Un informe de CEPA expone la concentración en la cadena productiva de bienes de consumo masivo. ¿Cómo impacta en el costo de los alimentos y la economía familiar?
Mientras la oposición político-mediática enfoca sus críticas al gobierno nacional en el curso de la inflación y la suba de precios en las góndolas, esa novedosa “sensibilidad” por el bolsillo de la población no está acompañada de un cuestionamiento a la pavorosa concentración que muestra la generación de bienes de consumo masivo en la Argentina y que, evidentemente, se encuentra en el corazón mismo del problema.
“La existencia de empresas con posiciones dominantes en sectores de consumo esencial no sólo se constituye como un importante condicionante para la determinación de los precios, sino para el conjunto de la cadena de producción y comercialización”, resume un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), que en 25 páginas expone eso que los dueños del negocio se encargan de opacar: un mercado en pocas manos, donde los mismos jugadores, aunque cambien de nombre y envase, se repiten una y otra vez, sin dejar ni una miga de la torta.
Esto resulta de un proceso de fusiones, adquisiciones, integraciones horizontales y verticales que fue achicando el número de actores y consolidando oligopolios con poder para cartelizarse y fijar precios. Son los grandes ausentes en el relato de la derecha, que todo lo atribuye a la política oficial y sus tensiones con los privados.
La concentración limita al consumidor e impone condiciones abusivas a la pequeña empresa, al afectar a toda la cadena de producción y comercialización.
Sobre ellos trabajó CEPA en Concentración en la cadena de comercialización en la Argentina, con datos de 2016- 2019 y que a lo sumo “la pandemia podría haber profundizado”, aclaran desde el organismo que dirige el economista Hernán Letcher. También subrayan que si bien la inflación es un fenómeno multicausal, una plaza tan reconcentrada “sí puede ser un factor adicional muy determinante”, ya que no solo pega de lleno en la determinación del precio a pagar, sino que indirectamente incide en otros factores, como el margen de rentabilidad en todos los eslabones productivos.
Varios son los efectos negativos de la concentración: restringe las opciones de quien va a comprar y lo obliga a aceptar los valores fijados por las grandes empresas, a la vez que impone condiciones abusivas sobre las más pequeñas. “En esos contextos –aclara el estudio del equipo de Letcher–, no son las relaciones precio-calidad las que posibilitan mayores ventas, sino el poder de mercado de las principales firmas y la particular forma de determinación de precios en los mercados oligopólicos”.
Estos desequilibrios se vuelven aún más nocivos cuando vemos que en especial afectan a productos de primera necesidad. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (2017-2018), los alimentos y bebidas son el principal costo que afrontan las familias argentinas: representan el 22,7% de sus gastos, con una variación geográfica que en el Gran Buenos Aires baja al 21% pero que en el Noreste trepa al 30,3%.
Estos desequilibrios se vuelven aún más nocivos cuando vemos que en especial afectan a productos de primera necesidad.
Al mismo tiempo, la incidencia en la economía familiar de la comida, principal objetivo de la remarcación supermercadista, cambia según los ingresos. Si se toma el “clima educativo de los hogares” –un indicador del INDEC que alude al nivel socioeconómico–, cuando esa variable es muy alta, los alimentos ocupan el 14,8% de los gastos; si está en un rango medio, significan un 22,7%, y en los casos en que es muy baja, “parar la olla” insume el 36% de los recursos de una casa. “Dada la predominancia de los comestibles, no sólo en la góndola sino como proporción del gasto de los hogares, resulta imperioso la implementación de leyes que amplíen el espectro y fomenten la competencia entre las firmas, como la ley de góndolas”, plantean desde CEPA.
Hacia el interior del mercado, el informe emitido en 2019 por la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia detalla que los híper y supermercados acumulan el 32% de las ventas, que sube al 42% si se suman las tiendas de cercanía con que cuentan estas cadenas. Siguen los autoservicios –los “chinos” o comercios por fuera de las grandes cadenas–, con el 29% de la facturación. El canal mayorista se queda con el 9%, y hay un 6% que se comercializa por vías alternativas (farmacias, perfumerías). El INDEC agrega que, “en su conjunto, las grandes cadenas concentran alrededor del 80% de las ventas totales del sector supermercadista”, donde los tres principales actores son Carrefour, Cencosud y Coto, que terminan por acaparar cerca de la mitad del negocio.
A la vez, el 74% de lo facturado en las góndolas corresponde a solo 20 firmas: Unilever (9%), Mastellone Hnos. (8%), Empresa Del Distribuidor (8%), Coca Cola Company (5%), Sancor Coop. Unidas (5%), Danone (5%) Molinos Rio De La Plata (4%), Procter & Gamble (3%), Papelera Del Plata (3%), Cervecería Quilmes (3%), Ada (2%), Pepsico (2%), Arcor (2%), Mondelez (2%), Nestle (2%), Bagley (2%), Molino Cañuelas (2%), Kimberly-Clark (2%), Brf (2%) y Establecimiento Las Marías (1%). Así, entre pocos productores y pocos vendedores, surge el núcleo duro de los formadores de precios.
Los híper y supermercados acumulan el 32% de las ventas, que sube al 42% si se suman las tiendas de cercanía con que cuentan estas cadenas.
Estas son apenas algunas muestras de un cuadro que se replica en cada rubro: en los lácteos, tres compañías –Mastellone, Sancor y Danone– explican casi el 75% de lo facturado; en las bebidas sin alcohol, Coca Cola, Aguas Danone y Pepsico se distribuyen el 85% de las ventas; en refrigerados y congelados, BRF, Swift y Molinos Río de La Plata ostentan el 60%; y en los aceites la concentración de las ventas llega al 90% y queda en manos de Molinos Río de la Plata, Molinos Cañuelas y Aceitera General Deheza.
En paralelo, estos grupos se expanden, combinando sectores donde su posición es dominante con otros en que su incidencia no es tan fuerte pero sí es importante. Por caso, Unilever pisa fuerte en seis rubros, con distintos grados de concentración.
Claro que, a simple vista, en el “súper” se multiplican los envoltorios, nombres y diseños. Pero es un espejismo: “Suele ocurrir que las empresas oligopólicas son dueñas de diversidad de marcas, lo que sólo se percibe al observar producto por producto”, advierte CEPA. Un ejemplo lo da Molinos Río de la Plata, que con seis marcas de fideos –Matarazzo, Luchetti, Don Vicente, Favorita, Lucchetinis y Manera– se queda con el 79,4% de ese rubro. O Quilmes, que con Quilmes Cristal, Brahma, Stella Artois, Corona, Quilmes bajo cero, Andes e Iguana tiene el 78% de las ventas de cervezas.
Así de evidente es el problema, así de ausente está en muchos tramos del debate.
* Nota publicada en la edición Nº 54 de Contraeditorial.