El diario Clarín y el testimonio de Amado Boudou sobre el lawfare.
Clarín no para, no puede parar. No conforme con haber convertido a un humilde seminario optativo de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires en un acontecimiento político por odio, por venganza y/o por disciplinar a dirigentes y fuerzas políticas populares, tres días después de la mentada clase, se despachó con dos artículos de opinión a cual más pobre. Esta vez, en la tómbola “Péguele a los K” les tocó el turno a Gonzalo Abascal y a Héctor Gambini.
El primero de ellos se formula la pregunta retórica: “¿Qué esconde la charla de Boudou en la UBA?”, y en un prodigio de imaginación periodística rayana con el delirio se contesta que: “… debe mostrar actividades que le permitan a sus abogados sostener la prisión domiciliaria”. Como el Gran Diario Argentino no suele hacer nada por nada, deberíamos concluir que se trata de una típica presión a los poderes de la República, dentro de los cuales no son pocos los integrantes a los que se les hace imposible resistirla.
En una curiosa interpretación, Abascal considera que Boudou “debe mostrar actividades que le permitan a sus abogados sostener la prisión domiciliaria”.
Pero no se queda ahí Abascal. Evalúa la calidad de la exposición del invitado al seminario aplicando criterios cuantitativos propios de los medios masivos. No obstante más de quinientas reproducciones en vivo y el doble de reproducciones del video, tampoco está tan mal, a menos que lo comparemos con el poder de fuego de la principal corporación mediática concentrada de la Argentina y la región.
Lo bueno es que el empleado de Clarín dice haber encontrado la respuesta a una de sus preocupaciones: “… con estas charlas se explica por qué la UBA muchas veces consigue la curiosa contradicción de formar periodistas que odian a los medios”. También hay que decir que el bueno de Abascal muestra un poco la hilacha respecto de su formación universitaria. Suponiendo que la tenga, me juego doble contra sencillo que la adquirió en una institución educativa de gestión privada. Lo que él llama odiar a los medios, es la sana costumbre de la universidad pública de formar egresados con una mirada crítica de los medios y de todos los factores de poder que conforman – ¿coincidiremos con Gonzalo?- una sociedad tan injusta.

Pero además, esa presunta formación se revela insuficiente ya que no le impide cometer todo tipo de imprecisiones, omisiones y hasta falsedades.
Confunde un fragmento del nombre del seminario con la consigna de la clase a la que fue invitado Boudou. Se olvidó de consignar que la clase fue abierta por dos invitados internacionales de relevancia como Celso Amorim, ex Canciller del gobierno de Lula, y Rafael Barajas, Director del Instituto Nacional de Formación Política del MORENA, partido del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Y falseó la realidad al afirmar que se obstaculizó el trabajo de un cronista de su diario, quien agradeció su acceso al finalizar la actividad.
Gambini, el otro opinador, se detiene en una afirmación fuerte de Boudou: “Vivimos en una democracia condicionada”. Y mezcla todo, como en una receta del reality show Masterchef: los comentarios de Cristina sobre el plan heterodoxo de Biden, el cambio de la Corte Suprema dispuesta por el presidente de El Salvador y la presencia de Boudou en el seminario.
En su análisis Gambini mezcló todo lo que se le cruzó en su imaginación, salvo el fallo de la Corte que avaló la desobediencia de Larreta con las clases presenciales.
Curiosamente lo único que no mezcló el otro empleado de Clarín es la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Argentina de avalar la desobediencia del Jefe de Gobierno porteño al DNU del Presidente de la Nación sobre las medidas para evitar la profundización de la situación sanitaria alarmante como consecuencia del contagio masivo de Covid-19. Fue el hecho que a menos de veinticuatro horas de haber sido pronunciadas, más y mejor ratifica las palabras del ex Vicepresidente de la Nación. La parcialidad de la Corte, con un fallo temerario sobre la validez de un decreto del P.E.N. ya vencido en su vigencia temporal, no hace otra cosa que desafiar -condicionar- a la autoridad presidencial conferida por la soberanía popular.
Abascal y Gambini son solo dos escribas que integran una larga lista de profesionales que se autoperciben como neutrales y objetivos, si bien ya nadie les reclama tanto. Con que fuesen buenos periodistas alcanzaría.
* Gustavo Bulla, profesor a cargo junto a Daniel Rosso del seminario: “El Periodismo en su Laberinto. Guerra jurídica y mediática, noticias falsas, operaciones políticas y otras delicias de la independencia”.