Durante su reciente visita a México, Luiz Inácio Lula da Silva confirmó que será candidato a presidente de Brasil en las elecciones de octubre de este año. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) se mantiene como el principal candidato en las encuestas con alrededor de 15 puntos de ventaja sobre el actual mandatario, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Según cita el portal del canal multiestatal Telesur, un sondeo realizado por la Confederación Nacional del Transporte (CNT) y el Instituto MDA Pesquisa de Brasil indica que “El exmandatario se mantiene al frente de la intención del voto de los brasileños con el 42,2 por ciento frente a los 28 puntos porcentuales del ultraderechista, Jair Bolsonaro”.
“Asimismo, el estudio cuantitativo detalla que otros candidatos como Ciro Gomes y Sergio Moro obtendrán el 6,7 por ciento y el 6,4 por ciento, respectivamente”, agrega el artículo.
¿Por qué Lula?
Al terminar su segundo mandato (2007-2011), Lula tenía más del 80% de imagen positiva, ello debido a que creó el plan Bolsa Familia (similar a la Asignación Universal por Hijo, de Argentina) e hizo que llegara a más de 52 millones de brasileños, más de 40 millones de brasileños salieron de la pobreza y se crearon 15 millones de empleos.
Tras la confirmación de su candidatura, las encuestas le dan unos 15 puntos de ventaja sobre el actual presidente.
Durante su gobierno el crecimiento de Brasil lo transformó en la sexta economía mundial y se transformó en uno de los principales impulsores de la unidad regional. Brasil se integró al mundo de una manera relevante se sumó a los BRICS (Brasil, Rusia, China y Suráfrica), junto al presidente argentino Néstor Kirchner y al mandatario venezolano Hugo Chávez, impulsó el no al Alca (Alianza de libre Comercio que el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, quería imponer en la región), se sumó a la creación de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y de la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) y fue parte de la reformulación del Mercosur (Mercado Común del Sur).
Para expresarlo de manera simple, durante los gobiernos de Lula los brasileños y las brasileñas vivían mejor.
“El mejor ejemplo de gobierno no se saca de un libro, se saca de la madre. Ella siempre va cuidar al más debilitado. Si tiene que dar un pedacito de carne más, se lo va a dar al más debilitado. Si tiene que dar una mamadera más, ella se lo va a dar al que está más debilitado. Ella adora a todos, ella ama a todos, pero aquel más debilitado, no es el más bonito, no es el más inteligente, es el más necesitado. Ese es el espíritu de una madre. Yo confieso que gobierno el país con espíritu de madre. O sea, nosotros tenemos que cuidar a las personas más pobres. El rico no precisa del Estado”, remarcó Lula durante la entrevista que le hizo Daniel Filmus para el ciclo Presidentes de Latinoamérica.
Sus gobiernos dieron inicio al ciclo político del PT, que luego continuaría de la mano de Dilma Rousseff hasta el golpe parlamentario en 2016.
Lawfare
Tras el golpe contra Dilma Rousseff, la derecha enfocó su estrategia en evitar que el líder histórico del PT pudiera volver al gobierno. Una vez más, Lula debió enfrentar un destino injusto. En esta ocasión, el ataque fue articulado por el entonces juez federal Sergio Moro, el fiscal Deltan Dallagnol y los medios hegemónicos de comunicación (encabezados por la Rede Globo). Todos ellos articulados por la nueva estrategia que el Departamento de Estado de Estados Unidos había impulsado en la región conocida como Lawfare (persecución política a través de los medios y el Poder Judicial).

En abril de 2018, Dallagnol, el fiscal que admitió no tener pruebas, pero sí “la convicción” de que Lula había cometido un delito, y Moro, el juez que debía ser imparcial y se encargó de dirigir la investigación del fiscal, fueron los encargados de acusar y condenar al líder del PT por “hechos indeterminados”.
Tras el fallo condenatorio Lula señaló: “pienso que tanto Moro, la [Operación] Lava Jato y la Red Globo, tienen un sueño. El sueño es que, en primer lugar, el golpe no terminó con la [destitución de] Dilma. El golpe solo va a concluir cuando ellos consigan que Lula no pueda ser candidato a la presidencia de la República en 2018”.
“No quieren a Lula de nuevo en la presidencia porque para ellos los pobres no pueden tener derechos. El pobre no puede comer carne de primera, no puede viajar en avión. No puede ir a la universidad. El pobre nació, según la lógica de ellos, para comer y tener cosas de segunda categoría”, señaló.
