Divertida, punzante, diáfana, conmovedora, íntima. Hebe de Bonafini en todo su esplendor. La sigue estremeciendo la juventud y la pobreza. Su amor por la radio y la lectura.
-Hola, Hebe querida. Acá, Beatriz, mi señora, dice que estás preciosa… Y es verdad…
-(Risas) Hay que ponerse los anteojos…
El enorme afecto mutuo traspasa las frías pantallas de la comunicación virtual. Es sábado por la tarde y Hebe aparece conectada con estricta puntualidad. Arregladita, labios pintados, sonriente, contenta. Se trata de un diálogo adecuado por la pandemia, pero que se asemeja a tantos otros en la Casa de las Madres, mate de por medio. Ella está en su hogar, en su rincón, con la wiphala casi abrazándola. Es un diálogo cálido, distendido, de dos antiguos conocidos, que se veneran por sobre el ineludible respeto.
-¿Cómo andás con todo este presente? ¿Con más indignación o con más optimismo?
-Yo siempre soy muy positiva. Nunca me quedo cuando me dicen “esto no”. Y me rodeo de la vida, de las plantas que me encantan. Me la paso investigando la vida de los animales, pongo videos, busco. Cuando estoy cansada de trabajar muchas horas, me dedico a eso. Cuando uno se rodea de la vida, a pesar de tanta muerte, y te gustan las plantas estás rodeada de flores y colores… En la vida hay que tener esperanza.
-¿Será eso lo que te hace tan saludable?
-Yo no vivo como si tuviera casi 93 años. Vivo como si fuera más joven. Que voy a morir algún día, ya lo sé desde que nací. No quiero durar, quiero vivir. Y por eso me cuido. Desde muy chica, cuando me decían que no, pataleaba. Yo tenía 11 años cuando había terminado la primaria y mi mamá me mandó a bordar. Pero yo no me veía: “Así soy una vieja y tengo 11 años”, me decía. Y no agarré el bastidor. Estuve como dos meses, hasta que la profesora le dijo a mi mamá: “Sáqueme la chica de acá que llora todo el tiempo”. Desde chiquita fui como emperrada. En la vida uno siempre tiene que decidir. También con los principios con los que uno vive. Vos sos un tipo de muchos principios. Y mirá cómo zafaste (del Covid): pusiste tu cabeza. Los médicos hacen un montón, pero si uno no hace, no te salvas ni loco.

-¿Cómo reaccionaste ante la noticia de la liberación de Amado Boudou?
-Mirá, primero estaba nerviosa, porque no salía. Parecía que iba a ser en los primeros días de la semana. Yo no los quería llamar. Ellos también estaban nerviosos. Hasta un amigo me llamó para avisarme que estaban yendo a sacarle la pulsera. Ahhh… fue una gran alegría. Me puse a llorar y enseguida me llamaron ellos. Parece mentira… ¡Cómo sabe el enemigo! Fijate, Víctor Hugo, qué alegría nos dio que le sacaran una pulserita, que en realidad qué te va a hacer en la pierna…
-¿Qué falta ahora, en estos temas?
-Falta que no puede haber un país con presos políticos. Todo es a medias. No es posible que el presidente no haya querido reconocer hasta ahora que hay presos políticos. Porque si no hay presos políticos, lo que hay son políticos presos… Dale la vuelta como quieras.
-Hebe, es bravo el tema en términos republicanos. Si avanzás sobre la Justicia, perdés. Pero si lo hacés mediante indulto, habrá montones de críticas. Yo creo en el indulto, como posición personal. Pero los caminos son escasos para hacer justicia.
-No, la justicia existe porque es la que buscamos nosotros. Lo que pasa es que se trata de un Poder Judicial corrupto. El primer día que vi al presidente, le dije sobre “(la Ley de) los Medios; si Macri la sacó con un DNU, nosotros podemos ponerla de la misma manera”. Así de fácil, rápido, el presidente recién entraba, quién le iba a decir algo. A Macri nadie le dijo nada cuando la sacó. Y después está el aspecto judicial: son las dos cosas que tendría que haber hecho ni bien entró, porque tenía todo el apoyo. Así, estamos en manos de una mafia. Mirá, ayer leí en la Plaza (en la reunión virtual de las Madres) una poesía de Cardenal, de hace 47 años, en la que habla exactamente de lo que estamos pasando nosotros hoy… Los medios corruptos, el Poder Judicial cómplice.

