Este texto es un fragmento del prólogo de Derivas de la sangre. Performatividades discursivas en Abuelas de Plaza de Mayo, libro de María Marta Quintana, publicado por la Editorial de la Universidad Nacional de Villa María (2022).
– ¿Acá vive Laura Scaccheri? –pregunta Chicha Mariani.
– No. Acá vive mi hija Laura Cacace. –le contestó un hombre.
– Creo que hablamos de la misma Laurita.
Chicha Mariani
Comienzo con las palabras de la autora de este libro porque luego de leerlo pude dimensionar la trascendencia que esta obra tiene y nadie mejor que ella para explicar cuál fue su apuesta:
[…] con este libro me propongo mostrar cómo las Abuelas, que irrumpieron en un espacio público regulado por el estado de sitio y la economía afectiva del terrorismo de Estado, generaron, con la búsqueda de sus nietos-nietas, unos trastocamientos en los límites de lo posible, decible y audible y un legado en torno del derecho a la identidad. Por eso insisto en que destacar la contingencia por sobre la necesidad, es decir, las condiciones sociales de emergencia y configuración de Abuelas de Plaza de Mayo, permite resaltar la potencia ética y política de la organización.
Impecable modo de trasmitir la dimensión ética que se desprende de la necesidad de un grupo de abuelas que buscaban a sus nietos-nietas, para dar paso a la contingencia del encuentro con algo nuevo como fue el discurso que inaugura Abuelas de Plaza de Mayo (APM) a nivel mundial.
Hasta aquí, tampoco se había sistematizado el proceso instituyente de Abuelas a través de su producción escritural, algo que en este libro se recorre en tres tiempos lógicos y consolida una lectura après-coup absolutamente novedosa ya que, al correr las derivas institucionales del registro meramente testimonial y llevarlo al campo de la sistematización teórica a través de una topología y no solo una historicidad, anuda de un modo inédito el valor de una de las luchas más reconocidas en el campo de los derechos humanos. Una lucha que produjo nuevos significantes.

Este libro recorre los debates sociales, jurídicos, psicoanalíticos, científicos que evidencian lo dificultoso que ha sido para las Abuelas que la sociedad reconozca su búsqueda bajo un estatuto ético y responsable. En ese sentido, podemos decir que no solo han encontrado a muchos/as de sus nietos/as sino que en esa búsqueda han trastocado (también) el estatuto que rige la tradición de lo familiar unido al poder de la sangre como referencia máxima de autenticidad del vínculo parental, para introducir la dimensión del deseo como legado. De este modo, entonces, ellas mismas y sus nietos-nietas se han encontrado con un efecto inesperado: la política de lo íntimo –sangre/deseo‒ como prueba del lazo filiatorio.
Como psicoanalista no puedo dejar de mencionar que, si para Lacan el inconsciente es la política, lo es en la medida que ‒asumiendo el legado freudiano‒ el inconsciente es una relación que testimonia el discurso como lazo social, y que portamos un cuerpo que no es individual sino hablante, que refiere entonces a lo que no está escrito de entrada sino a aquello que se abre a las vías de algo por-venir. Allí es donde podemos ubicar el recorrido de las Abuelas, no como un mero llamado a la tradición familiar sino como una interpelación a la sociedad toda, en torno a la recuperación ética de los legados que el deseo comanda. Ese es el rasgo diferencial de esta búsqueda, donde si el inconsciente es la política, en este recorrido interferido por el deseo, la sangre es la política.
Así, por esta vía, ellas establecieron que no se trataba de equivocar la apropiación con la adopción, ni permitir el deslizamiento del niño robado al niño abandonado. Pero para hacer audible todas estas interpelaciones tuvieron que servirse de categorías tales como Estado/parentesco, como así también de los diversos desplazamientos políticos de género que se fueron propiciando al interior de su lucha.
Como señala Quintana,
[…] las Abuelas han tenido que disputar ese reconocimiento, e incluso la empatía de gran parte de la sociedad argentina, como así también validar los lazos de consanguinidad –y la cientificidad y juridicidad de la prueba de compatibilidad inmunogenética‒ para lograr la restitución de sus nietos y nietas.
