“La metafísica funda una época al darle fundamento de su figura esencial mediante una determinada interpretación de lo existente y mediante una determinada concepción de la verdad. Este fundamento domina todos los fenómenos que caracterizan la época. Entre los fenómenos esenciales de la edad moderna figura la ciencia… La técnica maquinista es ella una transformación sui generis de la práctica, de suerte que es ésta la que reclama la aplicación de la ciencia matemática. La técnica maquinista sigue siendo hasta ahora el puesto avanzado más visible de la esencia de la técnica moderna, esencia que es idéntica a la de la metafísica moderna”. (1)
Martín Heidegger
En 1938, Heidegger escribía La época de la imagen del mundo. ¿Qué diría ahora cuando la cibernética, a través de internet, instala la mentira como la verdad de la época y es desde la información y las redes que se interpreta lo existente, como metafísica? El mismo filósofo planteaba y se preguntaba ¿qué significa pensar?
Parece que la apropiación del conocimiento de la realidad estuviera determinada por la apropiación material de lo real. Ello significa que será la forma específica de transformar la materia la que determina las formas de representación que el hombre tiene de la realidad natural y social en la cual se ve inmerso, y ésta es en esta época, en cuanto forma de transformar la naturaleza, una praxis tecnológica y cibernética a través de imágenes.
En 1964, Norbert Wiener ya advertía sobre las ciencias cibernética y de la comunicación.
La producción tecnológica y el predominio de la producción basada en el capital intensivo y en la utilización de la cibernética, determinará el universo racional y moral de la época, lo que Marcuse llamó el “universalismo tecnológico”.
En su libro Dios y el Golem, S.A, Norbert Wiener también se refirió al aprendiz de brujo después de la bomba atómica que lanzaron sobre Hiroshima. El Golem fue creado por un rabino con arcilla o barro que le da vida según la tradición judía, como si fuera un robot, y no piensa ni tiene alma, o sea no tiene moral, no distingue el bien del mal y tampoco tiene voluntad propia.
Wiener, llamado “padre de la cibernética” por haber creado o inventado la retroalimentación, sostenía en 1964 que su generación estaba expuesta a caer en una de las más importantes trampas morales a partir del desarrollo de la ciencia cibernética, la ciencia de la comunicación y el control tanto en máquinas como en organismos vivos.
Debemos considerar una invención no sólo en relación con lo que podamos inventar sino con la manera como la invención puede y será usada en un contexto humano.
Consideraba Wiener que era un pecado el uso de la magia de la automatización moderna para aumentar las utilidades personales, o para desatar los terrores apocalípticos de la guerra mundial. A este pecado lo llamaba “simonía o brujería” ya que sostenía que: “mientras retengamos una huella de discriminación ética, el uso de grandes poderes para propósitos bajos constituirá un equivalente moral total de la brujería y la simonía”. (2)
La admiración que despierta el hecho de que las máquinas no tengan las limitaciones humanas en cuanto a velocidad y precisión implica muchas veces, para Wiener, “el deseo de evitar la responsabilidad personal de una decisión peligrosa o desastrosa, colocando la responsabilidad en otra parte: en el azar, en los superiores humanos cuyas políticas no es posible desafiar o en un dispositivo mecánico que no es posible entender completamente, pero cuya objetividad se da por supuesta” (3).
A estos admiradores o “adoradores de artificios”, como el autor los llama, aconseja que dejen al hombre las cosas que son del hombre y a las computadoras las que son de ellas. Que debemos considerar una invención no sólo en relación con lo que podamos inventar sino con la manera como la invención puede y será usada en un contexto humano. De no ser así, nos sucederá como el aprendiz de brujo. La humanidad no podrá controlar su propio bienestar, sus propias creaciones o magias en función de su propio desarrollo y felicidad. O sea cuidando la vida y los principios morales.
¿Hasta qué punto los productos de la técnica sirven para la vida?
Sentencia, finalmente, que el mundo del futuro “será una lucha todavía más intensa contra las limitaciones de nuestra inteligencia, y no una cómoda hamaca en la que podamos echarnos a ser atendidos por nuestros esclavos robot”. (4)
El futuro – al que se refería Wiener hace más de medio siglo – es hoy. Los adoradores de artificios, aquellos que creen eximirse de la responsabilidad y el compromiso con las decisiones sobre el uso y la función del desarrollo científico, son las víctimas del pensamiento mágico que suplen o pretenden suplir la decisión humana por la inteligencia artificial, máquinas que reproducen máquinas, etc. El ejemplo más claro en la actualidad se llama Internet. Con esta creación se pretenden logros que sólo dependerían de nuestras decisiones políticas y sociales, sobre el uso que le damos a la ciencia y la tecnología que nosotros mismos creamos. Pero la ciencia y la tecnología no puede ser escindida del uso que se haga de ellas.
Otra vez, el pensamiento mágico convoca al viejo recurso escénico griego del deus ex machina para que éste sea al final el que soluciona automáticamente el drama humano.
