuando en el potrero se armaban arcos con piedras, trapos, palos o lo que tenían a mano y se los achicaban o movían para que se le dificulte al equipo contrario meter un gol. Nosotros la usamos para advertir que se ha desviado la atención hacia otro lado y la estamos pifiando fiero.
Esto es lo que está ocurriendo hoy porque a los medios no les interesa visibilizar el reclamo de los terraplanistas anti-cuarentena porque representan la facción libertaria de la oposición. Más bien, es una operación de sentido que opera a un nivel afectivo para que nos enojemos y desparramemos nuestro odio por las redes y la comunidad de la que formamos parte.
El trabajador no es nuestro enemigo, el único enemigo es el poderoso que siempre nos corre el arco para que pateemos para cualquier lado.
Buscan mojarnos la oreja porque quieren roña, pero no para que nos peleemos contra esas corporaciones que pretenden construir a diario un determinado sentido común, sino con aquellos que votaron al macrismo para que le enrostremos los resultados de lo que provocan las políticas liberales.
Pero el horno no está para bollos. No podemos seguir reproduciendo el mismo odio endogámico que hizo que perdamos las elecciones en el 2015. Recordemos que cuando uno se enoja, la razón se va de paseo. Entendamos que cuando lo hacemos, no hacemos más que jugar para el poderoso, que busca dividir a la sociedad, porque sabe el valor del viejo apotegma, “divide y reinarás”.
Está pasando, nos estamos parando de mano con doña Rosa pero no contra los grupos de poder. Es que estamos en una nueva etapa en la que los medios de comunicación no se dirigen a sus lectores habituales, sino más bien, a los que creemos en un proyecto nacional-popular. Lo hacen porque nos quieren enojados, para que no abandonemos la guerra discursiva en las que nos metieron hace ya mucho tiempo. Buscan en forma permanente implosionar la unidad del peronismo, aquella que se logró por encima y diríamos, pese a la presión para evitarla, de esos sectores de poder. Unidad que debemos defender, porque no es solo de sus dirigentes, sino fundamentalmente, del pueblo argentino.
Estamos en una nueva etapa en la que los medios no se dirigen a sus lectores habituales, sino a los que creemos en un proyecto nacional-popular.
Entonces, cuando veamos estas marchas —de un sector minoritario, si nos permiten la expresión— entendamos que posiblemente haya mucho “ignorante” que no comprenda la gravedad del Coronavirus y ponga en su boca, aquello que escucha como slogan constante haciendo zapping por la decadente televisión de nuestros días, las libertades individuales sobre el bienestar colectivo. Pero también en ese tumulto puede haber cuentapropistas, comerciantes y trabajadores desesperados por no poder llevar el plato de comida a su hogar y encuentran en esa protesta la excusa para quejarse.
A este fenómeno, uno de los mejores de los nuestros, Ernesto Laclau lo explica afirmando que hay distintas demandas de la sociedad que en algún momento se articulan cuando aparece un significante vacío. Para que se entienda un poco más, vamos a poner de ejemplo cuando en el año 2008 muchos argentinos y argentinas aprovecharon el conflicto con el campo a partir de la Resolución 125 para criticar aspectos que no les gustaban del gobierno, más allá del reclamo en cuestión sobre las retenciones móviles.
Lo que significa que todos los fenómenos sociales son multicausales y es imposible —hasta simplista— pensar que los que marchan lo hacen por una sola causa. Posiblemente, no les interese el reclamo de esta minoría ínfima, pero encuentran la veta para que sus demandas sean articuladas. Y contra ellos señores, no tenemos que pelear, porque los queremos de este lado, porque como nos recuerda la verdad peronista N 4, “No existe para el peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan”.
El trabajador no es nuestro enemigo, el único enemigo es el poderoso que siempre nos corre el arco para que pateemos para cualquier lado.
*Grupo Artigas.