“¡Rio de Janeiro es un vasto hospital!”, planteaba el dramático titular. Esta semana, Brasil tuvo un registro oficial de 431.942 nuevos casos y más de 11.400 muertos. Pero ese encabezado no se refería a las consecuencias por el Covid-19. “No hay médicos, no hay remedios”, informaba. Tampoco tenía relación con los 17 millones de contagios que acaba de superar el país. “Desidia criminal del gobierno”, planteaba. No se refería a Jair Bolsonaro.
Entre 1875 y mediados de siglo XX, el periódico Gazeta de Notícias fue de los más prestigiosos medios cariocas. El 16 de septiembre de 1918, advirtió que el trasatlántico inglés Demerara realizó un “pésimo viaje”. Zarpó un mes antes de Liverpool rumbo a Buenos Aires y al día siguiente salió indemne de los ataques de dos submarinos alemanes, en plena Guerra Mundial. Transportaba mercancías (traía azúcar, regresaba con carne y café) y correo. También pasajeros: ese viaje lo hizo con 562 a bordo además de 170 tripulantes. Tras pasar por Lisboa, recaló en Recife, Salvador, Río y Santos.
No se sabe cuándo el virus subió a bordo. De todos modos, una vez en Brasil, se propagó rápidamente, desde la costa al interior, a través de los ferrocarriles. El Demerara siguió rumbo a Montevideo y Buenos Aires, pero las autoridades de esas ciudades, advertidas, blindaron sanitariamente su paso.

Era la “gripe española”, así llamada aunque se originara en EEUU. Sólo en Brasil, mató a 35.000 personas, casi la mitad en Río y 2500 en San Pablo. En todo el mundo, cerca de 50 millones, cuatro veces la cifra de muertos de esa Primera Guerra con la que convivió.
A las dos semanas el periódico contaba unos “700 enfermos” repartidos por los hospitales, cuarteles, escuelas, iglesias. Algunos solo tuvieron una “gripesinha” con dolores corporales. Otros presentaron síntomas más graves, serios malestares respiratorios y hemorragias por nariz y boca. La llamaron “flema rusa”, “mal de las trincheras”, “fiebre de los tres días”. Puntualmente en Río le dieron el apodo de “limpia viejos”, por su particular virulencia en la población mayor.
Fue por esos días que la Gazeta retrataba a Río como un “vasto hospital”. Unas semanas después, el 10 de noviembre, debía comenzar el III° Campeonato Sudamericano de Selecciones de fútbol.
El sur también existe
La disputa de una Copa América surgió del exfutbolista y dirigente de Estudiantes de La Plata, José Susan, en 1913, previendo la conmemoración del centenario de la Independencia. Luego la Asociación Argentina de Football invitó a “adherirse a este proyecto a las ligas uruguayas, chilena y brasileña”. Lo publicó en una solicitada en el diario La Argentina. Pasarían tres años para su concreción.
El torneo de 1916 se llamó Campeonato Sudamericano de Selecciones. Fue un cuadrangular y lo obtuvo la selección charrúa. Se disputó en Gimnasia y Esgrima Buenos Aires, sede Jorge Newbery, salvo el partido final entre argentinos y uruguayos, suspendido a los 5 minutos por incidentes: se completó al día siguiente en Racing. El éxito del torneo llamó al periodista uruguayo Héctor Rivadavia Gómez a proponer su continuidad. En 1917, repitió Uruguay, como local, en la cancha del Parque Pereira. Una copa de plata con base de madera, adquirida en una joyería porteña de origen francés, costó de 3000 francos suizos: el trofeo que se pasarían los campeones.

La edición 1918 le correspondía a Brasil. Pero arreciaba la gripe española y si bien Wenceslau Braz Pereira Gomes estaba a punto de dejar la presidencia, se hizo cargo. En un comienzo no cerró los puertos, en función de la economía. Pero sí llamó a la población a resguardarse en sus hogares, restringió el comercio y canceló las clases. También el torneo Sudamericano. El abogado Delfim Moreira asumió la presidencia a fin del año, cuando la pandemia aminaba: reprogramó la Copa para mayo de 1918. El fútbol brasileño había padecido ya la muerte por la pandemia del británico Archibald French, del Fluminense, y João Cantuária, del São Cristóvão.
El Estádio das Laranjeiras, el Manuel Schwartz, donde siempre jugó el Flu carioca, fue remodelado para recibir a los cuatro grandes. Todos contra todos: en esa ocasión se previó que el último partido se enfrentaran los uruguayos y los locales. Empataron 2-2 y hubo un nuevo partido, histórico. Ese 29 de mayo, según la crónica de la época, “los porteros, Marcos Carneiro y Cayetano Saporiti, parecían muros de hormigón; los defensas, batallones de guerra; y los delanteros, pobres, no encontraban el camino al gol de ninguna de las maneras”. Terminó 0-0, en años en los que no se había adoptado el penal como modo de desempate. No podría haber un nuevo partido ya que los visitantes debían regresar con urgencia. Hubo entonces, alargue de 30 minutos, bajo la estricta vigilancia del árbitro inglés Robert L. Todd. Otro 0-0. Caía la tarde y las luces se agotaban, pero a los 2 minutos de la nueva prolongación, Arthur “El Tigre” Friedenreich, un brasileño que por se ufanó que ni Pelé le igualó su extraordinaria marca de goles, anotó para ese memorable triunfo. El festejo llegó en penumbras, tras 150 minutos de juego. El Scratch ganaba su primera Copa América.
Fue una copa teñida de muerte: el arquero uruguayo Roberto Cherry en semifinales se lesionó tras chocar con un rival y murió trece días después.

