Sin salir de su hogar en la localidad bonaerense de Capilla del Señor, la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, acaba de enviar señales sobre su posible candidatura –sin especificar a qué cargo electivo–, mediante una de sus damas de compañía, la diputada nacional Marcela Campagnoli. Lo cierto es que tal anuncio significó también la reaparición de este ya olvidado personaje. En una extensa entrevista al portal MDZ, actualizó retazos de su cosmovisión, denostó al oficialismo, se deshizo en elogios hacia la alianza Juntos por el Cambio y no le tembló la voz al enumerar los logros del régimen macrista. Nada fuera de lo común, salvo ella misma. Al respecto, bien vale recordar una sombría historia que la tuvo por protagonista, junto con otras dos insignes figuras: el gobernador jujeño Gerardo Morales y el fiscal federal Carlos Stornelli.
Viva la vida
Corría la tarde del 18 de enero de 2019. La temperatura rozaba los 40 grados en San Salvador de Jujuy. Morales, con su smartphone pegado a la oreja, dio unos pasos hacia el ventanal de su despacho, frente a la Plaza Belgrano, y dijo:
–La criatura nació en perfectas condiciones.
Y tras otra pregunta del periodista que lo entrevistaba, informó:
–Una familia muy importante está interesada en adoptarla.
Su tono amable y sereno era el que correspondía a quien es portavoz del final feliz de una trama cargada con visos dramáticos.

Dicha historia se refería al caso de una niña, de apenas 12 años y con un embarazo de casi 23 semanas, obligada a parir –por cesárea– el fruto de una violación perpetrada por un sujeto de 58 años. Tamaño “salvataje” quirúrgico fue precedido por escraches de turbas antiderechos y obstáculos burocráticos impuestos por funcionarios locales y directivos del Hospital Materno Infantil “Doctor Héctor Quintana”, de la capital provincial, para impedir que se hiciera la ILE (Interrupción Legal del Embarazo).
El asunto había sido generosamente reflejado por la prensa, aunque sin un pequeño detalle: lo sucedido era nada menos que la aplicación de facto del protocolo propuesto en 2018, en vísperas del tratamiento parlamentario sobre el aborto, por la diputada Campagnoli ante embarazos no deseados. Su gran idea consistía en desencajar los fetos del vientre materno antes de término y mantenerlos en una incubadora para darlos después en adopción.
Esa ocurrencia la exteriorizó por primera vez, así como al pasar, durante una entrevista con la FM99.9 de Mar del Plata.
El conductor no supo qué decir. Y ella redondeó:
–La contención a la madre que no quiere tener ese hijo es fundamental, porque las mujeres fuimos diseñadas para dar vida, y matar algo que está en nuestros órganos genera traumas terribles.
El conductor, sin mucha convicción, farfulló:
–Muy razonable lo suyo.
Tal iniciativa bastó para poner en foco a esa hasta entonces desconocida ex secretaria de Educación del partido de Pilar que había llegado al Congreso Nacional por la lista de “Lilita”.

La cabecilla de la Coalición Cívica también impulsaba el nombramiento en la Procuración de su hermano, el fiscal José María Campagnoli, un tipo no menos imaginativo: en una ocasión ordenó un “reconocimiento de penes”; o sea, una rueda de supuestos violadores con sus miembros viriles a la vista para que la mujer ultrajada pudiera identificar al victimario.
Mientras él se exhibía intransigente con la violencia de género, ella se empeñaba en perfilarse como una benefactora de la niñez.
Tanto es así que llevó su iniciativa al debate de la Cámara Baja.
“Un montón de familias –afirmó allí con voz cantarina– me han escrito ‘por favor, piensen en los que debemos adoptar; dennos una oportunidad para dar amor’. La muerte no es una solución”.
Los diputados la contemplaban con expresión atónita. Y tal vez algunos hayan advertido en su propuesta cierta reminiscencia hitleriana.
Porque en realidad el tema en sí remite al Lebensborn (Fuente de Vida), el programa nazi de eugenesia ideado en 1935 por el jefe de las SS, Heinrich Himmler, para perfeccionar y extender la raza aria.
Con ese fin, la organización del proyecto, el Lebensborn Eingetragener Verein (Asociación Registrada Lebensborn), estimulaba la procreación de los oficiales de la SS con sus esposas. Pero de manera especial solía apuntar hacia mujeres solteras –y racialmente valiosas– de territorios ocupados al norte y oeste de Europa –en especial, Noruega–, reclutadas (o simplemente, violadas), para ser receptáculos del plan de reproducción selectiva de los soldados del Tercer Reich. A tal efecto se les daba contención (¿les suena esta palabra?) en hogares maternales junto con una ayuda económica. El Lebensborn también administraba orfanatos y ofrecía niños en adopción a familias alemanas.

