“Hace unas semanas que trato de motivar a mis alumnos de secundaria para que se sumen a las aulas virtuales, para que interactúen. Hoy les pedí una videollamada. Me dejaron colgado, y medio todo eso me frustró. A la tarde la preceptora de los chicos cuenta que una madre se comunicó para pedir disculpas porque no podía pagar la boleta de teléfono: ya había gastado demasiado en el plan de datos. Otra alumna me dice que no consiguió celular. No me enojo nunca más. Y me quedo pensando. Pienso en ese pibe brillante y como no pude conversar con él sobre Platón. En cómo algún cínico le hablará sobre la cultura del esfuerzo. Pienso en cómo en tanto el acceso a internet siga siendo un negocio es medio hipócrita hablar de oportunidades o de continuidad pedagógica. Y sin embargo acá estamos tratando de hacer lo imposible. Pasando gigas, buscando cuadernillos. Y seguimos. Tengo fe en esos chicos y espero poder llamarlos y darles clase por teléfono”.
Este es un pequeño relato que circula en las redes sociales. Es la cruda experiencia de un profesor de nivel secundario, cuya realidad es similar a la que viven hoy muchos docentes y alumnos de todo el país.
Los cambios en las jornadas educativas y el paso vertiginoso al modo virtual, sumados a la transformación de la dinámica familiar por el aislamiento preventivo social y obligatorio, y la preocupación lógica por la expansión de la pandemia, obligan a los docentes a educar en situaciones realmente complejas.
Pero las dificultades no son una exclusividad de los educadores. Miles de alumnos se enfrentan a la imposibilidad de acceder a contenidos educativos porque no tienen computadora, celular o conexión a internet.
“Hay una revalorización de lo presencial y del encuentro” (Inés Rodríguez).
En este contexto, docentes y especialistas en educación explicaron a Contraeditorial cómo es educar en tiempos de cuarentena, con la escuela desdibujada como lugar físico que democratiza oportunidades y profundas desigualdades para acceder a las herramientas tecnológicas que hoy abren las puertas a la educación.
La revalorización del encuentro
Inés Rodríguez, docente de la carrera de Sociología de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), señaló que los contenidos educativos del programa fueron adaptados “en cantidad y complejidad”, una vez que las clases comenzaron a dictarse en forma virtual a raíz de la cuarentena.
“Lo que vemos es que aproximadamente un 20 por ciento de la matrícula nunca se conectó a la plataforma. Estimo que serán centralmente cuestiones de formación o de falta de acceso a herramientas y soportes para la educación a distancia”, afirmó.

Consultada por este nuevo vínculo que se crea con los alumnos, Rodríguez explicó que “en la medida que el vínculo pedagógico que se da en el espacio escuela excede ampliamente la cuestión de la enseñanza-aprendizaje, se trata de una experiencia intransferible al ámbito virtual, por lo que la revalorización de lo presencial, del encuentro, se hace muy presente en este contexto”.
Por otro lado, la docente analizó los aprendizajes que se logran con esta “educación ‘online’ forzosa”, y destacó la posibilidad de “utilizar la vía virtual como estrategia complementaria de la presencialidad, para reponer el contacto con estudiantes con inasistencias reiteradas”.
Con respecto a la dinámica laboral actual Rodríguez resaltó que uno de los problemas a resolver es “la falta de reglas claras a nivel institucional sobre cómo considerar y valorar el trabajo virtual”.
La educación testimonial
Pedro Cestona, maestro de ciclo del Instituto Educativo Isauro Arancibia, enfrenta una realidad más compleja. La institución, ubicada en Paseo Colón al 1300 de la ciudad de Buenos Aires, brinda educación a niños y adultos en situación de calle, pero también debe atender la entrega de alimentos a los alumnos y a los vecinos del barrio.
“Educar en tiempos de cuarentena es muy difícil”, admitió Cestona a Contraeditorial. El docente explicó que si bien los maestros están presentes, como siempre, de alguna manera “la educación se volvió testimonial”.
El docente de adultos mayores explicó que en un primer momento se intentaron enviar contenidos por mail, después por Facebook y actualmente lo están haciendo por Whatsapp, pero “las devoluciones de las tareas son a destiempo”.
“Falta esa dinámica de trabajo que te da la escuela presencial” (Pedro Cestona)
La raíz del problema es, a su juicio, “la falta de conectividad, la falta de computadoras y la falta de esa dinámica de trabajo que te da la escuela presencial”. A todo ello se suma la problemática del “espacio en la casa”, ya que muchos docentes y alumnos no cuentan con un lugar físico apropiado para realizar sus tareas educativas.
Otra desigualdad que marcó Cestona es la capacidad de las familias de poder acompañar al alumno. “No es igual el capital cultural de cada familia”, concluyó.
El costo de deshumanizarse
Santiago Gadda Apollonio es profesor de filosofía y trabaja en los institutos de formación docente N° 46 de Ramos Mejía, N°56 de González Catán, y N° 106 de San Justo. Como si esto fuera poco, da clases en las escuelas secundarias N°2 y N°71 de Ramos Mejía.
En los colegios secundarios el docente utilizó plataformas extranjeras como Google Classroom, pero se encontró con la dificultad de que varios de sus alumnos le planteaban que no tenían “lugar en su celular para descargarlo”. En virtud de ello, comenzó a trabajar con otras plataformas como Facebook o Whatsapp para poder establecer un mejor vínculo con sus alumnos.
