El ministro de Defensa de la Nación, Agustín Rossi, es el funcionario que con más claridad sentó posición sobre la forma en que viene administrando sus tensiones la coalición de gobierno que encabeza Alberto Fernández. “Cada vez que aparece una diferencia interna, la oposición y el periodismo se hacen un festín”, sostuvo Rossi, que en su segunda gestión en la cartera de Defesan enfocó a las Fuerzas Armadas en la ayuda comunitaria ante la pandemia. “Llevamos 9000 tareas en todo país. Es el despliegue militar más importante después de la guerra de Malvinas”, destacó el ministro, y aseguró que con Cambiemos también los militares sufrieron el ajuste fiscal.
Acostumbrado a la negociación y el acuerdo –por 10 años, dirigió el bloque kirchnerista en Diputados–, Rossi remarcó que si bien “las coaliciones no se hacen entre los que piensan igual sino entre los que piensan parecido”, la única forma de gobernar es con “unidad en la acción”, por lo que llamó a “cerrar filas detrás del presidente”. En ese punto, advirtió que si la gestión del Frente de Todos no resulta exitosa, “no es que algunos fracasarán más que otros. Habrá fracasado la totalidad de la coalición”.
“Estamos en el momento más agresivo de la pandemia y en el último tramo de la renegociación de la deuda”.
– ¿Cómo describe el momento que atraviesa el gobierno nacional?
– Hagamos un poquito de historia para ver la dimensión donde estamos parados. Sabíamos que la situación económica era complicada, pero uno termina de tener verdadera magnitud de la crisis cuando asume. El presidente empieza a gobernar y cumple las promesas que hizo en la campaña, y yo creo que hay que ponerlas en valor: prometió que los jubilados tendrían medicamentos gratis, y lo hizo; anunció que su principal política pública iba a ser la lucha contra el hambre y ahí está la tarjeta Alimentar en todas las provincias. Llegamos al primero de marzo, vamos al Congreso, el presidente anuncia los ejes fundacionales de su gestión y dos días después aparece el primer caso de Covid en Argentina, y el 9 de marzo la OMS declara la pandemia. Eso hace que de siete meses de gobierno, llevemos más tiempo gobernando bajo el Covid que sin Covid. Pero no sólo había que dar respuesta a la pandemia como el resto del mundo, porque la Argentina, además, tenía que resolver el problema de la deuda. Una deuda generada irresponsablemente por la gestión anterior, pero que había que afrontar para que el país empiece a recuperarse. En ese tiempo, el presidente diseñó instrumentos destinados a paliar los efectos de la pandemia sobre la crisis económica. Así nace el IFE, que es una enorme inversión fiscal, por ejemplo, de $90.000 millones para el mes que viene, o el ATP, del que ya se anunció una cuarta etapa.

– O sea, un escenario difícil al que se le sumaron nuevas dificultades. ¿Y ahora dónde estamos?
– Estamos en el momento más agresivo de la pandemia, en el último tramo de la renegociación de la deuda, con algunos datos pequeños pero alentadores en cuanto a la capacidad de recuperación económica del país. Y, al mismo tiempo, con la aparición de un sector de la oposición muy virulento en lo discursivo, que utiliza cualquier elemento para tratar de desgastar al gobierno. En esta coyuntura, me parece que la respuesta de nuestro espacio debe ser cerrar filas detrás del liderazgo del presidente, que es quien está gestionando en esta etapa y en ese momento.
– Entonces, ¿no solo es el pico de la pandemia sino también un pico de tensión política?
– Sin duda. También la forma de administrar la pandemia tiene una mirada claramente política. No desconozco que el Frente de Todos es una coalición electoral y que por eso, intrínsecamente, debe permitir miradas diferenciadas. Las coaliciones no se hacen entre los que piensan igual sino entre los que piensan parecido. Ahora, esta coalición electoral diseñada magistralmente por Cristina Fernández de Kirchner y que nos permitió obtener un triunfo electoral contundente, hoy es una coalición de gobierno que tiene la responsabilidad de gestionar. A los peronistas, sobre todas las cosas, siempre nos miden por la gestión, y no conozco otra forma de gestionar adecuadamente si no es con unidad en la acción, detrás de quien lidera el gobierno.
“Alberto y Cristina siempre han gestionado su relación en beneficio del conjunto de los argentinos”.
– Desde cierta mirada, las tensiones internas se leen como el reflejo de diferencias entre el presidente y su vice. Conociendo a los dos, ¿qué opina sobre estos planteos?
