“Sólo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo… La medicina no es sólo un oficio, es una ciencia social, una ciencia política y una ciencia económica, y, finalmente, es también una forma de la cultura y la expresión más concreta del grado de adelanto de una Nación”
Ramón Carrillo
No es por casualidad que la Universidad Nacional de Lanús sea la que se propuso editar las obras completas de Ramón Carrillo. Desde su creación, sostuvimos que para que la universidad sirviera al país y a la comunidad toda, debería salir de las disciplinas y estructurarse en torno a campos problemáticos construyendo su currícula, y su epistemología en torno a problemas y no en torno a disciplinas.
Por eso, no formamos médicos en el Departamento de Salud Comunitaria, pero formamos miles de Enfermeros/as, licenciados en Nutrición, en Educación física y en Trabajo social, Especialistas en Gerontología, en Epidemiología, Abordaje Integral de las Problemáticas Sociales en el Ámbito Comunitario y Gestión en Salud, Maestrandos y Doctores en Salud Mental Comunitaria, en Epidemiología y en Gestión en Salud Colectiva.

El desafío fue y sigue siendo, entender que hay que seguir investigando en forma transdisciplinar como única solución de cualquier problema social ya que, como sostenía Carrillo: “No se pueden enfrentar los problemas de la medicina sin un criterio de justicia social”, puesto que si la medicina pretende dedicarse sólo al desarrollo científico tecnológico y a la medicalización de la vida, no resolverá el problema de la salud de la población, como pilar de la grandeza de la Nación.
Para el primer sanitarista y Ministro de Salud Pública, ya en 1946 repetía que “la salud del pueblo depende de diversos factores indirectos” (1) y sostiene que “con otra universidad, los médicos hubieran sido la avanzada de la política económico social del Exmo. Señor Presidente de la Nación, porque ellos –mejor que nadie-conocen el dolor y sufrimiento de los humildes” (2).
Hablándole a “los hombres del Ejército de la Salud” como los llamó a los médicos, explicaba su posición y la necesidad de formar médicos sanitarios ya que el verdadero problema no es el problema individual de la enfermedad sino el problema colectivo de la salud, que es el que preocupa a los estadistas porque es la base de la felicidad popular ya que se define como bienestar físico, mental, moral y social del individuo como resultado del medio ambiente social.
“No se pueden enfrentar los problemas de la medicina sin un criterio de justicia social” (Carrillo)
Carrillo, concibe a la medicina como el arte de preservar, conservar y restaurar la salud de la comunidad, configurando un nuevo aspecto de la civilización contemporánea. Su evolución y su historia manifiesta el grado de cultura de un pueblo.
Nos alerta Carrillo sobre la necesidad de educar a todos los habitantes para que comprendan cuál es el problema de la salud, que si bien depende de factores económico- sociales y de la educación sanitaria, sus grandes enemigos son la pobreza y la ignorancia, pero también depende de los servicios médicos.
Cuando ya en los años 40 del siglo XX, la medicina se volvía cada vez más técnica, más difícil y costosa, el llamado médico del pueblo consideraba que la salud exigía el esfuerzo combinado del gobierno y el pueblo, de los médicos, especialistas y auxiliares, y planteaba la necesidad de construir clínicas, hospitales e institutos para los cuales no había que retacear recursos.
A su vez sostiene que la sanidad pública no se podrá desarrollar si no existen dos condiciones: “1°) un standard de vida alto de los trabajadores y 2°) una elevada educación sanitaria del pueblo” (3).

Nos planteaba que las plagas existentes ya no eran un problema médico sino del gobierno ya que si no se erradicaran demostraría que el “Estado no ha organizado sus recursos para defender lo único permanente de la Nación, su caudal humano que es el potencial biológico y el futuro de todas las Patrias del mundo” (4).
Muchas veces hemos sostenido que la relación entre la academia, la ciencia y la política debe fortalecerse a fin de mejorar las políticas públicas, ampliar y fortalecer la democracia y en definitiva, ampliar los derechos ciudadanos y la calidad de vida de la sociedad argentina.