“El futuro será una lucha todavía más intensa contra las limitaciones de nuestra inteligencia, y no una cómoda hamaca en la que podamos echarnos a ser atendidos por nuestros esclavos robot”.
Estos adoradores de artificios son los mismos que hoy confunden informar con formar, son los mismos que confunden conocimiento con alimentación pasiva de saberes, son los que confunden información con pensamiento.
Para Gadamer (5) dos cosas quedan poco claras: “¿para quién trabajamos?” y “¿hasta qué punto los productos de la técnica sirven para la vida?”
Nosotros creemos que si pretendemos ser dueños de nuestro destino; de pensar y hacer lo otro, lo distinto; y de mejorar nuestra realidad actual, debemos hacernos más preguntas que no nos quedan claras y que son las preguntas filosóficas básicas de la utopía.
Podríamos sintetizarlas en lo que sostenía Hegel: ¿No podremos hacer lo real, racional y lo racional, real?, o dicho de otra forma, ¿no podremos usar la racionalidad técnico instrumental para lograr la razón social, o estaremos de ahora en más sometidos al desarrollo científico tecnológico, como única razón aunque tergiverse o violente nuestros valores y nuestra decisión y compromiso ético? ¿No podremos transformar el pesimismo existencial en optimismo volitivo, como sostienen los utópicos? Sólo así, con racionalidad crítica, con decisión y compromiso ético, podremos conquistar la dignidad humana que exige, como sostiene Polak (6) “que el hombre configure su propia historia, ordene su sociedad sobre la base de principios racionales y morales y decida su propio futuro conscientemente y en el sentido de la mejor realización posible de una nueva sociedad”.
Enseñar es más trabajo que aprender, porque enseñar “significa dejar aprender”.
Con el maestro – como sostenía el propio Heidegger – sobre todo en la universidad “es particularmente grande el peligro de que se produzca un malentendido respecto del pensar, sobre todo allí donde se habla directamente de las ciencias” (7).
Sostiene que enseñar es más trabajo que aprender, porque enseñar “significa dejar aprender” (8) y para el filósofo sigue siendo “sublime el llegar a ser maestro enteramente distinta a ser un docente afamado” (9).
Quizás por eso muchas personas dicen “le pregunto a Dios” indicando al celular, que seguramente tiene más memoria que los seres humanos. Sin embargo, es un Golem, no tiene sentimiento, ni pensamiento, ni voluntad y sobre todo no distingue el bien del mal.
Creemos que si tenemos que enseñar a pensar, los y las docentes debemos apagar nuestros celulares y solicitar que apaguen sus celulares los estudiantes.
No necesitamos darles a los estudiantes información, la información está en el celular, que es un Golem, un invento del ser humano, sin moralidad, sin voluntad propia, y sin sentimientos.
Heidegger no conocía internet ni los celulares, pero sostenía que el ser humano es aquel que es capaz de pensar.
Enseñar a pensar es justamente enseñar el sentimiento, la voluntad y la moralidad.
Por eso, coincidimos con Heidegger cuando decía que “lo gravísimo es que todavía no pensamos: ni aún ahora pesar que el estado del mundo da cada vez más que pensar. Aparentemente este proceso exigía más bien que el hombre comience a obrar sin demora, en vez de hablar en conferencias y congresos, moviéndose sólo en la línea de imaginar lo que debería ser y cómo habría que realizarlo”.
Heidegger no conocía internet ni los celulares, pero sostenía que el ser humano es aquel que es capaz de pensar, y la razón se despliega en el pensar.
Pero aparte de ser racional, el ser humano tiene sentimientos, moralidad y voluntad. Las personas no somos Golems, no venimos ni fuimos creados de la arcilla ni del barro, nacemos de otra y otro ser humano. Y tendremos que asumir la responsabilidad de las decisiones que tomamos.
Parece que es la época de la imagen del mundo, aunque Heidegger no vivió para constatar la dependencia de internet y, menos aún, las mentiras fraguadas de las imágenes y, menos aún, el trastocamiento de la mentira en verdad para hacer política.
La época de la imagen del mundo es la construcción simbólica que pasa a ser la Verdad de la realidad a través de la manipulación del poder que caracteriza nuestra época, a través de internet con imágenes. ¿Será la metafísica contemporánea?
1 Martín Heidegger: Sendas Perdidas E. Losada, Buenos Aires 1970.
2 Wiener, Norbert: Dios & Golem, S.A., Siglo XXI, México, 1998
3 Ibidem, pag. 44
4 Ibidem, pag. 54
5 Gadamer, Hans: La ragione nell´etá della scienza, Il Melangolo, Génova, 1984
6 Neusüss, Arnhelm: Utopía, Barral, Barcelona, 1971
7 Heidegger, Martin: ¿Qué significa pensar?, Agebe, Bs.As, 2012
8 ibídem
9 ibídem