Del “anarcocapitalista” Milei a la plagiadora serial Ajmechet, la derecha exhibe hoy una bizarra fauna de personajes. El discurso de la antipolítica.
En este asunto no hay nada nuevo bajo el sol. Para comprobarlo, basta evocar a la Buenos Aires del Centenario, cuando esa Gran Aldea se asomaba al siglo XX con formas graduales de metrópoli. En aquel contexto, durante la sesión legislativa del 27 de marzo de 1910, el diputado Lucas Ayarragaray entretuvo a los presentes con la siguiente propuesta: “Este país, que en su población ya tiene elementos étnicos bien inferiores, debe precaverse trayendo elementos de orden superior. Para ello es necesario seleccionar la corriente inmigratoria con elementos sanos, y así perpetuar una raza futura bien construida”.
¿Acaso su voz incubaba el huevo de la serpiente?
La respuesta a ese interrogante tardaría unos años en cobrar sentido. A comienzos de 1919, durante la represión policial y parapolicial que supo cosechar 700 muertos durante la Semana Trágica, se produjo la presentación en sociedad de la Liga Patriótica, el primer grupo argentino de ultraderecha.
Ahora, a más de diez décadas, un estrambótico economista que acaba de probarse en las PASO para sorprender con el 13,66 por ciento de los votos en la Ciudad de Buenos Aires, suele repetir en sus arengas: “¡Zurdos de mierda! ¡Están perdiendo la batalla cultural!”
¿Acaso su voz incuba otro huevo de la serpiente?
El locuaz Milei se entrega al sueño de convertirse en la esperanza blanca de la ultraderecha.
Quizás en estos días haya un escenario amigable con sus ambiciones, signado a fuego por lo que el ensayista portugués Boaventura Souza Santos llama “fascismo societal”. Un fenómeno que – a diferencia de los procesos de extrema derecha surgidos en la Europa de la primera mitad del siglo pasado – no es fruto de un partido ni del Estado, sino que brota en las entrañas mismas del cuerpo social. Una oleada técnicamente pluralista, sin jefes, pero provista de objetivos disciplinantes y civilizatorios. Es el fascismo de la antipolítica y, a la vez, de quienes ni siquiera saben lo que es el fascismo. Así funciona el negocio de las sectas “libertarias”.
He aquí algunas pinceladas sobre sus principales hacedores.
Días de gloria en Jurassic Park
Alguien que tuvo una infancia tan tortuosa como la suya, solamente tiene dos caminos posibles: ser una persona sensible ante toda injusticia o convertirse en un idealista del resentimiento.
No hace falta aclarar la opción que Javier Milei tomó ante tal dilema. Ni que fue un niño golpeado y humillado de manera sistemática por su padre, un colectivero devenido en próspero empresario del transporte público. Y menos aún que la mamá toleraba esa “pedagogía” con su silencio.
Lo cierto es que él se encargó de divulgar aquellos detalles de su niñez en los programas de televisión que visitaba desde 2016, cuando algunos periodistas comenzaron a sacarle el jugo por su extravagancia. En sus apariciones siempre remató su relato con idénticas palabras sobre sus progenitores: “Yo no los veo más. No existen. Para mí están muertos”.
Pero ahora saltó a la luz que ese muchacho ya cincuentón vive otra vez con sus papis en la casa familiar de Vicente López.
La novedad fue revelada el 30 de agosto por el diario La Nación. Y él se mostró cauto al explicar el motivo: “Me mudé al empezar la pandemia. Quería estar con ellos para ayudarlos. Son grupo de riesgo”.
Entonces, minimizó el conflicto que los mantuvo distanciados.
En este punto flota un enigma: ¿cómo es en realidad su convivencia con el sujeto que lo maltrató hasta casi la adultez? Es notable que por ahora ningún psicólogo insinuara al respecto el peligro de un parricidio.
En tanto, Milei se entrega a la ensoñación de ser la esperanza blanca de la ultraderecha en la Argentina.