¿De qué universidad nos habla Ramón Carrillo? ¿Cuál era la misión de la universidad en esos tiempos? ¿Continúan las universidades con la misma misión? Creemos que muchas veces la misión del político fue buscar permanentemente el cómo y el académico y el científico buscaban esencialmente el por qué. Sin embargo, debemos intentar poner a la academia a buscar, investigar y estudiar el cómo, o sea, las soluciones que la sociedad y el Estado necesitan y requieren de mayores conocimientos científicos y tecnológicos dada la progresiva tecnificación y cientifización de la resolución de problemas sociales.
En el 2003, la UNAM publica varios artículos dedicados justamente a las Fronteras del conocimiento y convergencias disciplinares (5) de los cuales nos referiremos a varios de ellos.
En los años 40 el llamado médico del pueblo consideraba que la salud exigía el esfuerzo combinado del gobierno y el pueblo.
Giménez Montiel en su artículo llamado Límites del conocimiento y convergencia de las disciplinas en el campo de las ciencias sociales sostiene que “hablar de los límites del conocimiento y de las convergencias disciplinarias en el ámbito de las ciencias sociales equivale a plantear un problema epistemológico que no puede ser afrontado sistemáticamente por ninguna de las disciplinas consideradas aisladamente, sino por una metateoría que las trascienda y a la vez las abarque en su conjunto…. en un medio académico como el nuestro…cada quien se encierra en su propia disciplina y rehúsa confrontarse con las disciplinas de al lado y, con mayor razón, con las del “otro lado”… (6)
A su vez, Gilda Waldman Mitnick también cuestiona las fronteras disciplinarias y la compartamentalización del saber y sostiene que ”nuevas perspectivas analíticas…desarman los marcos del saber disciplinario y plantean una nueva modalidad de estudio de lo social que favorece la inclusión de saberes hasta ahora desvalorizados por la cultura académica canónica…” y destaca “lo que se ha denominado estudios culturales los cuales, de hecho modifican las fronteras disciplinarias para producir un saber más plural y flexible que desarme los discursos unívocos insuficientes para explicar la profundidad de las transformaciones sociales operadas en la sociedad contemporánea”… (7)
Concluye que este tipo de análisis “se coloca en el filo de las disciplinas académicas, desordena el mapa de los saberes institucionales, abarca campos antes marginados de la investigación social, deconstruye los discursos eurocéntricos” (8).
Claudette Dudet Lions, por su parte, analiza “la dimensión colectiva de los conocimientos sociales” como ámbito del saber sin límites disciplinarios y allí sostiene que a partir de la decadencia de la Ilustración, el conocimiento ha servido “sólo para administrar el poder” y como consecuencia de la crisis del positivismo se acentúa, en el contexto de las universidades, la separación de las áreas de conocimientos académicos y administrativamente se separan en facultades, divisiones, coordinaciones, departamentos e institutos para luego proliferar las subdivisiones, la intersección entre disciplinas y como consecuencia se produce el debate sobre la permisibilidad de esta pluralidad y de los límites entre las diversas disciplinas y áreas de conocimiento.

Al respecto, ya Popper, a pesar de ser un ejemplo del positivismo, sostiene que “las disciplinas se diferencian en parte por razones históricas y por razones de conveniencia administrativa…, y en parte porque las teorías que construimos para resolver nuestros problemas tienen una tendencia a construir sistemas unificados. Pero todas estas clasificaciones y distinciones son relativamente poco importantes y superficiales. No estudiamos temas sino problemas; y los problemas pueden atravesar los límites de cualquier objeto de estudio o disciplina”. (9)
Hemos visto que el reconocimiento de la necesidad de un enfoque transdisciplinar se enfrenta no sólo con la tradición académica y con las tensiones intra e interuniversitarias, sino también con las prácticas rutinarias de las divisiones administrativas de los estudios que se oponen a los cambios tanto de denominación como de encuadramiento de los distintos saberes que son transversales a múltiples disciplinas cuando no cualitativamente distintos.