Lula fue contundente al aceptar la condena, dijo: “ellos decretaron mi prisión. Y les cuento a ustedes una cosa: voy a acatar la orden (…). Ellos creyeron que iban a detenerme. No voy a parar, porque no soy solo un ser humano, soy una idea”.
En marzo de este año (2021), el juez Edson Fachin, miembro del Supremo Tribunal Federal de Brasil, anuló todas las causas enmarcadas en el caso Lava Jato contra Lula al determinar que Sergio Moro no era “el juez natural” para esas causas. Y la Corte Suprema determinó que Moro actuó con parcialidad contra Lula.
Esa decisión permitió que el ex mandatario recupere todos sus derechos políticos.
Bolsonaro y la barbarie
Los grandes logros en política económica, social y cultural que el país vivió a principios del siglo XXI, con los Gobiernos del Partido de los Trabajadores (encabezados por Lula Da Silva y Dilma Rousseff) han sido arrasados por la combinación durante los gobiernos del golpista Michel Temer y del ultraderechista Jair Bolsonaro (a lo que se sumó como ingrediente fatal la pandemia).
El negacionismo del mandatario brasilero sobre la peligrosidad de la pandemia dejó como consecuencia directa más de 29 de millones de personas contagiadas y 654 mil fallecidas a causa de la covid (datos hasta el 11 de marzo 2022).
Las políticas bolsonaristas también ocasionaron que el desempleo en el gigante suramericano alcance el 11,6 %, lo que en números concretos representa a 12,4 millones de personas. A ello se suma que el 40 % de las personas que tienen trabajo se encuentran en la informalidad, es decir, 38,6 millones de brasileñas y brasileños.
Lula une a todos los antineoliberales y representa las ilusiones de las mayorías brasileñas.
En la actualidad, la inflación en Brasil se ubica por arriba del 10 %, la más alta desde 2015.
A los datos del desempleo y la inflación se suma, como un terrible coctel social, que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un organismo que durante el Gobierno de Dilma Rousseff había declarado a Brasil como un país libre de hambre, indica que en la actualidad sufre de inseguridad alimentaria el 23,5 % de los brasileros, es decir, 57 millones de personas (una de cada cuatro).
Los niños de Brasil
La infancia también se ha visto gravemente afectada por las políticas de Bolsonaro. La pandemia dejó huérfanos a, al menos, doce mil niños y niñas.
Según informó UNICEF, “en Brasil, más de 18 millones de niños y adolescentes (el 34,3 % del total) viven en hogares con ingresos per cápita insuficientes para adquirir una canasta básica de bienes. Pero la pobreza en la niñez y la adolescencia es aún mayor. Esto porque, para entender la pobreza, es necesario ir más allá de los ingresos y analizar si las niñas y los niños tienen garantizados sus derechos fundamentales”.
El estudio de Unicef advierte que “el 61 % de las niñas y los niños brasileños viven en la pobreza, siendo pobres monetariamente y/o privados de uno o más derechos”.
La pandemia no ha terminado para los brasileros y mucho menos para los niños. Según publicó el portal InfoSaúde, en los primeros días de febrero de 2022 la capital del país, Brasilia, reportó la ocupación del 100 % de las salas de cuidados intensivos para niños afectados de Covid, tanto en hospitales públicos como privados.
Por último, un reciente estudio del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) muestra que, en los últimos dos años, en el gigante suramericano el número de niños y niñas de seis y siete años que no sabía leer o escribir subió del 1,4 millones (2019) a 2,3 millones (2021), lo que representa al 40,8 % de los niños y niñas de esa edad en Brasil.
Hacerse cargo
Más allá de sus deseos personales, Lula es consciente del rol que le toca jugar en este momento histórico. Él (y no otro) es quien representa todas y cada una las demandas y las ilusiones de la mayoría de los de los brasileños y brasileñas. Y es quien puede unir a todos los sectores antineoliberales.
Lula “comprendió que, para volver a poner en práctica estas posiciones, la derrota del bolsonarismo es una condición, para lo cual es fundamental contar con un amplio marco de alianzas políticas, tanto para ganar las elecciones como para poder gobernar”, recordaba recientemente el sociólogo Emir Sader en un artículo publicado en diario Página/12, titulado “Lula y ser de izquierda en Brasil”.
Lula es la esperanza de Brasil y de gran parte de América Latina. En octubre, esa esperanza se transformará en millones de votos que devolverán al gigante suramericano al camino que nunca debió abandonar.