Mientras el planeta cuenta el número de víctimas del Covid y de vacunas que los laboratorios distribuyen, hoy se cumplen diez años de la muerte del escritor argentino Ernesto Sabato. Pero, ¿a qué obedece esta inesperada conexión entre el coronavirus y el autor de Sobre héroes y tumbas? Quizás algunos lo ignoren, pero Sabato estudió física y, allá lejos y hace tiempo, de alguna forma vislumbró la guerra de patentes y el peligro del desarrollo descontrolado de las grandes ciudades, que la pandemia dejó al desnudo como nunca antes. “Fue un visionario al advertir sobre estas cosas que ya pasaban y se repiten hoy”, destacan Pablo Morosi y Sandra Di Luca, los autores del libro “Sabato, el escritor metafísico”.
“Sabato estudió física en un momento en que el positivismo era muy fuerte y tuvo la suerte, en una época donde Argentina tenía pocos científicos, de ser becado para ir a trabajar a la meca de la física (el Instituto Curie en París)”, explica la escritora, periodista, docente y documentalista Sandra Di Luca. “Pero ahí es cuando empieza a vislumbrar que la ciencia puede volverse contra el hombre mismo, porque ahí estaban investigando la fusión del átomo de uranio que podía ser aplicado en las placas de rayos X que ayudan a salvar vidas, pero al mismo tiempo sirvió para desarrollar la bomba atómica”, agrega el también periodista Pablo Morosi.

Como parte de su “desilusión con la ciencia”, el Morosi explica que Sabato criticaba “las disputas de los laboratorios por las patentes” de desarrollos fundamentales para preservar la vida y la salud, “que es esto mismo que estamos viendo ahora con las vacunas” y, en ese sentido, “fue un visionario al advertir sobre estas cosas que ya pasaban” pero que se profundizaron con el correr de las décadas.
Di Luca recuerda que “él también estaba en contra del desarrollo (ilimitado) de las ciudades porque decía que esa era una vida deshumanizada que iba a generar un montón de problemas”, algo que también queda en evidencia al indagar sobre el surgimiento y expansión de la pandemia.
El libro publicado por Marea Editorial anticipa desde su título el hilo conductor de un relato biográfico en clave periodística: la constante búsqueda de respuestas a las preguntas existenciales que lo atormentaron desde niño, y que lo llevó alternativamente a recorrer el camino de la ciencia, la militancia política, el ocultismo, la música, la pintura y la escritura.
“Todo arranca con ese origen tan confuso, sin precisión sobre la fecha de su nacimiento y recibiendo el nombre de otro niño fallecido, que era una costumbre de la época. Pero una cosa es que te pongan el hombre del hermano muerto y otra cosa es que no te digan bien cuándo naciste ni cómo murió”, indica Morosi.
Si bien Sabato nunca pudo saber si su llegada al mundo se produjo el 23 o el 24 de junio de 1911, también fue un enigma la causa de la muerte de su hermano Ernesto cuando tenía un año y cinco meses, y su madre ya estaba embarazada de quien sería doctor en física y un reconocido escritor.
“El hermano se le transformó en un fantasma y ese fue el origen de tribulaciones que lo ponen a él en un lugar de inconformismo constante, de ir eligiendo diferentes caminos que va dejando porque siempre hurgó en el terreno de lo no explicable”, dice Di Luca.

En ese derrotero es que inicialmente Sabato se vuelca por las ciencias duras, recibiéndose de doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas en la Universidad de La Plata y obteniendo en 1938 una beca como pasante en el actual Instituto Curie, oportunidad que le fue otorgada por el futuro Nobel de Medicina Bernardo Houssay en su rol de titular de una entidad científica.
“Pero la verdad científica solo sirve para las matemáticas o las ecuaciones y si uno piensa en su propia vida, ¿cuánto de lógica o racionalidad tuvieron sus decisiones? Tuvo una manera apasionada de vivir guiada por impulsos e intuiciones; y de eso está hecho el ser humano, que se sigue haciendo las mismas preguntas de diferente manera”, agrega Morosi.
Pero la transformación del científico al escritor no fue fácil. “Le costó mucho ese salto que fue haciendo lentamente, porque tenía una vida resuelta en la ciencia pero fue la literatura la que le permitió expresar todas esas dudas y reflexiones comunes y totalmente actuales”, indica Di Luca.
Para los autores, el éxito de la trilogía de novelas sabatianas –El Túnel (1948), Sobre Héroes y Tumbas (1961) y Abaddón y el Exterminador (1974)- radica en que “logró interpretar a la sociedad en la que vivía y a los porteños de una manera muy acabada”.
“En el libro decimos que fue un ‘testigo incómodo del siglo XX’ porque le esquivó al binarismo argentino del River/Boca, antiperonismo/peronismo buscando su autenticidad a riesgo de equivocarse y reconocerlo, como hizo muchas veces, y parecer contradictorio por eso”, dijo Morosi.
En ese sentido, el libro muestra que así como almorzó con Videla y antes “había aplaudido el golpe de 1955 como buena parte de la intelectualidad de la época”, fue uno de los fundadores la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, presidió la Conadep y rechazó visceralmente las leyes del perdón alfonsinistas.
“¿Cuál es el Sabato verdadero? A diferencia de la mayoría de los mortales, él vivió casi 100 años animado por una búsqueda de autenticidad pero también de un deseo de trascendencia, de que lo que hacía no dejara a nadie indiferente, pagando un precio por eso”, sostiene Di Luca.
Respecto a su participación en la elaboración del informe Nunca Más que prologó en 1984, Morosi asegura que esta tarea “no lo absolvió” ante sus críticos, mientras que “para quienes ya lo admiraban, fue determinante para ascenderlo a una plataforma de ejemplaridad”.

