Entrevista al médico sanitarista y presidente de la Fundación Soberanía Sanitaria, Leonel Tesler
La extensión de la cuarentena, una medida de salud pública exitosa frente al avance de Covid-19, generó manifestaciones de diversos sectores -especialmente de la derecha- que presionan para que el gobierno priorice la economía en desmedro de la salud de los argentinos, utilizando argumentos peligrosos como: “muere más gente de gripe estacional”, “el virus no existe”, hasta llegar al neologismo “infectadura”.
En este marco, el médico sanitarista y presidente de la Fundación Soberanía Sanitaria, Leonel Tesler se refirió al riesgo que representan estas expresiones “en contra de las medidas de cuidado colectivo, y en nombre de las libertades individuales”, que cada vez se escuchan “más fuerte”.
El director del Departamento de Ciencias de la Salud y el Deporte de la Universidad Nacional de José C.Paz (UNPAZ) también explicó a Contraeditorial las consecuencias “devastadoras” que tuvo la falta de políticas estatales para cuidar la salud en antiguas epidemias que golpearon al país, como fueron la Gripe Española y la Fiebre Amarilla.
“El riesgo es que crezcan opiniones como las que sostienen que hay una ´infectadura´, y que cada vez haya más gente reclamando hacer lo que quiera”.
– ¿Cree que existen diferentes percepciones de la pandemia en los países latinoamericanos que en los del resto del mundo?
– En este momento es muy difícil caracterizar homogéneamente la visión latinoamericana de la pandemia, porque si uno se guiase por las decisiones que han tomado los gobiernos latinoamericanos, desde que el Covid-19 llegó a principio de marzo hasta ahora, ve que han sido decisiones de lo más dispares. En algunos casos, guiadas por una lógica de cuidado como sucedió en Argentina; y en otros casos privilegiando una serie de intereses que son muy difíciles de definir como sucedió en Brasil. Sin embargo, sí podríamos caracterizar un modo de respuesta desde la salud pública, o de la salud colectiva, o de la medicina social latinoamericana que está orientada ante todo por la definición de salud como un derecho humano; después por la primacía de un modelo preventivista por sobre lo estrictamente asistencial con una fuerte impronta de la participación popular y la instauración de una lógica del cuidado. Las lógicas de cuidado están atravesadas también por una lógica que han dejado los movimientos de mujeres en los últimos años en Latinoamérica, que tal vez vimos más fuertemente en las calles de Argentina a partir del movimiento de Ni Una Menos, después en la lucha por la legalización del aborto y más tarde en las calles de Chile donde tuvieron una voz protagónica.
– ¿A qué responde la aparición de grupos que no creen en la existencia del virus, ni en la necesidad de la cuarentena?
– La aparición de estos grupos es un fenómeno que es complejo, que es interesante, pero sobre el que tenemos que explorar más de una razón posible. La primera que uno podría esbozar, y es coyuntural, es que todavía hay muy poca gente que conoce a alguien que se haya muerto por Covid-19 acá en Argentina. Lo vamos a restringir acá, porque en otros contextos tiene otras causas posibles. Si nosotros estamos acá, encerrados en cuarentena desde hace más de 70 días por algo que no se ve, y no conocemos a nadie que se haya muerto de Covid-19 porque murió poca gente de esta enfermedad, puede ser que creamos que el virus no existe. En un plano menos coyuntural tenemos que considerar cómo atraviesa la construcción de nuestro posible actual la famosa posverdad, y entonces cualquier cosa, por más evidente que sea, se vuelve discutible y no hace falta para rebatir lo que empíricamente estemos viendo más que estar en desacuerdo. Y no hace falta ningún tipo de argumento para sostener lo que a uno se le ocurre. Por último, hay una característica casi estructural de la puja ideológica argentina que es que cuando un gobierno o un gobernante peronista dice algo, porque lo dice un peronista puede ser considerado una mentira. Es una falacia ad hominem, por quien lo dice se considera entonces que es falso. Es algo que está muy instalado en la discusión cotidiana de nuestro medio.

– Cuando la Argentina se enfrentó a la Gripe Amarilla, ¿desde el gobierno se negó la existencia del virus? ¿Qué consecuencias tuvo?
– Lo que ocurrió en 1871 no fue que no se creyese en la existencia del virus, porque ni se sospechaba que existían los virus en general. Ni tampoco que no se creyese que existiese la enfermedad, de hecho había provocado muchas muertes entre la gente que venía de pelear la guerra de Paraguay. Lo que sucedió ante la noticia de la llegada de barcos con personas que tenían fiebre amarilla es que se decidió priorizar el mercado, es decir que no cesó el comercio en el puerto de Buenos Aires, y no suspendieron los festejos de carnaval. Más que una cuestión de creencias, fue una cuestión de decisión política de quienes dirigían el gobierno en ese momento, que era el gobierno de Sarmiento. Esto tuvo unas consecuencias devastadoras. Justamente, esa epidemia se cobró en vidas el 10 por ciento de la Ciudad de Buenos Aires. Y lo que hicieron las autoridades fue escaparse; se mudaron en ese momento al barrio de Belgrano, que era un pueblo aparte. Y las clases altas se mudaron de lo que ahora es San Nicolás, a la zona norte. Y un barrio de chacras, de quintas cómo era la Chacarita, se transformó en el cementerio que es ahora porque no daban abasto los cementerios existentes hasta ese momento.