Hasta horas antes de habilitarse las urnas, trajinó calles y plazas con una retórica violenta. Milei exudaba furia y prometía “echar a patadas en el culo a toda la casta política”. Música para los oídos del ciudadano común de la peor calaña. Nuestro héroe libertario, cuyos ojos encendidos y su peinado revuelto le confieren cierta semejanza con Benny Hill, se complace en definirse como “anarco-capitalista dinámico”, cuyo proyecto se sintetiza en pocas palabras: abolir el Estado, con la única excepción de su estructura jurídico-policial para así conservar solamente su monopolio del “uso legítimo de la violencia” y así mantener el orden (de la propiedad). Un ideario que embelesa a jóvenes con ganas de incorrección, entre otras faunas.
Claro que la única manera de plasmar un proyecto como aquel es en el marco de una dictadura.

Por tal motivo, la escudera de Milei en la lista capitalina del frente La Libertad Avanza fue la abogada Victoria Villarruel, una conspicua adoradora de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Sin ser tan tosca como la ya olvidada Cecilia Pando, ella no es menos negacionista ni emperrada –desde su ONG –el Centro de Estudios Legales sobre Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) – en la prédica de lo que los apologistas del genocidio llaman “memoria completa”.
Conviene reparar en este personaje, puesto que se trata de la delegada vernácula del armado “internacionalista” de Vox, el espacio de la ultraderecha española liderado por Santiago Abascal con 52 representantes parlamentarios en la península ibérica. Entre ellos se destaca su segundo, Javier Ortega Smith.
A este individuo se lo vio junto a Villarruel en agosto de 2019, durante su visita a Buenos Aires, al ofrecer en el Círculo Militar una conferencia ante un público que lo aplaudía a rabiar. Así, con aquel sencillo pero emotivo acto, Vox puso un pie en Argentina –al igual que en Paraguay y México– mediante un sello bautizado “El Club de los Viernes”, cuyo crecimiento se cifraba en la organización de eventos. Desde entonces, los viajes de Villarruel a Madrid se tornaron frecuentes. En aquella ciudad la recibía el mismísimo Abascal, quien tomaba nota de sus logros. El más prometedor fue la captación de Milei.
De modo que éste, lejos de ser un producto milagroso del escepticismo que genera la “casta política”, es una criatura cuidadosamente amaestrada para deslumbrar a cierto sector de “la gente”.
Por su parte, la pata bonaerense de La Libertad Avanza la encabeza su otro referente estelar, el economista José Luis Espert. Ese hombre descubrió ya sexagenario el gustito de la política, lo que le deparó algunos episodios memorables. Uno de estos no merece ser obviado.
Es necesario retroceder al 18 de abril de 2019, cuando, en el contexto de su campaña para participar en las PASO de aquel año, hizo un acto en un hotel de Río Negro. Allí soltó:
– Agradezco a Fred por el excelente vuelo que tuvimos.
Se refería a Federico Andrés Machado, nada menos que el financista de su campaña. El bueno de Fred era un pujante empresario rionegrino que, entre otros asuntos, tiene en el Miami dos compañías de aviación.
Durante el otoño pasado puso nuevamente su billetera al servicio de la actual aventura electoral del economista. El 21 de junio fue detenido por el supuesto tráfico de cantidades industriales de cocaína junto al lavado de 550 millones de dólares. Espert, entonces, sobreactuó su estupor.
Pero él sigue en carrera, con la famosa Carolina Píparo en el segundo lugar de la lista, tras desertar de Juntos por el Cambio (JxC). Allí le habían soltado la mano tras el intento de homicidio cometido por su esposo – con la complicidad de ella – contra un motociclista. Espert la acogió con los brazos abiertos.
Cabe también destacar que el macrismo jamás le perdonó a ese hombre haberle arrebatado 400 mil votos en las elecciones de 2019.
En las elecciones primarias del 12 de septiembre obtuvo algo más del 4 por ciento de los votos.

Los camisas negras del PRO
No es poca la preocupación provocada en JxC por la irrupción de la extrema derecha en el tablero político. Ello motivó – por ejemplo – que la paloma María Eugenia Vidal fuera obligada a endurecer su discurso para convertirse ante el electorado en un ave de rapiña.