-Si la tenés a mano, mandámela.
-Por supuesto. La encontré entre tanto libro que tengo. Yo siempre estoy ordenando mis libros. Desde la Iglesia, hablaba Cardenal. Cómo él veía que la Iglesia se hacía cómplice.
-Con el gobierno, en términos generales, vas bien ¿no?
-A veces el señor presidente se enoja conmigo porque digo que hay funcionarios que no funcionan. O que funcionan mal. No sé ahora con este cambio que va a haber con las elecciones. Ojalá que sean para mejor. Hay muchas cosas que no están bien. Pensá que todas las cosas que les dieron a los pobres, se las lleva el supermercado. Un rato tienen, nomás… No podés pensar que un kilo de pescado vale 700 pesos… A mí lo que más me duele ahora, estoy muy preocupada con eso, es que los compañeros más pobres de los barrios más pobres han perdido la concepción de cuáles son sus derechos: creen que son un plato de sopa y una bolsa de comida mala, una vez por semana. Lo hemos dejado correr. No, no, no, sus derechos son a la vida y al trabajo. Los inalienables.
-Es maravilloso que pienses así, es doloroso que sea una lectura absolutamente realista. Pero qué enemigos tan fuertes hay en la vereda de enfrente, Hebe. Lo que decís de los precios se relaciona con los capangas del poder real que son los que le doblan los brazos al poder político.
-Porque tienen a los medios de su lado. Si el presidente le sigue dando no sé cuántos millones de pauta publicitaria por mes a Clarín, que le tira mierda en carretilla desde que se levanta hasta que se acuesta… Todo lo que le da a Clarín es plata de nosotros.
-El problema no es que sean contra. El problema es cómo mienten.
-Claro, Víctor Hugo. Yo no los leo, por salud mental. Además, nunca va a haber nada que supere a la radio. Pero también pasa que tenemos poca radio. Ellos tienen miles de radios, de televisión, diarios, diaritos… Yo a los 93 años tuve que aprender a usar una computadora… Y, ojo, ahora este aparato que está vendiendo Israel para penetrar en los teléfonos estos… (muestra su celular y sonríe…)

-Pegasus…
-En este teléfono, cuando hablo mal de Larreta me aparece una foto suya. ¡Es de locos! Yo me acuesto con no sé quién acá (el celular). Yo tengo miedo que en la noche salgan monstruos (suelta una carcajada). Los jueves cuando grabo la nota (para su programa), me dicen “hoy jueves, comemos torta de manzana”… y no me dejan grabar. Yo me peleo con el celular, con palabras, porque alguien me escucha… Sabés que después, cuando terminamos de grabar, me decían: “¿Señora Hebe, de uno a diez, me puede decir cómo le salió el programa?”. Hay un tipo o una tipa aquí adentro… (otra vez muestra el teléfono y ríe con ganas).
-¿Quién te provoca ilusión?
-La juventud. Tengo mucho trato con muchos jóvenes. Esto del “Mateando…”, me hacen preguntas… El otro día, un chico de 15 años me preguntó cómo fue el encuentro de París de 1995 de las Madres que luchan en el mundo… Los chicos están muy interesados. Saben todo. Son un avión. Además con este aparato (la computadora) saben un montón. Y trabajan, se preocupan, se ofrecen. Desde el principio estuvieron ayudando con la vacuna sin pensar en el contagio, ayudando a los más viejos y a los que menos tienen.
-¿Qué olfato tenés para la política? ¿Qué cosas pensaste que iban a pasar y te equivocaste? ¿En cuáles acertaste?
