El supuesto éxodo del país de empresas internacionales, desmentido en muchos casos por las propias compañías o explicado en otros por decisiones regionales más que locales, volvió a exponer la amnesia de la oposición macrista sobre lo generado por su propia política durante los cuatro años de Cambiemos.
En su intervención en el debate por el proyecto de Aporte Solidario y Extraordinario a las Grandes Fortunas, la diputada Blanca Osuna, del bloque del Frente de Todos, se encargó de recordar y detallar el cierre masivo de fábricas y la pérdida de fuentes de trabajo que tuvieron lugar en el gobierno de Mauricio Macri.
Osuna comenzó por señalar que en julio de 2016, con sólo seis meses de Cambiemos en la presidencia, la tabacalera Massalin Particulares bajó la persiana de su fábrica en Tucumán. Dos meses después, Yovilar, dedicada a producir aceitunas, cerró su planta en La Rioja. En noviembre, fue el turno de la textil Guilford, que se fue de Comodoro Rivadavia y despidió a 200 trabajadores. Ya en el inicio de 2017, Alpargatas dejó de operar sus instalaciones de Florencio Varela, y a lo largo de 2018 y 2019, se iba a deshacer de ocho de sus nueve plantas, reduciendo su plantel de personal de casi 4000 empleados a apenas 700.
La diputada Blanca Osuna recordó en el Congreso el cierre masivo de fábricas durante el gobierno de Macri.
En enero de 2017, la compañía de informática Banghó cerró su fábrica de computadoras de Vicente López, la misma que había sido inaugurada por la Cristina Fernández en 2011, y pasó de tener 1000 empleados a 400. También en enero de ese año, Cerámica San Lorenzo clausuró sus operaciones en la provincia de San Luis.
Un mes después, en febrero de 2017, la textil Pampero se fue de Chaco, La Serenísima cerró su planta en Rufino y Puma, la suya en la localidad de Sanagasta, en La Rioja. En marzo Atanor bajó sus persianas en Baradero y Munro, y en abril, la quesera Magnasco hizo lo propio en Santa Fe. Ya en julio, fue el turno de la fábrica de fideos Manera, de Bahía Blanca, poniendo fin a 90 años de producción.
En agosto de 2017, cerró la autopartista Plascar, de Córdoba. Sus 250 operarios fueron despedidos. En septiembre, la multinacional Aliaxis abandonó el país, terminando su producción de tubos de plástico en la firma Nicoll Eterplast, ubicada en La Tablada, donde empleaba a casi 200 operarios. El mismo mes, Adidas despidió a 124 personas de su planta de Esteban Echeverría. En octubre, la que cerró fue la textil Rolmen, y en noviembre, la química alemana Lanxess, que estaba ubicada en Zárate. Lo mismo hizo La Serenísima con su planta de Las Varrillas, en Córdoba.
Los despidos masivos fueron una de las características distintivas durante los cuatro años de la gestión de Cambiemos.
Enero de 2018 arrancó con el cierre de las plantas de Ilolay, en Santa Fe, y de plásticos Bopp, en Campana. Un mes después, BGH puso fin a sus operaciones en Tucumán, y Dulcor, a su planta de aceitunas en Catamarca.
También en febrero llegó el final para la histórica fábrica de medias Ciudadela, fundada en 1949, y el propio gobierno nacional cerró Fanazul, la planta de Fabricaciones Militares en Azul. En marzo de 2018, la química Room and Haas, del grupo estadounidense The Dow Chemical Company, concluyó sus tareas en Zárate, mientras que en Catamarca cerraba la tradicional fábrica Barbero, con más de tres décadas de historia.
En abril de 2018, Carrefour dio comienzo al cierre de varias sucursales, con cientos de despidos. También en abril cerró la fábrica de electrodomésticos Mabe, en Haedo, y 200 trabajadores se quedaron en la calle. En mayo de 2018, Mirgor terminó con una de sus fábricas de celulares en Tierra del Fuego, y en San Luis Cannon Puntana despidió a 100 de sus 130 operarios.
Massalin Particulares, Alpargatas, Cerámica San Lorenzo, Adidas, La Serenísima y Acindar fueron algunas de las empresas que cerraron sus fábricas en tiempos de Macri.
En junio cerró la panificadora Maitén, de Chacabuco, proveedora de Don Satur. En julio de 2018 lo mismo ocurrió en Moreno con la fábrica de plásticos Chemton. En agosto, fue el turno de la planta de Adidas en Esteban Echeverría, donde solo quedaban 47 obreros de los 600 que tenía al asumir Cambiemos la presidencia. Ese mismo mes, el gobierno nacional echó a 101 trabajadores de las fábricas militares de Córdoba.
Ya en septiembre de 2018, con el fin de “reconvertir” sus operaciones, Freddo cerró su fábrica de helados. Al mes siguiente, Renault cerró Metalúrgica Tandil y despidió a más de 100 empleados, y Canale puso punto final a su planta en Llavallol, que luego sería reabierta por sus trabajadores, organizados en una cooperativa. En noviembre, Acindar cerró su fábrica en Rosario y echó a todos los trabajadores, la brasileña Paquetá siguió el mismo camino con su planta en Chivilcoy, donde fabricaba Adidas y trabajaban casi 400 personas; mientras que Eyelit cerró su planta en Catamarca y Sancor, la suya en Bahía Blanca.
En abril de 2019, también bajaron sus persianas la planta de biodisel de Viluco, en Santiago del Estero; la fábrica de envases de plástico Consevik, en el Parque Industrial Pilar; y la textil Alter Saic, en Chubut. En total, sumaron otros 400 despidos. Y en mayo de 2019, la alimenticia Arcor cerró una de las plantas de La Campagnola en Mendoza, y la italiana Brembo se fue del barrio porteño de Barracas.