Por otra parte, la creciente medicalización de la vida, el positivismo médico y los factores de poder económico y de los laboratorios, así como la colonización cultural del mundo anglosajón no tuvo en cuenta la diversidad cultural, social, política y organizativa de los diversos países con su propia historia.
El racionalismo cartesiano para el cual la certeza proviene del “pienso, luego existo”, así como el positivismo cientificista desconocen que la existencia humana no surge del racionalismo y menos aún se circunscribe a la razón. Por el contrario, la razón y las ideas surgen desde nuestra existencia en un momento y en un lugar determinado, la razón está situada e históricamente preñada de pasiones, emociones, ideología y política que determinarán los caminos del devenir. Por eso, debemos invertir el apotegma cartesiano “existo, luego pienso”. Desde donde existimos, pensamos.
Para Carrillo, el verdadero problema no era el problema individual de la enfermedad sino el problema colectivo de la salud.
La sociología de la salud debe superar la aproximación epistemológica de la sociología médica, yendo más allá del binomio salud-enfermedad derivada del paradigma funcionalista como perspectiva gerencial, corporativa e instrumental. La sociología de la salud implica la necesidad de la participación ciudadana en defensa del derecho a la salud más equitativo promoviendo la integración efectiva entre servicios sociales y sanitarios.
La sociología de la salud, entonces, implica la humanización de los servicios, su ética, su historicidad social y su equidad para comprender y establecer una política sanitaria en el marco de una política nacional que tienda a un estado de bienestar o welfare state.
Para ello, habría que transformar el paradigma de la medicina en un paradigma de la salud. Todo ello es lo que comprendía Ramón Carrillo como primer sanitarista argentino, sociólogo, educador y político que como Secretario de Salud ya sostenía que “frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”.
Transcurrió medio siglo después de las políticas sanitarias de Carrillo, a fines del siglo XX, cuando Pierpaolo Donati, sostiene que en el nuevo paradigma sanitario “la crisis del sistema sanitario debería ser gestionada de forma que la salud sea entendida no como sinónimo de un aparato médico más eficaz, sino como producción de un ambiente sano; considerando la enfermedad no como efecto de un insuficiente control social, sino como insatisfacción de las necesidades del mundo vital;…como modificación activa del sistema social en términos de comunicación auténtica entre instituciones sociales y mundo vital” (Donati, 1994:30).
Sin embargo, los argentinos sabemos que cada vez que se quiso democratizar la sociedad, o ampliar derechos sociales, hubo un golpe de estado tras otro, que no sólo suprimieron derechos, denostaron, calumniaron o criminalizaron las políticas públicas, proscribieron no sólo a las políticas sino también a los políticos que implementaron hace más de medio siglo, políticas de distribución de recursos y bienes sociales imprescindibles para una verdadera democracia. Dichas políticas de censura, persecución y criminalización poco tienen que ver con el racionalismo y/o el positivismo científico que pretende estudiar la academia. Es ideología, ética, intereses políticos y económicos y pasiones con perspectivas antagónicas sobre el significado de la democracia y del país que queremos y pretendemos construir.

Nuestra obligación como académicos y científicos es poner en cuestión lo dado, lo existente, lo que construyeron los hombres y mujeres que no son fruto de la naturaleza ni del racionalismo puro y por lo tanto puede ser reversible, o sea que debemos utilizar la razón crítica.
La ciencia no es neutral, ya que no se pueden separar los descubrimientos científicos del uso que de ellos se hace. Como sostiene el Papa Francisco, “El antropocentrismo moderno, paradójicamente, ha terminado colocando la razón técnica sobre la realidad”.