-Yo tenía muchas expectativas en 2015. No creí que iba a ganar Macri. Aunque veía (que algunos pensaban) que se había abandonado la lucha, que estábamos tan bien que no había que hacer nada… Había políticos en otra cosa. Se relajaron. Y en esta vida no te podés descuidar. Cuando vi que perdimos, me agarró desesperación. Porque los conozco bien, sé lo que nos pasa cuando suben ellos… No a mí que soy vieja, pero siempre pienso en los jóvenes, que son los que más sufren. Una, cuando tiene determinados años ya tiene el cuero duro. También pienso mucho en los niños pobres: porque, ¿sabés, Victor Hugo? ahora no juegan… Están pensando que tienen frío, que no tienen qué comer. Yo les digo a los jóvenes: no vayan a enseñarles nada más que leer y escribir, o a darles una sopa, vayan a jugar con ellos… Los niños no juegan, no se ríen, no se divierten. No puede ser que un niño no pueda jugar. Todo eso me pone muy mal.
-¿Las elecciones que vienen te generan alguna desconfianza?
-Desconfianza no. Lo que pasa es que algunos me gustan y otros no…
-¿Con qué nombres de la política, cuando los ves, te sentís representada?
-Cristina por encima de todos.

-Cristina está fuera de concurso… (risas)
-Axel (Kicillof) me parece un tipo sumamente inteligente, audaz como es necesario. Tolosa Paz, que estaba desperdiciada donde estaba, es una mujer que caminó mucho el barro. El radical Leopoldo Moreau me encanta: es firme, se decidió a estar de este lado. No es poca cosa romper. También Leandro Santoro. Hay intendentes bravos. Gabriel Katopodis, que para mí era un tapado. A veces no se necesita hablar: hay que hacer. Teresa García, que es una mujer que trabaja en las sombras pero no para. Se necesitan políticos que trabajen, que pongan el cuerpo. Y que pongan las caras: que hablen y sepamos quiénes son. Hay muchos ministros y otros que están en el parlamento, a los que no los conocemos.
-¿Y en el orden internacional?
-(Se apura a responder con decisión) ¡Lula! Tengo mucha esperanza que vuelva. Porque es un tipo muy inteligente. Pero además estoy muy preocupada por lo que pasó en Bolivia. Y también estoy preocupada con lo que pasa en Venezuela: resulta que tenemos un embajador que lo puso Macri y está haciendo el mismo trabajo que hizo el embajador en Bolivia. Está socavando por ahí. Y el tema es que es un embajador nuestro…
-¡Qué locura, Hebe! ¿Cómo se animan a mandarles armas para que den un golpe de Estado en otro país? Tienen que estar un poco locos, ¿no?
-No, no son locos. Son asesinos, Víctor Hugo. La voracidad por el dinero y los dólares les hace perder todo sentido. El único sentido para ellos es la plata, es la estafa. Vos fíjate que ese hombre que tiene tanta plata (Jeff Bezos), en vez de ayudar para que los chicos pobres coman, se hace un viaje a la estratósfera… Yo quería que se le rompa y se quede en una estrella (risas). Esa es la concepción. Sino, fijate las playas que tenemos, el país que tenemos y ¿la gente se tiene que ir a Miami? Porque, ¿sabés qué pasa? somos tan dejados que no tenemos ni una muñequita que nos represente: la muñequita para las nenas es la Barbie, después te venden el novio de la Barbie, la suegra de la Barbie, el padre de la Barbie, y tu nena quiere ser la Barbie. ¿Y a dónde quiere ir? ¡A Miami! Es terrible, porque teniendo lo que tenemos en este país, por qué tenemos que ir para allá… No digo la gente que tiene plata… A veces la gente pobre se endeuda ¡para ir a Disneylandia! “Mi hija cumple 15 años, la voy a llevar a Disneylandia”. ¡Nena, llevala a otro lado! Dejamos que pasen esas cosas. Cuando vino el presidente Obama, su mujer regaló en La Boca 300 muñecas Barbie… Y a la semana todas las mamás estaban comprando las suegras de la muñeca, la casita de la Barbie … Mirá si no te colonizan por ahí. Te muestran un muñequito por la televisión, tres días, cuatro, cinco… Y como la tele es el chupete para muchos chicos, después te venden la mochila de la Barbie: los nenes no quieren otra. Como esos muñequitos que inventan los yanquis, que siempre son monstruos. Nunca te hacen una cosa linda. La Barbie, pobrecita, es una desdichada…

-Hebe, estás vacunada…
-Sí, Víctor Hugo, claro, pero contra el macrismo no hay vacuna… (risas) Sí, yo estoy vacunada hace rato…
-En el ámbito donde vos te movés, ¿conocés gente que diga: “Yo no me quiero vacunar”?