– Alberto y Cristina han construido ellos dos la relación que tienen, y la gestionan y administran ellos dos. Lo que he visto es que esa gestión siempre ha sido en beneficio del conjunto de los argentinos y de nuestro espacio político. Mi intervención apunta a invitar a aquellos que tengan pensamientos diferentes, algo que naturalmente sucede en el marco de una coalición, a reflexionar que cada vez que aparece una diferencia interna, la oposición y el periodismo se hacen un festín. Entonces, como comunicación de nuestro espacio ante la sociedad, aparecen más las diferencias que las coincidencias que tenemos, por ejemplo, en lo que a mí me parece más importante, que es el relato que hice de las acciones del gobierno en estos siete meses. Cuando uno gobierna tiene que tratar que las decisiones presenten el menor nivel de flancos, para no ser utilizadas por quienes intentan deslegitimar o desgastar al gobierno del presidente.
– ¿Y cómo evalúa lo hecho por el gobierno en esta coyuntura?
– Creo que es un excelente gobierno en el marco de una pandemia. Asumimos con crisis; en el medio, hicimos lo que el macrismo no hizo en cuatro años; gestionamos la pandemia privilegiado la vida, vamos a llevar adelante una correcta renegociación de la deuda, y el presidente diseñó dos institutos potentes que están destinados a paliar los efectos económicos negativos sobre los sectores más vulnerables y evitar que las empresas despidan, cierren o estén paradas para el momento de la recuperación económica. Me parece destacable en función del ideario de nuestro espacio político. Para estas cosas asumimos y gobernamos. Y hoy la sociedad pide fundamental dos cosas: que terminemos de gestionar de forma adecuada la pandemia y que preparemos la recuperación económica del país. La energía de nuestro espacio político tiene que estar destinada a ese lugar.

– La forma en que estas divergencias internas se hicieron públicas, ¿puede ligarse a la falta de espacios por esa política hecha de mediaciones que instaló la pandemia?, ¿o a sectores sin la gimnasia de convivir en la diferencia?
– No sé cuáles serán las motivaciones. Lo que intento transmitirles a todos nuestros compañeros, militantes y dirigentes es que si la gestión de nuestro gobierno no es una gestión que complazca al conjunto del pueblo argentino, habremos fracasado todos. No es que algunos fracasarán más que otros. Habrá fracasado la totalidad de la coalición. Y que la coalición puede tener objetivos comunes, como los que dije antes, que nos engloban a todos, y quizás otros que estén más presentes en un sector que en otro, pero inclusive para poder concertar estos objetivos, se necesita una coalición gestionando adecuadamente. Y también quiero advertir que en política, cuando uno gobierna, lo que no puede hacer es desconocer la realidad. Es decir, uno no gobierna en un termo ni dentro de una latita de azafrán, uno gobierna en un determinado contorno que tiene una relación de fuerzas en una situación determinada, y que pesa al tomar las decisiones. Yo lo digo claramente: nosotros no nacionalizamos YPF en 2003, lo hicimos en 2012, después de que Cristina ganó con el 54% de los votos.
– ¿Y cuál es esa relación de fuerzas en la actualidad?
– Nosotros ganamos bien, en primera vuelta, con el 48% de los votos, pero tenemos una oposición que tiene un 40%, que posee bloques parlamentarios fuertes, más en Diputados que en Senado, pero con fortaleza igual, y tenemos demandas primarias del conjunto de la sociedad. Ahí hay que poner la energía de nuestro gobierno, que no es infinita. La energía de los gobiernos se va gastando en la medida en que usted va gestionando, y se van reciclando o recargando si la gestión es acompañada. Esa energía tiene que enfocarse en las cosas más importantes que hoy nos reclaman que, como dije, son gestionar bien la pandemia e iniciar la recuperación de la economía. Y en eso yo veo que nuestro espacio no tiene disidencias. Las disidencias aparecen en cuestiones que no digo que sean menores, pero que no están priorizadas como otras ante el conjunto de la sociedad. Hay que tenerlo en cuenta a la hora de la toma de decisiones políticas y, sobre todo, pensar que estamos gobernando una Argentina en crisis económica y en medio de una pandemia, con una oposición que cuando nos puede dañar, nos daña.
“No se puede desconocer la realidad, uno no gobierna en un termo ni dentro de una latita de azafrán”
– En esta coyuntura, le toca una segunda etapa al frente del Ministerio de Defensa. ¿Cómo encontró a las Fuerzas Armadas?
– Lo que vi es que la gestión del presidente Mauricio Macri tuvo mucho más presente tomar decisiones ligadas a la política de ajuste fiscal que a la política de defensa. En ese marco, se tomaron medidas de achicamiento de las FFAA, con el cierre de divisiones y unidades, cuestiones que yo no comparto. Hoy la pandemia muestra lo necesarias que son las FFAA, su distribución logística y territorial, y su equipamiento. Fundamentalmente, encontré eso y bastante desidia a la hora de gestionar.
– Sin embargo, había en Cambiemos una apelación pública a las FFAA.
