La antropóloga e investigadora del CONICET, Mariana Cháves analizó la problemática de la presencialidad escolar; un tema que enfrenta al oficialismo y a la oposición en diferentes puntos del país, y que lejos de encontrar consenso en un contexto en donde la ola de contagios por Covid-19 no da respiro al sistema sanitario, se mete de lleno en las principales discusiones que marcan el año electoral.
En diálogo con Contraeditorial, la también integrante de la Casa Joven de La Plata -parte de la obra del Padre Cajade- cuestionó la “intencionalidad política” en el debate que intenta “tomar como eje la presencialidad y no la educación” y, por lo tanto, busca “simplificar la discusión en la idea de que la presencialidad es la única forma de enseñanza y aprendizaje”.
En este sentido, Cháves rechazó la falsa dicotomía “presencialidad o la nada” porque, a su entender, hay diversas formas de acompañar a las niñas, niños y adolescente en este contexto. “Los pibes no son solo sujetos estudiantes, hay que ampliar la mirada”.
Por otro lado, la docente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) criticó la visión “clasemediera y porteña” que empaña el debate, y arremetió contra dirigentes de Juntos por el Cambio que defienden “un proyecto político de exclusión”. “Hay un sector social claramente representado por referentes del PRO que considera que hay sectores de la sociedad que casi no son sujetos”, concluyó.

– ¿No cree que faltan iniciativas para abordar la educación en pandemia, fuera de lo que es la presencialidad y la virtualidad?
– En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, está el programa ATR (Acompañamiento a las Trayectorias y a la Revinculación) que es una propuesta de la Dirección de Escuelas. Son docentes que están enfocados en los chicos que han dejado de conectarse, que no dieron respuestas. Van a la casa, les llevan cuadernillos, hacen ejercicios u otros materiales y se vinculan individualmente. Para eso la alianza del Estado con las organizaciones territoriales es fundamental. De todas formas, la escuela es una de las instituciones del Estado que está en más lugares, junto con las comisarías. Ni hablar si uno pudiera imaginar a las fuerzas de seguridad colaborando en esto, pero estamos lejos. El problema en los sectores populares es que no tenés computadora, no tenés internet y no podés usar herramientas de virtualidad en línea. Leer desde el celular se complica, porque quizás hay un celular para toda la familia. O van e imprimen en el kiosco del barrio la tarea, y les termina saliendo carísimo. Si eso lo pudiera proveer el Estado, sería más fácil. En muchos lugares se hizo, están los cuadernillos de Nación y de provincia. Además, algo fundamental es preguntarles a los pibes como sería una manera de seguir educándose.
– ¿Por qué cuando se intenta dialogar sobre la educación en pandemia, todo termina girando en torno a la cuestión de la presencialidad, sin poder analizar diversas posibilidades educativas?
-Lo que veo es que hay una intencionalidad política de tomar como eje la presencialidad y no la educación, entonces intentan conducir el debate hacia ese punto simplificando y llevando el extremo de que la presencialidad es la única forma de enseñanza y aprendizaje.
“El problema en los sectores populares es que no tenés computadora, no tenés internet y no podés usar herramientas de virtualidad en línea”.
– ¿No se refleja un negacionismo constante en el debate?
– Una de las maneras de llamarlo es negacionismo, pero si uno dice negacionista es porque alguna vez esas personas, así como niegan, tuvieron que haber afirmado. Acá lo que hay es un proyecto político de exclusión. Creo que decirles negacionistas es bajarles el precio porque tienen una clara política de exclusión. Hay un sector social claramente representado por refrentes del PRO que consideran que hay sectores de la sociedad que casi no son sujetos. Se ven en declaraciones como “todos los adolescentes se drogan porque no están en la escuela”. Lo que habla de un desprecio importante hacia los otros. Entonces hay una concepción de que la sociedad tiene que estar compuesta por pocas personas, y otra noción de que la sociedad puede estar compuesta por muchas personas diversas, pero en condiciones de mayor igualdad. Esos son los dos modelos que en parte se enfrentan en las ciencias sociales, pero en éstas hay un discurso mayoritario respecto a cómo funciona lo social. Por eso es interesante el enojo cuando uno explica desde las ciencias sociales algunas cuestiones simbólicas, que rápidamente genera que la tilden a una de que hace ideología o política, porque no es aceptada la visión de las ciencias sociales. Hace tiempo que las ciencias sociales explican el funcionamiento de los sectores sociales y las clases populares. No hay novedad, pero no es útil para lo que se está queriendo afirmar.
– Suele mencionar que la discusión por la presencialidad está teñida por una visión clasemediera y porteña. ¿Cómo caracteriza esas miradas?
