La historia de un país y su pueblo se materializa en los objetos y los lugares. El nombre de una calle, un monumento, una placa pueden servir para dar cuenta de esa memoria, para no olvidar. O, por el contrario, para intentar ocultar un pasado oprobioso, para borrar la figura de los responsables, imponiendo otro relato, al punto de rendirle homenaje a quien merece repudio.
Hace 67 años, el 16 de junio de 1955, aviones militares bombardearon la Plaza de Mayo. Fieles a su fanatismo religioso, los pilotos tal vez imaginaron que los explosivos arrojados a sus compatriotas “llovían desde el cielo”, como en un castigo divino que caía sobre el peronismo. Ese día, en su intento por matar a Juan Domingo Perón, la Marina y la Fuerza Aérea lanzaron cerca de 100 bombas –entre 9 y 14 toneladas de trotyl– y masacraron a más de 300 personas, la mayoría de ellas, civiles.

Apenas a 11 cuadras del escenario de aquel atentado fratricida, se encuentra la plazoleta “Canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz”, en homenaje a ese diplomático de la UCR y activo instigador civil del bombardeo del ’55. Ubicada en el triángulo que forman la Avenida Leandro N. Alem, Reconquista y Ricardo Rojas, lleva ese nombre desde el 15 de junio de 2000, cuando el entonces alcalde porteño, el radical Enrique Olivera, impulsó en la Legislatura la sanción de una ley para destacar a uno de sus “correligionarios”, bautizando al lugar y colocando un busto.

Zavala Ortiz –quien falleció en 1982– fue ministro de Relaciones Exteriores en la presidencia de Arturo Illia, y los nostálgicos de la UCR lo suelen recordar por su gestión ante la ONU para que se acepte la posición argentina en el reclamo por las Malvinas. Pero pocos hablan de su rol en el bombardeo a la Plaza de Mayo.
En 2009, una investigación histórica del Archivo Nacional de la Memoria le atribuyó un papel destacado en la conspiración cívico-militar que orquestó el atentado. Y en 2015, cuando se cumplieron 60 años de ese terrible episodio, el Frente para la Victoria propuso, sin éxito, rebautizar el espacio verde con el nombre de “Víctimas de los Bombardeos de Plaza de Mayo” y quitar el busto del diplomático instigador. En ese proyecto de ley, presentado por la legisladora Lorena Pokoik, se sostenía que “el accionar de Zavala Ortiz y el homenaje que significa poseer una plazoleta en su nombre, representan una grave afrenta a las familias de aquellos y aquellas que perdieran la vida en la Masacre”.

El trabajo del Archivo no solo señaló que el dirigente radical fue parte de los comandos civiles que conspiraron con los militares: en el plan fallido de los golpistas, el futuro canciller de Illia fungiría como miembro del “triunvirato civil” que iba a tomar el poder. Incluso, integró la tripulación de uno de los aviones que escaparon a Uruguay cruzando el Río de La Plata. Así lo afirmó en el prólogo de la investigación el entonces secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, quien se refirió a la plazoleta que, “para vergüenza de los argentinos”, lleva su nombre.
No es el único homenaje a Zavala Ortiz. Una calle lleva su nombre en Alta Gracia, Córdoba, provincia donde desarrolló su carrera como abogado y tuvo lugar uno de sus logros diplomáticos. Entre febrero y marzo de 1964, en esa ciudad se firmó la “Carta de Alta Gracia”, un acuerdo destinado a la apertura comercial en la región, en una reunión de ministros de Exterior de Latinoamérica liderada por el canciller argentino.
En 2021, en Alta Gracia, un grupo de vecinos del barrio 1º de Mayo y zonas aledañas presentaron un petitorio para que el Consejo Deliberante de esa localidad “proceda al cambio de nombre de la calle Miguel Ángel Zavala Ortiz”. El reclamo, que fue lanzado en la plataforma Change.org, señaló por entonces que “a exactos 66 años del trágico bombardeo a la Plaza de Mayo, que causara la muerte de decenas de compatriotas y significara un atentado sin precedentes de ataque a la población civil y al gobierno constitucional del entonces presidente Juan Domingo Perón, consideramos que la ciudad de Alta Gracia debe desterrar de sus nomenclaturas oficiales a aquellos nombres que entrañan una afrenta a la democracia y el estado de derecho”. Los vecinos propusieron rebautizar a la arteria como “Mártires del bombardeo a la Plaza de Mayo”, considerando que sería por parte del Concejo Deliberante “un simple acto de justicia histórica”. Su pedido no fue escuchado.
En septiembre de 2015, en la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) –ciudad donde Zavala Ortiz tuvo su bufete de abogados– este instigador del bombardeo a la Plaza de Mayo volvió a tener un homenaje, durante las Jornadas de Relaciones Internacionales celebradas en esa casa de altos estudios. El hecho fue luego largamente repudiado por otros sectores de la propia UNRC.

En 1978, el ministro de Illia había sido uno de los fundadores del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (Cari), un organismo creado por la dictadura cívico-militar, del cual llegó a ocupar la vicepresidencia en 1982 durante un breve período.
El sociólogo e investigador del peronismo Roberto Baschetti sostuvo que Zavala Ortiz llegó a volar en una de las naves que lanzaron explosivos. “El único civil que tuvo el triste privilegio de participar en los aviones que bombardearon Plaza de Mayo y que luego de tirar su carga mortífera huyeron a Uruguay”, aseguró.
En el ’55, el abogado había sido uno de los organizadores de los comandos civiles que, entre otras funciones, iban a asistir por tierra a los infantes de Marina que debían copar la Casa Rosada tras el fuego aéreo. Problemas climáticos que demoraron el ataque hicieron que esos comandos no entraran en acción.

Junto a Adolfo Vicchi, del Partido Conservador, al dirigente radical también se le atribuye la coautoría de la proclama mesiánica emitida por Radio Mitre al momento del ataque, donde se anunciaba: “Argentinos, escuchad este anuncio del cielo volcado por fin sobre la tierra argentina: El tirano ha muerto. Nuestra patria, desde hoy, es libre. Dios sea loado”.
Tres meses después, Zavala Ortiz volvió a la Argentina y fue uno de los cuatro integrante por la UCR de la Junta Consultiva Nacional, un órgano promovido por la Revolución Fusiladora y conformado por partidos con afinidad al gobierno de facto, donde el almirante Isaac Rojas ejercía la presidencia.
Entre el ’63 y el ’66, como canciller de Illia, jugó un papel clave para frustrar el primer intento de regreso de Perón a suelo argentino. Se ocupó de las gestiones con la dictadura brasileña y la embajada de los Estados Unidos en ese país para bloquear, el 2 de diciembre de 1964, el retorno del expresidente, que fue detenido en el aeropuerto El Galeao y regresado a España.
Esta es la oscura foja de servicios del personaje al que se le rinde homenaje en una pintoresca plazoleta porteña, por la que los vecinos y las vecinas de la Ciudad de Buenos Aires pasan a diario.
En Villa Mercedes (San Luis) también hay una calle que recuerda a este nefasto personaje. Un poco mas acá, el ex funcionario de Alfonsín, el comando civil Carranza también tiene su estación de subte.