Para Daniel Arroyo, una vez superada la cuarentena, “la Argentina va a rebotar de manera importante en la economía”, al tiempo que será necesario mantener muchas de las medidas de asistencia alimentaria y social que se desplegaron en los últimos meses. “La situación es crítica”, sostuvo el ministro de Desarrollo Social de la Nación.
Por eso, Arroyo consideró clave el acuerdo alcanzado por el país en la reestructuración de su deuda externa, como condición para reactivar el aparato productivo y la generación de empleo. “Hoy el Ministerio es 90% asistencia alimentaria y 10% trabajo. Yo aspiro a que a fin de año sea 50 y 50, y que el año que viene el eje central esté en el trabajo”, planteó.
En cuanto al humor social y las disidencias acerca de la forma en que se administra la pandemia, el funcionario aseguró que “en los barrios no hay grieta”, sino “un montón de gente poniendo el cuerpo, entendiendo que la situación es en verdad grave”. Además, señaló que así como ocurrió con la crisis del 2001, en los barrios “hoy están surgiendo nuevos liderazgos”.
“Mi impresión es que la Argentina va a rebotar de manera importante en la economía”.
– ¿Qué lectura hace del acuerdo alcanzado en la deuda externa? ¿Cómo impactará en la tarea de su cartera?
– Sin lugar a dudas, es una muy buena noticia, porque resuelve una de las condiciones para empezar el despegue. Me parece que hay tres cuestiones que surgen de este acuerdo con los bonistas que son claves para el país en general y para mi política como ministro de Desarrollo Social. Primero, que genera previsibilidad. Establece un criterio de un nivel de endeudamiento que tenía muy en el corto plazo la Argentina que se va extendiendo en el tiempo. Eso es clave. Segundo, que es la condición para toda una política de desarrollo productivo y de generación de empleo que viene planteando el presidente Alberto Fernández. Y tercero, que despeja uno de los temas centrales más complejos y que se logró en medio de la pandemia, de una situación tan crítica. Es un logro muy grande del presidente y hay un trabajo muy sólido del ministro Martín Guzmán. Creo que esto va a repercutir positivamente en muchas de las acciones que tenemos que hacer en un contexto económico de caída brutal y muy crítico.
– ¿Hay antecedentes históricos en nuestro país de una inyección de recursos a los sectores vulnerables como se está viendo en estos meses?
– No, no lo hay. El antecedente más grande pero que en escala es muy distinto es el 2001-2002. Luego de la crisis del 2001 se puso en marcha el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, que llegó a casi 2 millones de personas, con distintas etapas. Nosotros hoy tenemos un esquema de cuatro patas, para así decirlo. Por un lado, llegamos a 11 millones de personas con asistencia alimentaria. Yo ejecuté, al 30 de junio, el 120% del presupuesto anual del ministerio, y se cuadruplicaron los fondos para asistencia alimentaria. La segunda pata es el IFE, el Ingreso Familiar de Emergencia, que llega a casi 9.000.000 de familias, con $10.000, y que toma a los monotributistas de categoría más bajas y a gran parte del sector informal que, entre otras muchas cosas, no estaba en ninguna base de datos. Ahí, se constituyó entonces una base de datos que da pie para encarar varias políticas más. La tercera pata es el ATP, el pago al sector formal de la economía, algo que tampoco nunca había pasado. Son más de 2.200.000 personas a las que el Estado les paga entre el 50 y el 60% de su salario. Hablamos de salarios del sector privado. Y la última pata es la consolidación de lo que estaba. Previo a la pandemia, ya teníamos 600.000 personas bajo planes sociales; 1.500.000 personas que reciben la Tarjeta Alimentaria, que la lanzamos con el Plan Argentina Contra el Hambre, que fue la primera política que encaramos; y 4 millones de chicos cuyos padres cobran la Asignación Universal por Hijo. Entre los tres pilares nuevos y la consolidación de lo que estaba tenemos un esquema de acompañamiento social sin precedentes en el país. Diría que todos aprendimos de la crisis del 2001. Evidentemente, hay más Estado, y se ha podido adaptar a una situación tan crítica, pero también hay mucha más sociedad: hay más organizaciones sociales, iglesias, escuelas, clubes. Un montón de gente que le está poniendo el cuerpo, sobre todo a la asistencia alimentaria.