– Claro, había una reivindicación discursiva, pero sin ninguna acción para poner en valor a las FFAA, y tampoco se definió algo que para mí es importante, que es tener una política de defensa con un equipamiento razonable. Esto, amén de otras situaciones. Por ejemplo, hubo una resolución del exministro Oscar Aguad que modificaba la estructura de las FFAA, firmada el primero o el 2 de diciembre de 2019, diez días antes de irse. Siendo indulgente, fue poco gentil para con el ministro que venía. Lo mismo con los decretos que posibilitaban el accionar de las FFAA en el esquema de seguridad interior, que nosotros derogamos y estaban vigentes no desde 2016, sino desde mediados de 2018. Sobre ese punto, vale recordar que la Argentina, cuando ingresa la democracia, va construyendo acuerdos y que uno fue establecer con claridad que las FFAA se dedicaban a la defensa y que las fuerzas de seguridad y las policías provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires, a la seguridad interior. Es decir, en 37 años de democracia, 35 años y medio funcionamos de una manera, y sólo un año y medio funcionamos de otra, cuando Macri, con un decreto, modificó esa voluntad explícita de la democracia argentina. Lo que nosotros hicimos fue poner las cosas en su lugar.

– ¿Cómo tomaron los jefes militares su rol en el abordaje de la pandemia?
– Todo lo que ahora están haciendo las FFAA está dentro de sus misiones secundarias o subsidiarias, en este caso, tareas de apoyo a la comunidad. En los jefes y en la totalidad del personal militar encontré una solidaridad y una comprensión del momento absolutas. Los actuales jefes estaban recién asumidos cuando tuvimos que hacernos cargo de esta situación. Dividimos al país en 14 regiones, cada una con un comando de emergencia que recibe la demanda, y a partir de ahí salen las tareas. Ya llevamos realizadas 9000 tareas en todo país; entre 80 y 90 por día. Para nosotros, una tarea es una acción que se realiza durante un día, con movilización de personal y medios. Por la extensión en el tiempo y en el territorio, es el despliegue militar más importante en Argentina después de la guerra de Malvinas. También diseñamos un comando, presidido por mí e integrado por los cuatro jefes militares y los secretarios del Ministerio. Es una experiencia inédita, por ser un comité mixto de militares y civiles que tiene a cargo el diseño de la totalidad de lo que llamamos Operación General Manuel Belgrano.
– Vayamos a la región y a la situación que plantea Venezuela, donde hay quienes advierten sobre la amenaza de una intervención militar. ¿Qué postura debe tener la Argentina?
– Bueno, es una respuesta propia de la Cancillería, pero el presidente ha sido claro: estamos en contra de cualquiera intervención militar, propiciamos una solución pacífica de los conflictos que tengan en Venezuela, que contenga a la totalidad de los venezolanos. Ese ha sido el posicionamiento de nuestro país, sin dejar de reconocer que hay una cantidad de cosas que suceden al interior del gobierno venezolano que nosotros no compartimos. Independiente de eso, nunca vamos a apoyar una intervención militar. Sería un retroceso histórico, terrible para toda América del Sur. Además, con todo respeto y espero que se entienda, las dimensiones de los países también pesan: Venezuela no es Cuba. El impacto que pueda llegar a tener una intervención militar en América del Sur sería muy perjudicial para el conjunto del continente, que es un continente de paz. En realidad, el rol de los países líderes del continente tendría que haber sido distinto al que en su momento decidieron los expresidentes Temer y Macri, que lo primero que hicieron fue echar a Venezuela del Mercosur, por un alineamiento automático con las posiciones de Donald Trump. A mi criterio, el papel que tendrían que haber jugado Argentina y Brasil era el de garantizar que los conflictos en Venezuela se resuelvan en un escenario de paz y dentro de la propia región, evitando que se entrometa una potencia extranjera.
– ¿Ve como una amenaza real la hipótesis de la intervención militar en Venezuela?
– Tengo la sensación de que en el último tiempo eso se ha alejado un poco, entre otras cosas, porque creo que las Fuerzas Armadas norteamericanas no están muy entusiasmadas con este proyecto. Por eso, en el último intento que hicieron, buscaron tropas mercenarias, digamos, porque no aparecieron las FFAA norteamericanas de forma oficial. También veo que los Estados Unidos tenían mucha expectativa con lo que podía generar Guaidó y eso, a casi dos años, se fue desinflando. Ahora bien, el Brasil de Bolsonaro, en su Libro Blanco, si bien aún es una información extraoficial y tampoco lo han enviado al Congreso, plantea como zona de tensión el límite con Venezuela y la zona que tienen de superficie de frontera común entre Venezuela y Bolivia. Como dije, sería un retroceso para el continente. En un momento, los tres gobiernos de América Latina que planteaban una alternativa distinta eran México, el Uruguay de Tabaré Vázquez y Alberto, que ya había ganado las PASO. Proponían una salida consensuada, en base al diálogo. Ese es el camino que hay que seguir fomentando.