Carlos tenía 40 años cuando salió a la Ruta 22. Los había cumplido el 14 de septiembre anterior. Vivía con su pareja, Sandra Rodríguez y con sus dos hijas, de 10 y 14 años.
La Ruta Nacional 22 siempre tuvo la notoriedad de ser la muy transitada puerta de ingreso a la emblemática Ruta 40, desde Buenos Aires, pasando por La Pampa, Río Negro y, claro, Neuquén. En mitad de los años ‘90 fue el epicentro de lo que se consideraron los primeros piquetes, los cortes cercanos a la hasta entonces pacífica Cutral Có, realizados por los miles de trabajadores petroleros arrojados a la calle por las privatizaciones menemistas de principios de esa década. Ese centenar de kilómetros que la separan de la capital neuquina, nunca olvidará la tensión que se transmitió a todo el país, de una punta a otro de su recorrido.

El barrio Cuenca XV, por estos días sigue siendo una barriada muy popular, en los suburbios, al noroeste de la ciudad capital neuquina. Está cruzada por un brazo del Limay, paralelo a la avenida Casimiro Gómez, que funciona como una vena que atraviesa un cuerpo con moretones. En 2007, el Centro Provincial de Enseñanza Media (CPEM) Nº 69, carecía del moderno y confortable edificio que compartiría varios años después con el EPET Nº 22 Centenario.
En esa escuela con muchas ausencias, trabajaba feliz ese maestro que había nacido en 1966 en la ciudad de Junín de los Andes, también neuquina, pero con una fisonomía geográfica y social muy diferente, a unos 400 km de la capital. Creció muy cerca de allí, a orillas del Lago Lacar, en San Martín de los Andes, en un hogar humilde. De adolescente se trasladó a Neuquén capital para estudiar en el Industrial General Torres, en el que se recibió de técnico químico, lo que le permitió ingresar a un laboratorio mientras cursaba las últimas materias, aunque luego también incursionó en otras tareas ya en una radio, en un hangar, en un supermercado, en una fábrica de jugos y en el propia UOCRA, (Unión Obrera de la Construcción) cuando entrados los 80, ejerció como empleado administrativo.

Ese ámbito afianzaría sus conceptos vinculados al sindicalismo, la solidaridad social y la lucha de clases. Militó en un principio en el MAS (Movimiento al Socialismo), pero luego se desvinculó y prosiguió su lucha en otras organizaciones siempre establecidas en la izquierda. Claro que al mismo tiempo comenzó una lenta y esforzada carrera para recibirse de docente. Lo logró recién en el 2005, cuando estaba por cumplir 38 años. De inmediato, consiguió una cátedra como profesor de química en el CPEM N° 69. Al poco tiempo fue elegido como delegado sindical. Pero claramente no sólo era apreciado y querido por sus compañeros: al año siguiente fue elegido por los estudiantes como el mejor profesor y recibió el premio al “Rey del Colegio”.
La ruta trágica
Comenzaba abril, en 2007 el ATEN (sindicato Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén) llamó a un paro con movilización y en ese sentido, como particular medida de lucha, instó a cortar “la ruta del turismo” cuando despuntaba la Semana Santa. Jorge Sobisch era el gobernador de la provincia y rehuía a una negociación con los docentes que acrecentaban su lucha, fundamentalmente por un mejor salario, entre otras mejoras de las condiciones de trabajo. Pretendían obligar al mandatario a abrir una mesa de negociación.

Si bien el maestro Carlos Fuentealba no estaba de acuerdo con esa medida, la acató ya que había sido resuelta por la mayoría. Y ese día soleado fue a cortar la R22. El piquete se realizó en la localidad de Arroyito, donde se bifurca el camino: la 22 sigue hacia Zapala, cruzando Cutral Có, en tanto, la 237 enfila a Villa el Chocón y pasa por Picún Leufú. Cada oportunidad que lo permite, la región es altamente transitada por el turismo local y también por quienes llegan desde otras partes del país. Por eso lo eligió la ATEN. Así esa mañana del 22 fue llegando un abigarrado grupo de docentes, especialmente desde la capital provincial. Autos, combis, bondis, todo servía.
Al poco rato los sorprendió un descomunal despliegue policial: un pelotón de cientos de agentes con cascos, chalecos, escudos, todos armados hasta los dientes. Los hidrantes infundían temor, como siempre. Rápidamente pasaron a la acción. Avanzaron sobre los docentes, quienes reaccionaron replegándose, al principio sin abandonar la ruta. Pero a los pocos segundos, el lugar se inundó de humo y gases lacrimógenos. Entonces, la orden de los dirigentes fue la de cobijarse en una estación de servicio cercana.