Como planteaba Norbert Wiener, el creador de la cibernética en su libro “Dios y el Golem, S.A.”, la creación tecnológica puede ser utilizada para la paz y la humanidad o para la guerra y la destrucción. Puede también servir para democratizar o para sembrar aún más injusticias, para los poderosos o para el pueblo todo. El primer uso de la cibernética fue utilizado para el primer lanzamiento de la bomba atómica. No podemos separar la ciencia y la tecnología del uso social que se hace de ella. Si lo hacemos podemos terminar como el aprendiz de brujo.
Vimos cómo se ocultó hasta principios del siglo XXI que fue Perón el que eliminó por decreto los aranceles universitarios el 22 de noviembre de 1949, a fin de que toda la población tuviera y ejerciera el derecho a los estudios superiores, pero no faltaron iniciativas para volver a arancelar las universidades.
La sociología de la salud implica la humanización de los servicios, su ética, su historicidad social y su equidad.
Todos los integrantes del gobierno de Perón fueron perseguidos y/o encarcelados. El propio Perón estuvo exiliado y proscripto durante dieciocho años y quedó prohibido hasta mencionar su nombre o recordar sus obras.
Otro presidente que se alió al peronismo tanto en 1958 como en los años setenta, (cuando el pueblo eligió por tercera vez a Perón), Arturo Frondizi, derrocado por otro golpe militar, explica cómo se utilizó la calumnia en forma permanente para derrocar a los políticos y a los gobiernos populares.
En su libro “Estrategia y táctica del movimiento nacional”, Arturo Frondizi plantea desde su prisión en la isla Martín García que la corrupción es el pretexto para derribar gobiernos populares: “No ha habido hazaña militar, política, económica, cultural de trascendencia para el afianzamiento de nuestra nacionalidad y el acrecentamiento de su patrimonio material y espiritual que no haya sido objeto de las más irresponsables campañas de difamación tendientes a invalidarlas, menospreciarlas o postergarlas”…no perseguía la reparación de la moral o la ley perdida, sino que se conformaba con lograr su objetivo político…antes se lanzaron contra los próceres de nuestra independencia y organización nacional, desde San Martín hasta Rosas y Urquiza, …siempre con el mismo propósito denunciado por Berutti “acarrearles el odio público, que su partido y amigos no pudiesen revivir y el gobierno que reemplazaba al caído se pudiese sostener sin temor de que los caídos pudiesen voltearlo” (10).
Posteriormente, el ex presidente Frondizi sostiene que ello sucedía cada vez que desde el gobierno se ponían en peligro las posiciones y los privilegios de la minoría o sea los factores de poder que hasta nuestros días siguen calumniando o criminalizando las políticas públicas democratizadoras en lo económico, lo social o cultural ampliando derechos. Así pasó con Lisandro de la Torre o con Hipólito Yrigoyen.
En realidad sabemos que la calumnia empezó con la primera Junta de Gobierno cuando en 1813 se le hizo juicio a Mariano Moreno o a Juan José Castelli.
“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son pobres causas” (Carrillo).
Ramón Carrillo, un eminente neurólogo que se dedicó a la salud pública, que fue tanto un sanitarista como historiador, sociólogo, educador y político, murió calumniado, en la mayor pobreza, exiliado y proscriptos sus textos. Quizás es precisamente por haber producido medicamentos desde el Estado, enfrentándose con los laboratorios, por haber erradicado plagas como la fiebre amarilla, la viruela, la difteria, la disentería, la viruela, la epidemia tifoidea, o la peste bubónica. Quizás por haber multiplicado la construcción de hospitales, clínicas e institutos y servicios médicos al mismo tiempo que decía que quería hospitales sin enfermos.
Una nueva universidad para servir a la Nación en el Siglo XXI
“La misión social de la universidad… consiste en “ponerse al servicio del país”…Ésta debe responder a las necesidades, requerimientos y aspiraciones de la comunidad, factores todos cambiantes. (…) el principio se mantiene: contribuir al desarrollo de la comunidad. Para ello la universidad debe auscultar las necesidades del medio y en algunas ocasiones anticiparse a ellas”. “Aquí no se trata de capacidad técnica, sino de conciencia social”; el estudio de los problemas que afligen al país: “Debe también esclarecer los problemas de índole político y cultural y convertirse en la conciencia moral de la Nación (…) Su aporte es de esclarecimiento, estudio, planeamiento preciso de los problemas y análisis de las posibles soluciones” (11).
