Luego de que la Argentina este fin de semana superara el umbral de las 70 mil muertes por coronavirus, surgieron otros datos igualmente aciagos, como el indicado por la universidad Johns Hopkins de Estados Unidos en el que se detalla que el país registró un promedio de 10,15 muertes por millón de habitantes en la última semana, sólo superado por Uruguay, con 13,86.
Escalofriante. Un muerto es determinante, crucial, más o menos cercano a quien sufre la pérdida, pero cualquiera de esas cifras parecen empequeñecerse ante el registro de 164 millones de contagiados y más de 3,4 millones de fallecidos desde que comenzó la pandemia.
De todos modos, cada vez que los muertos incluyen a los trabajadores dados en llamar “esenciales” en estos tiempos tan oscuros, la repercusión del asombro y del dolor se intensifica claramente. De igual modo, toda ocasión en que se un personal docente, uno más, y cada vez parece ser más recurrente, se suma a la cifra de víctimas fatales.
Así también tiene lógica que tomen un especial timbre las voces que se enfrentan a las actitudes que desprecian el cuidado por la vida y la vida misma. Como la de la docente Leticia Guindi.
De luto
Adriana Amestoy se desempeñaba en las escuelas secundarias Nº 4, Nº 31 y Nº 64, de la ciudad de Mar del Plata. Falleció este domingo de Covid. Su caso se suma a José Pablo Vaccaro (46), Natalia Arregui (30), Guillermo Migliorini Izurieta (27) y la auxiliar Laura Andreiko (40), todos registrados esta última semana, en la ciudad que gestiona el intendente Guillermo Montenegro, uno de los dirigentes que se negó a suspender las clases presenciales, como lo acusó Tribuna Docente, que integra el Suteba.

Estas víctimas fatales se agregan a las 14 que denunció UTE: todas ellas sucedieron en la CABA desde que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta se obstinó en la defensa de la presencialidad, inclusive por encima de cualquier razonamiento especializado o científico. También se agregan a las registradas en otras ciudades del país. En Jujuy, por caso, las docentes muertos por Covid desde el inicio de las clases ya sumaron una decena: como si fuera poco, en las últimas horas, la ADEP denunció que la provincia no cumple el Plan de Nacional de Vacunación establecido en el Consejo Federal de Educación.
La última semana, el Conicet dio a conocer una investigación realizada en el AMBA entre el 31 de marzo y el 28 de abril, en la que concluye taxativamente que la interrupción de clases presenciales permite disminuir el número de contagios de Covid-19 y, en consecuencia, el porcentaje de internaciones y muertes. Advierte que “no debe extenderse indefinidamente en el tiempo” a la vez que puntualiza: “Observamos una mayor disminución del número de casos en el conurbano bonaerense a partir de un momento que coincide a la perfección con la suspensión de la presencialidad, en un contexto de alta circulación viral”. Por si no fuera claro, insiste: “En este contexto, la escolaridad presencial aporta a un aumento de la transmisión comunitaria”. Se detalla que mientras en los distritos bonaerenses bajó en un 22%, en la CABA lo hizo sólo un 13%.
Probablemente ni Montenegro ni Larreta desconocen los detalles luctuosos que les enumeran los gremios docentes. Desde ya que sería dable esperar que sus colaboradores les hicieran llegar el informe completo del Conicet. Mar del Plata tiene Secretaría de Educación, instancia a la que el gobierno de Mauricio Macri, había empujado el área, a nivel nacional: está a cargo de Sebastián Puglisi. En la CABA, donde mantuvieron el status de ministerio, la responsable es Soledad Acuña.
El jefe político de la funcionaria, ella misma, están involucrados en la carta que publicó la docente Leticia Guindi, y que este fin de semana retumbó con fuerza en las redes sociales.
“Desolación y tristeza”
“Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas”. La frase de Paulo Freire sirve de lema para el Colegio N° 4 D.E. 9° Nicolás Avellaneda. Con 117 años de historia, funciona en el edificio de la calle El Salvador al 5500 y depende del ministerio de educación porteño. Al quedar vacante el cargo de su rector, Hugo Riveros, la señalada para ocuparlo era la vicerrectora turno mañana, Leticia Guindi.

