En el siglo XIX las mujeres comenzaron a usar corsé y miriñaque, accesorios totalmente antinaturales que les impedía moverse con facilidad e, incluso, las enfermaba. Con los años, la vestimenta femenina fue evolucionando, al punto que incorporó el pantalón – una prenda originalmente masculina – con toda la influencia de una diseñadora como Coco Chanel. “La moda dialoga con la historia, no es neutral, es un discurso”, explica la socióloga Laura Zambrini, al analizar cómo se expresaron las desigualdades de género a través de la moda.
Doctora en Ciencias Sociales y Socióloga, investigadora adjunta del Conicet en el Instituto de Arte Americano de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y titular de Sociología en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil, Zambrini se especializa en investigar y difundir la relación entre moda y feminismo.
“El corsé provocaba deformaciones físicas, al igual que las estructuras que usaban las mujeres debajo de los vestidos, como la crinolina y el miriñaque”.
– ¿En qué momento de la historia la vestimenta determinó que el espacio público era de los hombres y el privado de las mujeres?
– En el siglo XIX, sin dudas. Para contextualizar: previo a la Revolución francesa el ornamento ocupaba un lugar protagonista, asociado al poder. Se puede ver, por ejemplo, en cualquier imagen de Versalles. Había una exageración del uso de capas de tela, de maquillaje, de pelucas y los zapatos de taco eran también masculinos. Varones y mujeres decoraban su cuerpo. Con la caída de la monarquía y la consolidación de la burguesía se rompió con esa lógica y se generó una vestimenta acorde a ese orden social. El traje burgués masculino -pantalón, saco, chaleco- sigue hasta hoy. El hombre se va despojando de ornamento, y la mujer, todo lo contrario: capas de tela, corsé.
– Es decir, ellas siguen y acentúan el uso de atuendos que les dificultan desplazarse
– Se lo llama la gran renuncia del siglo XIX. Los varones renuncian a la capacidad de decorar el cuerpo y se lo entregan a las mujeres. Pero tenía que ver con cuerpos encorsetados. El uso del corsé generaba abortos espontáneos, desmayos. Ellas se desmayaban, ellos las sostenían. La imagen de la mujer como el sexo débil. Cuanto más incómodo y ornamentado el vestuario, mas se mostraba que no se trabaja en las fábricas textiles, que tenían un marido proveedor. Y surge la alta costura con la producción seriada para la alta burguesía. Esos diseños van a dialogar mucho con lo que se usa en la Corte, y eso se ve hasta ahora en los vestidos de novia.

– El corsé es todo un símbolo, pero además ¿generaba problemas físicos concretos?
– Ha habido tratados médicos al respecto. Provocaban deformaciones físicas. Y también las estructuras que usaban las mujeres debajo de los vestidos, como la crinolina y el miriñaque. Eran incomódos para poder trasladarse en el espacio público. Y además con estas estructuras se infatilizaba a la mujer.
– El libro ‘Historia política del pantalón’ (Christine Bard-Editorial Tusquets) muestra cómo el uso -o no uso- de esta prenda es una forma de controlar a las mujeres
– Sí, es maravilloso ese libro. Las mujeres empezaron a usarlo en 1920. Fue Paul Poiret el que lo incorpora al uso femenino, pero la que rompe la historia es Coco Chanel en una década muy rica en lo artístico, el surgimiento de las vanguardias, el movimiento moderno del arte, se dan las bases para el diseño moderno. Chanel lo traslada al diseño. Y lo que hace es adaptar la vestimenta masculina a la femenina, y en este traslado no se pierde el ideal de elegancia y femineidad, usa joyas, no masculiniza, logra la funcionalidad. Chanel no dialoga con las feministas, recupera el cuerpo femenino. Ella tuvo que romper barreras, no militó en el feminismo, es una expresión de época.
“La minifalda no puede comprenderse sin tener en cuenta el surgimiento de los anticonceptivos”.
– ¿Hay Influencias concretas del feminismo en la moda?
– Parecería que feminismo y moda son campos antagónicos, que no pueden ponerse en diálogo y no es así. La moda ha cosificado el cuerpo femenino, y a la vez, ha sido un espacio de liberación. Por ejemplo, la minifalda no puede comprenderse sin tener en cuenta el surgimiento de los anticonceptivos. También implicó mostrar las piernas en el espacio público, lo que terminó siendo cosificante, pero es otra discusión. La moda es un lugar para pensar los cambios sociales. En esta nueva ola feminista se discute mucho diseñar con perspectiva de género. El feminismo aporta los cuerpos reales, la cuestión de los talles para toda persona, campañas con mujeres de todas las edades y distintos cuerpos. La moda, el diseño no es neutral, la moda es un discurso.
– ¿Cómo se identifica la perspectiva de género en el diseño actual?
– La mayoría de la matrícula de estudiantes en diseño de indumentaria son mujeres, que están empezando a cuestionar lo binario también en la moda. Se piensa en diseños que no refuerzan estereotipos de género. Algunas tiendas no están organizadas en femenino y masculino, surgen colecciones sin género, modelos trans en las pasarelas, aparecen insignias de lo femenino en desfiles. Es polémico. Se busca vender, es un riesgo el frivolizar, pero hay una nueva generación de diseñadores que habitan de otra manera el mundo.
“En esta nueva ola feminista se discute mucho diseñar con perspectiva de género”.
– ¿Qué diferencia el diseño unisex del sin género o agender?
– La categoría unisex es distinto a agénero. Surge con Chanel en la década del 20. El nazismo frena este movimiento que vuelve con Christian Dior, con una moda que contrasta con Chanel. Sigue con Yves Saint Laurent y Paco Rabanne, y Calvin Klein saca un perfume unisex. La crítica es que sigue siendo binario: hombres y mujeres. Ahora, con la cuarta ola feminista, la moda agender pretende una neutralidad. Para mí lo neutral termina siendo masculino. Se ven mujeres con pantalón y buzos amplio, pero no a varones con volados, por ejemplo. La moda no se quiere quedar afuera y está tratando de llegar al mercado. Es un modo de visibilizar los movimientos LGBTIQ, con un sesgo de clase fuerte. Por ejemplo las corporalidades trans. Chanel hizo campaña con una modelo trans, con cuerpos delgados y armonía corporal. La cuestión de clase a través del cuerpo también se ve en la moda.
– El color verde que identifica el derecho al aborto ¿impactó en los diseños argentinos?
– Sí, sobre todo en diseñadores independientes de modo simbólico, sobre todo con las nuevas generaciones. Produjo cambios. La moda y la política dialogan claramente.
Sobre el final de la entrevista, la socióloga y especialista en moda se refirió al aporte feminista a la moda que permitió “ver la dictadura sobre el cuerpo femenino, el mandato de juventud y delgadez y cuestionarlo”. Y a la vez consideró que “es necesario cambiar las condiciones de trabajo, tomar conciencia de cómo se produce en el sudeste asiático, en los talleres clandestinos. Nos falta la toma de conciencia del trabajo humano detrás de la moda, de la sustentabilidad, y ese también es un aporte feminista”.