Entrevista de la curadora Josefina Barcia a la artista Celeste Najt sobre la muestra Entdecke (Descubrir) en la Embajada Argentina en Berlín, que concluye mañana.
– Josefina Barcia:Tu primera exposición fue hace 21 años en un boliche con djs en Buenos Aires, en un ambiente de fiesta. ¿Qué mantiene hoy tu obra de esa Celeste, que estás exponiendo en un ambiente tan protocolar como lo es la embajada de Argentina en Alemania?
– Celeste Najt: Increíble que ya hayan transcurrido 21 años, siento bastante fresca la sensación de esa primera muestra, donde invadí la habitación del PH que daba a la Avenida Córdoba con esferas de color celeste y una frase de Werther de Goethe que hablaba sobre el baile de las esferas Celestes. Creo que si hay algo que se mantuvo intacto a través del tiempo, es mi diálogo con el ensamble: una sensación intangible, volátil -pero certera- que logro materializar intuitivamente en la obra y a veces en el ensamble de las obras mismas dentro de la sala de exposición. Esas primeras obras que se instalaron sobre los círculos celestes estaban hechas con materiales de descarte (bandejitas de comida, fotos, recortes), ninguna era igual a otra y sin embargo había una manera de comunicar que se repetía: una síntesis entre ironía actual y nostalgia por los tiempos que ya pasaron (tiempos que en esa época y con 16 años yo no había vivido,). Hasta el día de hoy se repite en mi obra esa mezcla. Trabajo mucho con el archivo, tengo cuadernos escritos desde aquella época, diarios con anotaciones sobre la vida cotidiana, citas de libros, descripciones de obras de muestras que visitaba, nombres de canciones o bandas que iba descubriendo. Por otro lado siempre he coleccionado materia prima de papeles, folletos, fotos de libros a lo que se adiciona mi vasto archivo de registro fotográfico personal. Como si mi experiencia de vida pasara por una especie de máquina de sampleo inagotable (yo).
Al día de hoy sigo trabajando con este archivo, quizás ya no tanto a través de la adición de elementos tipo collage sino a través de procesos más conceptuales, donde el registro escrito de otras épocas y los recuerdos se fusionan con la intensidad del hoy. El ayer y el hoy -desde una percepción muy personal -están muy presentes en mi trabajo desde siempre.
– JB: ¿Cuál fue el rol de la música en ese entonces y ahora?
– CN: La música es un elemento bisagra en mi existencia. Creo que antes del interés por hacer arte visual vino el interés por la cultura musical. Mi primera aproximación con la música fue con la electrónica. A fines de los 90s, durante mi adolescencia había en Argentina una escena under bastante refinada: pequeños eventos de música electrónica muy curada, a veces con visitas de artistas internacionales y aislados programas de radio y suplementos culturales que tiraban data que hoy cualquier curioso podría sacar de internet. Yo había aprendido lo que era la pasión por la música a través de mi familia. En mi casa siempre se escuchó mucha música: mi papá tenía fascinación por el jazz, mi mamá por la música clásica, mientras que mi hermano fue quien trajo al hogar la discografía completa de Led Zeppelin, Joy Division y King Crimson. Yo me incliné por el minimal y kraut de Alemania, el house de Chicago, los experimentos de Herbie Hancock a partir del 79 y el dub. En realidad, todo lo que estuviera dentro del rango experimental me llamaba la atención. En paralelo, o casi como consecuencia a esta fijación y total disfrute de aprender de la música (y aprovechar cada posible experiencia de elevación a través de la danza) fueron apareciendo las primeras obras y mi certeza de que era a través del arte plástico que me quería expresar.
Es hasta el día de hoy que mantengo la misma relación de eterna búsqueda de nuevos sonidos mientras que sigo escuchando todo lo que fui atesorando desde ese lejano 1998. Nunca dejé de regar el árbol genealógico infinito de la música que te va llevando de un artista a otro de manera accidental y dócil. Gran ejemplo es Arthur Russell, músico que descubrí en el año 2004 y que ha explorado una variedad de géneros En el 2008 me puse a estudiar el post punk, esa mezcla de dub disco y punk Encontrar discos puede hacerme tan feliz como hacer una obra nueva y generalmente una cosa deviene en la otra, como por ejemplo en la serie de collages Post Punk Series ( 2009-2011),o Too much to say series (2010) donde las letras de la música que sonaba mientras pintaba se transferían a las obras.