El libro también se mete con el conflictivo vínculo que mantuvo con sus pares Jorge Luis Borges y Bioy Casares, pero también con el denominado “boom latinoamericano” y con las universidades que excluían sistemáticamente sus textos. “De todos los Sabatos, a mí me encanta el de la nigromancia, el que consulta a adivinos y curas sanadores, hace sesiones de espiritismo y termina diciendo que su propia creación artística surge de los sueños, porque es el que me genera más intriga”, dice Morosi.
A continuación, Contraeditorial publica un adelanto de la introducción de Sábato, el escritor metafísico:

Ernesto Sabato* fue, por lejos, el escritor argentino más leído de su época: un verdadero fenómeno mucho más allá de lo editorial. Autor complejo y controversial, concibió una trilogía de novelas elogiadas por Albert Camus, Graham Greene y Thomas Mann. A su vez, dio vida a ensayos en los que expuso con lucidez los peligros que amenazaban a la humanidad. Su figura excede largamente el carácter abstracto de la literatura o el pensamiento y ha estado involucrada en los principales acontecimientos, inclemencias y tragedias que jalonaron el derrotero de la historia nacional a lo largo del último siglo.
Desde la década de los 70 la vida de Sabato ha sido reflejada en varios ensayos biográficos cuyo común denominador es haber sido guiados por el relato y los recuerdos del escritor. El último de esos trabajos, realizado por Julia Constenla –y corregido parcialmente por el propio Sabato– fue publicado en 1997 y reeditado tras la muerte del autor de El túnel, en 2011. Sobre esa rica base de antecedentes, el presente trabajo incorpora documentos, material de archivo y nuevos testimonios; elementos con los que busca echar luz sobre los hitos cruciales y las pulsiones que guiaron los pasos de este hijo de inmigrantes calabreses nacido en 1911 en el pueblo bonaerense de Rojas.
Su carácter sombrío parece emerger del drama de un hermano muerto en forma prematura: creció ahogado por una excesiva sobreprotección, rodeado de silencios y preguntas nunca respondidas que alimentaron una infancia temerosa y retraída en la que fundó su personalidad. Deslumbrado por las perfectas ecuaciones de la ciencia, durante su juventud en La Plata también descubrió el arte, la política y el amor, y desarrolló una cosmovisión humanista que lo ubicó, invariablemente, en la trinchera de los que luchan por la dignidad del hombre. Se enamoró de la épica de los anarquistas para luego afrontar los riesgos de una militancia en las ideas prohibidas del comunismo, cuyos referentes eran perseguidos y encarcelados. Ajeno a todo dogmatismo, pronto se desencantó ante la evidencia de los crímenes cometidos por el estalinismo. A aquella decepción le siguió una mayor: el quiebre frente a una ciencia puesta al servicio de intereses vueltos contra el hombre mismo. Entonces, cautivado por la rebeldía antirracionalista del surrealismo, vio derrumbarse todas sus certezas de laboratorio.
Siempre dominado por impulsos, emprendió una deriva existencial que terminó por convertirlo en escritor. Buceó en la profundidad de su alma en pos de los grandes misterios de la condición humana que, junto a la alienación del hombre y la crisis espiritual en la sociedad tecnológica, constituyeron el planteo central del universo sabatiano. La creación artística fue su herramienta de expresión y, al mismo tiempo, una estrategia de supervivencia. Así, tanto la novela como –en sus últimos años– la pintura le permitieron acceder a las oscuridades del espíritu, habitado por fantasmas y obsesiones, ajenas al mundo en apariencia diáfano de la razón.
Desde esta perspectiva, sus novelas –El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el Exterminador– pueden ser vistas como un enorme ejercicio de autoafirmación: un proceso expurgatorio de su interioridad, a la vez imperioso y desgarrador. En esa búsqueda metafísica esencial que indaga sobre el carácter ambiguo y contradictorio de la condición humana, radican precisamente la vigencia de su obra y el valor de su legado.
Sabato fue, al mismo tiempo, testigo incómodo del siglo xx e intérprete cabal de la idiosincrasia de los argentinos. Su pensamiento controvertido y provocador, con el que cautivaba especialmente a los jóvenes, lo llevó a fuertes confrontaciones en el terreno político, pero también a desencuentros con el mundo intelectual que, sin embargo, no mellaron su prestigio y popularidad.
Al cabo de la última dictadura asumió un rol clave para la frágil democracia recuperada: presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), órgano que documentó el horror del genocidio y dio sustento al procesamiento y condena de sus máximos responsables. Aquel protagonismo lo convirtió en un modelo de compromiso ético y ciudadano. Desde esa plataforma llevó adelante el papel grave de un pesimista habitando un país imperfecto y autodestructivo pero que, de todas formas, ante cada decepción recobraba la esperanza de poder construir una nueva utopía.A diez años de su muerte, Sabato. El escritor metafísico invita a internarse en la vida intensa y apasionada de una de las figuras más destacadas y polémicas de la literatura argentina del siglo XX.
*Foto apertura Alejandro Andam. Télam