– La visión porteña no solo depende de los medios de comunicación centralizados que ofrecen la imagen de la ciudad de Buenos Aires y a veces del AMBA para hablar de la Argentina. También pasa en las ciencias. En el caso de la cuestión educativa, lo que planteo es que falta una mirada diversa, heterogeneidad, algo que también se percibe en las respuestas. No es presencialidad o la nada. Hay diversas formas y estrategias, y cada una debe ser construida con las mayores posibilidades de accesibilidad para el otro. Entonces a veces será cierta presencialidad, cierta virtualidad, y a veces serán los cuadernillos. Hay diferentes formas. Si yo solo me centro en la situación sanitaria de CABA, dónde quedan las experiencias educativas de las regiones, de cada pueblo, de las ciudades. En ese sentido tildo el debate de porteño.

Lo de clase media, me refiero a que algunas descripciones que hacen algunos dirigentes sobre los sectores populares a todas luces demuestran que no conocen la vida de los sectores populares, y entonces todo es una proyección de clase sobre los demás. Hay una idea de que ir a la escuela es lo único que hacen los pibes. Yo podría acordar con la idea de que si sos pibe lo mejor que podés hacer es ir a la escuela. Pero la vida son más cosas que la escuela, y la idea de que la escuela soluciona el resto de las cosas de la vida – tu lugar social, el trabajo que vas a tener, si tenés valores, si tenés deseos – la verdad que no refleja la realidad. La escuela participa de la construcción de todo eso junto con otros actores sociales como pueden ser la familia, la religión, y la cultura en general. Entonces, esa idea que resume que si no hay presencialidad el pibe va a terminar drogándose en la calle, es similar a la frase que decía que “la Asignación Universal por Hijo (AUH) terminaba en la canaleta del juego y la droga”. Son estereotipos viejos que todavía funcionan. Están en lo simbólico generalizado y se activan.
– ¿De alguna manera se está perdiendo de vista que los pibes no son solo sujetos estudiantes?
– Lo que quiero decir es que hay que ampliar la mirada de que los pibes son solo sujetos estudiantes. En este contexto, las posibilidades de enseñanza que acompañen que mayor gente esté viva tienen que ver con buscar estrategias diversas. Ojalá pudiéramos volver todos a la presencialidad, pero si eso aumenta las muertes, no podemos volver a la presencialidad escolar. Acá sí hay algo que está primero; sostener la vida de la mayor cantidad de gente posible, y en eso, ver si es posible la presencialidad. Cuando no sea posible, hay que buscar formas, porque no podemos caer solo en la virtualidad porque dejamos afuera a un sector importantísimo. Aliarse con las organizaciones, tener programas que vayan por los barrios. Hay algunas experiencias.
“Hay una intencionalidad política de tomar como eje la presencialidad y no la educación”.
– Como suele decir ¿hay que “hacerles piecito” a las niñas, niños y adolescentes?
– Utilizo la frase “hacer piecito” para describir mucho de lo que hacen las organizaciones sociales y también varias políticas públicas en la idea de cómo haces para intervenir en la vida de alguien achicando una desigualdad. En ese sentido hay que ser soporte, antes, durante y después de la pandemia. Estar para acompañar las vidas de los pibes y si uno puede empujar capacidades y achicar las desigualdades. Si uno incrementa las capacidades de una persona -que sería por ejemplo lo educativo- no alcanza, porque el mundo sigue siendo rechazador. Entonces, además de incrementar capacidades con cursos y la escuela, es importante también incrementar las condiciones estructurales para que puedan tener una inclusión mayor. En el caso de los jóvenes hay una cosa típica que es culparlos de que no tienen trabajo o ponerlos en víctimas. Entonces se les ofrecen cursos de capacitación y el problema de conseguir trabajo mayormente no está en no estar capacitado, sino en que no hay trabajo. Ese es el problema estructural sobre el que hay que trabajar: la oferta de trabajo.
-¿La necesidad de construir espacio para el relato del cuidado colectivo -que has mencionado en diversas exposiciones- tiene que ver con la pedagogía del cuidado?
– Sí, y está vinculado con el “hacer piecito”, de que tu vida tenga un lugar en el mundo no solo en cuestiones objetivas sino un lugar desde lo simbólico. Los pibes dicen que hay a algunas personas que se les nota que no quieren estar con ellos. Se dan cuenta que muchos creen que no son un sujeto legítimo. Entonces, hay que trabajar en el reconocimiento del otro, tanto en las condiciones objetivas como comer y abrigarse; como en las condiciones subjetivas que apuntan a que haya un lugar de reconocimiento social. Y en eso, el relato “nos salvamos todos o no se salva nadie” es lo que abordaría una pedagogía del cuidado. Pensar que mi vida depende de la del otro, y que no hay condiciones para el individualismo en esta propuesta.
Excelente reflexión !