Mis obras existen siempre a partir de los sonidos que atraviesan mi cotidianidad.
– JB: Haciendo un poco de genealogía de las formas en tu obra, a lo largo de tu carrera parece haber un patrón: la feliz convivencia entre formas duras y blandas. En este último tiempo parece que lo laxo ganó terreno de la mano de la pintura. ¿De dónde viene ese interés por sostener la pintura como lenguaje? ¿Cómo se lleva el pincel con la fotografía en tu obra?
– CN: Mi primer herramienta para crear fue el collage manual. Al poco tiempo decidí explorar el formato digital, por eso decidí estudiar Digitalización de imágenes en el IUNA. Mi ansiedad por crear fue más fuerte que la eficiencia de la institución y apenas pude me compre mi propia computadora, cámara digital, y comencé a explorar día y noche. Ya en estas primeras composiciones hay formas rígidas que contienen blandas y viceversa. ¿No es un poco así la experiencia de nuestra existencia? Vivimos en un sistema en donde predomina lo rígido. Las formas laxas hacen alusión a un deseo de realidad orgánica, son formas que fluyen, rompen la regla. También hay algo de psicodelia, de representar un sueño, de ofrecer una alternativa para el gris cotidiano a través de la obra. La forma rígida contiene lo abrupto de lo laxo, es una relación de reciprocidad, una suerte de escapismo mientras que también encarna un reflejo de la realidad.
– JB:En tus fotografías la elección de la Biblioteca Nacional y la Neue Gallerie proponen a la arquitectura como un lazo geográfico. ¿Cómo se relaciona tu interés por la fotografía de arquitectura en tus pinturas? ¿Cómo se vinculan ambas prácticas?
– CN: Comencé naturalmente a fotografiar arquitectura de manera no formal en mis paseos por el microcentro argentino los días domingos (2002/3). Luego vinieron los viajes a Europa en donde me fui fanatizando con las construcciones y la variedad de estilos de ciudad a ciudad. Dichas fotos comenzaron a ganar un lugar en la composición de mis collages digitales: la arquitectura como elemento plástico. El proceso todavía era inconsciente, para mi estaba incluyendo edificaciones no arquitectura. Mientras, estudiaba en la Escuela de Fotografía Creativa y también hacía retratos de interior. Mi familia tenía una agencia y tuve la suerte de asistir a muy buenos fotógrafos locales e internacionales. Todo este recorrido derivó en la creación de , Najt Lix Studio, un proyecto propio que actualmente me permite dedicarme a la fotografía especializada en arquitectura e interior en paralelo a mi trabajo como artista visual.
Siempre hice fotografía pura y para mi funciona un poco como el balance entre lo rígido y lo orgánico. En esas simetrías perfectas hechas por genios de la arquitectura (Testa, Mies van der Rohe) siento un respiro frente al caos de mis obras plásticas. Se compensan, se retroalimentan y acompañan mientras existen como universos paralelos.
– JB: La decisión de mostrar algunas de tus obras sobre base de concreto, ¿puede ser leída como un interés por acentuar lo constructivo en la imagen?
– CN: Puede ser leído de esa manera pero nuestra principal intención (con Matías Lix Klett, montajista) fue salir de la pared, escapar a la convencionalidad del arte, romper con la postura habitual de contemplación que todos solemos adquirir cuando vemos muestras de pintura. La utilización del concreto como material de soporte se relaciona con mi afinidad por el Brutalismo en la arquitectura.
– JB: Sé que es un gran referente para vos pero me gustaría saber ¿Por qué Martin Kippenberger?
– CN: A Kippenberger lo descubrí en un viaje a New York en el que su obra (The Happy End of Kafka’s Amerika) invadía un pasillo inmenso del Moma. Su síntesis entre obra- diseño industrial-instalación probablemente generó algo en mi que solo años después podría identificar como influencia absoluta.