Pero el pasado jueves 13, ella emitió un escrito en el que declina a acceder a la rectoría. El texto luego se viralizó en las redes y acentuó el debate por el estado de la educación y el tema de la presencialidad. El remate estremece: “No quiero dejar de expresar como trabajadora de la educación y como docente de vocación, mi desolación y tristeza por lo que está ocurriendo en el sistema educativo que ensaya en estos días su experiencia más cruel y está muy lejos de buscar defender y enseñar el valor de la vida y los Derechos Humanos que son los valores más preciados que desde el retorno a la Democracia ha sabido transmitir nuestra comunidad educativa”.
Entre los considerandos apunta que en esa institución educativa “el contexto de pandemia nos ha obligado a un altísimo esfuerzo a todos los docentes, sean profesores, preceptores o autoridades quienes durante el 2020 no pusimos más que empeño, esfuerzo y creatividad -además de nuestros recursos- para sostener la continuidad pedagógica y las instituciones escolares en funcionamiento aún desde la virtualidad. No obstante lo realizado, injustamente, ello finalizó con el menosprecio por la labor docente y lo realizado expresado por las máximas autoridades del Ministerio de Educación”.
También enfatiza que “crece el número de docentes fallecidos enlutando las comunidades escolares y no he escuchado que esto constituya la menor preocupación por las autoridades del Ministerio o de la Ciudad”.
Guindi también trabaja en el colegio Mariano Acosta y en otros establecimientos. Más allá de la carta, con hablar pausado, pero sumamente, señaló: “Este momento tan difícil me obligó a poner en blanco sobre negro lo que sucede”. Lo apoyó en el concepto de que “las comunidades educativas no podemos ser ajenas a lo que se está padeciendo por todos”.

Explicó puntualmente que la enorme mayoría de los alumnos de su instituto, así como los docentes, viajan en transporte público, pero remarcó en tono de alarma que, del personal educativo, sólo las tres vicerrectoras están vacunadas. Insistió que “la presión del Gobierno (de la CABA) es hacia la presencialidad lo más completa posible”, en especial luego del fallo de la Corte Suprema, ya que antes, ante la enorme cantidad de familias que optaban que sus hijos no asistieran a las escuelas, habían impuesto un sistema de virtualidad que luego se convirtió en mixto. “A pesar de los esfuerzos por cumplir los protocolos, el aumento de casos con la segunda ola tuvo su repercusión en la comunidad escolar”, explicó.
En relación a la vinculación social entre los chicos, tema tan agitado por la oposición encolumnada con Larreta, aseguró que “siempre es importante la socialización para los estudiantes, los adolescentes, para todo ser humano. Pero estamos viviendo realmente un momento inédito. Con riesgo de vida. Por lo tanto entendemos que lo fundamental es mitigar los riesgos”. Y enfatizó: “Por eso, estamos en un esquema mixto, donde la escuela está abierta”, para que los alumnos puedan tener los contacto pedagógicos o sociales que se requieran, pero “en términos generales, debemos disminuir la circulación al máximo posible. Para mitigar riesgo, que también puede significar que algún alumno se sienta mal por el aislamiento y requiera acercarse a la escuela”.
Sobre su texto, que tanta conmoción causó, advirtió que “expresa un sentimiento genuino que nos atraviesa a los docentes. En este momento está en riesgo la vida”.
En uno de sus párrafos es concluyente: “El Ministerio de Educación de CABA banaliza y naturaliza la situación y sólo puede insistir en el retorno a la presencialidad aun cuando se acercan los días fríos y muchos de los sistemas de calefacción no se podrán encender, así como tampoco se podrán cerrar las puertas y ventanas”.