– ¿Durante cuánto tiempo más se puede sostener este esfuerzo estatal?
– Está claro que hay que ir viviendo y analizando la situación de forma permanente. Yo sigo todo el tiempo la cantidad de gente en los comedores, para ver cuándo baja y de qué manera y cuándo no. Baja cuando hay changas en la construcción y en el rubro textil. Está pasando en estos días. No pasó cuando se hizo el cierre más duro hasta el 17 de julio. Pero en estos días sí hay más actividad. Y también baja cuando se carga la Tarjeta Alimentaria. Nosotros seguimos desde estas situaciones hasta la evolución del empleo y cómo se va reconstruyendo el esquema social del país. Es difícil establecer plazos. Lo que está claro es que, una vez que termine la cuarentena, muchas medidas sociales van a tener que continuar, porque el deterioro es grande y hay mucha gente que perdió su empleo o quedó con un ingreso muy bajo: el jardinero que tenía 10 casas y le quedaron 5, la empleada doméstica que perdió una cantidad de horas y difícilmente las recupere. Ese contexto va a requerir mucho apoyo del Estado. Más allá de estas medidas, nosotros ya pusimos en marcha las políticas pospandemia con el eje en el trabajo.
– ¿Se trata de redireccionar las políticas para pasar del plato de comida en la mesa al fomento del empleo?
– En términos prácticos, hoy el Ministerio es 90% asistencia alimentaria y 10% trabajo. Yo aspiro a que a fin de año sea 50 y 50, y que el año que viene el eje central esté en el trabajo. Vamos a seguir con asistencia alimentaria, porque la situación es crítica, pero ya pusimos en marcha el Plan Potenciar Trabajo.
“Una vez que termine la cuarentena, muchas medidas sociales van a tener que continuar”.
– ¿A qué rubros apunta el programa?
– La generación de trabajo, la mano de obra intensiva para los sectores más pobres, para el 40% del sector informal, nosotros la vemos en cinco rubros: en la construcción, la producción de alimentos; en el sector textil, donde hay mucho para desarrollar en los próximos tiempos; en la economía del cuidado, donde nos parece que va a haber muchas posibilidades; y en el reciclado. Apuntamos a generar 300.000 puestos trabajos en los próximos meses, transfiriendo fondos para poner en marcha en cada provincia, en cada municipio, estos perfiles productivos, con un sistema de crédito no bancario para máquinas y herramientas, y un registro que permite formalizarse. La persona se va a registrar como monotributista social, durante dos años estará exento de pago, y va a tener factura para empezar a producir y vender. Junto a otras políticas, este va a ser el eje central.
– Sin dudas, hay mucha gente que quiere y necesita volver a trabajar.
– Hay muchísima gente con muchas ganas de volver a trabajar, y mucha que se ha reconvertido en este tiempo, cambiando su lógica laboral. Así como hay una red social que sostiene la situación social, hay una gran red productiva de mucha gente que se reconvierte. Además, mi impresión es que la Argentina va a rebotar de manera importante en la economía. En un contexto muy difícil, va a empezar a recuperar parte de la actividad, con mucha gente que en ese tiempo se ha reconvertido.
– Semanas atrás, lanzaron el Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios. ¿A qué necesidad responde?
– Primero, a la necesidad de saber cuántos comedores hay. Creemos que hay 10.000, pero es una idea general. Ahora, lo vamos a saber. El otro objetivo es ir mejorando la situación, para registrar y formalizar a los comedores, y algo que consideramos clave, que es la descentralización: transferir fondos para que el propio comedor compre alimentos. El mejor modelo en un país que tiene 6000 kilómetros de distancia y 2200 municipios no es la compra centralizada, sino que cada comedor defina qué producto y qué características, porque es muy distinto uno de Humahuaca, en Jujuy, que otro de Pico Truncado, en Santa Cruz. Y que cada comedor compre en la esquina, a la vuelta, que mueva la economía local. El modelo al que queremos ir, pero que no es posible ahora, es la comensalidad en el hogar. Que el comedor, una vez que está formalizado, con el tiempo se transforme en un centro cultural, deportivo, de apoyo escolar, y que la gente coma en la casa. Lo empezamos a hacer antes de la pandemia, con la Tarjeta Alimentaria. Ahora, en este contexto, es más complicado, pero hacia ahí va la orientación.