-Sí, cómo que no. Gente muy cerca de mí, profesional, del palo, pero no se querían vacunar. Ahora se han vacunado, quedan dos o tres… “No me vacuno porque me dijeron que me van a agarrar coágulos”, o “me dijeron que la gente se cae desmayada”. Pero dónde escuchás eso, les decía yo… Claro, están todo el día con la televisión. Hablan por boca de la televisión. Tengo una prima que a las 6 de la mañana prende el canal TN, todo el día. ¡Es de Cristina a muerte, eh! Pero no se quiso vacunar. Qué puedo hablar yo con ella…
-Insólito. Yo creía que sólo la gente de la derecha tenía esos pensamientos.
-No querido… No, no, hay mucha gente del palo que tiene miedo. Se repite tanto…
-Cómo se le puede hacer la cabeza a la gente… El famoso lavado de cerebro que le atribuían a la Unión Soviética, ahora es a la vista de todo el mundo por los medios de comunicación. La gente está muy tomada en su subjetividad.
-Un día no sé en qué canal, salió que daban vacunas con jeringas vacías. Que te pinchaban y no te daba nada. Un montón de gente me vino a hablar de eso. “¿De dónde sacan eso?”, les decía… De la televisión… “Si escuchás a la Canosa, ¿qué querés?”, les decía… Por eso, insisto, la radio es el único medio que te educa… Y no va a cambiar. Lo mismo que los libros: decían que ahora que viene la computadora, se acaban los libros, que la gente no va a leer más. Sí que leen. No podés comparar leer un libro en la mano, llevártelo a la cama, leerlo 20 veces, rayarlo, con leerlo en este aparato (la computadora).

-Qué lindo que quieras tanto a la radio, Hebe…. Para salir un poco de la política, ¿te acordás de algunos ídolos que hayas tenido de la radio? ¿Gente a la que amabas?
-Empecé a amar a la radio cuando tenía 6 o 7 años. Porque tenía una tía que vivía pegada a mi casa, con mi tío que trabajaba en la compañía de electricidad y le compraba todas las cosas que salían. Cuando salió la radio, le compró una. Pero mi tía era sorda y no la escuchaba. La tenía de adorno. Mi mamá se la pedía y se la prestaba por arriba del alambrado del gallinero para que mi tío no se enterara. Y mi mamá llamaba a amigas: yo estaba en el medio, escuchando. Empezamos a escuchar novelas. Era como una locura para una chica como era yo. Después de eso, siempre la radio.
-¿Qué emisora recordás? ¿La vieja radio El Mundo?
-Sí, claro. Recuerdo mucho a (Hugo) Guerrero Marthineitz. También las novelas… Todo era más sano. Había mucha ingenuidad. Era muy lindo. Ahora se ha perdido eso. Es lindo ser ingenuo, creerse cosas lindas. La radio es pura imaginación. Después, como me gustaba la radio, mi papá me había cortado una escoba, y yo andaba siempre con la escoba como si fuera un micrófono por toda la casa. Siempre hablando por ahí…
-¿Qué te sorprendía más?
-Un día me enteré que los ruidos eran inventados por un señor que estaba en la radio. Yo quería que mi papá me llevara pero él me decía que no podíamos… Quería saber de dónde sacaban los ruidos, y entonces, mi papá me empezó a explicar: de una chapa, de acá, de allá. El galope del caballo, tantos otros, esa cosa loca…
-¿Tenés algún momento familiar que recuerdes con tu marido, con tus hijos escuchando radio? ¿Tenés alguna escena que te guste revivir?