Se nos desordenaron los saberes, debemos cambiar el enfoque y dejar la comodidad académica de los ámbitos estancos definidos para los mismos, la comodidad intelectual y académica administrativa encajonada ya sea en centros, institutos, facultades, áreas, divisiones, departamentos, etc.
Es importante convocar para resolver la necesidad de transformar la administración establecida de los saberes para reordenar los cajones o para crear nuevos ámbitos dialógicos que permitan administrar nuevos saberes y enfoques que tienen vasos comunicantes permanentes entre sí.

Queremos enseñar, como quería Carrillo a vivir en salud y con optimismo para que la vida sea digna de ser vivida para toda la población. Pero no hay posibilidad de enseñar si no se investiga en forma permanente las mutaciones que, voluntarias o no, suceden en el país y en el mundo cambiando cada vez más aceleradamente la morfología social. Tampoco se deberían realizar investigaciones para obtener galardones individuales sino para formar hombres y mujeres para la Patria al decir de Arturo Jauretche y contribuir al bienestar de la población.
Debemos defender nuestra salud como nos enseñó Carrillo “con el mismo ahínco que cuidamos la libertad”… La libertad en todas las formas es un derecho del pueblo; la salud, en todos sus aspectos, es también un derecho del pueblo, aunque menos conocido…”
Para Carrillo la educación sanitaria de las masas, la difusión, la educación y la propaganda a través de todos los medios de difusión y propaganda debía ser auténticamente popular, en un lenguaje llano y al alcance de todos.
Sin embargo, los sistemas judiciales así como los sistemas de salud enclaustrados, amurallados y especializados donde el vulgo no opina, pero debe aceptar una sentencia judicial o médica, tienen un mediador “experto” que lo representa. Esos sistemas a su vez necesitan paramédicos y parajurídicos o empleados judiciales para sostenerse.
Ramón Carrillo murió calumniado, en la mayor pobreza, exiliado y con sus textos proscriptos.
Ramón Carrillo por el contrario, sostenía que “frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son pobres causas”.
En realidad el neurólogo Ramón Carrillo entendía justamente que la salud del pueblo es la mejor garantía y fortaleza de la patria y por lo tanto el especialista debía ser al mismo tiempo un sociólogo, un educador y un estadista.
Cuando entendemos que la salud pública así como la justicia deben divulgarse, y para ello debemos educar, comunicar y culturalizar, entendemos también que debemos tener estadistas que planifiquen la democratización de la salud, de la justicia y de la educación para llegar a un estado de bienestar y, para ello, necesitamos Políticas de Estado que busquen la seguridad social de la mano de la ampliación de derechos.
Así fue que la constitución nacional de 1949 fue la primera constitución emanada tres meses después de la Declaración de Derechos Humanos que buscaba un estado de bienestar y que iba aún más allá de los derechos establecidos por dicha declaración de las Naciones Unidas. La constitución argentina sostenía:
Carrillo entendía que la salud del pueblo es la mejor garantía y fortaleza de la patria y por lo tanto el especialista debía ser al mismo tiempo un sociólogo, un educador y un estadista.
Apartado III. De la ancianidad
1. Derecho a la asistencia – Todo anciano tiene derecho a su protección integral, por cuenta y cargo de su familia. En caso de desamparo, corresponde al Estado proveer a dicha protección, ya sea en forma directa o por intermedio de los institutos y fundaciones creados, o que se crearen con ese fin, sin perjuicio de la subrogación del Estado o de dichos institutos, para demandar a los familiares remisos y solventes los aportes correspondientes.
2. Derecho a la vivienda – El derecho a un albergue higiénico, con un mínimo de comodidades hogareñas es inherente a la condición humana.