“No tenemos que ir hacia una educación en la que se aprenda al costo de deshumanizarse” (Santiago Gadda Apollonio.
Acerca de la cantidad de contenidos que envían los docentes a los alumnos, Gadda Apollonio señaló que desde algunas instituciones se incentiva el envío de mucho material “para que no parezca que no se está haciendo nada”, a riesgo de olvidar que “el exceso de actividades no garantiza aprendizaje, y que cantidad no es igual a calidad”.
El docente reveló que recibió quejas por parte de sus alumnos, sobre todo los de nivel terciario, por la “insensibilidad docente”, además de manifestaciones de “angustia” por sentirse “sobrepasados” con las nuevas exigencias.
“Imaginate cómo se puede sentir un chico que tiene cuatro hermanos estudiando y tienen que compartir una solo computadora”, se preguntó el docente, tras plantear la urgente necesidad de “reformular los contenidos”.
Respecto a las desigualdades en el ámbito educativo que visibilizó la pandemia, coincidió con sus colegas que la problemática básica a resolver es la falta de acceso a internet y a los dispositivos tecnológicos.
“Si vas a decir que la educación es la dadora de oportunidades y que te saca de la villa, tenemos que garantizar una computadora e internet para cada alumno. Es hipócrita mantener ese discurso si un chico tiene que estudiar 400 hojas desde un celular roto”, destacó Gadda Apolonio. Al respecto, no solo cuestionó la falta de herramientas tecnológicas, sino también subrayó que tanto alumnos como docentes deben estar capacitados para “darles un uso pedagógico”.

En efecto, parte de las complicaciones educativas en esta cuarentena tiene que ver con que muchos docentes no están preparados para el uso de herramientas tecnológicas. “Le tienen miedo a lo nuevo”, lamentó Gadda Apolonio.
“Pero ojo, nosotros pedimos computadoras pero el verdadero problema es que muchos no están comiendo, muchas escuelas están abiertas porque están repartiendo alimentos”, resaltó sobre una realidad que hace que la función de la escuela exceda lo meramente pedagógico. “Se está haciendo muchísimo más que educar en la escuela, se está conteniendo”, aseguró.
Con respecto a los cambios en la educación que dejará la pandemia, el profesor de filosofía puso en valor la escuela como lugar físico donde se hace carne la “democratización de la sociedad”, al tiempo que advirtió sobre la “tecnofilia” y el “confinamiento en lo virtual”, ya que “no hay que ir hacia una educación en la que se aprenda al costo de deshumanizarse”.
El escenario post-pandemia
Andrea Sánchez, licenciada en Educación y profesora de inglés en dos escuelas de nivel primario de La Matanza, relató su experiencia de distribuir “guiones didácticos”, que se comparten cada 15 días con las familias a través de un grupo cerrado de la red social Facebook. Otra de las iniciativas es utilizar la plataforma Google Classroom, donde trabaja con otros docentes para lograr “propuestas más integradas e ir más allá de una sumatoria de actividades”.
Además de las cartillas que les envía tanto el Ministerio de Educación como la DGCyE, cuentan con los libros del programa municipal “A la escuela, mejor con libros”, por lo que diseñan sus propuestas teniendo en consideración estos materiales.
“Difícilmente volvamos a ser los mismos y a hacer las mismas cosas del mismo modo cuando pase la pandemia” (Andrea Sánchez).
“Antes que cualquier contenido, buscamos profundizar el vínculo con nuestros estudiantes: sin vínculo, muy difícilmente haya aprendizaje”, explicó Sánchez a Contraeditorial.
Al analizar el impacto del Covid-19 en la educación tradicional, Sánchez marcó que “es un buen momento para repensar la configuración de la escuela como la conocemos, con todos esos núcleos duros que parecen inamovibles pero que – mirá hoy – están tambaleando.”
Respecto a cómo complementa las tareas del docente, con las tareas del hogar y el cuidado de los propios hijos en este marco de cuarentena, Sánchez manifestó que “es difícil pero no imposible”.
“Tengo otros trabajos además de ser docente en las dos escuelas, tengo un compañero maravilloso y dos hijos escolarizados en secundaria. Como mamá también fue caótico poder acompañarlos a ellos en sus tareas, a la vez que estar atenta a cómo se sentían respecto a toda esta situación. Son adolescentes así que las amistades tienen mucha importancia en este punto de sus vidas. Nos llevó un tiempo, pero nos organizamos de manera tal de estar presentes y atentos a sus tareas, tanto mi compañero como yo”, explicó.
Consultada sobre cómo estos acontecimientos cambiarán a la escuela, la docente sostuvo que “luego de una experiencia como la que estamos atravesando, difícilmente volvamos a ser los mismos y a hacer las mismas cosas del mismo modo”.
“Honestamente espero que así sea: que cuando volvamos a las aulas hayamos aprendido a profundizar el trabajo codo a codo, a pensar contenidos de acuerdo a quienes habitan nuestras aulas; que aprendamos que evaluar no es calificar. Que hayamos podido producir propuestas didácticas y pedagógicas de vanguardia para nuestros pibes y que nos sintamos orgullosos de ello”, finalizó.