Dos años después me iba a encontrar con una retrospectiva suya maravillosa en el museo Hamburguer Banhof de Berlín. Fue una revelación como con Arthur Russell. No casualmente Kippenberger (o Kippi, como le decían) también estaba fuertemente enlazado con la música y para mi su estética se sentía familiar, accesible. Hacedor incansable, verborrágico en el volumen de obras, en su incansable búsqueda creativa. Poco después leí su biografía. Me encanta ver esa variación de formato que siempre supo ejecutar sin perder su signo. Instalaciones, pinturas, fotos, instalaciones con mobiliario, música, el uso de la tipografía en la obra o de elementos de la vida cotidiana como, por ejemplo cuando usó el block de hojas del hotel en el que se hospedaba donde desarrollaba una serie completa de dibujos. Kippenberger es todos esos formatos mientras que su estigma es único.
– JB: La pintura, las piedras, las palabras, los recortes y las fotografías son tus herramientas para componer. Si tuvieras que describir tu forma de trabajo, ¿cuál de ellas lleva la voz mandante? ¿o se trata de un trabajo coral?
– CN: Mis obras son sin duda el resultado de la suma de las partes si bien en esta última obra la pintura se volvió autosuficiente y gobernó un poco al resto de los elementos. Las palabras también tienen un papel sumamente importante: catalogan el tema de la obra de manera sugestiva mientras que son utilizadas como método de aproximación al idioma de mi nuevo país.
Es un ejercicio que hice muchas veces en collage que de alguna manera ahora se transfiere a la pintura Es un proceso similar al de hacer “una pintura de un collage”, o hacer un macro de un collage y luego transferirlo a la pintura.
– JB: Frente a un contexto tan adverso a nivel mundial sos de la idea de que hacer una exposición significa revalorizar un paradigma de observación de las obras ya conocido y aún vigente? ¿O que hacer hoy una exposición plantea un nuevo paradigma a la hora de conocer las obras de arte? ¿Cambió algo en tu manera de trabajar frente al contexto de pandemia?
– CN: A mi siempre me pasó una cosa con las exposiciones que era que cuando estaba yendo al opening pensaba cómo me gustaría ser música o como me gustaría hacer algo que en el momento que lo muestro yo estoy haciéndolo y no tan apartada de la obra. Una vez que ya está terminada y expuesta, uno ya está desarraigado de la obra de alguna manera. Me parece interesante durante la pandemia el valor que cobra el registro de la muestra, que pasa a ser una obra en sí más allá de cuánta gente va.
Hice las obras en pandemia y con una acumulación de energía e ideas de cuatro años debido a la pausa que la maternidad significó en mi producción. Ese parate del mundo de alguna manera avaló el sosiego de estar adentro haciendo, haciendo, haciendo. . Las obras de la serie sin duda hablan de la distancia a la que fuimos sometidos, al miedo de no entender lo que estaba pasando, pero también son esos mundos paralelos a los cuales escapé intermitentemente durante la pandemia.
– JB:Los viajes marcaron mucho los ciclos de tu producción. Alemania fue un interés sostenido, muchas veces aún desde Buenos Aires ¿Por qué Berlín? ¿Qué se ve de la ciudad en tu obra?
– CN: Llegué a Berlín accidentalmente. En mi primer viaje a Europa a fines del año 2005, yo tenía todo un itinerario de ir a casas de familiares y amigos en distintas ciudades pero Berlín no estaba en el mapa. Casualmente fui convocada por dos alemanes que estaban en Buenos Aires reclutando artistas para una revista Suiza que iba a tener un número especial sobre Sudamérica. Mis collages digitales fueron seleccionados para la revista y también para una exposición en Berlín, por lo cual agregué el destino a mi viaje. Llegué un día de enero, pleno invierno, lleno de nieve y todo estaba oscuro. Me bajé del tren y dije “amo este lugar”. Creo que toda mi conexión con la música alemana desde muy chica probablemente me influenció para tener esta sensación tan clara al llegar. Tenes una idea previa de algo y de repente llegás y es como que todo “fall into place”. Algo así como finalmente poder ponerle una imagen a ese sonido tan conocido. Luego de eso volví mil veces hasta que finalmente me mudé.