Carlos se mantenía a la retaguardia. Fue el penúltimo en subirse a un Fiat 147 de la organización, para alejarse del lugar, mientras arreciaba el ataque policial. Se arrojó, como pudo, en el asiento trasero. El sargento primero José Darío Poblete, integrante del GEOP (Grupo Especial de Operaciones Policiales) de la ciudad de Zapala, tenía dos condenas en suspenso por apremios ilegales pero continuaba en funciones represivas. Caminaba en la avanzada represiva empuñando un lanzagases. Lo volvió a activar y disparó a mansalva. Estaba a unos dos metros de distancia. La granada de gas lacrimógeno marca Towers, hizo trizas la luneta del pequeño vehículo e impacto en el cuello del docente, debajo de su nuca. Le produjo hundimiento de cráneo. Fue llevado de inmediato al hospital, donde lo operaron dos veces. Pero murió al día siguiente.
La Ctera nacional junto a todos los gremios docentes del país, reaccionaron con un contundente e histórico paro nacional para el lunes 9 de abril, el día posterior a la Semana Santa. Por los años se recordará la realización de las mayores movilizaciones docentes de la historia, que tuvieron un acompañamiento del resto de la sociedad. En Neuquén, durante mucho tiempo la Casa de Gobierno y la Legislatura permanecieron cerradas. Las movilizaciones locales se trasladaron a ese sitio céntrico. El gobernador descabezó la cúpula de la policía y reformuló todo su gabinete: convirtió en secretarías a los ministerios de Educación y Seguridad.
Todo pasa
La investigación judicial del caso volvió a reflejar las características de la relación entre el poder real y la Justicia. La causa se dividió en dos: “Fuentealba I” investigó a los responsables materiales, pero sólo determinó una condena sobre el autor del disparo, Darío Poblete, pero no sobre quienes dieron las órdenes. “Fuentealba II” debía ceñirse sobre la responsabilidad de Sobisch, pero como suele suceder, cedió ante las presiones políticas y jamás avanzó como se requería hasta, finalmente, proscribir.

Sobisch integraba una alianza opositora al kirchnerismo que le soltó la mano tras el escándalo por la muerte del maestro. De todas maneras, se presentó a las presidenciales de ese 2007 con Jorge Asís como candidato a vicepresidente y obtuvo el 1,40%. En 2012 fue condenado por irregularidades registradas en esa campaña y resultó inhabilitado para ejercer cargos públicos por dos años. En la provincia lo antecedió Felipe Rodolfo Sapag y los sucedió Jorge Sapag.
Desde aquel trágico 4 de abril de 2007, Carlos Fuentealba se transformó en una bandera de la docencia en lucha. Varias escuelas a lo largo del país llevan su nombre. La mayoría de ellas replican la situación de pobreza y de carencia contra la que luchó el maestro asesinado, la mayoría se encuentra en los barrios más humildes. Vale la pena conocerlas para conocer en estado puro, la tarea diaria de los docentes por mejorar la educación, más allá de las remuneraciones y de las realidades laborales en que se desarrollan.
En todas ellas está la imagen de ese muchacho sonriente de campera, bigote y barba incipiente, mirada escrutadora. En la escuela neuquina del barrio Cuenca XV, siempre se recuerda su nombre. También en ese cartel que, en el lugar en que fue herido, se eleva con la leyenda: “Aquí dio su última clase…”.
Murió el 5 de abril, pero cada 4, la jornada en que fue herido, es rememorada como el “Día de la Dignidad del Trabajador Docente”. Por la calle, en cada marcha, en cada pelea esa foto se multiplica en banderas o en remeras, con alguna frase alusiva.
Como la que dice, parafraseando a Diego Armando Maradona: “Las tizas no se manchan con sangre”.