– ¿La idea es, digamos, profesionalizar a los comedores?
– Es así, es registrar e ir organizando y mejorando la situación. Los comedores en Argentina tienen una larga historia y en este último tiempo se ha potenciado. Hay gente que le pone alma, corazón y vida, y lo hace con un gran esfuerzo y dedicación. Ha sido un esfuerzo grande para los comedores transformar el sistema, primero, al tema de las viandas, y después, a módulos o bolsones de alimentos. Es una tarea bien compleja de un montón de gente que merece ser muy reconocida. Y con el tiempo, una vez registrados y si las condiciones económicas mejoran, deberíamos ir incorporando otros mecanismos más allá del tema alimentario. Lo que yo creo que está pasando hoy es que están surgiendo nuevos liderazgos, microliderazgos en los barrios.
– ¿Cómo ocurrió en 2001?
– Claro. Algo que pasó en 2001 y que está pasando ahora: mucha gente que solidariamente fue a ayudar a la olla popular, a la escuela, a dar una mano a la sociedad de fomento. Mucha de esa gente no se va a volver a la casa: va a estar en la cooperadora escolar, en el club, en la política o en algún lugar, y van a ir conformando, a mi modo de ver, un nuevo esquema. El 2001 dio el surgimiento a un nuevo liderazgo, a gente que se fue incorporando a la política. Yo me siento parte de eso y mi impresión es que acá están surgiendo liderazgos de personas que en los próximos tiempos van a formar parte de las nuevas dirigencias.
“Apuntamos a generar 300.000 puestos trabajos en los próximos meses”.
– ¿Qué pasó después del cuestionamiento que a comienzos de la cuarentena recibió su ministerio por los precios en la compra de alimentos?
– Esa compra se anuló, no sucedió, y cambiamos un sistema de compra de alimentos que tenía más o menos 20 años. Básicamente, generamos tres cambios. Cada vez que compramos, lo hacemos en base a lo que la Secretaría de Comercio fija como precios máximos, algo que antes no existía. De modo que cuando convocamos a comprar alimentos, algo que hacemos todas las semanas, por abajo de los precios máximos, se analizan las ofertas, y por arriba, automáticamente el sistema las rechazas. Lo segundo es que no se convoca a algunas empresas, sino que se hace a través de la plataforma Comprar, del Estado Nacional, donde hay entre 600 y 800 empresas, dependiendo del tipo alimento. Hay grandes, chicas, medianas, empresas recuperadas. Y tercero, lo que comentaba antes: que vamos a un esquema de descentralización, para transferir fondos a los comedores. Eso, además de mover la economía local, fomenta la buena nutrición. Cuando transferimos, podemos analizar y hacer trazabilidad, para insistir mucho con el consumo de leche, carnes, frutas y verduras. Es un tema de buena nutrición que hay que retomar.
Cada vez más, se escuchan voces en disidencia con la forma en que se administra la cuarentena. ¿Qué lectura hace?
– Yo diría que en los barrios no hay grieta. Todos los días estoy yendo a un barrio, y ahí están el cura, el pastor, distintos dirigentes sociales, la provincia, el municipio, la nación, y todo es “tendríamos que hacer esto”, “esto está funcionando mal”, “habría que arreglarlo por acá o por allá”. Mirá que recorro todos los barrios y lo veo permanentemente: es todo en función de mejorar y de resolver situaciones. Más allá de las distintas miradas que pueda haber, en la práctica, lo que hay es un montón de gente poniendo el cuerpo, entendiendo que la situación es en verdad grave. Por lo menos yo, siempre me planteo que el árbol no me tape el bosque. Tengo que llevar adelante políticas para generar condiciones de movilidad social, de mejora social. Pero, más allá de eso, veo a mucha gente en esa línea de ir haciendo cosas y promoviendo mejoras. Cualquiera que vaya a una reunión a un barrio, va a ver que es un debate acerca de cómo le encontramos la vuelta y nada de grieta. Todo en concreto, para ver cómo salimos adelante.