Es una verdad de Perogrullo sostener que las grandes corporaciones mediáticas han devenido en la usina de pensamiento e ideas de las derechas, utilizando el sentido común a favor de sus intereses, adaptándolo a las nuevas narrativas y a la expresión política para que la oposición posea de forma permanente discursos y le hable a un sector que, históricamente, ha sido anti-populista.
Lo vimos cuando instalaron la idea de las «liberaciones masivas de presos», de que «la vacuna rusa no es confiable» y la más actual de todas, de que «faltan vacunas». Estas frases vacías de contenido tienen sentido porque hay una parte de la sociedad que considera que el Estado es corrupto, mafioso, inservible y que debe correrse para garantizar la eficacia del mercado. A este sentido común le hablan, para bombardearlo con interrogantes. Si hasta el momento tenemos más de 18 millones de vacunas, ¿por qué sólo se vacunaron a 15 millones de personas? ¿Dónde están las que faltan? ¿Son las que se aplicaron en el vacunatorio VIP?
Las vacunas están en el 79,4% de los mayores de 80 años, en el 87,9% de los que tienen entre 70 y 79 años, en el 85,7% de los que tienen entre 60 y 69 años.
Una pregunta sencilla, para un sentido común que está flotando y con la cualidad de que es entendido por todos y todas, que a cualquier persona despolitizada y que no conoce los procesos burocráticos del propio Estado, puede resultarle fácil de entender. Entonces, todo cuaja porque estas preguntas ―que los medios también se encargan de responder― tienen lugar para una determinada ideología que las quiere confirmar.
Pero lo que este sector no sabe ―pero si los grupos de poder― es que las vacunas están en el 79,4% de los mayores de 80 años, en el 87,9% de los que tienen entre 70 y 79 años, en el 85,7% de los que tienen entre 60 y 69 años, en el 55% de los que tienen entre 55 a 59 años y en el 45,3% de los que tienen entre 50 a 54 años, según los datos abiertos del Ministerio de Salud de La Nación.
Lo que ocurre es que ellos son vitalicios en el deporte de arrojar bombas mediáticas sin ningún tipo de pruebas que las sostenga y con el único objetivo de erosionar constantemente la credibilidad del gobierno del Frente de Todos, sin darse cuenta, que esta desesperación los vuelve grotescos e irresponsables en un momento tan difícil en la historia de la humanidad en la que se necesita más solidaridad y menos lobby.

De hecho, nunca se ha visto que los dueños de la palabra en connivencia con la oposición unan sus fuerzas en pos de beneficiar a un laboratorio multinacional que busca atentar contra la soberanía de los países subdesarrollados, exigiendo sus recursos naturales como condición para acceder a su vacuna. No hace falta decir de quién estamos hablando, con solo leer los últimos titulares de los grandes diarios nos damos cuenta. Además escuchamos repetidas veces ese nombre en boca de sectores opositores, que parecen más lobistas de esos intereses o para decirlo de manera menos relacionada con una cuestión de soberanía e independencia económica, “visitadores médicos”, como expresó el Jefe de Gabinete de Ministros.
Los argentinos y argentinas nunca olvidarán estas operaciones porque nunca faltaron vacunas, lo que faltó fue dejar de sacarle rédito político a una problemática que es mundial, en un momento en que la vacunación avanza a buen galope y en el que ya se ha inmunizado a más del 22% de nuestra población.
Hay sectores que son vitalicios en el deporte de arrojar bombas mediáticas sin ningún tipo de pruebas.
Incluso lo que más orgullo nos da es que se empieza a fabricar la vacuna Sputnik Vida en la Argentina, la primera en América Latina, que empezará a aplicarse inmediatamente en nuestro país con las primeras producciones, que en un corto plazo estará exportando al resto de la región, y que implica que frente a esta nueva realidad sanitaria mundial, el año próximo tendremos autonomía para prevenir y no depender de las complejidades de un mercado que concentra sus decisiones al ritmo de lo dictaminado por los países ricos.
Tal vez ese sea el enojo de aquellos para los cuales nuestro país debe conformarse siendo exportador de materia prima, porque sólo defienden intereses minoritarios y esta producción marca otro camino, el de un país que busca incorporar valor agregado a través del conocimiento. Ese camino es el único que dejará atrás el subdesarrollo, la pobreza, que no es dada por los populismo como les gusta decir, sino precisamente por quienes sólo se interesan por las exorbitantes ganancias de pocos y yo no diría la exclusión, sino la expulsión de las mayorías de la posibilidad de una vida digna, que se logra con más trabajo, con mejor remuneración, con más industrias, con más tecnología, con más conocimiento.

Lo que está en juego no es poner obstáculos a la vacunación, es desanimarnos, hacernos perder la esperanza, entretenernos con mentiras, que van cambiando incesantemente. Quieren destruir a la política como herramienta de transformación; contra eso hay que luchar, contra eso debemos dar la verdadera batalla, desde las ideas, desde la concreción de los hechos, de las acciones como las que el gobierno nacional intenta todos los días y a toda hora, porque no se entretiene con Netflix, realizar.
*Los autores forman parte del Grupo Artigas, centro de estudios de políticas públicas que denuncia las operaciones materiales y simbólicas de dominación de los grupos de poder sobre los que menos tienen, que se resiste al centralismo porteño, que defiende un reparto equitativo por regiones y exige el respeto a la soberanía del pueblo.