También las palabras presentes en las pinturas, o bien los títulos de las obras son un guiño a la cultura local. Las obras indican el lugar en el que estoy hoy, ahora. Es como si fuese una especie de manual visual para insertarse en Berlín.
La ciudad también aparece en pequeños descubrimientos. Por ejemplo, todas las fotos de piedras que aparecen en la muestra dentro de los collages fueron sacadas de un libro de Yugoslavia que encontré aquí en Berlín a la vuelta de mi casa. En paralelo, Matias -mi pareja- me regaló las piedras negras que aparecen en varias obras de la serie, pero sin haber visto el libro. Fue una mágica coincidencia cuando al empezar a experimentar en el estudio vi que hacían un match perfecto. Eso trae sin duda el collage, esos encuentros magníficos que pasan súbitos, sin mucha premeditación.
Hay algo de proceso arqueológico en mi obra. Colecciono, atesoro y luego ensamblo mientras encuentro un nuevo sentido en ese nuevo combinar. Sin duda esta ciudad se me presenta como un “yacimiento”, de materiales y sentidos inagotables.
– JB: El collage fue tu norte por años. Hoy priman otros intereses, aunque persiste. Más allá de las obras que efectivamente tienen elementos extra pictóricos, ¿qué del trabajo del collage se ve en tu pintura? ¿Crees que la influencia es recíproca? ¿Que las pinturas están modificando tu forma de hacer collage?
– CN: Trato de pintar y generar profundidad. Esto que pasa cuando recortés y superponés que uno queda arriba y otro queda abajo, eso es lo que intente hacer muchas veces con la pintura -muchas veces de manera frustrada- y esta vez salió. La pintura probablemente también influye en mi manera de hacer collage, generando un transfer futuro, de una técnica a la otra.
Creo que se puede volver a hacer un transfer al revés en donde todo lo que aprendí de generar formas yo misma pintando se transfiera al collage. Cuando haces un collage es más fácil: cortás las formas, las ponés, no las pegas hasta que armaste la composición. Cuando vos estás pintando estás ahí, podes dibujarlo, pero tenés que tomar riesgos todo el tiempo. Entraste y tomaste una decisión y bueno, hay que seguir ahí. Es un poco como la vida, que decís bueno “tomo este camino y por aquí tengo que seguir (stick to it)”.
– JB:Muchas de tus obras las trabajas borrando. Dibujas quitando y esas formas hoy parecen llenas. ¿Qué rol tiene el vacío?
– CN: El vacío es sumamente importante. En la pintura está representado generalmente con el blanco, que es un blanco pintado.
Por ejemplo el cubo gigante en la obra principal de la muestra, que ocupa un lugar muy importante pero no deja de estar vacío. Si bien es un vacío con sus líneas y su peso, también es el sector de la composición que nos da “aire” a la estridencia que lo enmarca y que pareciera devorarlo. Es muy distinto el vacío que se deja en un collage, es mucho más preciso y controlado, en la pintura se da más fortuitamente creo. Es un vacío estructurado, delimitado. No es esta cosa de todo flotando en el vacío.
– JB: Hay algo de moderno y de espiritual en tu obra. Como quien cree en el futuro más novedoso desde una mística de miniatura medieval. ¿En qué crees?
– CN: Soy una persona bastante espiritual en cuanto a que persigo el equilibrio del espíritu constantemente. Creo que para hacer obra uno tiene que estar atento al equilibrio interior, no sigo ningún credo, pero tuve mis breves momentos de leer a ciertos escritores que planteaban la existencia de un universo paralelo y el acceso al mismo a través de rituales, Castaneda por ejemplo. La psicodelia me ha instruido bastante en mi camino creativo.
Es sabido que el artista es un puente entre la realidad y la imaginación.
Son visiones, es algo que baja, que el artista puede ejecutarlo y hacer que se materialice en una imagen.