3. Derecho a la alimentación – La alimentación sana, y adecuada a la edad y estado físico de cada uno, debe ser contemplada en forma particular.
4. Derecho al vestido – El vestido decoroso y apropiado al clima complementa el derecho anterior.
5. Derecho al cuidado de la salud física – El cuidado de la salud física de los ancianos ha de ser preocupación especialísima y permanente.
6. Derecho al cuidado de la salud moral – Debe asegurarse el libre ejercicio de las expansiones espirituales, concordes con la moral y el culto.
7. Derecho al esparcimiento – Ha de reconocerse a la ancianidad el derecho de gozar mesuradamente de un mínimo de entretenimientos para que pueda sobrellevar con satisfacción sus horas de espera.
8. Derecho al trabajo – Cuando el estado y condiciones lo permitan, la ocupación por medio de la laborterapia productiva ha de ser facilitada. Se evitará así la disminución de la personalidad.
9. Derecho a la tranquilidad – Gozar de tranquilidad, libre de angustias y preocupaciones, en los años últimos de existencia, es patrimonio del anciano.
10. Derecho al respeto – La ancianidad tiene derecho al respeto y consideración de sus semejantes.

Capítulo tercero, Artículo 37, Apartado I. Del Trabajador
Derecho a la seguridad social: El derecho de los individuos a ser amparados en los casos de disminución, suspensión o pérdida de su capacidad para el trabajo promueve la obligación de la sociedad a tomar unilateralmente a su cargo las prestaciones correspondientes o de promover regímenes de ayuda mutua obligatoria destinados, unos y otros a cubrir o complementar las insuficiencias o inaptitudes propias de ciertos periodos de la vida o las que resulten de infortunios provenientes de riesgos eventuales.
Derecho de trabajar– El trabajo es el medio indispensable para satisfacer las necesidades espirituales y materiales del individuo y de la comunidad, la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad general; de ahí que el derecho de trabajar debe ser protegido por la sociedad, considerándolo con la dignidad que merece y proveyendo ocupación a quien lo necesite
Derecho a la defensa de los intereses profesionales– El derecho de agremiarse libremente y de participar en otras actividades lícitas tendientes a la defensa de los intereses profesionales, constituyen atribuciones esenciales de los trabajadores, que la sociedad debe respetar y proteger, asegurando su libre ejercicio y reprimiendo todo acto que pueda dificultarle o impedirlo
Derecho a la preservación de la salud– El cuidado de la salud física y moral de los individuos debe ser una preocupación primordial y constante de la sociedad, a la que corresponde velar para que el régimen de trabajo reúna requisitos adecuados de higiene y seguridad, no exceda las posibilidades normales del esfuerzo y posibilite la debida oportunidad de recuperación por el reposo. (En diciembre de 1945, ya se había establecido el aguinaldo que significa un treceavo sueldo para todos los trabajadores y las vacaciones pagas ya existían desde 1943)
Derecho al bienestar– El derecho de los trabajadores al bienestar, cuya expresión mínima se concreta en la posibilidad de disponer de vivienda, indumentaria y alimentación adecuadas, de satisfacer sus necesidades y las de su familia en forma que les permita trabajar con satisfacción, descansar libre de preocupaciones y gozar mesuradamente de expansiones espirituales y materiales, impone la necesidad social de elevar el nivel de vida y de trabajo con los recursos directos e indirectos que permita el desenvolvimiento económico.
Apartado IV. De la educación y la cultura: La educación y la instrucción corresponden a la familia y a los establecimientos particulares y oficiales que colaboren con ella, conforme a lo que establezcan las leyes. Para ese fin, el Estado creará escuelas de primera enseñanza, secundaria, técnico-profesionales, universidades y academias
1. La enseñanza tenderá al desarrollo del vigor físico de los jóvenes, al perfeccionamiento de sus facultades intelectuales y de sus potencias sociales, a su capacitación profesional, así como a la formación del carácter y el cultivo integral de todas las virtudes personales, familiares y cívicas
2. La enseñanza primaria elemental es obligatoria y será gratuita en las escuelas del Estado.
3. El Estado encomienda a las universidades la enseñanza en el grado superior, que prepare a la juventud para el cultivo de las ciencias al servicio de los fines espirituales y del engrandecimiento de la Nación y para el ejercicio de las profesiones y de las artes técnicas en función del bien de la colectividad. Las universidades tienen el derecho de gobernarse con autonomía, dentro de los límites establecidos por una ley especial que reglamentará su organización y funcionamiento.