A la vez, para retener los votos ultrafachos, desde la comandancia de Horacio Rodríguez Larreta se estimuló una lista interna encabezada por tres cavernícolas de fuste: Ricardo López Murphy, Sandra Pitta y Yamil Santoro. Esta nómina obtuvo el 23 por ciento de los votos, ubicándose detrás de la que encabezó María Eugenia Vidal: Y eso le garantizó a López Murphy el cuarto lugar en la boleta de JxC para las elecciones de noviembre.
Tal problema también impulsó la precandidatura de la profesora de Historia, Sabrina Ajmechet. Esa mujer – dicho sea de paso – comparte con Milei una pasión arrebatadora: el plagio de columnas periodísticas y textos académicos. Su profusa obra intelectual se completa con aportes en las redes sociales contra la soberanía argentina en las Malvinas, entre otras obsesiones. Su madrina política es nada menos que Patricia Bullrich.
La presidenta del PRO, muy alarmada por quienes corren al macrismo por derecha, tomó cartas en el asunto. De modo que en la estructura partidaria hasta hay una agrupación fascista que le responde, además de haber intentado seducir (políticamente, se entiende) al mismísimo Milei.
Pero vayamos por partes.
En cuanto a lo primero, se ubica en semejante linaje ideológico la Unión Republicana (UR), una agrupación de JxC. Su jefe es el diputado nacional por Neuquén, Francisco Sánchez.
Ulises Chaparro es considerado un prócer por poner las bolsas mortuorias en Plaza de Mayo.
Se trata de un dinosaurio de manual que en las redes sociales resume su ideario con solo tres palabras: “Dios, Patria y Hogar”. De oratoria algo rústica, el discurso provida que expresaba a los gritos en las sesiones parlamentarias sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) no tuvo la vehemencia de los argumentos a favor de la pena de muerte que suele esgrimir cada tanto en ciertos programas de cable. También es un fanático de la “justicia por mano propia” y hasta agita un proyecto de ley para flexibilizar la portación de armas “en manos de ciudadanos decentes –aclaró– para enfrentar la inseguridad”. A la vez, el feminismo es una fuente inagotable de mala sangre para él, ya que lo considera una forma de “adoctrinamiento marxista”. Si; ese es su lenguaje.
La UR cuenta con un ala Sub-30: los Jóvenes Republicanos (JR), cuyo caudillo es Ulises Chaparro, un estudiante de Veterinaria al que, justamente, se le adjudica el recordado asunto de las bolsas mortuorias en Plaza de Mayo, lo que le valió unos días de fama tras el “banderazo” del 27 de febrero.
En esa ocasión, al cruzarse con Milei, Bullrich le estrechó cálidamente la mano ante el bullicioso beneplácito de la concurrencia.
Días después, ella acudió al departamento de Marcelo Peretta, el titular macrista del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos.
Allí estaba Milei. Se saludaron como viejos amigos. Primero abordaron trivialidades, mientras el anfitrión servía un lomo a la crema con papas. Milei bebía limonada. Patricia no.
Él engullía su plato con avidez, mientras las palabras salían de su boca a borbotones. Ella lo escuchaba con una sonrisa ladeada.

Tras el postre, el economista seguía enfrascado en su monólogo; ahora trazaba un funesto escenario financiero para el país en los próximos meses.
Bullrich, entonces, creyó oportuno decir:
– Al fracaso económico se le suma el desastre sanitario.
Milei, entonces, con un brillo perturbador en la mirada, acotó:
– A estos inútiles hay que sacarlos a patadas en el culo.
En un par de oportunidades, ella lo tanteó con ir juntos en las boletas de las aún lejanas PASO. Pero Milei se hizo el desentendido.
Bullrich entonces asumió que no era el momento indicado para avanzar en ese punto. Y solo dijo:
–Todo bien. Pero queda claro que el enemigo es el kirchnerismo, ¿no?
Peretta ya miraba afanosamente su reloj. Eran las dos de la mañana.
Casi seis meses después, cuando se difundía el resultado de las PASO, ambos se abrazaron en el estudio del canal macrista La Nación+.
“Milei es un fenómeno interesante”, dijo entonces la ex ministra. Un amor con final abierto.