“No somos ni de izquierda ni de derecha, somos los de abajo y vamos por los de arriba” era el mensaje que se podía leer en los carteles de protesta y muros de graffiti durante los levantamientos sociales que se dieron a fines del 2019 en muchos países de Sudamérica. No era solo un slogan bonito, era el preludio de una rebelión sin precedentes como consecuencia de una desigualdad desmedida.
Mientras que muchos no le dieron importancia a esta amenaza, otros se lo tomaron más serio que perro en canoa. Este es el caso de Nick Hanauer, quien ha fundado, cofundado o financiado más de 30 empresas o varias industrias, por ejemplo, fue el primer inversor no familiar en Amazon.com, vendió una de sus empresas a Microsoft por U$S 6.000 millones. Es dueño de un banco, yates, y podríamos seguir enumerando su patrimonio por unos cuantos renglones más.
Pero su fama no es por su riqueza sino por una charla que brindó a TED (https://youtu.be/m-SP4qPvL1o), en la que se reconoce como parte de ese 1% más rico de la población norteamericana y afirma con preocupación que hay que hacer cambios en el sistema capitalista, porque predice un futuro donde multitudes descontentas harán sonar el escarmiento con los poderosos y vendrán las horcas. Sí, leyó bien, vaya que avizora un futuro difícil, casi propio de otra época. Vea el video, es una maravilla que no tiene desperdicio.
Nick Hanauer, uno de los multibillonarios del planeta, advierte sobre el peligro de la creciente desigualdad en el planeta.
“No soy de las personas más inteligentes, no soy el que más trabaja, fui un estudiante mediocre, fue consecuencia de una suerte espectacular de cuna, de circunstancias, de actuar a tiempo”, afirma, y por supuesto también destaca sus cualidades, la inusual tolerancia al alto riesgo, la buena intuición a lo que pasará en el futuro.
Puede estar diciendo el lector rápidamente que se trata de una expresión de algún radicalizado personaje, asociado a ideologías que algunos creen ya perimidas o en el mejor de los casos, aunque no por eso despreciadas o tratadas peyorativamente, afirmaciones populistas, entendidas desde una connotación negativa, asociadas a lenguajes amistosos con la clase baja, o a aquellos que hablan de medidas o tienen estilos que desagradan a las élites políticas, económicas o culturales.
Lejos está el lector, salvo que haya visto el video en cuestión, de imaginar que se trata de las palabras de alguien que se define como un plutócrata, parte de esa minoría multimillonaria que de alguna manera detenta un gran poder sobre todo el sistema político, económico y social actual signado por la preponderancia del dinero.
Y ahí afirma que ve en el futuro turbas enojadas con horcas, porque mientras “los plutócratas vivimos más allá de los sueños de la avaricia, el otro 99% de los conciudadanos caen cada vez más”.

En 1980 razona, el 1% más rico tenía el 8% de la renta nacional, mientras que el 50% inferior tenía el 18%. Treinta años después, el 1% más rico tiene el 20% de la riqueza, y el 50% más bajo de la población tiene el 12 o 13%.
“Cierta desigualdad es necesaria para una democracia capitalista de alto rendimiento, dice Hanauer, pero si la salud, el poder y la renta se sigue concentrando en la cúspide de la pirámide, pasaremos de una sociedad democrática capitalista a una sociedad rentista neofeudal como en la Francia del siglo XVIII, antes de la revolución”. “Ninguna sociedad libre y abierta puede soportar tanta desigualdad”.
En su explicación, que pretende convencer a sus socios, no toma la perspectiva moral, sino una defensa de sus propios negocios. Reivindica la iniciativa de Henry Ford, que permitió a sus obreros que se transformen en consumidores de los propios productos que fabricaban (los autos), dado que sigue creyendo que es el aumento de los salarios lo que genera un círculo virtuoso, con el aumento de la demanda, que a su vez aumenta la contratación, que aumenta nuevamente los salarios, la demanda y los beneficios.