Un siglo después
Según un trabajo relacionado con aquella pandemia que realizó el historiador brasileño Joao Malaia, de la Universidad de Santa María, cuando el torneo se postergó en 1918 apareció un dirigente uruguayo, Héctor Gómez, que propuso llevarlo al Uruguay en las fechas previstas, con el argumento de evitar “perjuicios económicos”. Pero generó un enorme malestar tanto en Brasil, como en Argentina, y en su propio país, en el ámbito deportivo y en el político, por lo que se desechó la idea y se estableció disputarlo en “momentos en que la pandemia estuviera mucho más controlada”.
Los tiempos cambian.
Colombia y Argentina fueron designados hace casi un lustro como anfitriones de la Copa América 2020, su definitiva denominación desde 1975, tras ocho años de interrupción. La primera gran novedad fue la sede compartida entre ambos países. El primer gran impedimento fue la irrupción del Covid 19, el año pasado, que determinó que la Confederación Sudamericana la postergara. No sospechaba que en 2021 la pandemia continuaría con semejante insistencia.
Ni que en Colombia la crisis social estallara en las calles con protestas que se escucharon en forma de tiros y gases durante los partidos de la Libertadores. Rechazó la Copa. Ahora admite encuentros por las Eliminatorias con público en las tribunas. La desvalorización de la muerte, la valorización de la incoherencia.
Las decenas de miles de casos diarios y el runrún sobre la inoportuna decisión de llevarla adelante, hicieron que el gobierno argentino también se desvinculara.

Y Jair Bolsonaro sacó de la galera la recepción de esta Copa tan vapuleada. Debería iniciarse el domingo próximo. ¿Aún está en duda? Este lunes, tras una videoconferencia entre el presidente y los dirigentes de las asociaciones sudamericanas- se confirmó oficialmente. Incluso con bemoles, como de Argentina, cuyo plantel hará concentración en su predio bonaerense, en Ezeiza y subirá a aviones para viajar a Río, cada día anterior a los partidos…
A pesar también de las declaraciones de sus propios jugadores (Casemiro, el capitán) y su entrenador (Tite, a quien acusaron de seguir a Lula y hasta de “comunista”). En pocas horas fueron varios los jugadores de diversas selecciones (argentinos, uruguayos, ecuatorianos, paraguayos) que amenazaron con poner el grito en el cielo porque la sede sea Brasil. Incluso dejaron entrever la decisión de no jugarla. Un boicot hubiera generado un escándalo estruendoso.
Pero a la Conmebol se la considera tan vigorosa como un Estado. En este caso, su presidente, Alejandro Domínguez cerró una alianza con el mandatario de la nación más potente de la región. Lo apoyan, incluso, otros gobernantes nacionales como Luis Lacalle Pou, quien en un hecho insólito consiguió una remesa extra de vacunas para quienes participen de la Copa, mientras en su Uruguay se registran récords de contagiados y muertos por el Covid.

EL poder real de la CSF es capaz de modificar las posiciones más adversas, queda claro. Del modo que sea.
En Brasil, no obstante, la oposición a la disputa excede el ámbito deportivo. Varios gobernadores objetaron que sus estados sean sedes Y hasta llegó a los estrados judiciales. El Partido de los Trabajadores formalizó una solicitud ante el ministro Ricardo Lewandowski, del Tribunal Supremo Federal, para que falle en contra de la realización. Acusó a Bolsonaro de violar el art. 196 de la Constitución que lo obliga a “garantizar la salud de la población”.
Queda claro que el fútbol, el más maravilloso deporte, al menos para quien redacta estas líneas, también es el más poderoso y pasa por encima de todos los obstáculos, incluso los relacionados con la vida y la muerte.
Hace un siglo como ahora.