El director del Observatorio de Medios de la Universidad de Cuyo, Esteban Zunino, realizó un crítico análisis de las coberturas periodísticas desde el inicio de la pandemia del Covid-19 y sostuvo que “en estas situaciones, la información es un bien esencial para el pleno ejercicio de la ciudadanía”
En diálogo con el programa “Volver a las Fuentes”, que se emite por la AM 990, el especialista en medios e investigador del CONICET calificó como “una de las deudas de la democracia” la urgente necesidad de “una regulación de comunicaciones convergente”.
“La desinformación contribuyó a este relajamiento frente a la pandemia”, destacó Zunino.
– Desde el observatorio fueron teniendo, día a día, un registro de cómo eran las coberturas periodísticas. ¿Cuáles fueron las conclusiones a las que llegaron?
– Desde el inicio del ASPO, allá por marzo, seguimos diariamente los principales diarios online de diferentes provincias del país, haciendo foco en los más leídos del AMBA. La cobertura estuvo enfocada desde un encuadre economicista que, desde el inicio, puso en dos polos opuestos a la salud y a la economía, tratándose esta de la primera disputa de sentidos respecto de la pandemia, y donde hacia el final del proceso uno podría afirmar que prevaleció el segundo encuadre economicista.
“Lo preocupante de estas situaciones de polarización política es que los medios se convierten en actores relevantes de las mismas”.
Caracterizamos tres etapas: una primera etapa de cierto consenso ecuménico entre las líneas editoriales. Allá lejos y hace tiempo, todos los medios en sus portadas ponían que a la pandemia la combatíamos entre todos. Ese consenso sanitario se dio en un marco que denominamos de sobreinformación, nueve de cada diez noticias que se publicaban estaban asociadas al Covid-19, en un momento donde la incertidumbre era muy alta.
Luego, promediando el mes de junio, pasamos a una etapa que nosotros hemos denominado de polarización política, donde se rompen los consensos sanitarios y esta polarización recrudece fuertemente en detrimento de una cobertura contextualizada del tema. Lo preocupante de estas situaciones de polarización política es que los medios se convierten en actores relevantes de la polarización, no sólo la narran sino que toman partido e intervienen en el mismo. Allí se enciende la primera alarma, donde esa información socialmente necesaria se ve atravesada por ese sesgo polarizante y deja de ser información útil para que los ciudadanos y ciudadanas puedan atravesar ese escenario de crisis pandémica.
“Las lógicas mediáticas, con o sin Covid, hace mucho tiempo vienen siguiendo la lógica del rating, más que la calidad informativa”.
Finalmente, hay una tercera etapa que coincide con el pico de la pandemia, allá por septiembre y octubre, que hemos denominado directamente como etapa de desinformación. El tema del Covid-19 deja de ser un tema de las agendas mediáticas, viéndose superado por la discusión política, económica e incluso judicial, sin dejar de lado que este momento coincide con el pico de casos y muertes por el coronavirus. Allí donde quizás más necesaria era la información de calidad en términos de prevención, desaparece y es interesante pensar cómo esto puede influir o no con la perfección del riesgo. Podemos decir que en un momento donde el riesgo objetivo no era alto, hubo una sobreinformación, y en el momento donde el riesgo a contagiarse aumentó, probablemente esa desinformación haya contribuido a este relajamiento que hoy vemos.
–Frente a estas tres etapas que nos describís, cabe una pregunta, ¿Qué ha pasado con la ética periodística?
– Es una reflexión constante. Pusimos a andar un observatorio hace cuatro años porque tenemos como horizonte analizar la calidad informativa y ubicar la información socialmente útil como derecho humano, como un bien esencial que nos permita satisfacer nuestro ejercicio ciudadano plenamente. En un contexto pandémico, es mucho más importante que se cumpla con estas premisas.
“Los medios dominantes están claramente enfrentando los encuadres más sanitaristas”,
Creo que hay que analizar qué está pasando con los modelos de negocio de los medios. Es imposible pensar a los medios como un ente aislado de los comportamientos de la agenda política y pública. Ese primer momento de sobreinformación coincidió con una alta demanda de información sobre el Covid-19, y luego se produjo una saturación donde cayó el interés público respecto a las noticias asociadas a la pandemia. En este sentido, en modelos de negocios que están muy exigidos y van siguiendo minuto a minuto las lógicas del rating y del clic, mucho más que la de su rol social, es lógico que suceda lo que sucedió.
El hecho dramático, conflictivo o descontextualizado, por lo general genera más interés, reproducido a partir de elementos sensacionalistas e incluso morbosos. Las lógicas mediáticas, con o sin el Covid, hace mucho tiempo vienen siguiendo la lógica del rating más que la calidad informativa. En un marco general, hay un periodismo como profesión y empresas mediáticas que están en crisis, que no se sabe bien hacia dónde van, y eso puede empezar a permitirnos explicar un poco lo que está aconteciendo.
“Hay que sostener como nunca la exigencia de una regulación de comunicaciones convergente, me parece que es una de las deudas de la democracia”.
Por otro lado, los posicionamientos políticos e ideológicos de las grandes empresas mediáticas de la Argentina son un elemento estructural que no puede quedar por fuera de la ecuación. Aquí, la polarización política se ve claramente, donde los medios dominantes están claramente de un lado, enfrentando los encuadres más sanitaristas, situación que contribuye a crear un sesgo polarizante.
–¿Qué se puede hacer cuando las regulaciones vigentes para estas maniobras se ven paralizadas por DNU, que apuntalaron el negocio, pero no el derecho humano a la comunicación?
– A veces uno se siente imponente ante esa pregunta. Vos más que nadie lo sabés por los roles que has desempeñado respecto a esta temática. El escenario era complejo hace diez años, pero hoy lo es todavía más, entre otras cosas, porque la regulación se deshizo por decreto. Aquel escenario concentrado de hace diez años hoy es mucho más concentrado y es mucho más difícil de desarmar.
“Estas situaciones pandémicas ponen a la información como un bien esencial para el pleno ejercicio de la ciudadanía”.
Hay muchas cosas que se pueden hacer, como alentar estas discusiones en diferentes espacios de la sociedad civil, tal como se hizo previo a la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Es una obligación de quienes transitamos los espacios de la comunicación, de las universidades públicas, de los medios alternativos y de diferentes instituciones, incluso periodísticas que están dando estos debates. Hay que sostener como nunca la exigencia de una regulación de comunicaciones convergente, me parece que es una de las deudas de la democracia.
Así como la ley del 2009 marcó un hito, poner en agenda política al derecho humano a la comunicación hoy implica pensar regulaciones novedosas, aggiornadas al momento que estamos viviendo, incluso a estas situaciones pandémicas que ponen en la escena a la información como un bien esencial para el pleno ejercicio de la ciudadanía.
*Desgrabación: Camilo Caballero