Aumento de la prosperidad es lo que se necesita, inversión masiva en la clase media y en infraestructura. No cree en la teoría del derrame y afirma que no hay evidencia que el aumento del costo laboral provoque desempleo y caída de la economía. Ejemplifica con el estado de Washington y la ciudad de Seattle, donde se aumentaron los salarios mínimos y la economía es más próspera y con menor desempleo que en el resto del país. Concluye que “no hay evidencia que si a los ricos le va bien eso se derrame”.
“Si la salud, el poder y la renta se sigue concentrando, pasaremos de una sociedad democrática capitalista a una sociedad rentista neofeudal”, advierte Hanauer.
“Hay que invertir en la clase media. Eso genera prosperidad y soluciones para los problemas humanos”.
No es muy distinta a la posición de la organización Patriotic Millonaires (cuyo requisito básico para ser miembro es tener ingresos de más de un millón de dólares anuales o bienes equivalentes a cinco millones), en Estados Unidos, que propone la suba de la carga tributaria a los ricos para disminuir la desigualdad de ingresos. Como afirmaba el director de la organización, Morris Pearl, para el suplemento Cash: “a mí no me gusta pagar más impuestos, no es lo que disfruto, pero quiero vivir en un sistema en el que haya mayor igualdad” (Página/12, 19 de enero de 2020).
Se define como capitalista, “gano dinero invirtiendo, pero tengo que reconocer que cuando invierto en Apple, hago dinero porque mucha gente consume ese producto y, en realidad, me conviene que mucha gente más lo consuma”. Crítica al capitalismo financiero de las últimas décadas que ha distorsionado el sistema.
Podríamos, para acompañar el relato y reflexionar en paralelo con nuestra realidad, recordar que el 10% más rico de la sociedad argentina tenía en 1974, el 27% de la riqueza y que el 50% inferior de la población concentraba el 26,3%. No se asombre, estaba el peronismo en el gobierno y la distribución del ingreso en esa Argentina era más progresiva.
Al último trimestre del 2019, después del tsumani neoliberal del macrismo, la Cátedra Unesco en base a la EPH revela que el 10% más rico concentra el 32% de la renta y el 50% inferior nada más que el 20,5%. Nos acercamos peligrosamente.

La Argentina se caracterizó históricamente, por su organización sindical, por su historia de luchas, por el peronismo, aunque les pese a muchos, por contar con una clase media extendida, que se contrapone claramente a la realidad de otros países latinoamericanos.
Y para nosotros, la desigualdad nunca fue tan fuerte como en otros países de la región e incluso como en los Estado Unidos, más allá de los acercamientos, producto del triunfo del neoliberalismo con la dictadura, en los noventa y durante el macrismo. Avanzan, pero logramos hacerlo retroceder, aunque resulte difícil recuperar mucho de lo avasallado en esos tiempos.
Y parece que tenemos razón quienes creemos en esos modelos de redistribución y de defensa de una sociedad donde los trabajadores cobren bien y se amplíe la clase media. Y aunque suene raro, otras voces, de otras latitudes y de orígenes sociales impensados, comienzan a darse cuenta, tal vez, por su propia seguridad como dice Hanauer, de la necesidad de transformar el actual sistema de concentración extrema y de creciente desigualdad.
¿Los sectores más ricos de la Argentina se sumarán a esta oleada crítica del derrame y defensora de una mayor igualdad? ¿O acusaran a sus pares de ser populistas? ¿Entenderá nuestra clase media que si el Estado no actúa el mercado no genera oportunidades para todos? ¿Comprenderá que no es el mérito lo único que define el éxito o el fracaso individual?
Por un rato queremos pensar que un mundo distinto es posible, no importa que sea el triunfo del populismo en los términos de Laclau, o del capitalismo que busca la solución de los problemas humanos como dice Hanauer. Lo importante es que vayamos a una sociedad más justa para todes, y que no tengamos que ver el sufrimiento de millones de seres humanos en el mundo para quienes su suerte está marcada con dolor y sufrimiento.
Las cartas ya están sobre la mesa, veamos qué hace el sistema para garantizar su supervivencia.
*Antonio Colicigno es Magíster en Políticas Sociales.
*Mauro Brissio es Magíster en Comunicación.