Por lo tanto, han tenido que esperar muchos años hasta el punto de articulación que hizo posible traspasar esa construcción íntima-política a lo social, convirtiendo unas búsquedas privadas en un acontecimiento de trascendencia global y efectos transgeneracionales. Las Abuelas, herederas a posteriori del legado de sus hijos e hijas, resignificaron los sentidos tradicionales de familia e instituyeron un nuevo sintagma que puso en cuestión la mirada positivista y tradicionalista de lo familiar basado en lo genético. Su apelación al derecho de la sangre ‒entendida como una perspectiva pre-levistraussiana‒ interpeló a la propia crítica que cayó sobre ellas al anudar, en un nuevo giro político, un crimen de masas contra los niños/niñas ‒y un nivel de sistematización sin precedentes‒ con las obligaciones irrenunciables del Estado de Derecho. Todo ello revulsionó las perspectivas filosóficas, psicoanalíticas, políticas, sociológicas y antropológicas, llevando a un terreno totalmente éxtimo la cuestión de lo genético para introducirlo en el campo de lo simbólico.
Es a partir de ese recorrido lógico, entonces, que el libro se introduce en los nudos teóricos más complejos del derrotero de esta organización que, con “la fuerza del familismo, la consanguinidad y en nombre del derecho a la genealogía”, convierte esas mismas aseveraciones en profundas reflexiones, contradicciones, politizaciones porque la lucha de las Abuelas nunca se jugó en el terreno de las certezas.

Aquí la autora también se ocupa de mostrar, en torno a tres publicaciones de Abuelas de Plaza de Mayo, cómo se instituyó un primer momento de lucha por la memoria y la (re)significación del pasado dictatorial para inscribir la desaparición de personas y la apropiación de niños/as en el marco del terrorismo de Estado, con el objeto de legitimar el trabajo de la Asociación y su demanda de restitución. Asimismo, destaca un segundo momento, con una nueva producción enunciativa, en el que las Abuelas argumentan por qué la restitución no implica una revictimización de las y los niños, dirigiéndose ya también al discurso jurídico. Aquí analiza con mucha profundidad cómo progresan los testimonios individuales de las abuelas (en minúscula) a la configuración de una voz de Abuelas (en mayúscula), y cómo APM se presenta como un colectivo institucionalizado. Y en el tercer momento lógico, analizado a través del último libro de APM, la autora señala el viraje hacia las políticas estatales con la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), donde resalta el hecho de que mientras las y los apropiadores ocultan a las criaturas y se ocultan (ellos y ellas mismas) de la Justicia, las Abuelas involucran al Estado en esa búsqueda. Es, entonces, a condición de la existencia de este nudo entre el discurso científico del ADN, con la referencia a la sangre como prueba definitiva y el discurso de la justicia con la restitución de identidad jurídica pero anudada al deseo de sus madres y padres, que las pruebas genéticas adquieren un valor decisivo.
En el marco de los interminables recorridos que las Abuelas inauguraron, la construcción de la figura del niño víctima de apropiación deviene central y el derecho a la identidad (biológica) cobra un protagonismo decisivo. Pero al decir esto hay que marcar un impasse en el terreno de la identidad biológica, ya que ninguna de estas restituciones ‒ni la biológica, ni la jurídica‒ fueron pensadas por ellas solo como un acto de justicia: estuvieron siempre anudadas a un deseo de restitución de sus genealogías y del amor de las madres y padres sobre esas criaturas. Al enunciar una verdad de tal orden, se instaló en el debate social una nueva dimensión de esa búsqueda.
Asimismo, el reclamo que se dio al interior de las estructuras estatales por parte de las personas que iniciaron el proceso de la restitución de su identidad ‒ya no solo biológica o jurídica, sino en el terreno de los daños provocados‒, acompaña y certifica la dimensión de crimen estatal y la legitimidad del pedido de las Abuelas. Desde el inicio percibieron, sin saberlo del todo, que, en tanto responsabilidad del Estado, no podía dejarse la búsqueda en el terreno de lo privado, y que el daño provocado en el marco de una práctica sistemática de violaciones de derechos humanos, a través de un crimen de esta magnitud, plantea la trascendencia de la restitución de identidad dando lugar a un nuevo enlazamiento entre la sangre, el deseo, la genealogía y la filiación. La identificación es un tema de Estado; la identidad se construye a partir de la existencia de todas estas coordenadas, pero nunca sin el Estado.
Derivas de la sangre. Performatividades discursivas en Abuelas de Plaza de Mayo, de María Marta Quintana, se presenta el 26 de abril, a las 18:30, en el salón “Pte. Perón” de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, Perú 160. Integran el panel: Fabiana Rousseaux, Mercedes Barros, Manuel Gonçalves Granada y la autora. Organiza el legislador Juan Pablo O’Dezaille.