-Con mi marido, muchísimos… siempre con la música. A él le gustaba mucho el tango, era un loco de Troilo, del tango así, “machista” vamos a decir… Aunque a mí me gustaban más los hermanos Maderna, siempre me gustó la música tipo Piazzolla. Mi marido sabía mucho de música, de tangos, distinguía los instrumentos, el violín, el bandoneón. Sabía que tocaba tal, que este era fulano, que aquel era mengano… Y siempre en la radio.
-Es un recuerdo extraordinario.
-Para mí, la radio también fue una cosa del amor. Porque había un programa que pasaba mucho tango y cuando recién nos casamos, mi marido lo escuchaba en la destilería en donde trabajaba y yo lo escuchaba en mi casa. Esa cosa de cuando uno está enamorado: los dos estábamos escuchando lo mismo, a la misma hora. Eso es de mucho, mucho amor.
-Esto que decís de las dos personas que escuchan a la vez, lo aprendí de los estudiantes que dejan a su familia, que se yo, en Pergamino, en Tandil… y se vienen a estudiar a La Plata, a la Capital, y escuchan programas que escuchan sus padres allá. Esa es la manera de estar estrechamente ligados.
-Sí, sí, la radio sirve para montones de cosas. Y es muy educativa. Si vos querés, con la radio te educás. Siempre hay algo que te va a interesar. Claro, si tenés ganas. Yo duermo con la radio prendida, ¿vos sabés? Y cuando hay algo que me gusta, me siento en la cama, escucho y anoto lo que se dice. Así, si me interesa, al otro día puedo recordarlo. ¿Vos sabés los cuadernos que yo tengo anotados de la radio?

-¡Qué bueno! ¿Y con la lectura cómo te llevas?
-Bien, tengo la biblioteca de mis hijos. Leo todo el tiempo. Me gusta leer a (Eduardo) Galeano, o como ahora, la historia de los egipcios. También, la historia de los animales…
-Toda la historia es interesante, ¿no?
-Estuve leyendo la historia de los pájaros, cómo hacen los nidos cada uno, cómo hay pájaros que siempre tienen la misma pareja. Pero también me gusta mucho la historia de Manuel Belgrano, la de Mariano Moreno. Lo que pasa es que hay cosas que no he aprendido antes y me cuesta más aprenderlas ahora.
-De toda la historia, nombrame tres o cuatro nombres que son ídolos, que los amas sin vuelta de tuerca…
-Moreno, Belgrano y los caudillos. Ahora me regalaron un librito chiquito para leer la historia de Rosas. Me gusta la historia de las mujeres. He leído bastante. Tengo un libro de cocina sobre qué hacían, qué cocinaban, las mujeres de los patriotas.
-¿Qué me decís de Carmen Puch, la mujer de Güemes, que cuando él muere, se deja morir de una depresión formidable a los 25 años. ¡Hay cada mujer! Las cartas de la mujer de Moreno… Hay cosas maravillosas.
-Esa historia la leí y me pareció maravillosa. Esa cosa de jugarse. Las mujeres han tenido mucha participación. Sólo que antes no se hablaba de ellas. Por lo menos acá. Hasta que vino Cristina, hizo la estatua a Juana Azurduy y todo eso…
-Hebe, este ratito fue encantador. Como siempre me has emocionado, me has hecho reír. Me hacés pensar que sos tan ejemplarmente divina que no conozco personas como vos. Nos debemos un encuentro tras la pandemia.
-Por supuesto… Pero yo sigo haciendo cosas en pandemia. Yo convertí la cocina de mi casa en la casa de las Madres y en la Plaza. Tuve que reinventarlo así para estar presente. Sino estamos en el horno. Las Madres están todas como locas por volver a la plaza… Y les prometí que en la segunda quincena de agosto vamos con la combi. Es muy loco lo que hacemos (por zoom). Parece un teleteatro. Pero estamos contentas. Con eso nos conformamos.
Publicado en la edición 52 de Contraeditorial