Esa entidad fue la nave insignia de la política demográfica del régimen nazi, destinada a reducir el índice de abortos y aumentar –a muy largo plazo– el número de futuros soldados del Tercer Reich.
Quizás la pobre Marcela no haya tenido la intención expresa de emular aquella experiencia. ¿Pero cómo le vino a la mente esa cuestión? ¿Lo habló en familia? ¿Fue asesorada en ese sentido? ¿Acordó instalar tal propuesta con sus correligionarios? ¿O fue víctima de una broma maliciosa?
No obstante, su idea sobre la antojadiza mudanza de la criatura desde el útero a la incubadora sin concluir su gestación constituía un detalle digno del Doctor Mengele. Porque contrariamente a la utopía antiabortista sostenida por ella, no hay ninguna sobrevida probada fuera del vientre en la semana 21 o 22 de gestación (las que ella tomaba por ideales para su macabro experimento). Y en las semanas posteriores el riesgo es muy elevado. Los así recién nacidos sufren disfunciones respiratorias, hemorragias cerebrales, problemas cardíacos e infecciones graves, además de ceguera y sordera, entre otros males, siendo la mortalidad altamente probable. Tampoco le informaron que al sexto mes de gestación los ojos del feto aún están pegados y la piel no tiene su capa córnea, además de que los pulmones, el corazón y el cerebro son inmaduros. Y que ni en las semanas posteriores aquellos órganos llegan a formarse del todo.
La “mesaza” del horror
En este punto es necesario volver al verano de 2019, cuando el gobernador de Jujuy puso en marcha aquella salvajada con sus dos elementos constitutivos: forzar el parto prematuro y dar la criatura en adopción.
Semejante hazaña le valió una invitación impostergable: almorzar en el programa de Mirtha Legrand.

De modo que a la mañana siguiente abordó el primer vuelo hacia Mar del Plata, desde donde se televisaba el envío.
¡Una “mesaza”! Además de la ex modelo Ingrid Drudke y el cantor de tangos Néstor Fabián, acompañaban a Morales la panelista Débora Plager y el entonces secretario de Salud, Adolfo Rubinstein.
El diálogo sobre el tema fue muy fructífero.
Sin dejar de masticar un trozo de tarta de salmón, el gobernador dijo:
–Fue un caso atípico. Sin embargo se tomó la decisión correcta.
–Y hay posibilidad de sobrevida Nació una beba viable –festejó Plager.
Entonces intervino el doctor Rubinstein:
–Más allá de esta tragedia, es terrible la cantidad de niñas embarazadas.
Y la señora Mirtha exclamó:
– ¡Está lleno de depravados!
Finalmente sonó la cortina musical del ciclo.
El lunes, entrevistado telefónicamente por Radio Metro, Morales reveló la identidad del adoptante: el fiscal federal Carlos Stornelli.

Y adujo: “Tiene una familia constituida y consolidada”.
Lástima que en aquel momento aún no supiera que este pater familiae ya era investigado por su rol –junto al agente polimorfo Marcelo D’Alessio– en una red de espionaje y extorsión. Y que, a raíz de una orden impartida por él, hasta era fisgoneado el ex marido de su actual pareja.
Pero en ese preciso instante el gobernador tampoco pudo suponer que la beba acababa de morir.
Al cumplirse tres años y medio de tan espantosa suma de circunstancias, sus hacedores aún son encandilados por las luces de la notoriedad. Morales ahora encarna la cara prudente y razonable de Juntos por el Cambio; Stornelli continúa con sus gestas acusadoras en el Ministerio Público Fiscal y la buena de Campagnoli ha vuelto al ruedo para desenvainar nuevamente en público su cuchillo de claridades. Total normalidad.