(El 22 de noviembre de 1949 el Presidente Perón eliminó todos los aranceles universitarios. Desde ese momento la Universidad Argentina es gratuita)
El sanitarista nos enseñó que nuestro ejército de la salud de hombres y mujeres están en la primera línea de fuego.
Como dicha constitución promovía un estado de bienestar defendiendo los derechos a la seguridad, a la salud y a la educación, entre otros, fue derogada por los que se instalaron nuevamente en el poder a través de un golpe de Estado en 1955. Ya las minorías en el poder, no sólo proscribieron al peronismo y a sus líderes, sino que decidieron volver casi un siglo atrás a la Constitución de 1853.
Seguiremos sosteniendo que los derechos sociales son derechos de justicia, y defenderemos con ahínco tanto la libertad como la salud como nos enseñó Ramón Carrillo y el haber vivido muchas veces la pérdida de derechos que acompañaron tanto los golpes de estado como los gobiernos en manos de los poderosos.
Para ello continuaremos poniendo nuestro esfuerzo en educar al único soberano que es el pueblo en un lenguaje claro y llano al alcance de todos.
Fue precisamente Ramón Carrillo quien entendió que la salud sólo existirá si se entiende como bienestar físico, mental, moral y social del individuo como resultado del medio ambiente social. Todos los derechos plasmados en la Constitución de 1949, los derechos de la ancianidad, a la asistencia y protección del Estado, a la vivienda, a la alimentación, al vestido, al cuidado de la salud física, al cuidado de la salud moral, al esparcimiento, al trabajo, a la tranquilidad y al respeto, los derechos del trabajador a la seguridad social , al trabajo, a la defensa de los intereses profesionales, al cuidado de la salud física y moral, al bienestar, a la educación y cultura son los derechos a la salud de la población con justicia y dignidad como corresponde a un Estado de bienestar democrático como lo entendía Ramón Carrillo y el gobierno peronista.
Por todo lo expuesto, nuestro mejor homenaje a Ramón Carrillo será difundir su pensamiento, educar para la salud, formar ese ejército de hombres y mujeres de la salud pública que no son sólo médicos, son también economistas, trabajadores sociales, ambientalistas, políticos y a todos aquellos que trabajen para la grandeza de la Nación y para ampliar y ejercer los derechos democráticos con justicia y dignidad.
Ahora, en plena pandemia del COVID 19, están calumniando a Ramón Carrillo desde los embajadas que representan a las potencias internacionales como Inglaterra e Israel, vamos a defender al sanitarista que nos enseñó para que NUESTRO EJÉRCITO DE LA SALUD DE HOMBRES Y MUJERES ESTÉN EN LA PRIMERA LÍNEA DE FUEGO.
1 Carrillo, Ramón: Discurso en la comida de camaradería de la sanidad nacional, 27 de diciembre de 1946, en Política Sanitaria Argentina, Ministerio de Salud Pública de la Nación
2 ibidem
3 ibidem
4 ibidem
5 Bokser, Judith (comp): Las ciencias sociales, universidad y sociedad, UNAM, México, 2003
6 op.cit
7 ibidem
8 ibidem
9 Popper, Karl: Conjeturas y refutaciones, Paidós, Barcelona, 1991.
10 Frondizi, Arturo: Estrategia y táctica del movimiento nacional, Editorial desarrollo, Bs.As, 1964
11 Frondizi, Risieri: La universidad en un mundo de tensiones, Eudeba, Bs.As., 2005.