– ¿Hubo frente a otras pandemias expresiones en contra de la cuarentena?
– Tal vez la situación más comparable con la actual, sea la pandemia de gripe de 1918, que se conoce como la gripe española, aunque no haya empezado en España, ni nada por el estilo. En ese momento, si bien en ninguna parte se tomaron medidas de aislamientos tan estrictas como respecto al Covid-19, si hubo grandes debates y grandes diferencias con respecto al cierre de lugares públicos, o el cese de espectáculos deportivos, y hubo grandes diferencias porque en algunas ciudades se priorizó continuar con una vida relativamente normal y tratar de atender y aislar los casos que fuesen apareciendo. Y en esos casos lo que sucedió, es que hubo muchos más muertos y contagios. Además en ese momento, como pasa ahora con esta enfermedad, no había nada que permitiese tratar eficazmente a la gripe y, de hecho, los tratamientos que se usaban podían llegar a ser más peligrosos que la enfermedad. Por ejemplo, se usaban dosis altísimas de aspirinas que ahora se sabe que son altamente mortales en esas dosis, pero en ese momento era lo que se usaba. Entonces en los lugares donde siguieron los espectáculos deportivos, donde siguieron los comercios y restaurantes abiertos igual que siempre, donde no se restringió para nada la concentración de personas en lugares cerrados, hubo muchos más casos y más muertos. Y tuvieron mejores resultados donde desde los primeros momentos hubo restricciones en todas esas áreas.
– ¿Cree que la urgente necesidad de buscar una vacuna deja a la vista el peligro que ocasionan los movimientos anti-vacunas?
– La necesidad de encontrar una vacuna para el COVID19 no habla tanto del peligro de los anti-vacuna sino del grado de conciencia de lo eficaz que pueden ser las vacunas. El problema con los anti-vacunas no es que estén en contra de que se desarrollen o no, es que son movimientos que priorizan las libertades individuales por sobre el bien común, que no les interesa cuán útil puede ser una vacuna, sino que quieren hacer lo que quieran con ellas o con sus hijes. Creo que si bien tienen bastante fuerza en Estados Unidos, acá todavía son muy minoritarios, y no tienen tanta fuerza en la disminución de la cobertura de inmunizaciones como sí lo han tenido las políticas públicas que atacaron directamente a la vacunación, como la falta de compra de vacunas y su distribución.
“La pandemia podría ser un golpe al individualismo y ese condicional debiera obligarnos a trabajar y a militar para que podamos pronto usar el indicativo”.
– ¿Qué opinión tiene sobre el neologismo “infectadura”, que mezcla un régimen totalitario con una política sanitaria como la cuarentena?
– Este neologismo de la “infectadura” es un ejemplo de un grupo, por suerte todavía pequeño, de gente que se manifiesta en contra de las medidas de cuidado colectivo en nombre de sus libertades individuales. Considerando la incomodidad que genera en todos, a nadie le resulta sencillo sostener esta cuarentena, pero el riesgo es que crezcan este tipo de opiniones y que cada vez haya más gente reclamando hacer lo que quiera, aún a riesgo de morirse o de contagiar a sus seres queridos y que sus seres queridos mueran porque quieren hacer lo que quieran. Por eso me parece que es indispensable que quienes podemos reflexionar, y hablar de manera pública sobre esto, lo hagamos con urgencia y con toda la vehemencia que hace falta como para que efectivamente la pandemia demuestre que el individualismo no sirve.
– ¿La pandemia es un golpe al individualismo neoliberal?
– Al menos por ahora este tipo de afirmaciones las tendríamos que hacer en modo condicional. La pandemia podría ser un golpe al individualismo y ese condicional debiera obligarnos a trabajar y a militar para que podamos pronto usar el indicativo, porque la verdad es que si no es un colectivo de personas, un movimiento político el que le da el golpe al individualismo global, la pandemia va a ser solo una cosa que pase y nada más. Es apenas una oportunidad para hacer que las cosas cambien. Pero si no hay un colectivo que efectivamente aproveche esa oportunidad y hace que las cosas cambien, pueden llegar a ser igual que antes o peor que antes. Y de hecho hoy en día estamos escuchando cada vez más fuerte la voz del individualismo que priorizan sus libertades individuales y hasta su propio bienestar.